domingo, 28 de julio de 2019

Los santos inocentes (Miguel Delibes)


A pesar de haber visto varias veces la estupenda película basada en este libro, nunca me había parado a leerlo. Como era parte de la cesta’13 (no me preguntéis el número, no lo apunté), pues tenía que caer.

Título: Los santos inocentes
Autor: Miguel Delibes
Los santos inocentes se ha convertido ya en un clásico de nuestros días. Un relato, a un tiempo realista, poético y trágico que contiene algunas de las mejores páginas del gran novelista de Valldolid. La vida en un cortijo, las andanzas del señorito Iván, aficionado a cazaar por encima de todo, la dureza de la existencia cotidiana y del sometimiento al amo, y luego los humillados y ofendidos que dan título a la novela, Azarías, Régula, Paco, la adolescente Nieves… Una dramática historia tejida con pequeños incidentes de todos los días contada por la insueperable pluma de Miguel Delibes, que tan bien sabe expresar todos los matices de sus personajes, desde la aspereza hasta la ternura, así como de un paisaje muy querido por el escritor.”

A estas alturas, supongo que no hará falta presentar el argumento de este libro harto conocido por todos. Delibes realiza un durísimo (y realista) retrato de la vida de un cortijo de cualquier sitio de Castilla o Extremadura a principios del siglo XX, con todos sus detalles, sus (pocas) reminiscencias románticas y sus (muchas) contrariedades para el que no tenía la suerte de ser de rancio abolengo.

La construcción el medio en el que se mueven los personajes del libro es magnífica, especialmente reconocible cuando has estado en pequeños pueblos que todavía se mueven en esquemas similares, que provoca que cada situación duela todavía más. Delibes es uno de los GRANDES y Los Santos Inocentes es una buena muestra de ello.

La descripción del ambiente y los (más que) verosímiles sucesos que allí acaecen son obras de un talento magnífico, pero es en la construcción de los personajes donde se realiza la mayor obra de orfebrería. Cada uno de ellos, a su modo, es una joya al alcance de muy pocos.


Es muy fácil quedarse con Azarías, el deficiente mental que tan magistralmente interpretó Paco Rabal en la película homónima (¡milana bonita! ), con esa mezcla de incomprensión para con los demás, cuya imposible mezcla de inocencia y brutalidad no puede sino conmover al lector y clavarse en el alma.

No obstante, el personaje que más páginas ocupa es Régula, su hermana, una mujer muy capaz, con un corazón que no cabe en su pecho, que ha prosperado levemente a base de tesón y un poco de suerte, pero a la que le ha tocado sufrir en esta vida, soportando cada revés con un profundo suspiro de resignación y la voluntad de tirar para adelante, de algún modo. Su mayor sueño en lo que le queda de vida es que su hija Nieves, apenas una niña de trece años que ha salido lista e inteligente, pueda estudiar para salir del cortijo y tener una vida digna fuera del pozo en el que viven.

Mismas aspiraciones tiene Paco el bajo, su marido. Fiel y servicial criado de confianza del señor, tan lleno de amor para su familia como sumiso a sus amos. Es un trabajador fiable y competente que, a base de pringar eficientemente en todos los marrones que le han caído a lo largo de su vida, ha adquirido cierto rango dentro del servicio. Suspira por ver a su hija Nieves marchando a la ciudad y estableciéndose felizmente allí, pero también está saliendo guapa y vive temeroso que el Señorito Iván decida que ya es hora de pasar un buen rato con ella, arruinando cualquier aspiración en la vida de su pequeña. Este trance rompería el alma de Paco, pero lo que más le duele es la certidumbre de que no podría negarse a los designios de su amo.

Del que ya hemos hablado, y claramente el malvado de la función, es del Señorito Ivan, dueño del cortijo por decreto divino (por algo él tiene un APELLIDO y los demás no, faltaría más). Me indigna la naturalidad con la que sabe que él es el dueño de todo y el resto de seres del planeta no viven más que para servirlo (me encanta lo bien representado que está).  El conflicto de clases es tan obvio y está tan bien representado que uno no puede sino maravillarse ante este personaje tan rematadamente odioso, convirtiéndose en uno de los más endemoniadamente odiables que recuerdo, no tanto por sus maldades sino por la certeza que tiene en la obediencia completa de su gente.

El otro personaje que también tiene algo de presencia es Quirce, uno de los pocos currantes que parece pensar un poco más, que obedece porque debe hacerlo (le va la vida en ello), no porque sienta la más mínima gana de servir a su amo. En secreto conspira para cambiar las cosas, pero vive frustrado ante la resignación del resto de su gente.

Desesperanzador y triste testimonio del poco valor de la vida de los vasallos, doloroso en su realismo al mostrar su total dependencia de la voluntad del amo, impotentes ante la imposibilidad de salir de la rueda que la sociedad del momento (no tan lejano) tiene montada para ellos. Educados para servir desde la cuna, aceptan cualquier abuso sin rechistar, regocijándose de que haya otros amos peores que el suyo y burlándose de los que están en desventaja frente a ellos. Aunque claro, siempre existen aquellos que no se rigen por las normas de la sociedad, ¿verdad, milana bonita?


Otro detalle que sorprende a la que paras a pensar sobre ello y vuelve a ser una muestra de talento por parte de su autor es que su florida prosa se matiza y varía en función de quién protagoniza el capítulo. Si bien se narra en tercera persona, el tono del capítulo, lo que se te describe y las reacciones de los demás varía en función de si la historia se centra en Régula, Paco o el señorito Iván, apuntando de manera sutil los sesgos e intereses de cada uno de los personajes. De esta manera  percibimos que piensan los unos de los otros, obligándote a reflexionar sobre los paradigmas que ya tenías establecidos en el capítulo anterior.

Los santos inocentes es un relato desgarrador por su realismo, por lo reconocible de unas situaciones no tan lejanas  y la sensación de impotencia que desvela la paciencia y la vida de estos santos inocentes. Contiene a unos personajes inolvidables esculpidos con inusitada maestría y una historia que se clava en el alma, todo ello descrito por un verdadero orfebre de las palabras. En otras palabras, indispensable (aunque salgas del libro con un cabreo morrocotudo con el mundo).

Nota: 10
Nota goodreads: 4.03/5

viernes, 26 de julio de 2019

Volver


Pues mira, yo repasé este film convencido que ya lo tenía reseñado y al final resulta que no (no es la primera vez que pasa). Así pues, repaso una de las últimas películas de Almodóvar que me dejó un buen sabor de boca.

Las cosas no son fáciles para Raimunda, trabaja demasiado, apenas ve a su hija, la casa del pueblo le requiere demasiado tiempo, su madrastra empieza a estar un poco demente, las rencillas con su hermana son continuas, arrastra traumas del pasado con la extraña desaparición de su madre y su pareja actual bebe más que otra cosa. Un buen día, su hija mata a su borracho progenitor, que quería abusar de ella. Lo que sería el remate final para cualquier familia disfuncional se convierte en un inesperado punto de partida para volver a las raíces, volver a encontrar lo importante de la vida y volver a enfrentarse a miedos que todos creíamos enterrados.

Qué trabajo de todo el elenco. Brillantísimo, apabullante. Con la Pe al mando (que no entiendo cómo tanta gente la considera una mala actriz), no podemos sino felicitar a una estupendísima Blanca Portillo, Chus Lampreave tan entrañable como siempre, a las musas eternas de Almodóvar Carmen Maura y Lola Dueñas, además de la joven pero no por ello menos preparada Yohanna Cobo. La extraña decisión del festival de Cannes de otorgar el premio de mejor actriz a todo el elenco sorprendió a todo el mundo en su momento, pero una vez vista la película, no podemos sino estar de acuerdo con que es totalmente merecido.

Sin dejar espacio para la irregularidad, Volver se articula a través de un guión férreo con muchas influencias Allenianas que mantiene el esperpento almodovariano bajo control. Éste se ve en pantalla, pero en ningún momento domina la película, se podría decir casi que Almodóvar ha cogido un guión de Allen y lo ha rodado a su modo.


El desarrollo de las historia es singularmente rico, con unos giros inesperados pero bien ubicados que no podemos sino felicitar. No me sorprende en demasía su nominación a los Globos de Oro, pese a ser una película extranjera. Tal como ocurría con el gazpacho asesino de los ochenta, el guión acumula enfermedades terminales degenerativas, asesinatos, adulterios e incestos con frescura irreverente, sin caer en ningún momento en el morbo y el cutrerío que uno esperaría con semejantes ingredientes. Incluso se permite lanzar un par de chinitas a los reality-shows de chichinabo que sólo saben vivir de carnaza sin atisbo de talento.

Además, está rodada con mimo. La cámara se mueve con claridad y rotundidad, siempre en el punto exacto para componer una magnífica puesta en escena. Se podrán criticar (y con razón) muchas cosas de Almodóvar, pero contar historias es algo que se le da muy bien. Reconozco no estar siempre de acuerdo con sus gustos, especialmente cuando tira de esperpentos, pero cuando se contiene y se vuelve algo más ñoño, me llena con ganas. Siendo un director que causa amores y odios por igual, yo tiendo a ser de los primeros, y Volver es una de mis favoritas.


Al final, lo que tenemos es una bellísima historia de amor. Amor de madre, de hija, amor de amigas y amor de vecinas, que no es poca cosa. Una rara avis de nuestro cine, que se hace  encantadora a la que aceptas su juego. Es un drama imposible, una comedia negrísima de manera singular, tiene unos toquecitos de dulzura mayúscula y un elenco de actices en estado de gracia para hacernos disfrutar con una película llena de encanto.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.0

martes, 23 de julio de 2019

Jurassic World: El reino caído


Cuando se relanzó la saga de dinosaurios por excelencia, con Jurassic World, me llevé una sorpresa bastante agradable. No es que fuera a ser una gran película, pero se dejaba ver agradablemente. Aunque tenía sus defectos y claramente podía haber estado mucho mejor, sobrepasaba sin dificultad a los últimos engendros surgidos del parque Jurásico y, por lo menos, proporcionaba dos horitas de buen entretenimiento. En ese sentido, habían conseguido captar mi interés para una posible continuación.

Cuando además se anunció que fichaban a J. A. Bayona como director, mi interés creció un poco. Sabiendo que el proyecto estaba en sus manos, me garantizaba al menos que la película no iba a ser una chufla. Puede que el guión que le dieran hiciera aguas por un par de sitios (o mil), pero tenía la seguridad de que tras las cámaras había un buen artesano que conoce su trabajo. Por si fuera poco, pudo traerse a gran parte de su equipo, lo que garantizaba que el director mantendría cierto control sobre el proyecto.

El reino caído nos sitúa poco tiempo después de Jurassic World. El parque se ha ido a tomar viento y los dinosaurios viven en la isla como si de una reserva se tratara. La erupción de un volcán pone en peligro su existencia y un grupo de activistas viajará a la isla para rescatar a tantos bichos como sea posible. Como no todo puede ser tan fácil, pronto quedará claro que los ideales de los que mandan en la organización no tienen precisamente intereses altruistas.

Se hace fácil notar desde un primer momento que hay mucho del director en la puesta en escena del film. Se nota que aprecia las novelas de Chrichton y las primeras propuestas de Spielberg para sacar de allí el encanto original y plasmarlo en una imaginería muy trabajada y característica, en la que la fotografía, los efectos visuales y el sonido se conjugan para el servicio de la película y no al revés. En este sentido, está muy por encima de la película que firmó Colin Trevorrow y resulta especialmente eficaz para el montón de situaciones tétricas y malrolleras que guarda la película. Incluso se autoplagia descaradamente sin que nadie se lo eche en cara. El conjunto da lugar a una especie de película de serie B supervitaminada que me ha hecho mucha gracia, con un sello de autor que permite disfrutar de la experiencia sin esfuerzo.


El principal escollo que tiene la película estriba en el desconcierto que provoca su forzado desarrollo. Mientras que todas las propuestas anteriores respondían al esquema de las películas de aventuras con sus puntos de tensión, El reino caído abraza con ganas el género del terror con un puñado de escenas bien incómodas que te pegan el culo al asiento. Sin embargo, esto se mezcla con un humor chorra que no casa con el tono general, a cargo de personajes cargantes sin apenas personalidad, jalonado de un exceso de tramas y de sinsentidos de guión que da vueltas sin saber bien hacia dónde (la subtrama familiar es TAN innecesaria, ¿cómo que no hemos conocido a este súper-benefactor a lo largo de ninguna de las películas?). Mezclar escenas llenas de acción, tensión y espectacularidad con estupideces tan absurdas no es la mejor de las ideas.

Los actores, bueeeeeeeeno, Chris Pratt tiene la suerte de ser de esos elegidos que se comen la pantalla cada vez que aparecen en ella, bien secundado por una Bryce Dallas Howard que sabe estar a la altura a pesar de lo poco que le ofrece el guión. El resto de personajes varían entre lo soso y lo lamentable, con algunos personajes realmente cargantes (muy merecida la nominación al Razzie para Justine Smith). Entre que el guión da para lo que da y que Bayona no parece molestarse en que actúen bien, pues aquí tenemos un buen defectillo en pantalla.


Los problemas de guión tienen como consecuencia unos baches de ritmo que se hacen bastane desagradables. Cuando Pratt no está al mando, la escena se resiente con ganas, especialmente cuando los chistes idiotas salen a la palestra. Suerte que en su parte final el terror y la tensión salvan la papeleta, porque si no, se podría haber hecho bastante pesada.

Por lo menos, toda la parte de los efectos especiales funciona perfectamente. Bayona recupera los animatronics como base, ayudándose de ordenador cuando conviene y no al revés. Esto se nota en el realismo de los propios dinosaurios, que se ven realistas, como si los hubieran resucitado para la causa. Ésta es una parte vital para que la película funcione y se agradece lo bien que funciona.

Al final, El mundo caído adolece de los mismos defectos que veo últimamente en muchas propuestas modernas. Las cosas que están bien hechas están MUY bien hechas, pero las partes que no han quedado logradas están MUY mal hechas, haciendo mucho daño. Por un lado, goza de ser el mejor “Parque Jurásico” desde la primera. Mantiene una tensión y genera escenas de acción más que notables, con unos efectos especiales de primera que funcionan estupendamente y sabe ser “entretenida”. Por otro lado, la película sufre un elenco actoral no demasiado inspirado, además de padecer de un guión que no sabe muy bien qué tipo de película quiere ser durante dos terceras partes del metraje, lo que se resiente en su visionado.


Así en resumen, cosas buenas:
Muchos dinosaurios y muchos dinosaurios nuevos. Se mueven que dan gusto. Tiempo en pantalla para el dino cabezón. Debates éticos sobre los derechos de los dinos. El brachiosaurio del muelle. Ian Malcolm. Blue. Efectos especiales bien mezclados con la animatrónica. Dirección y tensión.

Cosas malas:
Poco T-Rex. Poco desarrollo de los debates éticos. Poti-poti genético para generar un súper-dino (otra vez). Patillada de guión para hacer aparecer un socio capitalista de vitalisisíma importancia que nadie había nombrado anteriormente. Habíamos visto casi toda la peli en los trainers. Justine Smith. Clonaciones humanas gratuitas.

Bayona hace muy bien su trabajo, con un despliegue visual espectacular y convincente que está varios niveles por encima del guión. Lástima que éste último lastre considerablemente el resultado e impida al film ser más que una propuesta entretenida.

Nota: 6
Nota filmaffinity: 5.8

viernes, 5 de julio de 2019

Kallocaína (Karin Boye)


Lauriqui sabe bien lo que me gusta y me endosó este libro un poco a traición, prácticamente obligándome a leerlo, quisiera o no. Como un servidor no gusta de molestar a alguien que conoce los siete puntos de dolor, no tardé demasiado en leerlo.

Título: Kallocaína
Autor: Karin Boye
Título original: Kallocaine
Traducción: Carmen Montes Cano

“Kallocaína es el nombre del suero de la verdad que el científico Leo Kall ha inventado para garantizar al Estado seguridad y estabilidad, pero la verdad se escapa a la instrumentalización  y sus efectos son demoledores: el protagonista asiste horrorizado al surgir gradual de una conciencia individual y autónoma que intenta luchar.”

Para cualquiera ha haya leído un poco de ciencia-ficción de los años 1950-1960, el planteamiento le resultará familiar: un estado totalitario que gusta de llamarse el “Estado Mundial” (aunque rápidamente entendemos que existen otros estados rivales), mediados del siglo XXI y un gobierno que controla TODO. Incluso los niños son criados por el estado y separados de sus padres en pos del bien común tan pronto llegan a la pubertad. Cada aspecto de la vida es racionalizado, estandarizado y especializado sin ningún tipo de libertad ni de decisión individual. Cada ciudadano es criado para existir únicamente para servir al Estado y, sin que se haga explícito, queda claro que el poder policial tiene cámaras, micrófonos y delatores por todos lados.

Evidentemente, la gente puede pensar lo que quiera, aunque vive en el temor de no poseer suficiente devoción para el Estado, o que se le escape algún comentario inapropiado que, sin mala intención alguna, les meta en líos más bien gordos. Este incómodo status quo cambia cuando el químico Leo Kall descubre una nueva molécula, a la que bautiza con su nombre, que resulta ser el perfecto suero de la verdad. Ni siquiera tiene que forzar a la gente a que diga la verdad, sino que provoca que la gente quiera dejar de mentir. Un chupito y el paciente se relaja, sonríe y se pone a largar sus secretos más oscuros. En un primer momento se utiliza como un sustituto perfecto para los interrogatorios a criminales, pues se muestran ávidos de confesar. Sin embargo, pronto se vislumbran intereses más oscuros, pues las confesiones provocan que el Estado totalitario pueda conquistar la última frontera de la intimidad: los pensamientos.


Ahí empiezan los problemas realmente graves, pues ¿qué ocurre si la mayor amenaza para el gobierno no es una mano corrupta o unos políticos disidentes, sino un chiste burlón o escuchar una canción no del todo aceptada? ¿Qué significa para un matrimonio no poder evitar la sospecha de una infidelidad? (cuidado que incluso pedir lealtad en el hogar ya es de por sí un crimen, pues la única lealtad se debe al Estado). 

Así pues, tenemos a un individuo que vive (más o menos cómodamente) dentro del sistema que, sin comerlo ni beberlo, se convierte en un elemento subversivo al que el estado debe aplastar. No será difícil que nos recuerde a propuestas similares como bien pueden ser 1984 o Fahrenheit 451. Ésta tiene la gracia de estar escrita a principios de los años 40, por lo que precede a las grandes obras del género, además de saber ser muy diferente a lo que vino después.

Uno de los mayores logros de la novela es la sensación de ominosidad que produce un estado tan opresivo, en el que cualquier queja es susceptible de convertirse en sospecha de mal ciudadanía, provocando un estado de paranoia en el que todo el mundo oscila entre policía, juez y víctima a velocidades de vértido. Encontramos personajes que disfrutan llevando a disidentes ante la justicia que luego se ven adelantados por la derecha y acaban ellos mismos de camino al patíbulo. Desde un punto de vista actual, podemos apreciar disgresiones sobre la libertad individual y, sobretodo, el derecho a la intimidad en contra de un Gobierno que elimina libertades en pos del bien común.


El efecto de este poder sobre el individuo se refleja en Leo Kall, el científico protagonista y teórico héroe del pueblo debido a su descubrimiento. Se trata de un ser inseguro y suspicaz que está convencido de que su mujer le pone los cuernos con su jefe. Su falta de confianza provoca que viva continuamente buscando defectos en los demás con los que ocultar los suyos, demostrando así ser un fervoroso miembro del partido. Pese a ser un científico brillante y respetado que goza de una posición social relativamente cómoda, envidia con mezquindad a aquellos por encima de él, con la continua idea de ser califa en lugar del califa.

La invención de la Kallocaína parece la solución a todos sus problemas, pues cualquier atsbo de disidencia aflorará con rapidez, lo que provoca su meteórico ascenso. Sin embargo, a medida que se va implantando, nuestro ladino protagonista se convertirá en testigo y víctima de aterrador invendo. Resulta escalofriante leer la impotencia que causa la imposibilidad de ocultar absolutamente NADA ante un estado policial en el que el más mínimo error te convierte en un traidor. Aunque el libro no tiene ningún detalle especialmente escabroso, ni por sexual ni por violencia, provoca una sensación mal rollera que por momentos se acerca al terror.

Kallocaina es un buen puñetazo en el estómago que utiliza hábilmente la ciencia ficción para criticar diversos aspectos de la sociedad, encendiendo bien las alarmas ante los abusos del sistema. Sabe no dejarte indiferente y te lleva con habilidad por parajes inesperado. Realmente, es una verdadera pasada.

Su inusual origen, pues se trata de una novela prácticamente autoproducida (¡en los años 40!) nos recuerda los pocos defectos que presenta este libro. Principalmente, se echa en falta la tarea de un editor que puliera las espectaculares ideas de su autora. Pese a que se trata de una novelilla de apenas 200 páginas, el estilo y el tono del relato varía habitualmente, como si se hubiera escrito en diversos momentos y luego no se hubiera repasado el conjunto para uniformar la escritura. Además, encontramos el problema de su desenlace. Pareciera que la autora se hubiera cansado del libro y quisiera cerrar la historia por lo que coge todas las tramas y la cierra en un chin-pun de tres páginas cuando la trama pedía al menos unas cien más. En ningún momento se hace mal, ojo. Sólo queda raro que de repente te has quedado sin libro. Son cositas que una revisión editorial hubiera contribuido a corregir y hacer de esta joya una obra todavía más valiosa.

A pesar de su innegable calidad, se trata de una obra que pasa habitualmente desapercibida en los radares de los lectores de distopías. Los principales motivos de ello pueden estribar en que se trata de una obra escrita por una mujer, sueca, lesbiana y de ideales comunistoides, que además se suicidó poco después de ver publicado su libro. Factores todos que influyen en que la sociedad anglosajona que ha regido el género en la segunda mitad del siglo XX no le haya prestado apenas atención. No se escribe en inglés, ni trata temas que puedan “interesar” a la sociedad capitalista de la época, además de ser una mujer que tampoco tiene muchas novelas más a sus espaldas, claro.

En resumen, recomiendo este libro a cualquiera que esté interesado en el género. No siempre es fácil de leer, pero vale la pena el esfuerzo. Es una distopía sin concesiones, de las que dejan mal cuerpo, pero se sabe diferente y da pie a reflexiones y debates. Como debe ser, vamos. Esta preciosidad no te dejará indiferente.

Nota: 9
Nota goodreads: 3.8/5

martes, 2 de julio de 2019

Regreso al futuro - La trilogía perfecta


Sí. La trilogía de Regreso al futuro es la trilogía perfecta. Ahora os explicaré porqué este vestigio eterno de una época en que las películas de aventuras se convertían en buen cine sin que se notara la actitud económica en vez de la artística del autor merece ese calificativo.

Normalmente, las trilogías (incluso las programadas y previstas como tal) se realizan en torno a una película de éxito, una secuela que intenta aprovechar el tirón y una tercera parte más autocomplaciente, con evidentes irregularidades entre unas películas y otras (El Padrino, Alien…). Regreso al futuro no tiene ese problema. Las tres películas gozan de una estructura bien aprovechada, aportan diversión a raudales y ninguna da la impresión de estar hecha por motivos digestivos, con una homogeneidad orgánica que las diferencia de casi cualquier otra saga. No hay más que ver los ránkings de los fans, pues se trata de la saga en la que “la película favorita de” está más repartida de todas, con una gran igualdad entre ellas.

Para que os hagáis una idea, sus creadores se han permitido rodar tres veces la misma película y no es que se la compremos, ¡es que nos encanta! Así de grande es Zemeckis y su proyecto. Además, tiene la suerte de que se paró en la trilogía, sin buscar alargar innecesariamente una saga que está estupendamente rematada como finaliza (Piratas del Caribe, Indiana Jones) que estropee el conjunto y te obligue a salir del Universo con mal sabor de boca (Terminator, Shrek). Señal quizás de otra época en que se respetaba al espectador y no se seguía sino se iba a presentar algo digno a los fans. Ni existe, ni parece que vaya a existir un proyecto adicional. Incluso la serie que se sacó a modo de spin-off se puede ver con agrado (perdón, es ésta).

A ver, es que ahora, treinta años después, ¿quién no conoce a Marty McFly y a Emmet Brown? Estos dos personajes se han convertido en unos iconos de este calibre gracias al carisma que desprenden. Doc es el científico chiflado que todos quisiéramos haber sido en algún momento de nuestra vida, todo entrañable excentricidad y Marty es un joven rebelde que no puede evitar meterse en líos. Michael J. Fox y Christopher Lloyd interpretan a estos dos míticos personajes. Su increíble naturalidad, la fabulosa química que destilan y la innegable caracterización de los personajes convierten está gran trilogía en auténticos clásicos del cine de aventuras.

Las tres entregas de Regreso al Futuro son pura diversión. Es evidente que no son las mejores películas del mundo mundial, pero pocas se han hecho con tanto cariño, tanto talento y tantas ganas de hacer las cosas bien. Por poner un ejemplo, el mimo con que se han preparado los detalles de la imaginería de la saga es sorprendente, pues casi todo lo que aparece en pantalla es referencia, de un modo u otro, a elementos “reconocibles” de otros momentos temporales del mismo lugar: todos los líos con el reloj de la plaza, el amor de los Tanner por el estiércol, o la cantidad de pinos de la urbanización.


A fin de cuentas, todas van de lo mismo. La máquina del Tiempo inventada (con estilo) por Doc E. Brown provoca que el alocado jovencito Marty McFly haga una excursión a otra época, con el consiguiente desbarajuste de realidades, paradojas, líneas alternativas y otras zarangadas bien molonas que quedan muy bien en una pizarra.

La primera entrega lanza a McFly a 1955, dónde se liga a su madre, poniendo en peligro su propia existencia. Así pues, nuestro héroe tendrá que conseguir que su padre reúna las fuerzas para pedir una cita a su madre, poner en su sitio a Tannen (el matón local) y mejorar el futuro de toda su familia. Mientras tanto, mil guiños para el espectador atento, como enseñar a Chuck Berry su “Johnny B Goode” desde el futuro o conocer a Reagan antes de ser presidente.

Por su parte, Regreso al futuro II propone un ejercicio similar. Después de una excursión al 2015 para evitar la desintegración de su familia, el Tannen del futuro consigue enviar un Tannen de 1955 un almanaque deportivo con todos los resultados de los siguientes 30 años, lo que provocará que éste se vuelva un potentado y provoque (casi) el apocalipsis de la humanidad. McFly deberá volver a 1955 para recuperar el almanaque sin entrar en contacto con su otro yo  que pulula por ahí ni romper todos los cambios que se hacen en la primera película (además de provocar unos cuantos ataques al Dr. Brown).

En la última de las películas, las circunstancias provocan que Doc acabe en 1885, pero parece ser feliz, por lo que McFly puede volver a casa a 1985. Sin embargo, Nada más regresar encontrará la lápida de su amigo, por lo que Marty deberá volver al pasado (a 1885) para salvar a Doc de un destino funesto sin por ello cambiar más que el nombre de un barranco y cosas por el estilo (aunque hagamos pasear un Delorean por el siglo XIX ^^. Este regreso a la fundación del pueblo cuenta, como no, con su propio Tannen y cientos de guiños a las anteriores películas, tal como si fuera una traslación trasnochada de la primera entrega a la época de los westerns fílmicos, de los que aprovecha para rendir un sentido homenaje.

No sólo es siguen esquemas muy parecidos sino que interaccionan continuamente entre ellas, jugando a cambiar (gracias a la traslación temporal) las consecuencias de lo ocurrido anteriormente, mientras se hacen mil referencias entre ellas que provocará indudable gozo a los fans más acérrimos a encontrar estos detallitos (la vida del Reloj de la ciudad, los pinos que vienen y van, el gusto por los bailes incómodos y mil cositas más…). Puro gozo y pura diversión para el disfrute del despetable.

En conjunto, suponen una fabulosa obra del cine juvenil, cuyo encanto no desaparece con el paso del tiempo. Divertidas, originales y tremendamente entretenidas, tienen el aditivo especial de ser un billete al pasado para aquellos que crecimos con ella, un regreso a la época en que no necésitabamos más que un helado y un monopatín volador para ser los niños más felices del universo. Tres películas que no se pueden sino disfrutar. Todas y cada una de ellas.