domingo, 19 de febrero de 2017

Aliens: El regreso



Pocos años después de aterrarnos con la presencia de un pasajero inesperado, la teniente Ripley despierta de su coma sólo para descubrir que debe adentrarse otra vez en el cubil de la criatura, en calidad de asesora, para ayudar a un comando de élite a exterminar una plaga de Xenoformos. Pero Alien es un organismo perfecto y las cosas nunca salen como deberían.

Después del descomunal éxito que supuso la película de Ridley Scott (tanto en taquilla como en crítica), las ganas de exprimir la franquicia estaban disparadas. Sin embargo,  entre que el director estadounidense no estaba muy por la labor de continuar al frente del proyecto  y los guiones que se presentaban no acababan de estar a la altura de lo deseado, su secuela se iba posponiendo. Cuando al final el trabajo de realizarla recayó en manos de un jovencísimo James Cameron, éste se vio ante la diatriba de hacer una secuela continuista (lo habitual), escogiendo aquellos elementos que habían funcionado y potenciarlos al máximo o darle un toque personal que la diferenciara claramente de su predecesora. Ser continuista asegura mantener contento a los fans, pero normalmente implica una reducción de la calidad, al reducirse la posibilidad de innovación. Un enfoque más rupturista permite dar un aire nuevo a una misma idea, pero se corre el riesgo de espantar a los seguidores sin llegar a captar nuevos adeptos.  Esta decisión es todavía más incómoda cuando el referente se ha convertido en una referencia dentro de la ciencia—ficción terrorífica.  Desde un punto formal, estos proyectos están (casi) abocados al desastre.

Pero bueno, James Cameron siempre ha sido el más listo de la clase y decidió salirse de la tangente, con una propuesta que era a la vez rupturista y continuista. Abordó el mismo universo, la misma historia y un diseño claramente deudor de la película de Scott, pero al presentarla desde un género completamente diferente –la conviertió en una película de pura acción- le dotó de una frescura y un sentido de la novedad que dejó contento a todo el mundo. Después de todo, los años ya nos mostraron que este hombre se las pinta solo a la hora de mezclar la acción con los efectos especiales y los diseños más impresionantes.

Si bien Cameron repite el mismo planteamiento, con un preámbulo muy reposado que sirve para presentar la historia –sorprendentemente coherente con lo visto previamente- y permitir que conozcamos la vida cotidiana de un puñado de personajes que se preparan para lo peor. A partir del momento en que el comando toca el hostil planeta, las diferencias se hacen patentes. El terror y la incertidumbre sobre la presencia de la criatura se ve sustituida por la acción y la espectacularidad de la lucha de un escuadrón marcial extremadamente bien entrenado y las hordas de xenomorfos que no dejan de atacar desde cualquier rincón imaginable. 
 
Es decir, Cameron aprovecha todo lo que Scott nos ha hecho sentir y lo utiliza para volver loca nuestra adrenalina cada vez que los Aliens atacan. Las inmensas capacidades de un grupo de soldados de élite extremadamente bien armados se muestran insuficientes ante el depredador más perfecto de la galaxia. Se nos da sentido completo a una acción de primera calidad desde el minuto treinta (más o menos) hasta el final de la película, sin dejarnos descansar apenas un suspiro, en continuo crescendo llevado con el mejor estilo.

La desesperación golpea a cada baja, ante cada nueva dificultad que los Xenomorfos plantean. A ello contribuyen las formas inhumanamente fálicas de Geiger, que convierten en realidad las pesadillas más aterradoras de nuestro subconsciente. A pesar del errático carácter del suizo, Cameron consigue que éste dé un paso más allá a la hora de concebir una atmósfera que pone los pelos de punta ante aquello que podría estar escondido en la siguiente sombra. Coge lo que se desarrolló en El octavo pasajero y lo desarrolla hacia fronteras que uno no podría imaginar.

Un elemento adicional reside en la caracterización de los personajes. En una propuesta de acción pura, Cameron se entretiene en dar un sentido a la misma y en diferenciar a todos los miembros del escuadrón. Les da nombres, características distintivas e incluso manías. Sin alejarse del prototipo del soldado (siguen siendo lo que son), adquieren una personalidad diferenciada, con un carácter trazado. Por ello, cada baja se siente, ya que perdemos a un componente del grupo y no un personaje aleatorio que no te importa nada. 

A pesar de todos estos detalles de primera calidad, el tinglado no se sostendría si no es por la impresionante participación de dos féminas. 

Primero la Teniente Ripley. Si en El octavo pasajero Sigourney Weaver construía una heroína (casi) sin precedentes en el cine, aquí da muestra de ser la “puta ama” del cotarro, poniendo a todo el mundo en orden cuando la matanza se desmadra. Por si fuera poco, la aparición de Newt le permite mostrar un lado tierno, sin por ello perder un ápice de carisma o molabilidad. Dentro de la Nostromo ya teníamos a un personaje inolvidable, pero es que aquí la seguiríamos hasta el mismo infierno. Carga a sus espaldas con el peso de toda la película, nos mantiene en tensión durante dos horas y crea a un mito del cine. Todo ello sin dejar de ser una película de acción pura en la que lo más importante son los tiros. Creo que a nadie le tuvo que pillar por sorpresa que se llevara una nominación al Oscar por su enorme trabajo. 

Frente a ella no podíamos tener a un malvado cualquiera. Las historias son tan míticas como malvados son sus antagonistas. En la Nostromo no teníamos más que a un simple Alien, pero en el planeta habita la Reina del enjambre. Reflexionemos sobre ello, un xenomorfo básico se las basta para arrasar fácilmente con una escuadra enemiga. ¿Qué no podrá hacer el mayor monstruo creado por las profundidades insondables de los horrores incognoscibles? Geiger y Cameron sobrepasan los límites de nuestros terrores y crean al mal más puro que hayamos visto en una pantalla de cine (tarea premiada con un par de Oscars). Desde el primer momento que aparece hasta la batalla final con el traje especial de Ripley (qué bien introducido, ¡coñe!) se hace difícil respirar sin estremecerse. Lo dicho, inolvidables ambas.

 En ese sentido, debo destacara lo bien que ha envejecido esta película. Más allá de ciertos detalles técnicos obvios e insalvables, el uso del plástico y las maquetas es inmejorable para que la película adquiera una textura viscosa y maligna aun hoy en día. Los efectos especiales casan a la perfección con la atmosfera de la película e incluso Cameron se permite avanzar el futuro con el cambio de esencia de las batallas reales, introduciendo videocámaras en los cascos para transformar los tiroteos en directos televisivos. Habría que destacar también el impresionante trabajo de edición de los efectos sonoros. No hay como tener un buen pedazo de equipo de sonido para poder disfrutar (sufrir) de la experiencia de estar en la estación espacial y oír cada ínfimo ruido que se produce. No es que puedas notar cada paso lejano o cada respiración de los desafortunados personajes, ¡es que te parece oír sus latidos! Lo dicho, impresionante en todos los sentidos.

Estamos ante un gran film de acción, de toque terrorífico, pero donde prima el cariz de aventura tenebrosa. Donde Ridley Scott sugería, Cameron exhibe, donde yacían víctimas indefensas, luchan aguerridos soldados, donde acechaba una criatura, ahora atacan a miles, donde reinaba el terror… ¡esta vez, es la guerra!

Nota: 9
Nota Filmaffinity: 7.3

Como nota aparte, esta vez he visto el llamado "montaje del director" en el que se añaden 18 minutos de escenitas aquí y allá. Es muy fácil saber que es nuevo porque hay redoblaje y, por tanto, las voces y los ruidos cambian. Sin embargo, esta vez lo considero innecesario, ya que el metraje adicional se limita a alargar escenas y presentarte diálogos innecesarios que solo consiguen bajar el ritmo sin aportar nada. Para Aliens: el regreso, mejor el metraje original.

A diferencia de su predecesora, la Academia respetó el gran despliegue técnico de esta película, nominándola a Montaje, Banda Sonora, Diseño, sonido y premiando ambos efectos visuales y sonoros. Que se nota que la película está BIEN hecha. Adicionalmente, Sigourney Weaver consiguió una nominación a mejor actriz por su trabajo, algo que seria casi impensable en una propuesta de acción pura como esta (toma ya).

domingo, 12 de febrero de 2017

La llegada



Una cosa mala de Escocia: llueve mucho y hace frio. Una cosa buena: Me han puesto un cine justo al ladito de casa (quien dice al lado, es realmente al ladito!). Con la idea de estrenarlo y tal, estaba dispuesto a ir a lo que fuera. Elegi la llegada por la simple razon de que Villeneuve es un director reputado (nunca le había visto ninguna película) y en Cinefagos la estaban poniendo como una gran pelicula. Lo que hace a veces el aburrimiento.

Y la llegada es una de extraterrestres, pero como Villeneuve es un rato presumido, no va a irse por los cauces habituales, no. 12 naves diferentes llegan a diferentes puntos de la Tierra y aterrizan buscar ningún tipo de aparente interacción con los humanos. Nosotros, tras sobrepasar los miedos iniciales, nos lanzamos a su estudio, intentando responder multitud de preguntas: ¿Quiénes son? ¿A qué han venido? ¿Vamos a morir?

Sin embargo, antes de resolver cualquier otro interrogante, subyace un gran impedimento: ¿Cómo nos comunicamos con ellos? Ahí es donde reside el quid de gran parte de la película: Los problemas de comunicación. Los extraterrestres son unos calamares lovecraftianos (ecs) que viven en un medio acuático. No pueden producir sonidos que podamos entender. No estamos siquiera seguros de cómo piensan, si son telépatas, o de si son capaces de razonar individualmente (¿podrían ser una colmena?). Lo único que es seguro es que no son humanos, por lo que las herramientas de comunicación verbal y no verbal que conocemos no acaban de funcionar. 

Con estas premisas, Villeneuve se lanza a reflexionar sobre cómo nuestro lenguaje toma forma, influyendo a su vez en cómo percibimos la realidad, ya que nuestros conceptos mentales se articulan de acuerdo a la idea (verbalizada) que tenemos sobre la misma.  Al obligar a los científicos a enfrentarse a seres de una clara inhumanidad, estos se ven obligados a poner en duda todo cuanto saben sobre la comunicación, planteando hipótesis de trabajo desde puntos de vista inesperados. De esta manera, Villeneuve nos obliga a rumiar sobre nosotros mismos y las dificultades para comprender a aquellos que nos son diferentes.

El lector más atento ya habrá podido adivinar que no estamos ante los fuegos artificiales gratuitos de un Independence day o ante las explosiones gratuitas de un Battleship. Villeneuve nos propone una película de ciencia-ficción seria (hard, que se diría) que se toma con calma el desarrollo para dejar que el mensaje tome poso, jugando más con nuestra capacidad de dejarnos fascinar que con la espectacularidad de cambiar mil veces de cámara en cada segundo. La llegada juega (y triunfa) en la misma división de propuestas más calmadas como Contact o The Abyss.

Todo el desarrollo de la argumentación de Villeneuve se produce a través de un guión sobresaliente: por un lado, deja lugar para que conozcamos a todos los personajes (que son usados como bases sobre las que presentar diferentes puntos de vista), juega con las “12 ciudades” a las que lleguan, forzando a culturas antagónicas a superar sus diferencias y entenderse (o no), guardándose espacio además, para meterte un par de trampitas que aprovechan nuestras ideas preconcebidas sobre el funcionamiento de las historias de Hollywood.  

El peso de la película recae sobre los hombros de una estupenda Amy Adams, que cada día sorprende más por su calidad cuando se dedica a los papeles más serios ( por ahora se ha llevado una nominación a los Oscars, a ver cómo acaba). Su trabajo es profundamente emotivo, más que capaz de cautivar, pues su contención no hace sino remarcar la devastación que sufre ante unos sucesos que, claramente, la superan. A su alrededor tanto Lawrence Fishburne como Jeremy Renner (mira que siempre me ha parecido que tiene cara de palo perpetua) no desentonan en absoluto. 

En un último alarde de virtuosismo, Villeneuve realiza una última cabriola tan innecesaria como efectiva en su desenlace (¡SPOILER!), pues es al final cuando descubrimos  que la transformación mental derivada del lenguaje calamari, ya ha convertido el tiempo en una dimensión física a través de la que moverse. De esta manera, todos los flashbacks de nuestra protagnista que no acababan de cuadrar se transforman en flashforwards inesperados que sirven para rematar la historia y obligan a rememorar todo lo que hemos visto desde un nuevo prisma. No niego que esta pedantería final puede enfadar a más de uno, pero hacer trampas temporales mientras están tantos elementos en danza (básicamente, el resto de la película) sin que descuadre antes de hora está al alcance de muy pocos.

Si bien estoy seguro de que la película ganaría con algo más de dinamismo,  La llegada es una película con la que sumergirse y dejarse fascinar. Esta inusual propuesta de ciencia-ficción navega por tierras extrañas y exige un esfuerzo al espectador para captar todos sus matices, pero es capaz de llevar tanto a la emoción como a la reflexión, mezclando como pocas el cine más comercial con el sello de autor.  Cada elemento de la película es una muestra de excelencia en su concepción, convirtiéndose en la película favorita para los Cinéfagos este año y una de las favoritas para la gran noche de los Oscars. 

He salido tan entusiasmado con la película que he decidido repasar toda la filmografía del director, empapándome bien del puñado de estupendas películas (a juzgar por la crítica) que este director nos ha ido deparando.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.6