viernes, 27 de julio de 2018

Bienvenidos a Zombieland


Como no puede ser de otra manera, acabamos Distrito 9 con una señora bajona y el humor por los suelos. Había que levantar los ánimos y necesitábamos algo gratuitamente gamberro. Un engendro facilito de tiros brutotes y diversión malsana, que las bastardadas ayudan a levantar el ánimo. De lo que teníamos disponible, se ofreció esta película de zombies que, en principio, reunía todas las características que requeríamos. 

Bienvenidos a Zombieland es una de Zombies, pero en vez de mostrarnos el apocalipsis zombie, nos manda a unos meses después, en los que la mayoría de los incompetentes ya están muertos y sólo quedan los expertos asesinos de zombies. Este puñado de tarados de lo más delirante se ven obligados a colaborar, pues parece que existe un pequeño reducto donde apenas hay zombies, pero bueno, si no son  los no-muertos, el peligro está entre los vivos, ¡cómo no!

Y bueno, vaya bastardada. La película es un continuo de burradas a cada cual más salvaje. Entre las reglas para sobrevivir, las coreografías absurdas y lo zumbados que están todos los personajes, Bienvenidos a Zombieland es una película en la que cualquier cosa puede pasar, en la que todo está permitido, pero nada queda fuera de lugar. Todo sea por unas risas.

Cada uno de los personajes es para dar de comer aparte. Tal como decía Tina Turner en Mad Max 3: “¿Sabes quién era yo? Nadie. Salvo que el día después estaba viva. Y tuve la oportunidad de ser alguien”.

1) Columbus era un pringado friki devoto del WOW e incapaz de la más mínima relación social. No sabía que tenía la mejor base teórica para sobrevivir al apocalipsis. Si no sabes hablar con la gente, ¿Qué mejor que no haya con quién hablar? Jesse Eisenberg sabe que es de lo más hostiable, y vaya si se regodea de ello.

2) Talahasse es un paleto de la América profunda que ha descubierto su verdadera vocación tras el apocalipsis. Un Woody Harrelson más pasado de página que nunca, con sombrero de vaquero y botas de cocodrilo, es el alma de la película. Todo sea por unos Twinkies.  En una cosa tiene toda la razón: “Mi madre siempre decía que un día sería bueno en algo. ¿Quién hubiera dicho que sería un buen mata-zombies?”

3) La carismática Emma Stone da vida a Wisconsin, lo más parecido a alguien con seso dentro de todo este percal. Jugando a ser más astuta que nadie, gatita desvalida cuando conviene  y reina del gatillo fácil cuando toca. Pocos son capaces de plantar cara con éxito a Harrelson a la hora de ser el más gamberro  del barrio.


4) Little rock, interpretada por la todavía niña Abigail Breslin es cualquier cosa menos una pequeña desvalida. A pesar de las obvias deficiencias físicas (¿12-13 años?), se las vale con ganas para sobrevivir, con un puntillo de mala idea malsana muy bien buscada.

Y 5) Bill Murray que, bueno, es Bill Murray.

Sentido, lo que es sentido, la película no es que tenga mucho, pero oye, tampoco es que importe demasiado. La película es un puro correcalles a cosa de unos zombies bien mortales, pero que te puedes tomar a choteo con gusto. Matar gente puede no estar del todo bien, pero matar zombies es siempre un despiporre.


No es que haya mucho más que se pueda explicar. Bienvenidos a Zombieland es una gamberrada de tiros, cabezas volando y bastardadas varias. Un pasatiempo banal que tiene la gracia de situarse en un punto inusual de las tramas de zombies, cuando la sociedad ha desaparecido y ya solo quedan los curtidos (y zumbados) supervivientes.  Da gusto cuando una película quiere ser una chorrada bien grande, lo sabe, lo es y se regodea de ello.

Nota:  6 (con sus matices)
Nota filmaffinity: 6.6

Al final, los dos que vinieron con ganas de marcha se fueron bien contentitos a casa y durmieron felices y calentitos. Si es que no hay como una escopeta de doble cañón para poner tierna a la gente…

miércoles, 25 de julio de 2018

Distrito 9


En uno de mis últimos días en Escocia, nos juntamos el grupete de hispanos que habíamos empezado a clusterizar, con la idea de ver unas películas de ciencia-ficción con unas cervecitas (o gintonics).  Después de un rato de jijijajá y de media hora dando vueltas por Netflix sin ponernos de acuerdo, lo único que habíamos conseguido acordar es que tenía que ser una película “diferente”. Cuando apareció ésta por el menú, recordé lo inusual que era ver una propuesta surafricana que, además, había visto y sabía que no tenía nada que ver con lo que estamos acostumbrados.


Quizás debí de haberme callado, porque ninguno de los demás estaba preparado para la seca visceralidad de Distrito 9. Es una pekícula que descoloca, especialmente al inicio, rodado como si fuera un falso documental en el que entra en un campo de refugiados alienígenas. En efecto, los aliens no vienen a invadirnos ni a maravillarnos. Son emigrantes que huyen de una guerra y no quieren otra cosa que sobrevivir. Además, en vez de ir a EEUU o cualquier otro sitio más molón, acaban en los suburbios de Johannesburgo. La película se sitúa en un momento de crisis para el país, en los que se va necesitando que los aliens desalojen porque molestan demasiado y claro, pasa lo que pasa… Superada la cortada de rollo inicial (ay, esos dos que estaban más interesados en coquetear entre ellos que en la película, se les pasarano las ganas en cero coma…), realmente captó nuestra atención cosa mala.

¿Qué hay de molón o emocionante en esta suerte de desventura? Si nos paramos a analizar su estructura, sigue con academicidad los cánones de la ciencia-ficción, pero a su manera. Además, su estética es decididamente feísta, incómoda incluso, contribuyendo a aumentar la sensación de desazón que provoca. Tal como hemos visto posteriormente en las diferentes obras de Blomkamp, la puesta en escena de este director surafricano es impecable. De sus gustos y sus neuras podremos discutir más, pero este hombre sabe muy bien lo que hace.


El director, un (por entonces) muy joven Blomkamp, parecía llamado a cosas grandísimas. Pocos debuts cinematográficos con tanto estilo vamos a encontrar. Anteriormente, apenas teníamos un par de años como creador de efectos especiales en Stargate, un anuncio muy chulo y conocido y ya. Con 29 años, le caen “de rebote” un puñado de millones para hacer la película y ¡allévoy!. 

Las circunstancias, obviamente, no son las más habituales, como tampoco es usual la historia que da lugar a Distrito 9. El responsable de todo el embrollo es Peter Jackson, que estaba buscando su nuevo proyecto tras su personalísima King Kong. En aquel momento estaba desarrollando la adaptación del videojuego Halo a la gran pantalla, y con el proyecto ya bastante avanzado, tuvo problemas con Microsoft por los derechos de imagen y se fastidió la cosa. Así pues, Jackson tenía pasta, un guión amedio parir, un buen trabajo de imaginería y efectos especiales ya desarrollados y se encuentra con que no puede acabar la película que quería y tiene que evitar que el esfuerzo caiga en saco roto.  Por su parte, Blomkamp venía de coger cierta fama por el corto Alive in Joburg que, básicamente, es la premisa de partida de Distrito 9, la llegada de un grupo de refugiados extraterrestres a la tierra. Los dos vieron la oportunidad de aprovechar los talentos del otro y parece que la cosa salió bien.



Así pues, tenemos acceso sin reservas a los mejores efectos especiales de la WETA Workshop, unguionista lleno de fantasía y buenas ideas y un director competente con muchas pajas mentales y un estilo visual novedoso y casi único. El resultado es una mezcla muy curiosa que empieza siendo un documental hiperrealista (muy Blomkamp) que, a medida que avanza, se va desmadrando hasta acabar en un despiporre salvaje (muy Jackson), todo ello con aliens muy feotes realizando acciones complejas con toda verosimilitud.

Otro de los factores que hacen de Distrito 9 una buena película es que hace buen uso de los motivos por los que la ciencia-ficción fue creada, utilizando a los aliens para denunciar lo que ha sido el Appartheid en Sudafrica y los estragos que ello ha tenido para la gente y la cohesión del país. Si bien es un aspecto que ha repetido posteriormente en Chappie o en Elysium, en ninguna de las propuestas posteriores ha conseguido el efecto de una manera tan fluida. La trama se desarrolla con acierto, transformando el mockumentary inicial en una salvaje película de acción desmadrada  mientras mantiene la denuncia social en primera final con tanta gracia que se le puede perdonar la fumada final (que es de bandera). 



La confluencia de talento no evita que la película se aleje de tener cualquier viso de comercialidad. Distrito 9 es diferente a casi cualquier otra cosa, pilló a todo el mundo a  contrapié y gozó de merecida fama, pero el tema a tratar no es fácil, no tiene un héroe o un protagonista decente al que aferrarse y la abundante casquería no es para todos los estómagos, e incluso la podemos considerar como bastante desagradable. No se si escogimos bien, pero no es una película para relajarse y disfrutar, ni por asomo.

En este film encontramos una gran idea, un desarrollo inusual, un planteamiento interesante, una imaginería bien lograda y el presupuesto adecuado para llevarlo a cabo. Es fea y desagradable con ansia, derrapando un poco en su desenlace, pero es extraño que confluyan positivamente tantos factores positivos. Distrito 9 pilló a contrapié a todo el mundo, consiguiendo incluso ser nominada a Mejor película, guión adaptado, montaje y efectos visuales (no se llevó nada en un año bastante disperso).
Informáos primero si esta película es lo que queréis ver. Si es así, disfrutadla, que vale la pena. Un consejo, dejad las palomitas a un lado, la película os quitará el hambre desde que os sentéis en la butaca.

Nota:
8
Nota filmaffinity: 6.8

viernes, 20 de julio de 2018

El recuerdo de Marnie


Como otras veces, creía que iba a ver otra película. No estoy seguro de porqué pero la tenía ubicada en otro lado. Luego al ver el logo de Ghibli ya vi que la El recuerdo de Marnie no era lo que creía. Pero bueno, el estudio es garantía de calidad, ¿no?

Además, de acuerdo con los créditos, detrás de las cámaras estaba Yonebayashi, uno de los jóvenes talentos del estudio, que ya dio lugar a la bellísima (e irregular) Arrietty en el mundo de los diminutos.

Y pasan los primeros cinco minutos y el corazón se me encoge un poquito. Vemos a una niña, Anna, que lo está pasando mal. Solitaria, refugiada en sus dibujos, repudiando casi cualquier contacto humano, suplicando hablar con alguien y al mismo tiempo aterrada ante la propia idea de hacerlo. Se odia a sí misma, odia al mundo, su desolación es absoluta, rechazando además cualquier tipo de consuelo. Ha llegado al punto en que rehúye cualquier atisbo de confianza, como si fuera anatema, o sólo fuera a acabar ahondando en una herida (sospechamos) que atesora como quizás, la única prueba de que sigue viva. Apenas se siente segura en ningún lugar fuera de su cuaderno, ese pequeño rincón del universo donde nadie le hará daño. A raíz del enésimo incidente en el instituto, sus padres (adoptivos) la envían con unos familiares lejanos, a un remoto pueblecito en el que podrá relajarse y, quizás, sanar un poco su alma. Una vez allí, en un lugar donde se siente todavía más extraña, conoce a una chica que se llama Marnie con la que, extrañamente, no se siente amenazada, convirtiéndose rápidamente en su mejor amiga. La turbadora Marnie destila tanta vida que la hechiza y la saca de ese mundo maldito en el que se había recluido, la embelesa y la deslumbra, condiciéndola a sentir emociones que creía haber olvidado, como la ilusión, la fe en la realidad y el amor. Pero… hay algo extraño en Marnie. ¿Es totalmente sincera con quien dice ser?

Hay que reconocer que Yonebayashi tiene un par de narices. Pocas películas para niños se atreven a mostrar el fantasma de la depresión, así de buenas a primeras. Entre nuestros tabús y la propia gravedad de la enfermedad, se requiere un talento de virtuoso para no caer en maniqueísmos que desdibujen la devastación que sufre Anne. En raras ocasiones se ha mostrado tan bien, con tanta delicadeza y sensibilidad como en esta película de animación japonesa. Más curioso todavía es que coincida en el tiempo con el también fabuloso proyecto de Pixar Del Revés, con el que comparte temática, virtuosismo y delicadeza.   


Sin embargo, mientras la joya de Pixar se centra en “fantasear” qué ocurre dentro de la mente de un niño deprimido, El recuerdo de Marnie se presta a confundirte entre la delgadísima línea entre realidad y fantasía. Tal como tiende a ocurrir en las mejores novelas del escritor británico, cada elemento es exactamente el que es y, al mismo tiempo, esconde un recóndito pasadizo a un mundo en el que nada es lo que dice ser. Esta exploración del “mundo a una vuelta de la esquina” se produce con una naturalidad que asusta, funcionando como un estupendo vehículo para que conozcamos a Anne y sus problemas.

Ya os podréis imaginar, entonces, que no se trata de la alegre y vivaz película de aventuras característica del estudio. Entre manos tenemos un drama intimista que paladear con calma en el que el sufrimiento se mezcla con la belleza, bien capaz de sacar lágrimas a una piedra a la que conectes con sus melancólicos personajes. Es por ello también que puede aburrir. A decir verdad, no “pasa nada” en toda la película, con el consiguiente resultado de que el intimismo se convierta en ñoñería para los espectadores menos sensibles. El parsimonioso ritmo, muy característico de las películas japonesas más contemplativas, no contribuye tampoco a captar la atención de un espectador poco voluntarioso. Asimismo, la película adolece del mismo “defecto” de Arriety, pues redunda un poco en sus ideas en las escenas que conducen al desenlace final del argumento.


Por otro lado, la historia de las dos chicas de desarrolla con toda su grandilocuencia, gozando de unos personajes bellamente descritos, con sus ansias, miedos y esperanzas, tan adorables a su modo que no puedes si no quererlo. Su relación deamor-amistad” conmueve cuando se ve y maravilla cuando se comprende todo lo que hay detrás. A pesar de su muy calmado ritmo, debo reconocer que me ha encantado. Ir atravesando, capa a capa, la pétrea coraza de Anne para descubrir su alma llena de honestidad y buenas intenciones es una experiencia ante la que es dificil permanecer impávido, especialmente tras desvelarse todos los secretos de Marnie.

Toda esta profundidad no impide que siga tratándose de una película infantil. Quizás no de las que poner a tu hijo para que no moleste, sino de las que ver con los más pequeños (8-10 años) y luego comentar. Incluso podrá servir de catalizador para expiar según qué temas. Es más, no lo dudo. Lo dicho todo un ejercicio de virtuosismo.


La animación muestra el mismo desmesurado mimo que encontrábamos en Arriety. Yonebayashi convierte la excursión por las emociones de Anne en pura poesía visual, pues cada fotograma deviene un pequeño cuadro en el que detenerse para poder admirar. El entorno rural en que se desarrolla la película ve revolucionado su hermoso bucolismo con elementos oníricos que juegan a mezclar la cotidianeidad con la maravilla, generando misterio sobre qué es real y qué es emoción.

Pocas películas mezclan el drama existencial con el realismo mágico más lleno de lirismo mientras realiza una profunda exploración emocional. Ideal para ver con tu pequeño y hacer un mini “cine-forum” a continuación, requiere quizás una exploración previa por parte del adulto, para conocer previamente que resortes pulsa y qué emociones puede hacer saltar. Esta obra llena de virtuosismo deja una sensación agridulce, principalmente por la melancolía del tema a tratar, pero no deja de ser una obra que fácilmente se clava en alma y te acompaña durante el resto de tu vida. Con talento de este calibre entre sus “jóvenes” autores, la continuidad del estudio Ghibli está fuera de toda duda (bueno, ya me entendéis). Sacad el pañuelo y no la dejéis pasar. No os arrepentiréis.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.1

Obviamente consiguió su correspondiente nominación al Oscar de animación. Sorprendería ver que no se lo llevó, pero es que coincidió con la exultante “Del Revés”, que a fin de cuentas, va de lo mismo, pero con un guión todavía más redondo (que ya es decir) y toneladas de imaginación buenrollera tan llena de entusiasmo que permitió que la obra de Pixar se llevará el premio gordo. Por cierto, coincidió también con “La oveja Shaun” y “Anomalisa”. Pedazo de año.

sábado, 14 de julio de 2018

Steins; Gate


¡Vaya! Hacía tiempo que no me ponía a desglosar una serie en estos lugares. Se han seguido viendo, pero claro, las series requieren mucho más tiempo para ser reseñadas y el mío no es que me sobre tanto como me gustaría. Pero we…, llevo un mesecito que parece que lo tengo y todo.

Steins; Gate es una máquina del tiempo inventada por un científico loco basada en un teléfono-microondas que es capaz (inicialmente) de mandar SMS al pasado. En su paranoia, está convencido de que  una organización maligna-illuminatti llamada SERN está buscando construir una máquina del tiempo para alterar la línea temporal y conquistar el mundo. Lo que en un principio parece una locura más de este desnortado personaje, se convierte en una implacable persecución cuando la máquina llega a funcionar DE VERDAD. La comedieta ligera con toques de ciencia-ficción de los primeros capítulos se transforma entonces en una estupenda película de ciencia-ficción “seria” de profundidad inusitada y una excepcional carga emotiva (sin perder apenas histrionismo). ¿qué hacer cuanto tu bienestar entra en conflicto con el de tus seres queridos y el propio destino de la humanidad?

Está enrevesada historia de paradojas temporales de guión redondísimo proviene, sorprendentemente, de un videojuego del mismo nombre. Steins; Gate  es una aventura gráfica/conversacional japonesa (bastante indigesta para el gusto occidental) que cosechó un tremendo éxito allá alrededor de 2010. Años después, apareció este estupendo anime más que capaz de volar la cabeza al más pintado.

El comienzo es ciertamente caótico. No hay un personaje al que no cojas ganas de atizar con una barra de acero. Desde el “mad-scientisto” Rintarou Okabe, la remilgada Makise Kirisu “Cristina” o la animosa cosplayer Mayuri “tururú”. Los primeros 8-9 capítulos pueden hacerse demasiado tontos para un espectador no avezado en los horterismos japoneses. Sin embargo, una vez se produce el primer viaje REAL en el tiempo, la serie coge aire, despega y no te deja respirar ni medio segundo hasta el final. Pasas del “es muy lenta” a “no entiendo nada” a “me va a estallar la patata de un momento a otro” en apenas dos capítulos, que sirven para lanzar una de las mejores tramas de viajes en el tiempo que recuerdo. Efecto mariposa, multiversos, paradojas, complejos de Electra…  Cualquier paja mental aparecida en la ciencia-ficción tiene aquí cabida, aprovechada con talento y un estilo muy particular.

Una vez se empieza a volver del bucle, el efecto es devastador. Okabe pasa a ser un héroe trágico al que no quieres sino abrazar, Mayuri en uno de los personajes más adorables que ha parido Japón y Kirisu la novia que (casi) todos querríamos tener. Incluso los secundarios como el salido Itaru o la aburrida Suzuha, que no parecían servir para mucho inicialmente, son capaces de coger protagonismo y arrancarte una lagrimita o un puñetazo en el estómago.


No es sólo que los personajes despeguen y ganen toneladas de carisma, es que la serie enlaza brillantemente capítulo tras capítulo, en los que la repetición de situaciones (casi) idénticas se transforma en un recurso lleno de virtuosismo. La aparición de la gente de SERN o el descubrimiento de John Titor se mezcla con idas de olla de conspiranoia desnortada, confundiendo la realidad con la posibilidad  y realizando continuos saltos adelante y atrás que cambian los futuros (y pasados) posibles. Todo el desenlace (los últimos 4-5 capítulos) te lleva por una montaña rusa emocional en la que no puedes dejar de prestar atención ni medio segundo, obligándote además a ver de nuevo el primer capítulo una vez acabada la serie, pues éste cobra un sentido completamente diferente en virtud de la nueva información obtenida. Una auténtica maravilla.

Son varios los momentos capaces de clavarse en el alma y dejarte dos horas tirado en el sofá, meditando:
- Un puñado de conversaciones a partir del episodio que cambia todo, en los que se pueden apreciar las sutiles variaciones que se van produciendo, especialmente cuando nosotros conocemos el futuro negado a los personajes.
- El final de John Titor.
- Cómo Nyan-nyan pasa de ser un personaje de lo más hostiable a la viva imagen de la devastación que uno no quiere sino abrazar (una semana entera).
- El capítulo 22. Todo él. :_(
- Volver a ver el capítulo 1 tras acabar la serie.


Por si fuera poco, son sólo 24 capítulos (+1) de 25 minutos. Ideal para hacer un maratón, devorándola alucinando Rickinillos con toda la carga emocio-temporal de las mejores propuestas de ciencia-ficción y unos giros de guión que te dejan la cabeza dando vueltas. La excentricidad de los primeros capítulos puede echar para atrás a los menos avezados entre el horterismo japonés, apenas una comedia ligera que no sabes bien a donde va, pero una vez la serie se lanza… WOW. Es un "must see" impoluto e innegable, así que dadle caña en cuanto podáis

Nota: 10
Nota filmaffinity: 8.1

jueves, 5 de julio de 2018

Sinsajo - Parte 2


Tal como dije en la reseña del més pasado, no tenía la intención de que pasara mucho antes de acabar con la saga fílmica de los Juegos del Hambre. Al fin me libro de la Katniss Everdeen de Jennifer Lawrence (por un tiempo, al menos).

Sinsajo parte 2 nos lanza casi con el fotograma siguiente al que dejamos. La guerra con el Capitolio ha perdido cualquier sutileza y las hostilidades se han desatado. Ya no hay avisos, todos los tiros son a matar y no se sabe muy bien quién es amigo o enemigo. Como no podía ser de otra manera, toca el patapúm final con el que concluir todo este berenjenal.

Y cómo es el colofón de toda la saga, la reflexión y los abundantes diálogos que nos habían acompañado  anteriormente desaparecen. Toda la acción que no tuvimos en la Parte 1, la tenemos aquí. La película es casi un continuo de disparos, toñas, explosiones y muertes aquí y allá. Podríamos decir que tampoco tenemos motivos para quejarnos. Sin embargo, las coreografías no son del otro mundo, cumplen y ya, pero el CGi se nota entre un poquito y bastante, lo que se junta en que el director no se molesta lo más mínimo en recordarte porqué vuelan las hostias. Si no te acuerdas, problema tuyo. Además, la película debe cumplir con una calificación +13, por lo que cualquier asomo de contundencia (y la trama lo pide) brilla por su ausencia. Por lo menos, entre tanda piñau piñau, ugh, argh, pum y crash, la película no aburre.

Nada es capaz de sorprender en la película. El desarrollo de la “trama” es procedimental, transitando en todo momento por cauces plenamente convencionales. De la misma manera, se opta (por primera vez) por ser continuista en la imaginería y tenemos la misma anodina fotografía sin ningún tipo de personalidad que ya caonocíamos. Por lo menos la música retumba con energía y le aporta algo de vida, que sino, costaría diferenciarlo de un videojuego entretenido genérico. No deja de fastidiarme comprobar que, después de dotar a la franquicia del presupuesto que exigía, se acabe dilapidando con tan pocas ganas.

Otro de los problemas se haya también en su desenlace. Lawrence quiere dejar todo atado y bien atado y Sinsajo – parte 2 acaba teniendo hasta tres epílogos realmente dilatados. Se agradece que Donald Sutherland se decida a ser actor por primera vez en cuatro películas, pero se hace eteeeeeeerno. Pide a gritos acabar y todavía quedan cosas por pasar. Esta mini-actuación de Sutherland es una de las pocas cosas salvables del elenco actoral, que no se toman nada en serio el proyecto, salvo quizás Jennifer Lawrence, que le debe de tener algo de cariño a la cosa. Hay escenas realmente grotescas.



Argumentalmente, el único interés radica en la lucha de Katniss para dejar de ser una mascotita propagandística. Por primera vez en la guerra toma las riendas de su destino, siendo quien es y no la que los demás quieren que sea. El efecto es mucho más eficaz en el libro, pero es un detalle bien trasladado a la gran pantalla. Eso no quita que sea obligatorio haber visto y tener fresca la Parte 1, pues en el fondo, no se trata de más que de una película de 5 horas cortada por la mitad a lo bruto. Seguro que se podría haber hilvanado mejor.

Así que ya acabo con los Juegos del Hambre. Estas cuatro películas conforman un conjunto irregular, claramente creado por motivos digestivos, pero consiguiendo reventar taquillas a lo ancho y largo del mundo a causa de los fans de la viciante saga literaria. Tras el éxito de la saga cinematográfica, tal como ocurrió con los libros, las pantallas del cine se vieron invadidas de un puñado de sucedáneos de éxito relativo y calidad todavía más cuestionable (Divergente, El corredor del laberinto…). En ese sentido, prefiero la sinceridad procedimental de los vampiros con brillantina que esta sucesión de clones sin alma ni ganas que algún día traeré (o no) a este blog.


Si volvemos a Sinsajo – Parte 2, se trata de una película que he visto para poder decir que ya he acabado con todas  las películas. A ratos pesada, a ratos entretenida, algo desconcertante, es una película que se deja ver, con un buen puñado de errores, que pide un buen cañón de garbanzos para ser más consistente en todas sus facetas. Por lo menos proporciona cierto entretenimiento ligero que permite al fan de la saga reconocer algunas escenas que imaginó al leer el libro.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 5.6

martes, 3 de julio de 2018

Ravenor (Dan Abnett)


Después de un libro más lírico y sosegado (¿soso?) como ha sido La monja y el capitán, permítanme ponerme un poco más brutote y tirar por una hamburguesa llena de acción, tiros y matanzas, que hace bastante que no me ponía con uno de estos. Un poco de Warhammer, que la violencia sin sentido es siempre bienvenida aquí :p

Título: Ravenor
Autor: Dan Abnett

“En un futuro desgarrado por la guerra, durante el cuadragésimo primer milenio, la Inquisición libra una lucha secreta contra los enemigos más siniestros de la humanidad —los alienígenas, los herejes y los demonios— para proteger el Imperio del Hombre y las almas de sus habitantes.
El inquisidor Gideon Ravenor, antiguo pupilo del inquisidor Eisenhorn, de infausta memoria, es uno de los pocos elegidos para librar esa lucha. En el inicio de su carrera quedó tullido en el atroz episodio de la Puerta Espatiana, en Tracian Primaris, y confinado en un sistema de soporte vital que le impide el contacto físico con el resto del universo.
Mediante su grupo de agentes de campo de élite, el inquisidor Ravenor debe utilizar sus grandes poderes psíquicos para investigar el subsector Angelus, donde un poder sombrío y desconocido está esclavizando las mentes tanto de los ricos como de los pobres. Ravenor se ve obligado a llevar a su equipo hasta las fronteras del espacio imperial y a luchar por sobrevivir ante un enemigo tan implacable y poderoso como él mismo.”

Como he dicho antes, el cuerpo me pedía marcha, y marca es lo que he tenido. El libro se ha disfrutado entre bastante y mucho. Abnett me ha proporcionado una buena dosis de acción sin complejos y una trama de lo más viciante para seguir página tras página.

Por otro lado, hay algo curioso que me ha ocurrido con este libro. Por primera vez con un libro de la franquicia, no me he sentido dentro del cuadragésimo primer milenio. No hay ni rastro del mundo ominoso y oscuro tan particular de la franquicia. Más me parece estar ante una versión muy raruna de un X-men espacial, como si los Guardianes de la Galaxia se hubieran mezclado con la escuela mutante para pegarse una parranda espacial, hay, no sé como decirlo, muchos detallitos muy característicos.  

Pero bueno, como mola ver actuar a un Inquisidor Imperial en toda su gloria (lo único reconocible del Universo). Encima en este libro, que se aleja del típico matademonios tentaculares o del que lucha contra horrores incognoscibles. En este caso, nuestro Inquisidor se inmiscuye en un asunto de tráfico de drogas de origen más que dudoso (La primera vez que algo así es tratado en la franquicia, creo), no en vano, Ravenor es un Inquisidor del Ordo Xenos, estas cosas son su especialidad.

Otra de las gracias del libro es que el Inquisidor Ravenor lo narra para sí mismo, como si estuviera grabando sus memorias a micrófono, explicándonos  que ocurre. No obstante, en realidad se trata de una narración omnisciente muy particular, pues, debido a su condición, Ravenor observa la acción desde el exterior, supervisando a sus subordinados y gestionando sus talentos. Es un modo de leer el libro que aporta mucha frescura, a su modo, mola mucho. No discutiré lo mucho que recuerda al personaje de Charles Xavier, de los X-men, pero bueno es un poquito…

Pero bueno, el libro es otra muestra del talento de Abnett a la hora de escribir caracteres que se clavan bien en el lector a lo largo de todas las páginas hasta la llegada (o no) del amargo final.

Así pues, el libro está protagonizado por el Inquisidor Ravenor. Los lectores más avezados ya lo conocerán, pues es un personaje secundario dentro de la estupenda saga del Inquisidor Eisenhorn. Deformado y recluido en una silla de ruedas tras un ataque alienígena, se aprovecha de su imponente imagen para realzar el efecto que produce la autoridad Inquisitorial. Se relaciona con su alrededor mediante telequinesis, poderes que aprovecha para hablar con su gente a distancia, generar infinitas cámaras de vigilancia casi dónde quiere y luchar de vez en cuando contra otros entes psíquicos que pasan por ahí. Carisma a raudales para un remedo de Xavier que no rebaja (o justo es por ello) la gracia que hace cada uno de sus momentazos.

El principal de sus secuaces es el cazarrecompensas Harlon Nayl, un malhumorado y entrañable brutote que siempre está en todos los fregados gracias a su experiencia con multiples armas y su capacidad de cuerpo a cuerpo. No digo que se parezca un muchito a Lobezno, pero es bastante así. Es probablemente el personaje con más páginas y más escenazas de acción con las que se queda muy a gusto. Se hace querer el jodío.

El papel de Jean Grey, o de psíquica peligrosa y misteriosa, de pasado oscuro pero mortalmente leal corre a cargo de la antigua Hermana de Batalla Patience May. Siendo, probablemente, el más inteligente de todo el grupo, actúa con cierto desdén, consciente de su superioridad intelectual, lo cual hace bien divertido leer como se mete en líos y sus compañeros tienen que salvarle el culo.

El equipo de Ravenor es bastante más amplio, pero actúan en papeles mucho más secundarios. De entre ellos sólo destacaría a la acróbata Kara Swole. Esta suerte de Robin es el personaje que más se acerca a ser bueno dentro del hatajo de granujas que componen la escuadra inquisitorial. Siempre atenta a los problemas de sus compañeros, buscando la manera de ayudar y de dar un poco más de sí para arreglar los problemas, mientras mantiene una actitud de ligera irreverencia con mucha chispa, lo que hace que se le coja cariño, de la que lamentas más que las cosas no le vayan bien.


Abnett realiza un gran trabajo siguiendo su estilo, lleno de una prosa ágil, de buena escritura, acción coreografiada a buen ritmo, personajes que se hacen querer, ese punto de amarga emoción que te obliga a seguir leyendo y un buen puñado de momentazos que convierten este libro en un buen placer culpable del que disfrutar. El mundo que se construye es extraño para el 40k, un mundo de frontera, en los límites de la galaxia del Imperio de la Humanidad, donde el contacto con seres de humanos está más normalizado (dentro de lo que cabe). Es una ambientación inusual, pero vaya si mola.

Curiosamente, su inusual planteamiento puede servir para que el profano se introduzca en la franquicia, al no ir tan a fondo dentro de la barroca imaginería de Warhammer 40k. Quizás Eisenhorn serviría mejor para ello, pero igual no todos los estómagos están habituados a la acción bélica más brutal.

En fin, Ravenor tiene lo que debe de tener. Emoción, personajes molones, una trama peliculera bien hilvanada y acción de primera. Se le puede echar en cara que no acaba de ser reconocible como un libro del cuadragésimo primer milenio, pero se disfruta cosa mala. Eso sí, se me ha hecho corto, muy cortito.

Nota: 9
Nota Goodreads: 4.27/5

domingo, 1 de julio de 2018

Dunkerque


Sin ser el mayor fan del mundo mundial del famoso director Christopher Nolan, sí es verdad que tiendo a disfrutar enormemente con sus sacadas de chorra películas, en las que demuestra lo mucho que le gusta buscar el más difícil todavía con la mayor gratuidad posible. Cuando salió el anuncio de Dunkerque, me emocioné como el que más. Después de todos los follones en los que se había metido, ¡ahora tocaba liarse con la IIGM! Por otro lado, me extrañaba la batalla escogida, pues no era precisamente un recuerdo muy grato para el bando aliado (fue un machaque bien majo por parte de los nazis). Pero bueno, había que acabar viéndola en algún momento.


Para los profanos, ubiquémonos un poco en la historia. Acaba de empezar la IIGM y los nazis están arrasando allá por donde van. Cuando finalmente los ejércitos británico y francés se ponen en serio, trasladan el grueso de sus tropas (¡millones!) al frente belga con la idea de darle bien al Führer. Sin embargo, son los alemanes quienes les revientan, lo que provoca una huida en desbandada que confirma una victoria aplastante por parte nazi. Consciente de que su ejército corre un riesgo muy serio de ser completamente aniquilado, el gobierno británico organiza una operación express de evacuación para salvar la mayor cantidad posible de sus soldados en Dunkerque. Se sabe que el grueso del ejército alemán llegará pronto y por ahora, sólo hay que esquivar a los bombarderos y a los submarinos (por si fuera poco) mientras se mueven todos los barcos posibles a un lado y otro del canal.

Así pues, en este contexto histórico, tenemos tres historias que transcurren más o menos a la vez. En la primera, un soldado británico (impostor) trata de huir de la guerra en uno de los barcos de rescate británicos, pasando mil vicisitudes en el proceso. En la segunda, un terrateniente inglés y sus pequeños (maomeno) deciden que el gobierno británico no es nadie para requisarle el barco y parten ellos solos con la idea de cruzar el canal de la Mancha en plena batalla y así cumplir su deber de salvar a todos los soldados posibles. Finalmente, seguimos a un piloto experto de la RAF que parte en misión (casi) suicida para tumbar todos los cazas alemanes posibles, intentando dar así algo de esperanza a los barcos de salvamento.

La mayor gracia es que las tres historias tienen diferente duración “real” (3 semanas, 3 días, 3 horas) a pesar de que tengan el mismo espacio de metraje. Por si fuera poco, los giros de guión y los puntos álgidos de clímax están exactamente donde marca el manual, en una cabriola temporal que requiere un talento descomunal para que no te explote en la cara. ¿Qué necesidad tenía de fragmentar la narración de esta manera, si no es para alardear de que puede y sabe hacerlo? En ese sentido, la enésima sacada de chorra de Nolan obliga a estar atento, pero no podemos negar que funciona bien.



La machacona banda sonora contribuye aturdiendo al espectador, se hace incómoda, desagradable al oído (exactamente lo que busca, difícil conseguirlo tan bien) para causar una desazón que se acumula a la desesperación general en el ambiente. Si lo conjugamos con la confusión que genera la mezcla de puntos de vista temporales y la sensación de urgencia debido a “qué vienen los nazis” es más que capaz de despistar a un espectador despistado. Como suele ocurrir con este director, o estás a tope con él y sus virtuosismos técnicos o te acabas perdiendo. Como suele ocurrir con este director, nos suelta un trabajo que está al alcance de muy pocos.

No podemos opinar lo mismo del compendio de actores. Hay buenos nombres, como Mark Rylance o Tom Hardy, pero el guión no les permite la más mínima ocasión de lucirse. Quedan todos en segundo plano frente a la fastuosísima puesta en escena que crea Nolan que, a fin de cuentas, es lo que realmente le interesa.

Por otro lado, uno de los detalles más curiosos es que en ningún momento llegamos a ver a los nazis. Un par de aviones en la lejanía y ya. Lo que a Nolan le importa son las bombas que caen sobre el medio millón de soldados británicos que quedan por las playas. En ese sentido, cabe recordar que no es una película heroica al estilo yanqui. Barre un poco para casa, pero encontramos la narración de una derrota en la que se intenta salvar el culo y, sobretodo, de instinto de supervivencia, generosidad y desesperación desde un punto de vista verosímil. Por cierto, la imagen de las bombas cayendo y las filas de soldados aguantando estoicas en la playa es verídica. Impresiona.  

A grandes ratos se hace difícil incluso considerar a Dunkerque como una película bélica. Sí, es durante la IIGM y sí, caen bombas, pero podríamos decir que no es lo que interesa en el film, casi más es un documental novelado que una película al uso. Incluso por momentos bordea el género del terror (los 6 soldados escondidos en el barco varado…), especialmente a causa de  la influencia de la música de Hans Zimmer. En muchos sitios he leído que es una propuesta concebida como film-experiencia, de los que te hacen sentir al límite y te sacan del cine cambiado. No dudo que es una exageración, pero también reconozco que ver esta película en un IMAX de pantalla gigante y sistema de sonido Super-sensurround tiene que ser alucinante.


Es un film realmente impresionante, pero también es una película que puede aburrir. Compuesta como está de tres pequeños relatos de 45 minutos entrelazados (con brillantez, obviamente), no tenemos un protagonista claro. A diferencia que lo que ocurría en Salvar al Soldado Ryan, te sumerges en una guerra sin que te importe quién es quién. Es posible que este puñado de hombres que sólo quiere sobrevivir no te genere más que indiferencia, después de todo, Nolan no hace ninguna concesión para hacer más digerible su producto: No te presenta a los personajes con los que se articulan los relatos, ni estos están pensados para generar empatía, el guión se salta (en apariencia) todas las formas académicas, la ruptura del espacio-tiempo narrativo es desconcertante y apenas hay diálogos. Cada escena es una maldita obra de arte, pero muchos tendrán que poner de su parte para seguir queriendo ver la película.

Como hemos comentado, la factura técnica de la película es puro virtuosismo, lo que se tradujo en una esperada lluvia de nominaciones, ¡8! (Mejor película, montaje, fotografía, banda sonora, diseño de producción, sonido y efectos sonoros), todos en apartados técnicos, de ellos Nolan sólo consiguió llevarse 3 (montaje, sonido y efectos sonoros). Y es que pocas películas pueden desplegar un músculo tan brutal y efectivo como encontramos aquí.

Por mi parte, más allá de la excelencia técnica de la que Nolan hace gala, me quedo con la sensación de angustia permanente que consiguió generarme la película. Casi dos horas pegado al asiento con el culito bien prieto, preocupado por el futuro de los soldados allí desplegados. Nolan consiguió que estuviera en Dunkerque. Gracias, Christopher (supongo).

Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.1