martes, 29 de diciembre de 2015

Regreso al infierno



Dentro de mi afición manía por ver películas sin tener ni idea de qué pongo, entra Regreso al Infierno.  Samuel L. Jackson con cara de militar malote en la portada y con Jessica Biel por ahí. Para adentro y sin mirar.

Un inicio en Irak hace presagiar una ensalada de tiros facilona. Mi mente ya se presta a relajarse ante una chorradita de buenos y malos patriotera. Nada más lejos de la realidad. Pasados veinte minutos, nos vamos a EEUU a vivir las andanzas de los veteranos de guerra que no son capaces de adaptarse a una vida civil. Al final no se trataba de una cinta bélica ni de una película de acción, sino de un drama que vuelve a la temática del stress post-traumático del veterano de guerra que, incapaz de adaptarse a la sociedad, y cómo eso afecta a sus relaciones y su salud.

Sin necesidad de pensar mucho encontraremos un buen puñado de películas dentro de esta temática. De ellas, Regreso al infierno no destaca por su originalidad, pues sigue punto por punto todos los tópicos habidos y por haber de este tipo de películas. Con ella no vamos a ver nada que no hayamos visto en otras propuestas de más mérito (El cazador, Jarhead, etc), pero tampoco va a exigirnos una atención o una entrega emocional excesiva. Aunque durante los primeros quince minutos parezca que va a lanzarse a una arenga pro-EEUU en la invasión de Irak, Winkler (ejemplo de director correcto aunque discreto en películas más bien discretas, añade otra más a su colección) deja de lado las posibles motivaciones de la guerra o la idoneidad de la presencia yanqui en el Oriente Medio y retrata con simpleza y efectividad la vida de unos soldados convertidos en inadaptados de una realidad que no comprenden y un pasado que no pueden olvidar.

Aunque parezca dificil, Winkler evita posicionarse. No justifica las batallas ni indica quién tiene o deja de tener razón en el conflicto. Eso no parece interesarle. La guerra es una mierda, y punto. Todos los que participan de ella sufren, los que mueren y los que sobreviven, incluso los que se quedan en casa, añorando a un familiar que ya no está presente. Podría haberse limitado a activar el automático y poner la chequera, pero ha intentado hacer un ejercicio artesano, con diversas ideas e historias entremezcladas, un collage que mantiene el ritmo con corrección y no deja un cliché por repasar.

El guión es la parte más floja de la película. No destaca por su originalidad y se conduce con torpeza a la hora de introducir personajes o temas, con planteamientos forzados o personajes incoherentes. Sin embargo, lo que podría ser un telefilm sin más gana mucha enjundia con la notable interpretación de un elenco actoral que está muy por encima del mediocre guión. A pesar de unos personajes muy desdibujados, los actores se toman MUY en serio sus papeles y se esfuerzan considerablemente para aportar credibilidad y empatía. Tanto Samuel L. Jackson como Brian Presley llenan la escena cuando aparecen, ¡e incluso Jessica Biel o 50cent consiguen actuar sin parecer maniquís andantes!

Entra dentro de las películas que los propios estadounidenses necesitan para exorcizar sus fantasmas. La IIGM, Corea, Vietnam y ahora Irak. Este repaso (otro más) de lo perra que es la guerra se deja ver sin esfuerzo, andando algo escaso de potencia narrativa y relleno de cierta torpeza en el guión, salvándose por la inesperada motivación de sus actores y un par de escenas bien logradas. Si no fuera por ello, quedaría como una propuesta anodina e ignorable.

Nota: 4
Nota filmaffinity: 5.2
El título en inglés es Home of the brave, que quizás tiene unas implicaciones patrióticas más discutibles…

domingo, 27 de diciembre de 2015

Nacidos de la Bruma (Brandon Sanderson)



Mi encuentro con esta saga no deja de tener una historia curiosa. Encontramos El Imperio final en una estantería de una librería en fechas cercanas a Sant Jordi y se me ocurrió comentar que Brandon Sanderson era un escritor que me gustaba. No le di más importancia, pero alguien si lo hizo y el 24 de abril apareció entre mis manos. Como uno acumula cantidades ingentes de libros pendientes, le llegó el turno en noviembre o así y acabé el año exageradamente entusiasmado por lo mucho que me había gustado el libro. Evidentemente, alguien se apuntó mi alegría y me endosó El pozo de la ascensión el siguiente 24 de abril. Esta vez no quise esperar y en septiembre ya me estaba comprando El Héroe de las Eras. Había muchas ganas de ver cómo acababa la historia.

La acción se sitúa en un reino de fantasía donde las cosas están muy mal. El Lord Legislador es un ser omnipotente e inmortal que ha gobernado el Imperio con mano de hierro durante mil años. La ceniza llueve de los cielos y dificulta cualquier tipo de cultivo y la sociedad se divide entre los nobles, que disfrutan de privilegios miles, los libertos, que sobreviven como pueden y los skaa, esclavos explotados hasta la extenuación. 

Una de las gracias de la saga estriba en el inusual tratamiento que se da a la Magia en este universo. La Alomancia (su nombre) es muy simple y rara. El concepto de dualidad, de acción/reacción en que se basa denota un esfuerzo consciente muy cuidado en su pulcro diseño. Da a sus poseedores unos cuantos poderes muy útiles y a la vez muy limitados. Dependiente de unos ingredientes que no siempre son fáciles de conseguir, otorga siempre un beneficio que viene acompañado de un peligro o un severo inconveniente cuando se usa imprudentemente. Es fácil de comprender y gestionar, convirtiéndose en una cualidad más de los personajes que complementa, sin llegar a definir, el carácter del mismo.

El imperio final empieza cuando Kelsier, un legendario ladrón, empieza a reunir un grupo de asaltantes de élite con el objetivo de robar el tesoro personal del Lord Legislador. La tarea parece suicida, pero el grupo está lleno de recursos y toneladas de carisma. Tras un intenso periodo de preparación, cuando se llega a la ejecución del plan, las cosas se irán complicando y las apuestas subirán rápidamente hasta un crescendo magnífico. 

Este libro es toda una sorpresa: el concepto de una novela de robos en un mundo de fantasía es prácticamente inédito y original. Desde un primer momento se masca la tensión, desarrollando la historia con un ritmo y un sentido del espectáculo magnífico. Es un libro candidato a acabar entre lo mejor leído del año para cualquier lector, incluso para los profanos del género. Es realmente sorprendente. Además, está concebido como un stand alone, con lo que no es necesario seguir con el resto de la historia para disfrutar plenamente de él (lo que podría asustar a algunos). 

Brandon Sanderson no tenía previsto continuar El Imperio Final, pero sabía que tenía más historia que contar y, años después decidió explicar qué había pasado después de que el grupo de Kelsier intentara el robo más ambicioso de la historia del Imperio. Los supervivientes se han dispersado y cada uno vive su vida. En El pozo de la ascensión el imperio vive su época de mayor convulsión en mil años, acercándose peligrosamente a una guerra civil. Un grupo de ladrones no es el mayor ejemplo de ética y entrega por el prójimo, pero no podrán evitar inmiscuirse, llevando sus recursos hasta el límite para conseguir sus fines. Es una secuela con todas las de la ley, pero Sanderson cambia de registro y lo que era un thriller de robos con extras se convierte en una novela de intrigas políticas narrada con más calma, que da tiempo a reflexionar sobre la legitimidad del poder, el origen de las religiones y el papel del individuo frente a la inmensidad del mundo. 

Si ya la primera me encantó, la segunda me sorprendió a lo grande. Sitúa a casi los mismos personajes en una situación completamente diferente -e inusual dentro de la fantasía clásica- y los deja reaccionar ante los hechos. La maestría con que se refleja el asedio que sufre la ciudad, la tensión que genera la presencia de un espía traidor y la cantidad de momentazos que guarda el libro son algo fuera de serie. Por si fuera poco, los carismáticos personajes están llenos de vida y fuerza, especialmente su protagonista, que, sin saber hacer otra cosa que asesinar (y muy bien), busca dar algo de sentido a su vida cuando aparece en escena un nuevo asesino que parece su gemelo tenebroso. Mención aparte para el tratamiento de la magia que hace Sanderson. Basándose en los mismos límites de El Imperio final, aumenta su eficiencia, llevándola hacia usos y límites que no habríamos esperado encontrar. El desarrollo es una muestra de virtuosismo fuera de lo común. 

En resumen, una secuela espectacular y plenamente recomendable, con un desenlace alucinante que te abruma y te deja con unas ganas horribles de atacar el último libro de la saga a toda velocidad. 

Todas las pequeñas piezas que Sanderson ha ido dejando caer a lo largo de los dos libros vuelven con toda su fuerza en la conclusión. En El héroe de las eras la acción se dispara, la magia se desmadra y el final se acerca. Básicamente: El mundo se acaba. Todas las luchas e intrigas por el poder de El pozo de la ascensión pierden toda su importancia cuando el apocalipsis se acerca y fuerzas insondables atacan el Imperio Final. Los nacidos de la Bruma supervivientes deberán encontrar cual es el límite de la alomancia y, por todos los medios, sobrepasarlo, con la aparición de la Ferroquimia y la Hemalurgia (dos ejercicios de delicada orfebrería por parte del autor). A pesar de algunos baches de ritmo, el libro se desarrolla mediante un continuo crescendo que, ahora sí, culmina con un desenlace perfectamente trazado que te deja con una trista sonrisa en los labios. Es muy curioso el papel de la religión, el juego que maneja en la frontera dónde se mezclan la historia y la mitología, en el que los personajes históricos se confunden con los dioses.

No sólo son tres monstruos de libros de 800 páginas que se devoran en nada (bueno, el último tiene un par de bajonazos), no sólo tiene a unos personajes llenos de carisma que adoras a cada momento, no sólo te presenta un mundo de fantasía perfectamente descrito y realista, no sólo genera un sistema de magias muy restrictivo, original y alejado de los todopoderosos magos de la Dragonlance, no sólo lleva esa magia hacia límites que nunca hubieras podido esperar, no sólo son tres libros de géneros completamente diferentes que conforman una saga, no sólo se permite un final inesperado pero obvio… Si no que además lo hace derrochando estilo. Sanderson inmiscuye todos estos detalles con los cómics de superhéroes y te genera continuamente momentos llenos de epicidad que te llenan por dentro a lo bestia. La muerte de la ZORRA, el primer combate contra un inquisidor (y el segundo), los problemas al querer gobernar con una ética implacable, el robo del tesoro del Lord Legislador, la dualidad Vin/Zane, el ascenso a la divinidad por parte del Nacido de la bruma más poderoso de la historia y, sobretodo, las decisiones finales que toma el Héroe de las Eras para salvar el mundo (o no).


En resumen, son tres libros realmente grandiosos. El primero más que recomendable para todos y los dos siguientes para aquellos que quieran profundizar en un Universo fresco y carismático. La sensación de instantánea nostalgia que me invadió al acabarlo, al notar que debía despedirme del caradura Kelsier, de la implacable y confundida Vin, del bienintencionado Sazed, del manipulador Brisa  o incluso del despiadado y todopoderoso Lord Legislador me hacen ver que seguro que volveré a estos libros en algún momento. Quiero volver a perderme entre estas páginas otra vez. Y os recomiendo encarnecidamente que hagáis lo mismo. Lo disfrutaréis

Nota: 10, 10, 9

viernes, 18 de diciembre de 2015

Intocable



Cuando esta película rompió todas las taquillas en el país (es la película con más éxito en Francia), yo ya vivía por aquí, pero no era una época en la que estuviera excesivamente integrado, por lo que tuve que ser de los pocos que no fue a toda velocidad al cine para verla. Años después he podido subsanar ese error. Que mala leche de película ¡jué!

De acuerdo con el sistema de paro francés, debes demostrar que estás intentando buscar trabajo para seguir cobrando el subsidio. Es por ello que Driss, un experto en los bajos fondos, se ha presentado a la oferta de cuidador de Philippe, un tetrapléjico aristócrata, seguro de que va a ser rechazado, para así seguir cobrando. Sin embargo, nadie cuenta con que Philippe, asqueado de la vida, decida tocar las narices a todo el mundo y contratarlo. No podía haber dos personas más diferentes, pero aún así comparten un modo similar de ver la vida, con lo que acabarán congeniando, aprendiendo a sobrellevar sus penas de mejor manera.

Si una cosa destaca del humor francés es su proclama por el derecho a poder reírse de todo y de todos. Si el chiste es bueno, no hay nada sagrado. Es todo un soplo de aire fresco en estos tiempos de corrección política y ofensas gratuitas a flor de piel. Y vaya si se quedan a gusto. Toda la película desborda de humor negro con la más mala leche posible. Partiendo de que la mitad de chistes son a costa de un tetrapléjico, ya os podéis hacer una idea, todo es motivo de mofa: chistes de negros, discapacitados, policías, nazis… Qué sobredosis de mala idea, qué buena calidad en los chistes y qué hartón de reír. Internamente estás pensando “no debería reírme de esto” pero no puedes evitar partirte a mandíbula batiente. 

El humor es simple, directo, con toneladas de acidez y funciona estupendamente gracias a la naturalidad que desprende la relación entre Omar Sy y François Cluzet. Aunque “real”, el planteamiento es esperpéntico, forzado, pero ellos consiguen hacerla creíble. Todo un mérito. El puñado de secundarios son un lujo, con actuaciones llenas de autenticidad en su patetismo, aprovechando un guión que les da el protagonismo exacto que necesitan.

Lo más curioso es que todo el montón de chascarrillos, similares en cantidad a un American Pie, se aprovecha para acercarse a dos dramas muy reales y terribles: El frustrante día a día de un marginado en un barrio deprimido, dónde salir adelante es muy difícil y la tentadora promesa del dinero fácil de la droga está tan presente; y la tetraplejia, que anula al individuo y le impide hacer NADA, reflejando que siguen siendo personas, que hay que tratarlas como tales y que estar en una silla de ruedas no te impide tener capacidad de decisión o ilusiones en la vida.

Son temas durísimos que darían para dramas desgarradores, pero el humor permite al espectador un respiro, acercándole a la tragedia sin que se le rompa el corazón en el proceso. La química entre personajes, su empatía y su parecida forma de ser (a pesar de sus diferencias monetarias) permite jugar mucho mejor con ello. Escenas como la del afeitado, la ópera, el cumpleaños de Philippe o las escenas de Driss con Magalie son desternillantes y tristes al mismo tiempo.

El éxito se basa en varios aspectos, principalmente por su humor pasadísimo de página que rompe muchos esquemas (como la reciente Relatos Salvajes) obligándote a reírte de cosas que normalmente no te harían gracia. Como compensación y para no remordernos la conciencia demasiado, juega con el sentido de la felicidad, recordando que no está en la acumulación de dinero (una vez puedes vivir) sino en el hecho de garantizarse relaciones con terceros con un gran cariz humano, donde los intereses queden relegados y todos obtengan un beneficio, porque no nos engañemos, no hay relaciones en la vida que sean altruistas.

Es una película demencial, una bastardada muy serena que habla de la amistad, la felicidad y que se permite reír de todo (o casi) con una mala leche considerable. Un descojone de primera y, al mismo tiempo, un recuerdo de que la vida no suele ser agradable.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 8,1

martes, 15 de diciembre de 2015

Los Cazafantasmas II



¡Qué recuerdos con los Cazafantasmas! La de tardes que disfruté con sus desventuras. Pegaron un señor pelotazo, redondeado con una estupenda serie de televisión (los Auténticos) que los convirtió en míticos. Con el éxito de ambas, era obvio que una secuela tenía que llegar tarde o temprano. 5 años después de la primera entrega, los productores reunieron de nuevo a todo el equipo con la intención de divertirnos con nuevas aventuras fantasmales en Nueva York.

El tiempo ha pasado para los Cazafantasmas. Fueron tan buenos en su trabajo que acabaron con todos los fantasmas… y se quedaron sin tener con qué trabajar. Cada uno se ha instalado por su cuenta y malviven trapicheando con lo que pueden: programas chusqueros en la televisión, bolos en bodas, bautizos y comuniones… Como tenemos una nueva película, los fantasmas reaparecen y el equipo se vuelve a juntar para luchar contra un mago que quiere resucitar, dominar el mundo y llenarlo de moco ectoplásmico.

Hay que reconocer que los productores saben qué es lo que funciona. Es sonar la banda sonora y ya viene el buen rollito. Todo lo que era divertido, aparece más en pantalla y sigue siéndolo. A destacar el papel de Bill Murray, que se come cada escena en que aparece. El resto de personajes son los mismos que conocíamos, clavaditos a la serie y a la primera película y, cómo no, muy divertidos. Los efectos especiales mejoran mucho a su predecesora y mantienen su tosquedad efectiva para representar a los fantasmas y demás monstruosidades. Ahora costaría mucho esfuerzo hacer unos efectos tan simples y efectivos.

Por otro lado, no se puede negar que la película es simplemente más de lo mismo. Aparece un nuevo supermalo y hay que combatirlo sin realmente avanzar en los personajes o aportar algo de nuevo. Tanto los chistes como el simplón argumento saben a ideas reutilizadas y repetición de esquemas ya vistos. La obviedad del argumento es tan profunda como sería un capítulo doble de la serie, pero entretiene, que es lo que cuenta. Satisface a quién no quiere otra cosa que un producto concreto, pero por si misma no era necesaria. Eso sí, el desenlace es tan gratuitamente ridículo que da risa. El malo no tiene carisma, el climax no tiene emoción y es tan innecesariamente patriótico como gusta a los yanquis, con la Estatua de la Libertad como heroína que salva la ciudad. Muy poco elaborado, pero tampoco parece que tuvieran ganas (ni necesidad) de esforzarse más.

Es simplemente para aquellos nostálgicos que quieren más de los cazafantasmas. Es (y busca ser) ser un refrito simpático de la primera, repitiendo los mismos esquemas y moviéndose a buen ritmo, por lo que entretiene y pasa fácil. Tampoco le pidamos más.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.6