miércoles, 30 de diciembre de 2020

X-Men: Primera generación

La primera franquicia comiquera en tener buenas adaptaciones al cine fue la franquicia mutante, con dos entregas bastante dignas. Sin embargo, llegó X-Men3 y se acabó la cosa. Hubo sus intentos de alargar la franquicia con las dos películas de Lobezno, pero aunque su acción funcionaba, no tenían nada que contar. La saga desapareció y yo ya esperaba no volver a ver a los mutantes en el cine. Un buen tiempo después, apareció la noticia de este reboot, al que, asustado por las últimas películas mutantes, no presté mucha atención. Gozó de un gran éxito, lo que permitió la aparición de tres películas más que ya reseñé aquí, aquí y aquí, en una saga a la que se ha dado carpetazo tras la absorción de la marca por el MCU.

¿Y dónde nos sitúa la Primera Generación? Pues cuando los primeros mutantes eran jóvenes, allá por los años 60, muy alejados de la figura de sabios mentores que conocemos. El Doctor Xavier viaja por todo EEUU acogiendo a los incipientes mutantes bajo su ala para ayudarles a vivir en sociedad, mientras busca la aceptación social del resto de la sociedad. Todo parece ir bien, contando incluso con apoyo gubernamental, pero la aparición de Shaw, un mutante que quiere comandar la humanidad, provocará el cambio de bando del siempre impulsivo Magneto y pondrá en peligro la existencia del resto de mutantes.

 ¿Qué tenemos aquí? Una sólida propuesta de acción, con cierto regusto a las películas de Bond de la primera época. Matthew Vaughn dirige con buen gusto y, sobretodo, ganas de hacer las cosas bien. Conoce el material del que dispone, proponiendo un guión con sentido, que se toma su tiempo en desarrollar a los personajes, sin por ello despistarse de proporcionar escenas espectaculares bien imbricadas dentro de la historia.

Es un placer comprobar que no se han limitado a soltar la chequera y hacer un pimpampum de efectos especiales. Se han molestado en relacionar el trasfondo de la película con la trilogía previamente realizada, incluyendo referencias, guiños y explicaciones sobre porqué el X-Men de Bryan Singer empieza como empieza. La historia guarda coherencia con la imaginería, con un desarrollo lógico que va mucho más allá de una excusa para meter tortas.

El cásting es inesperadamente acertado, con unos McAvoy y Fassbender a los que yo no habría visto nunca en estos papeles, pero que luego convencen a la perfección desde el minuto uno de metraje. Realmente nos creemos que éstos acaben siendo los mismos personajes de Ian McKellan y Patrick Stewart.  Por su parte, Kevin Bacon vuelve a encarnar a un malvado de cómic, pasándoselo en grande en cada escena que aparece.

Sin llegar a contar con un presupuesto abultado (especialmente si lo comparamos con las propuestas del MCU), se las arregla para dar la espectacularidad que necesita cada escena sin por ello caer ante los fuegos artificiales gratuitos. Sabe ser grandilocuente cuando toca y sutil cuando se demanda, utilizando el presupuesto disponible con acierto… excepto en el caso de Bestia, que no sé por qué es tan ridículo (por suerte, no aparece “mucho”).

En resumen, un resurgimiento que nadie esperaba, que funciona como una estupenda película de súpers con un poco más de enjundia de lo que uno espera en estas propuestas. Revitalizó una franquicia que parecía extinta con una acertada mezcla de cine de espías con superpoderes, un dúo protagonista lleno de carisma y entretenimiento de primera. 

Posteriormente, la franquicia se fue hacia donde se fue, pero yo soy de los que hubiera disfrutado de un X-Men Origenes: Magneto que nunca llegó a realizarse.

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.8

PD: Grande el cameo de Hugh Jackman, es gracioso verlo aunque sea unos segundos en pantalla. 

domingo, 27 de diciembre de 2020

La reina Margarita (Alejandro Dumas)

 Ya que parece que no me quedé a gusto con los libros de los mosqueteros, hoy traigo otro libro de novela “histórica” de Alejandro Dumas, que parece que le he cogido gusto a los tocharros. Se trata del libro Nº43 de la Cesta’13. Parece que ya van quedando menos.

Título: La reina Margarita

Autor: Alejandro Dumas

Título original: La reine Margot

“En el París Refinado y culto, cruel, cínico y supersticioso, se desarrollan las escenas sangrientas, trágicas y macabras con su gota de miel y hiel: el amor.

En una época siempre en cita con la muerte, la tortura, la hoguera y la espada como telón de fondo de una amistad fraterna de dos gentileshombres, de la ambición desenfrenada de una intrigadora y del amor turbulento, imposible y nefando de una mujer: la reina Margarita.”

Lo que se debe notar desde las primeras páginas es el cambio de ambiente respecto al Vizconde de Bragelonne o Los tres Mosqueteros. Aquí estamos un par de siglos antes, cuando Francia todavía no se había unido y el poder del monarca no era tan absoluto como en la época del Rey Sol. Reconozco que durante muchas páginas estaba esperando que aparecieran Artagnan y sus compinches, llevándome ligeras decepciones cuando no intervenían.

La principal diferencia es que el rey no tiene un poder TAN absoluto, dependiendo más de sus nobles y los demás dimes y diretes. Las intrigas políticas tienen mucho más juego, con equilibrios extraños, inusuales compañeros de cama, cuyas relaciones entre personajes están menos encorsetadas por los estándares de la época. Esto se nota también en el lenguaje, que huye de los quiebros y requiebros que tanto irritaban en los otros libros, permitiendo unos diálogos más directos, especialmente hilarantes cuando deben dedicarse a utilizar eufemismos para asesinatos, conspiraciones y entretenimientos de alcoba.

La trama nos sitúa a la Reina Margarita de Navarra (personaje importante dentro de la historia francesa) que acaba de llevar a la corte francesa debido a un matrimonio de conveniencia. Debe sobrevivir en ella medio invitada, medio rehén de las circunstancias, pues está casada con un rey de un país aliado al que algunos tienen ganas de invadir, otros heredar y el resto desvalijar. La posición del rey francés -su protector- es débil y fácilmente podría caer por las escaleras para dar lugar a una sucesión más satisfactoria. Y es en estas derivas en que el libro se mueve: hay espacio para amoríos románticos, escenas a espada y, sobretodo, intrigas palaciegas muy divertidas.

Aunque el lenguaje es menos dado a floripondios que la corte del Rey Sol, se puede hacer extraño de seguir, especialmente en las primeras páginas. Sin embargo, no resulta difícil acostumbrarse, leyéndose con facilidad. El mayor problema a la hora de saber quién es quién es que a veces un personaje es designado por el nombre, a veces por el apellido, otras por su cargo, algunas por su título nobiliario y también puede usarse su apodo. Por ello, sí que se hace difícil seguir quién es quién, obligándote a entender muchas relaciones entre personajes por el contexto (y el árbol genealógico que viene a final del libro). 

Me hace especial gracia lo asumido que tienen algunos personajes el concepto de matrimonio de conveniencia o político. Por poner un ejemplo, los protagonistas, Enrique de Navarra y Margarita se casan por obligación y, conscientes de que se hayan en una corte que les es hostil, se ponen de acuerdo en ser aliados en todos sus tejemanejes, mientras mantienen todas las amantes que sean de corresponder, con la única salvedad de mantener el decoro y la discreción en sus actos. Ambos actúan con cierta nobleza y sinceridad (dadas las circunstancias) siendo los que más valoran (a su modo) el honor y la palabra dada.

Sin embargo, en las primeras páginas el protagonismo recae más en el caballero de la Mole y en Anibal de Conconnas. Unos simples caballeros cuyo carácter nos sonará más al que conocemos de los mosqueteros. Hombres de honor, diestros con la espada y las conspiraciones y, también, más calientes que el palo de un churrero. Alternan protagonismo con los anteriores, en función de los intereses de la trama, si toca hablar de la plebe o de la nobleza.

Con cierta importancia tenemos a Carlos, Rey de Francia, y sus hermanos Enrique de Anjou y Francisco d’Alençon. Su Majestad mantiene una posición algo precaria, con lo que deberá manejar entre bambalinas para mantener el poder. Mientras tanto, los demás mantienen su agenda propia. Los tres tienen un carácter similar, con la superioridad propia de los que han nacido para mandar, toques caprichosos de quién sabe salirse con la suya, toneladas de cinismo mezclados con arrebatos de decencia. Quizás lo que más gracia me ha hecho es la ligereza con la que mandan a la gente a morir mientras mantienen una total falta de maldad, como esos niños que  se dedican a jugar con sus cositas, sin importarles que se trate de vidas huamanas.

Pero, ay, sí tenemos un antagonista, y de bandera. La Reina Madre Catalina de Medicis es uno de los seres más gratuitamente retorcidos que te puedes encontrar. Tiene mucho mérito crear a un personaje tan pasado de vueltas sin caer en ningún momento en la opereta. Os lo aseguro, dedica cada página en que aparece a intentar envenenar  a todo el que pasa por delante. Mata a alguien con guantes envenenados, va repartiendo pastelitos con aditivos, libros rebozados de cianuro (100 años antes que Umberto Eco) y hasta envenena el aceite de una lámpara para que al quemar, la gente de la habitación se asfixie. Es tan maravillosa como maligna, de las que se recuerdan con cariño (ejem).

Como (casi) siempre ocurre en Dumas, se trata de un libro que se publicó a entregas, capítulo a capítulo. Más allá del planteamiento inicial, el libro no tiene una planificación previa ni una dirección concreta. Se escribe del tirón, haciendo avanzar una historia algo dispersa que se dirige hacia una dirección u otra según lleva el viento. A veces una trama se abandona porque sí, la importancia de los personajes sube y baja sin un especial motivo… Evidentmente, el final no estaba pensado al comenzar, igual que ninguno de los giros argumentales, que probablemente vienen provocados por la mera expectación del público. Esta dispersión no impide que el libro se siga devorando. No sé qué tiene este hombre que me vicia.

Debido a esta dispersión, se hace difícil hablar de un argumento concreto. Intrigas de alcoba, conspiraciones cortesanas y amoríos varios son las principales temáticas. Se me hace curioso comprobar el contraste de este libro con la mojigatería de los mosqueteros (siempre tan castos y románticos). El libro es puro desenfreno sexual, eso sí, con discreción. Podemos ponernos los cuernos siempre y cuando nadie se entere. Y si nos pillan, disimulamos y nos mostramos los ofendidos, claro. Encontramos un buen montón de escenas de cama, aunque disimuladas para que no nos acusen de procaces. Por poner un ejemplo, hay un momento en que dos personajes se ponen a comer pasteles en la intimidad de la habitación; él come bizcochos de pescado mientras ella degusta cañas de crema con fruición (ejem ejem). El libro está plagadito de estas situaciones ^^.

Esta cantidad de eufemismos para las cuestiones sexuales contrasta con la crudeza de la violencia retratada. No siempre se nos cuenta lo que ocurre, pero cuando el libro se pone, las tripas se desparraman, las cabezas vuelan y la sangre sale a borbotones.

Debido a su naturaleza episódica, no es un libro para  empachos ni maratones. Está pensado para leer capítulo a capítulo, con sus giritos finales y sus cliffhangers “para la semana que viene”. Con este ritmo parsimonioso puede hacerse eterno a más de uno. Sorprende en un desenlace tremebundo con poca misericordia para con sus personajes, dejándote con el culo bien torcidito. No sé si es que tocaba acabar antes de hora (cancelación de la temporada :p) y es necesario cerrar de un plumazo, pero descoloca.

A fin de cuentas, se trata de un libro con todo lo bueno y lo malo de Dumas. La Reina Margarita desborda conspiraciones, intrigas, escelaras escondidas, pazadisos secretos, venenos, complots asesinos, heroes gallardos y, lo major de todo, Catalina de Medicis como una de las villanas más pasadas de página que he llegado a encontrar en un buen tiempo. Si te gustan los libros del estilo de Los tres Mosqueteros, no dudo que disfrutarás con este libro. Simplemente, no lo acometas con más expectativas de las que se merece: es un libro divertido, algo rídiculo, con una historia repleta de aventuras que no llega a tomarse a sí mismo demasiado en serio.

La Reina Margarita  es un culebrón de época con ratos tan pasados de página que no puedes sino troncharte. Otras veces es tan crudo que espanta y a veces tiene veinte páginas de amoríos sin sentido. Quizás si hubera pasado más tiempo entre libros de Dumas (tengo El vizconde de Bragelonne todavía fresco), lo hubiera digerido mejor, que se me ha hecho algo pesado. Se trata de una obra menor comparada con los monumentos que tiene el autor, pero no por ello mala o poco disfrutable.

 

Nota: 6

Nota goodreads: 4.14/5

sábado, 12 de diciembre de 2020

El irlandés

A pesar de sus numerosos éxitos en taquilla, Scorsese se ha quejado repetidamente de la poca libertad que se le da dentro de Hollywood para hacer las películas que él quiere. Entre que los temas superheroicos y las escenas de acción acrobática le importan bien poco y que cada vez lleva peor que desde arriba le estén diciendo qué puede y qué no puede mostrar en pantalla, pues pareció por momentos que tardaríamos en volver a tener películas suyas. Es en esto que se junta Netflix, con ganas de dar a su plataforma un poco de postín que le ofrece una buena cantidad de dinero para hacer una película de mafiosos con una libertad casi absoluta.

Se abrieron los cielos para el director, que aprovechó para hacerse un auto-homenaje, reuniendo ¿por última vez? a todos aquellos que protagonizaron el culmen del cine mafioso. Joe Pesci, Al Pacino, Robert de Niro (Nicky Santoro, Michael Corleone, Travis, Vito, Noodles y mil nombres más).  Todos ellos ya mayores, en un último canto del cisne para despedir, tal como hizo Sin perdón a un género que ha dado toneladas de diversión en la gran pantalla.nos verídica, nos cuenta la vida de Frank Sheeran (Robert de Niro), que trabaja para la mafia como asesino a sueldo. Por avatares de la vida, hace amistad con el jefe local Russell Buffalino (Joe Pesci) y con el sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino), una de las personalidades de la sociedad de su momento. A lo largo de los años, las relaciones entre todos se verán sometidas a las tensiones propias de su trabajo, los avatares de la vida y las lealtades mal (o peor) entendidas.

A su modo, recuerda a una versión –ejem- sin glamour de Uno de los nuestros, retratando la vida mafiosa desde un personaje segundón que, de alguna manera, se las arregla para estar en todos los follones. Sin embargo, la película se centra en los efectos que el paso del tiempo tiene en las personas, especialmente cuando el dolor y la nostalgia de tiempos mejores se entremezcla con inquinas y rencores, provocando que las lealtades se quiebren y afloren traiciones y asesinatos. Se hace especial hincapié en el peso de la culpa, a los remordimientos ante las malas decisiones y, sobretodo, los sacrificios que se realizan, que cada vez duelen más y son más difíciles de remediar. El tiempo, el inevitable declive crepuscular de cualquier actividad humana, mostrado a través del dolor ante como los años pueden cambiar la perspectiva sobre decisiones que parecieron lógicas en su momento.



Esta mastodóntica reflexión sobre los tiempos pasados que ya no volverán se ve reforzada por la presencia de todos los fetiches actorales del director: Al Pacino, Robert deNiro y Joe Pesci han encarnado a los mayores estandartes del género y aquí realizan la que –quizás- sea su última gran actuación. Pesci es, por una vez, el jefazo, mostrando que los años no han medrado en su carisma y capacidad de intimidar. Al Pacino realiza un papel delirante, muy acorde con el personaje real. De Niro, por su parte, realiza una actuación más contenida, propia del hombre que no toma decisiones, que solo ejecuta y no debe tomar partido, pero al que se le nota el desagrado, el miedo y la rabia ante los efectos de sus acciones. Chapeau a todos.

Una de las decisiones más controvertidas es el uso del ordenador para rejuvenecer a los actores (todos rondando los 80) para cuando debe parecer que tienen unos 30-40 años. A grandes rasgos funciona bien, pero lo que el ordenador no puede tapar es que se mueven como gente mayor y es imposible que los movimientos dinámicos queden bien. No molesta especialmente salvo en la ya famosa escena de la paliza, que queda un poco (muy) extraña.



El irlandés sabe bien al cine de Scorsese, a todas estas historias de hombres que se meten voluntariamente en infernos de los que saben que no acabarán bien. El mayor problema para el espectador es que nadie ha controlado al director, con lo que ha firmado un mostrenco de casi cuatro horas que no tiene ninguna concesión para el espectador (cosa que sí tenía El lobo de Wall Street, por ejemplo). La parsimonia con la que avanza la historia, los quiebros innecesarios y su cansino ritmo hace que llegar al final cueste bastante esfuerzo, incluso partiendo su visionado en varias etapas. Además, el desenlace tan lánguido y agónico, retratando durante unos eternos 30 minutos (o más) la senectud de los protagonistas sin que pase absolutamente nada se hace MUY largo.

Esto no impide que sea una gran película. Grandes actores, un guión muy bien pensado, una puesta en escena fastuosa… Sin embargo, nadie parece perdonarle que sea tan claramente inferior a otros monumentos de misma temática y director: Uno de los nuestros o Casino, por poner dos ejemplos, son propuestas similares y claramente mejores. El Irlandés acaba siendo un Érase una vez en América que no ha cuajado del todo.



Como muestra de todo este talento tras las cámaras y frente a ella, tenemos una película nominada a todas las cosas posibles (diez nominaciones, con casi todo lo gordo) que, debido a sus magnificadas imperfecciones, no se llevó nada.

Ahora entran las dudas. Un poco de control por parte de producción quizás le hubiera venido mejor para evitar todas las desmesuras que se realizan en el metraje (o no). Sin embargo, con un Scorsese más controlado, igual este proyecto no hubiera tenido buen fin (o sí), con mucha menos enjundia y trascendencia.

Al final Scorsese ha realizado un espléndido auto-homenaje a un género que le ha dado todo al director y a sus actores favoritos, generando un puñado de películas que han hecho vibrar a los espectadores durante años. El irlandés peca de exceso de metraje, baches de ritmo y un desenlace agónico. Sin embargo, goza de unos actores de primera que se saben ante su canto del cisne, una puesta en escena impecable y una historia que, sin duda, merece ser contada.

Nota: 7

Nota filmaffinity: 7.2 

jueves, 10 de diciembre de 2020

Jungla de Cristal: La venganza

En casa de la suegra es donde se suelen ver las películas de domingo tarde de antena3 (es lo que hay), pero una vez me dejaron poner lo que quisiera dentro de las posibliidades, y tuve la suerte de ver a mi héroe favorito: John McClain.

Después de dos películas encerradas en diferentes Junglas de Cristal, aquí salimos por fin de edificios para estar en la Jungla Urbana de Nueva York. Un nuevo super-terrorista está sembrando el pánico por las calles de la ciudad y reclama la vuelta de John McClain a la primera línea de fuego para putearle de manera especial en una suerte de Simón dice con muy mala idea. Por estas cosas que pasan, se le une Samuel L. Jackson como side-kick, dedicándose a lo que mejor sabe: molar.

Y es que de eso va la película, de molar. John McClain ya no es un hombre, es un mito. A pesar de su camiseta Imperio y de su sufrimiento a lo largo de la película (bien destrozado que acaba), ya no es el policía cualquiera que se ha metido en un lío que le viene grande. Existe por y para sus chascarrillos, para tener su dosis de momentazo y realizar escena de acción molona tras escena de acción molona. Empieza a convertirse en ese ser sobrehumano que sí veremos en las últimas películas, tan pasadas de página que te tienes que tomar a chufla completa.

Todos los trazos argumentales que vimos en las dos entregas anteriores parecen no existir, como si no se tratara del mismo personaje principal. Además, el esquema de funcionamiento no tiene apenas nada que ver. Pero ¿y qué? Cuando consigues que la película funcione tan estupendamente, ¿acaso importa? Aquí está la mayor de sus virtudes. El continuismo de Alerta Roja funcionó en su contra, pero el público no hubiera aceptado este cambio de paradigma si no le hubieses proporcionado un buen espectáculo.

Para estar a la altura del mito de La Jungla de Cristal, necesitas que todo esté en su punto.

Primero tienes un trío principal que desprende una química brutal: el canijo de oro de los 90 (Bruce Willis // John McClain), un tío que ha basado su carrera en molar (Samuel L. Jackson // Zeus) y, finalmente, uno de los pocos malos de cine que están a la altura de Alan Rickman (Jeremy Irons // Simon). Cada escena entre ellos parece una lucha para ver quién tiene más carisma. Y no digo intentar ser el más chulo del barrio, no. Simplemente, son la caña.

Además, McTiernan es bien consciente de lo que funcionó unos años antes y, desde la dirección, dota a la película de un ritmo vivísimo en el que siempre están pasando cosas muy diferentes. Mezcla con sorprendente efectividad persecuciones imposibles, tiroteos de diverso pelaje y puzles con los que pararse a pensar, todo ello en una ensalada en la que la tensión y la emoción se mantienen en altísimos niveles durante todo el metraje, consiguiendo que te pegues al asiento y sus dos horitas se ventilen en un plumazo.

No sólo es que pasen muchas cosas, sino que la acción destila un savoir-faire artesanal muy bien encontrado, constituyendo lecciones de como filmar la acción casi en continuo, con el toque espectacular y, sobretodo, variado que pide la película en cada momento.

El asunto se complementa con un guión muy bien trazado en el que los diálogos están repletos de frases lapidarias para todos, comentarios pasados de rosca y chascarrillos descojonantes que aciertan continuamente, conformando un conjunto que desprende sarcasmo y mala leche por todos lados.


Así pues, lo tiene todo para entretener, con ingredientes de primera que funcionan como un tiro: las escenas de acción, una trama que avanza a todo ritmo, los actores que se gustan en su salsa, tiros, explosiones, giritos de guión que no se olvidan y emoción bien entendida.

Uno de los mejores ejemplos de película palomitera y entretenida por todos los poros. Ideal para pasar un buen rato sin importar si la has visto antes o no.

 

Nota: 10

Nota filmaffinity: 6.9 

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Harry Potter y el cáliz de fuego

No sé de cuando data mi reseña de la tercera parte de Harry Potter, pero seguro que de hace un puñado de meses. Pero bueno, hoy traigo aquí la cuarta de sus películas, confiando en que antes de 2025 podré dar por terminado el repaso de las 7+1 entregas, tras lo que me pondré con los libros. Al paso que voy, la quinta película en seis meses, con suerte.

En fin, a lo que íbamos. Cuarta entrega del Niño Mago y cuarto curso en Hogwarts. La historia comienza con la fuga de Azkaban de uno de los criminales más peligrosos del mundo de la Magia, lo que se complica con la participación de Harry Potter en el torneo de los Tres Magos, una competición interescolar para comprobar quién es el alumno más prometedor de las escuelas más prestigiosas del mundo. Por si fuera poco, también hay el mundial de Quidditch y vuelve “el que no debe ser nombrado”.

Cuando salí del cine, hace ya un porrón de años y el libro recién releído, recuerdo tener la sensación de habérmelo pasado en grande con una película muy mala. Este Harry Potter no se parecía en nada a lo que habíamos visto, era más espectacular pero más insulso que nunca. En este segundo visionado, los años vienen a confirmar lo que sentí entonces.

Yo venía de disfrutar en grande con la personalísima película de Cuarón, mucho más oscura que las dos primeras y más acorde con la imagen que yo me había montado en la cabeza. Sin embargo, debí ser de los pocos que salió contento de la misma, porque los productores prescindieron del director mexicano cuando ya estaba en preproducción de El cáliz de fuego, siendo sustituido por el impersonal Mike Newell. Imagino que bajo la férrea directriz de producción de alejarse lo menos posible de las páginas del libro, firmó una propuesta mucho más espectacular y luminosa, pero mucho más vacía, con la impresión de no tener nada que contar. Encima, sin tener siquiera ese sentimiento de la maravilla mágica que sí tenían las de Columbus.

Newell parece limitarse a coger los eventos más importantes de la trama principal, rodarlos uno tras otro y así completar casi tres horas de película. No hay ninguna preocupación de desarrollar personajes, mantener un buen ritmo o siquiera enlazar un suceso con otro. Se hace difícil de seguir para aquellos que se han leído los libros y, probablemente, muy confusa para cualquiera que no haya pasado previamente por las 800 páginas de rigor.

Se agradece la literalidad con que se transcriben la mayoría de diálogos, pero luego también encontramos gazapos y referencias a otras cosas que se han dicho (en los libros) que en la película no se nombran, con el consiguiente efecto en la coherencia del film. Además, se obvia todo el desarrollo de los personajes y sus motivaciones, dejando la sensación de que lo que importa es que pasen cosas y no porqué pasen. A eso le añadimos que brotan personajes por todos lados de los que no sabemos nada, se nos dice el nombre y luego no vuelven a tener importancia. Entiendo que es un guiño a los lectores, pero es que leer el libro se convierte en la única manera de saber qué ocurre. El batiburrillo de hilos argumentales no precisamente hilvanados con que se hace ver que se engarza el film, se acaban o no si así le interesa al metraje (el Mundial, la presentación de Diggory y Rita, qué ocurre con Hagrid), pero luego se le da mucha cancha a la escena más bochornosa de la saga (el baile de Navidad). Obvio es decir que la trama no despega en ningún momento, ni siquiera llega a coger velocidad.

Lo más curioso es que aunque estemos ante el peor guión que ha tenido el trío maravilla hasta ahora, aquí es la primera vez en que parecen ser conscientes de que si hacen las cosas bien, pueden tener una carrera como profesionales. Se aprecia un esfuerzo consciente en intentar hacer las cosas bien. Rupert Grint sigue siendo tan ostiable como siempre (sorry!), pero se nota una mejora tanto con Emma Watson como con Daniel Ratcliffe, a pesar de lo poco que les ofrece en el guión. Sorprende ver a un joven Robert Pattinson pre-Crepuscular haciendo de guapete sonriente, en esta época no tan ostiable. El resto de actores van con el automático puesto, destacando para mal Katie Leung y Ralph Fiennes (sobretodo), que parecen estar contando los días que les quedan para cobrar el cheque correspondiente.

Lo que sí se debe destacar del film es su parte técnica. Si bien la imaginería no innova en absoluto, está muy bien realizada. Hay músculo bien gastado, con chorrocientos cositos volando, unos dragones muy rechulones y escenas acuáticas bien rematadas. La película luce bonita, llena de luz y vitalidad, incluso en los momentos que debían ser más tenebrosos. Nunca entenderé la decisión de hacer una versión de Voldemort tan pusilánime. Supongo que el poco empeño de Fiennes para que tenga personalidad influye, pero se hace patente que es así como se quería que fuera el Señor Oscuro. Ni amenazante ni poderoso. Simplemente idiota.

La banda sonora abandona la partitura original de Williams (salvo su tema principal) en un ejercicio a cargo de Patrick Doyle al que le falta frescura, sólo acompañando a la imagen, en vez de complementar y realzar la emoción del mundo mágica.

La principal conclusión es que el proyecto pierde mucho con el cambio de timón. El proyecto se rueda para cumplir con el cupo, sin voluntad de hacer un buen trabajo, lo que se nota en su impersonalidad. Realmente me hubiera gustado contemplar la visión de Cuarón respecto al despertar sexual de los protagonistas, sus primeros (y desastrosos) devaneos amorosos y, especialmente, su visión del malo maloso que ha llegado a aterrorizar a una generación completa de magos. 

Con Newell, el mundo parece menos mágico y se vuelve más mundano, perdiéndose en escenas de telenovela supervitaminada.tro películas, la más impersonal y falta de gancho. No parece haber alguien a cargo que sepa qué se quiere contar, limitándose a enganchar escenas una detrás de otra sin mayor criterio que el cronológico. Le falta magia, diversión y algo que contar, pero sí se nota espectacular, entrando bien por los ojos a la que apagues el cerebro.

Nota: 2

Nota filmaffinity: 6.6 

domingo, 29 de noviembre de 2020

El viaje al amor (Eduardo Punset)

Este es uno de esos libros un poco extraños que no acabo de saber muy bien porqué lo leí. Yo no me lo compré ni tenía una ilusión especial por leer, pero apareció por casa, así que algún día tocaba ponerme con él.  Cosas que pasan y vicios que tiene uno.

Título: El viaje al amor

Autor: Eduardo Punset

“Los secretos del amor se habían interpretado siempre desde los campos de la moral o la literatura. << El amor es ciego >> se decía, pero hoy empezamos a saber que se mueve por razones evolutivas y biológicas extremadamente precisas. La revolución tecnológica está permitiendo, primera vez en la historia de la evolución, que la ciencia aborde los secretos del amor.

Ahora resulta que los ciegos éramos nosotros. ¿Cómo pudieron nuestros antepasados sobrevivir amando o despreciando, sin saber lo que ocurría en su interior? ¿Es posible hablar de una existencia feliz sin considerar lo que significa el amor? Paso a paso, en un estilo al alcance de todos los lectores El viaje al amor descubre revelaciones fundamentales sobre nuestra capacidad de amar, herramienta indispensable en una vida plena y feliz.”

No soy uno de estos asiduos de los libros de ciencia divulgativa. A la que te paras a analizarlos un poco con algo de criterio, están plagados de sobresimplificaciones e imprecisiones, cuando no maguferías y teorías extrañas con poca base. Por ello, no es de extrañar que empezara el libro con cierto escepticismo. Un tema tan etéreo como “El amor” da pie a desvaríos antes que a un análisis sesudo.

Y más cuando el que está a cargo es Eduardo Punset. Este exministro de la dictadura se labró una buena fama como divulgador cultural una vez llegada la democracia. Aunque sabía hacer la ciencia interesante, siempre encontré que se dirigía demasiado a un público lego en la materia, con unos textos muy simples para un científico de carrera como yo. Entiendo la necesidad de evitar complicaciones para llegar a un público más amplio, pero siempre me dejaban la sensación de que no me aportaban apenas nada nuevo.

Nada más empezar la lectura, me sorprendió la profusión de datos comprobables y de citas que se presentan. Casi todas las afirmaciones que se presentan en el libro están sostenidas científicamente, con referencias a mano que puedes consultar, en su mayoría de publicaciones crudas sin filtras. Acudir a ellas puede ser muy denso para la mayoría de los lectores (y muchas veces tras muro de pago), pero no es mi caso. El aspecto biológico del amor está muy trabajado y se nota un trabajo concienzudo para que el mensaje sea claro y entendible. Obviamente, muchos aspectos están simplificados y se salta un puñado de factores que seguro influyen en la tesis que el libro defiende (él mismo lo reconoce en el texto), pero eso no impide que todas las ideas tengan sustento real. Yo hubiera preferido que fuera más a fondo, pero entiendo que no soy el público típico. No obstante, estoy seguro de que habrá quién lo encuentre excesivamente sesudo y técnico.

El aspecto más polémico del texto presentado es que defiende que el amor es pura biología, basado en reacciones químicas, equilibrios termondinámicos e interacciones entre moléculas, despreciando completamente todos los aspectos sociales que pudiera tener (complicaciones humanas sin sentido, dice). Estoy seguro de que muchos se enfadarán ante una aproximación tan descarnada, especialmente los que estén más influenciados por estudios sociológicos que limitan el efecto de la biología en las personas. Puede que no estés de acuerdo con su aproximación y sus consideraciones, claro, pero la biología es la biología y cada uno arrima la ascua a su sardina.

Sorprendido por la aproximación, no dejo de comprobar que está en consonancia con la mayoría de teorías de comportamiento de origen biológico, cuadra con lo que sé de hormonas y neurotransmisores, con lo que le otorgo una inesperada validez (y más con la profusión de citas que utiliza). Lo que quizás más me molesta de todo el libro es que cada vez que explica algún dato sobre enzimas, hormonas y otros compuestos, lo ilustra con una anécdota de juventud en la que se nos narra sus gozosas aventuras como ligón involuntario. Al final perdí la cuenta de cuantas féminas quisieron enseñarle lo que era el amor de verdad, sin que él tuviera fuerza de voluntad de rechazar…

Como ocurre con cualquier libro de divulgación, debe tratarse de un tema que te interese previamente para que desees leerlo con ganas. Puede ocurrir entonces que el público interesado ya sea ducho en la materia, con lo que no aprenderá gran cosa. Sin embargo, el libro sabe ser entretenido, presentando anécdotas científicas de un modo interesante y entendible. Esto último es una de las cualidades más importantes del Punset divulgador, en lo que ha demostrado sobrada experiencia en sus muchísimos libros sobre ciencia.

Lo más importante: se lee agradablemente, aprendes cosas y es científicamente válido. Ya les gustaría a todos los libros de divulgación científica ser así de correctos.

Nota: 6

Nota goodreads: 3.26/5 

jueves, 19 de noviembre de 2020

Cobra (Frederick Forsyth)

Hace no mucho (o sí) se leyó uno de Forsyth, uno de los grandes escritores de libros de espías de la Guerra Fría pues hoy repetimos en uno de sus libros más modernos.

Título: Cobra

Autor: Frederick Forsyth

Título original: The cobra

Traducción: Alberto Coscarelli

“El tráfico de cocaína mueve miles de millones de dólares cada año. Su consumo causa un número incalculable de muertes y su dominio crece a un ritmo imparable. Un día el presidente de Estados Unidos decide invertir todos sus esfuerzos en acabar con este negocio y le encarga esta tarea, aparentemente imposible, a Paul Deveraux, un ex agente de la CIA, inteligente, dedicado y tan audaz como despiadado. Deveraux acepta el reto, pero impone algunas condiciones: tendrá a su disposición todo el dinero, los agentes y los recursos que considere necesarios. La guerra ha estallado y han desaparecido las normas del combate.

Desde las pistas de aterrizaje de la selva amazónica hasta los barrios bajos de Bogotá, pasando por las oficinas gubernamentales de Washington, Paul Deveraux, alias Cobra, descubre la escalofriante realidad del imperio más poderoso: el de la droga.”

El libro nos sitúa a un Obama muy perdido en su presidencia, con muchos complejos y ganas de realizar su Obra Magna con la que pasar a la historia (bueno, no lo nombra, pero por la descripción nos entendemos), así que le da la ventolera y decide que hay que acabar con el tráfico de cocaína (no con la heroína, anfetas o whatever, sólo la cocaína) antes de acabar su segunda legislatura. Y para ello, decide proveer de fondos opacos e infinitos a un grupo paramilitar, saltarse cualquier ley internacional y todas las cuestiones de ética que uno pudiera planearse. Todos los cárteles deben desaparecer, sin importar los medios. Los quiere a todos muertos, sin fallos. Y punto. Y es que el libro es así de simple. Lástima que el mundo real no lo sea tanto.

A Forsyth le debemos, sin duda, un buen puñado de las mejores novelas de espías de la Guerra Fría. Sin embargo, me sorprende lo mal que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, cuando el escenario ha cambiado. Lo podemos ver en el desnortado planteamiento de la entretenida El manifiesto negro que ya reseñamos o en la novela que tenemos hoy entre manos. El argumento no hay por dónde cogerlo.

No obstante, su talento a la hora de llevar el ritmo y mantener la tensión está tan fresco como el primer día. Una vez tenemos todo el berenjenal planteado y empieza la acción, con un James Bond de Hacendado liándola parda allá donde va, la diversión está asegurada. Pocas veces me ha planteado una trama con tan poco sentido, pero sigue consiguiendo que las páginas pasen como nada.

Las novelas de Forstyh están protagonizadas habitualmente por espías que son estandartes de la nobleza y las buenas costmbres. Sin embargo, Paul Deveraux, se convierte en el héroe más desagradable que le recuerdo. Presentado inicialmente casi como un fanático religioso, vemos en él a un auténtico malnacido que se arroga con el estandarte del bien y la verdad para cometer todas las tropelías necesarias para triunfar (y se nota que disfruta con ello). Forsyth parece esforzarse con que le cojas ojete y lo consigue. Frente a él, el protagonismo recaería en el malvado malvadísimo dirigente del cártel de la droga. Pero, ante la sorprendente falta de personajes y desarrollo de personalidad de cualquier secundario, éste se confunde en el tópico narcotraficante estándar que hemos visto mil veces en propuestas similares. No hace falta de hablar del resto de seres que pululan por las páginas, apenas nombres que hacen cosas en pos de una trama no muy creíble.

La parte buena es que el libro pasa como nada. La emoción (sin sentido) te motiva a pasar páginas y páginas. Por otro lado… es el menos épico y gracioso de todos los que he leído, le echo de menos esa sensación de suspense o de peligro inminente típica de las historias de espías. Simplemente se va interceptando cargamento de drogas tras cargamento de drogas, con cada innovación rápidamente contrarrestada en una escalada de medios y violencia que sabemos sólo puede tener un vencedor. Forsyth suele proporcionar alimento más sustancioso, pero con Cobra nos ha traído una hamburguesa. De primera, que puede entrar finísima cuando el cuerpo lo pide, pero de este autor sabemos que puede (y debe) dar algo más sustancioso que una hamburguesa.

Cobra es entretenida, sin duda. Estoy seguro de que si la hubiera leído con 12-13 años la hubiera disfrutado más. El libro se devora con ganas, gracias a un ritmo muy bien estudiado, una trama loquísima y el buen saber hacer del autor. Sin embargo, ningún personaje tiene poso, los giros de la trama no llegan a sorprender todo lo que deberían y el final no acaba de ser satisfactorio. Al final, deja la sensación de que podría haber sido mucho más de lo que es, algo habitual en los libros más recientes del autor, incapaz quizás de adaptarse a una nueva geopolítica en la que no se siente tan cómodo.

Nota: 3

Nota goodreads: 3.61/5 

martes, 17 de noviembre de 2020

Ant-man y la Avispa

Cuando llegó La Guerra del Infinito, todos pensamos que ya no se podía hacer nada más grande dentro el cine-espectáculo de súpers. Endgame nos dio otra dosis estupenda de diversión pura, pero entremedias se estrenó esta película menor que me pasó completamente inadvertida, que venía a rellenar qué era lo que habían estado haciendo los otros héroes durante el mega-pifostio organizado por Thanos.

Pero bueno, más allá de algún cameo o pequeña aparición secundaría, ¿dónde habíamos dejado a Ant-man? Pues éste ya estaba disfrutando con su traje, alucinando con la revelación de que Hope Pym también tiene un traje preparado para ella (la Avispa), mucho más versátil que el de Scott Lang. La aparición de un nuevo malo maloso (Fantasma), con poderes de cambio de fase, se mezcla con el ataque de una agencia secreta que quiere apoderarse del secreto de las partículas Pym. Por si fuera poco, Scott quiere recuperar la relación con su hija de la que no tiene custodia y, encima, Henry Pym desvela que su mujer lleva veinte años perdida en algún punto del espacio subatómico. 

Esta segunda entrega de Ant-Man es algo inusual dentro del MCU: Una secuela al uso. Marvel tiende a hacer avanzar su Universo centrándose en un personaje concreto según le interese (como puede ser El Soldado de Invierno, Ragnarok o la Civil War), aquí mete a Ant-Man en un mini-status independiente en el que se permite ignorar todo lo que sucede a su alrededor y, simplemente, continua la historia de Ant-Man allí donde lo había dejado, como si Thanos y los Vengadores no existieran (sin dejar de respetar las normas del MCU, que estas cosas se cuidan).

En un ejercicio continuista, repite casi todo el elenco delante y detrás de las cámaras, con el mismo equipo técnico y de guionistas, en el que Pyton Reed repite en la dirección para ofrecer un “más de lo mismo, más grande, más largo y sin cortes”, como buena secuela. Es consciente de qué es lo que funcionó en su primera película (algo inusual) y lo ofrece potenciado en un viaje de diversión pura sin ninguna complicación innecesaria. En gran parte podríamos coger la reseña que escribí hace años para Ant-Man y valdría también para esta película.

Así pues, tenemos una comedia de acción que bien podría firmar Jackie Chan, pero que tiene acceso a los efectos especiales marca de la casa del MCU. Paul Rudd se siente comodísimo dentro del personaje, lo que se nota en la naturalidad detrás de cada plano, incluso con el montón de pantalla azul que tiene el film. Michael Peña, por su parte, está más desatado que nunca, con todo lo bueno y lo malo de su personaje. El resto de actores no se molestan tanto, pero tiran de carima para sacar adelante a sus personajes con el automático puesto.

La historia peca de lo mismo (obvio) que su predecesora: no es más que una excusa para que tengamos un buen puñado de persecuciones bien ejecutadas, con un montón de chascarrillos más o menos afortunados. Entre ellos destaca el ingenio con el que se introducen todos los cambios de tamaño de objetos, visualmente impecables gracias a unos efectos especiales que realzan el cómico efecto de ser pequeñito y, al instante siguiente, ser enorme.

Los diálogos se saben simpáticos, conscientes de la nula trascendencia de su argumento, construyendo con solidez inesperada a unos personajes en medio de chascarrillos que dejan una sonrisita tonta, además del chillón de golpetazos y tortas deudoras del slapstick más clásico presentado con buen gusto.

Consciente de las limitaciones argumentales de la película, Reed compone un fresco sin ínfulas de grandeza, mucha cotidianeidad (en una de súpers), algo de entrañable simpatía y una de las pocas historias de amor funcionales del MCU (y uno de los pocos padrastros que no es malo por ser quién es).

Se puede ver (casi) independientemente del resto del universo y echarte unas risas con sus patochadas a la que casas con su sentido del humor. Es (y no quiere ser otra cosa) que una memez muy entretenida con menos poso del normal de la franquicia, sin otra función que darte 2h de risas y dejar al personaje a punto para el Endgame. Un refresco tan disfrutable como olvidable que se agradece de vez en cuando entre tanta épica desbocada.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 6.0