Anomalisa es un film de animación totalmente extraordinario. Podemos anunciarlo sin duda. Uno también podría añadir “excepcional” y otros podrán completar con “genial”. No serían los únicos en usar esta catarata de superlativos, pues Anomalisa se impone como una obra fuera de lo común que, por ello, sorprende y da pie a críticas llenas de entusiasmo. Después de todo nos hallamos ante una pequeña obra que hace gala de una coherencia perfecta entre el fondo y la forma.
Cada vez más se hace necesario eliminar los tabús de gran parte del público
respecto al cine de animación. A medida que avanzan los años, más realizadores
se lanzan a utilizar estas técnicas (en este caso, el stop motion) para tratar sobre temas que bien poco tienen que ver
con los pequeños de la casa. En este caso, Charlie Kaufman (guionista de las
personalísimas Como ser John Malkovich, o
Olvídate de mí) crea un universo
sensible y profundo, propicio a las emociones, a la reflexión y a los
interrogantes más esenciales. La utilización de figuras animadas aporta una
distancia, una poesía, una forma de radicalidad expresiva que dota al film de
una irrealidad propia de una fábula existencial pero que le confiere,
paradójicamente, una increíble humanidad. Se hace difícil concebir como se
habría podido plasmar la desolación que impregna esta historia con actores de
carne y hueso.
Un avión vuela en un cielo lleno de nubes. A bordo, un hombre gris mira por
la ventana. Escucha sin entender las banales palabras de su vecino, y soporta
con resignación, como éste le coge la mano, por reflejo, en el momento del
aterrizaje. El hombre recupera su equipaje y, con paso brío coge un taxi. El
conductor le habla de temas que no le interesan lo más mínimo. Se dirige hacia
el Hotel Fregoli, donde una habitación de lujo ha sido reservada para él. Este
hombre es Michael Stone, un especialista en la atención al cliente dentro de
las grandes empresas. Se ha hecho famoso por el libro: “¿Cómo puedo ayudarles a
ayudar?”
Este motivador profesional, un total triunfador en apariencia, se halla vacío
por dentro, sin sueños por los que luchar, moviéndose a través de un mundo de
humanos que han permutado en muñecos y cuyas voces se han convertido en
indistinguibles. Ha llegado a Cincinnati
para dar una conferencia de su especialidad, pero comprende que no tiene nada
que decir a su público. Se ha dejado fosilizar por la rutina. Es un marido. Es
un padre. Sin embargo, la soledad lo asalta. Aprovecha su estancia en la ciudad
para contactar con un amor de juventud. ¿Qué busca en esa llamada? ¿Acaso un
instante de chispa puede florecer en una vida sin sentido? ¿Puede la aparición
de una fan, Lisa, darle un motivo por el que salir de la rutina? ¿Puede esta
emoción, esta Anomalía, devolverle el color a una vida gris más allá de toda
esperanza?
Esta fábula se detiene con acierto en los problemas que asaltan al hombre
contemporáneo. La soledad, la incomunicación, el vacío de la sociedad… pero
siempre rodeados de gente anónima, sin más importancia que aquellos tristes
cinco segundos que interaccionamos con nuestros semejantes. ¿Y qué mejor
escenario que los lugares más asépticos de nuestra sociedad, lugares de paso
sin atisbo de personalidad? Un avión, un aeropuerto, un hotel de lujo… Es en
estos territorios hostiles donde uno se hace consciente de su nimiedad. Sin
embargo, este foco de oscuridad es un lugar, como otro cualquiera, dónde se
puede encontrar a esa voz entre un millón, ese sueño olvidado que puede
conseguir que, aunque sea por unas horas, nuestra vida tenga sentido.
La experiencia se convierte en fascinante para un espectador, mitad
intrigado, mitad perturbado, que contempla a estos personajes de rostro
imperturbable y mirada fija, como si fueran marionetas (que lo son, de hecho) y
ve, asombrado, como estos seres impersonales van adquiriendo, poco a poco,
detalles. Nada de lo que vemos y oímos es gratuito, no hay ningún detalle
dejado al azar: un mundo de crea ante nuestros ojos, un mundo de situaciones,
acciones, palabras, intercambios, signos y símbolos, un mundo que bien merece
nuestra atención a cada instante.
Sin embargo, la película no consigue (ni parece querer) evitar una sensación
de desazón, una desesperanza que acompaña a la desilusión que sobreviene cuando
el elemento de novedad pierde la frescura del momento y, entonces, sólo queda
un vacío debido a la incapacidad de amar y ser amado, que la sociedad no enseña
a afrontar sino es a base de pastillas que no hacen otra cosa que limitar tu
capacidad de sentir –lo que agrava el problema, al fin y al cabo-. Son aquellos
que se atreven a mantener su capacidad de ser heridos los que, a su modo,
consiguen tener unos instantes de felicidad (nunca más).
El guión de Charlie Kaufman es ciertamente magnífico, pues convierte la desesperanza
en un tema válido desde el que sacar una historia y construir unos personajes
vivos y tristemente solos. Realmente , la historia es mínima, anodina, pero la
Kaufman la convierte en trascendente, al hacernos partícipes de las
consecuencias del desesperado empeño de Mr. Stone por mitigar la insatisfacción
con la que discurre su vida: un aumento de la desesperación que parece conducir
a un viaje aún más siniestro…
La sinceridad de esta película existencialista ha conseguido emocionarme.
Quizás es porque me he sentido reconocido en la actitud de algunos personajes
–en algunos momentos- o por la brutal desazón que transmiten sus diálogos, pero
se trata de un film que me ha llegado adentro. Evidentemente, y por si no ha
quedado claro: No es una obra para niños. Es una historia desoladora y triste.
Cine del que hay que tener una edad para apreciar, alejados ya los ingenuos
sueños adolescentes. Las dosis de cinismo y desesperación que impregnan cada
escena pueden provocar repulsión en un espectador que no acepte una visión tan
descarnada de la vida. Se hace curioso darse cuenta de que Anomalisa se sitúa en el punto más contrario que Inside Out habiéndose erigido ambas como
las mejores propuestas de animación de su año (y de unos cuantos). Michael
Stone tiene también problemas con sus sentimientos, como si en su mente
imperaran Tristeza y Asco impregnando cada brizna de vida e impidiéndole
exteriorizar sus sentimientos.
De la misma
manera que no es una película para todos los espectadores ni para todas las disposiciones
mentales, no es una película que se pueda disfrutar. Su calidad está fuera de
duda, pero el talento no siempre viene acompañado del entretenimiento, pues se
trata de una película sobre el hastío vital que busca transmitir la
desesperanza del tedio. Y esto, en última instancia, significa fácilmente aburrimiento
para el espectador.
Nota: 7
Nota
filmaffinity: 7.2
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