viernes, 29 de junio de 2018

La monja y el capitán (Simenetta Agnello Hornby)


¡Anda, llegamos al libro 18 de la Cesta’13! Ya son unos cuantos, aunque es verdad que hace mucho que no publicaba ningún libro y que me salto el orden cuando quiero, pero bueno, a veces el que toca no es una obra a priori de mi estilo, como ha ocurrido aquí.

Título: La monja y el capitán
Autor: Simonetta Agnello Hornby
Título original: La monaca (la monja)

“El 15 de agosto de 1839, en la ciudad siciliana de Mesina, la noble casa del mariscal Padellani bulle de actividad con los preparativos de la fiesta de la Asunción. Ágata, la sexta hija del mariscal, no sospecha que ésos podrían ser sus últimos momentos de felicidad. Está enamorada del acaudalada Giacomo Lepre, pero, a pesar de ser correspondida, la lamentable situación económica de la familia la obliga a renunciar a él. En efecto, tras la muerte del mariscal, la madre de Ágata, ya sin recursos, la interna en el monasterio de San Giorgio Stilita. Allá Ágata vive y sufre las rencillas, odios y pasiones ilícitas entre las demás religiosas. Sólo encontrará consuelo en el estudio, en las tareas que le asignan y en la observancia de la rígida regla benedictina. Como válvula de escape, lee las novelas y los libros de poesía que le envía James Garson, capitán británico al que conoció antes de profesar las órdenes. Mientras en Italia estallan las revueltas, Ágata se debate entre la obediencia debida y sus deseos de integrarse en el mundo exterior, y la velada presencia de James Garson hará que afloren en ella sentimientos que van más allá de sus ansias de libertad.“

Seamos sinceros, después de leer este resumen, uno esperaría encontrar una novela romántica repleta de amores imposibles, pasiones al límite y estas cosas que no me entusiasman lo más mínimo (véase la “estupenda” Leyendas de pasión). No era un libro que me estimulara. Sin embargo, me he encontrado una propuesta muy diferente. La Monja y el capitán constituye una cuidad novela costumbrista que retrata la caduca aristrocacia italana de principios del siglo XIX, con todos los anacronismos que arrastra, debatiendo si modernizarse o vivir en su torre de marfil sin reconocer que los tiempos están cambiando, sin por ello olvidar que la mujer de la época es simple moneda de cambio con la que negociar créditos, favores y poder. Asimismo, reflexiona con acierto sobre la opresión que sufre cualquier miembro de esa sociedad respecto a lo que quieren ser y, sobretodo, lo que deben ser, les guste o no. Cualquier decisión personal queda supeditada a las necesidades de la famiglia como un ente superior al que se debe preeminencia y sobre el que se debe procurar bienestar antes que el propio. No obstante, el tema principal de la obra es el de mostrar cómo era la vida de una monja de la época.



Debo insistir especialmente en esto último. Por momentos parece que lo que estemos leyendo no es si no un documental novelado, una historia que sirve de excusa para que paseemos por todos los estamentos de un monasterio italiano, sepamos de las costumbres de las novicias y sus sutiles (o no tan sutiles) diferencias con las profesas y las monjas veterana, las relaciones de poder entre los grupos y las “cordiales” relaciones existentes entre ordenes monacales. Por momentos, deja la sensación de que las desventuras de la protagonista son meras excusas para que vaya saltando de un sitio a otro y así la autora tenga la excusa de explicarnos cómo era el lugar.

La protagonista única y absoluta del libro es Ágata, a la que seguimos desde que es apenas una infante hasta que es una mujer madura. Espléndidamente construido como personaje, contrasta su actitud rebelde e inconformista, sin por ello destacar por su devoción y su consciencia sobre el deber de toda mujer en la sociedad de la época. Lamenta su poca capacidad de elección, protesta contra las desventuras que las obligaciones de su condición traen consigo, pero al mismo tiempo se pliega a los constreñimientos que trae consigo la vida. Me encanta como se mezclan las contradicciones de su vida: ansiosa de ser una buena chica con las mismas ganas que gritar de frustración ante todas las injusticias que caen sobre ella. Realmente, es un personaje muy bien trazado, con sus (muy humanas) incoherencias y su incapacidad para aceptar el papel que la sociedad le ha obligado a tener.

Al final, la trama romántica, que si existe, apenas tiene importancia en el conjunto general de las cosas. El Capitán es apenas una lámpara decorativa que Ágata tiene que conseguir en algún momento y no tiene otra función que servir de detonante de la acción, un poco más en consonancia con el título en versión original respecto al traducido. Por otro lado, tampoco molesta en absoluto su presencia. 

Con una prosa fácil y eficiente, se convierte en un libro de lectura agradable. Las descripciones y explicaciones son abundantes, pero se hacen amenas y en ningún momento lastran un ritmo que desarrolla la trama con fluidez. Sus cortos capítulos ayudan a cambiar de ambiente con facilidad, lo que aporta fluidez, permitiendo pasar de páginas sin apenas enterarte.

Por otro lado, la historia como tal no tiene apenas emoción, siendo fácil de predecir. Si puedes disfrutar de un docudrama bien escrito, pasarás un buen rato con este libro. Si no te interesa la vida en un monasterio…

Pero bueno, debo reconocer que un libro que parecía que iba a ser decepcionante y aburrido en sus diez primeras páginas ha acabado siendo interesante a su manera.  Diferente es, no lo vamos a negar.

Nota: 6
Nota goodreads: 3.37/5

miércoles, 27 de junio de 2018

Spiderman - Homecoming


Supe que iba a haber OTRO reinicio del trepamuros unos meses antes de saber siquiera que el personaje iba a aparecer en la Civil War. Pocas veces me he enfrentado a una sensación de hastío antes siquiera de ver el más mínimo tráiler de la película. Realmente, era un “Anda, iros por ahí a cagar a la vía”. Innecesario y repetitivo.


Sin embargo, a medida que se iban sabiendo cosas sobre el proyecto, este Homecoming (vuelta a casa) se me iba haciendo más simpática:

1) Spiderman iba a ser un chavalín de 14-15 años (aunque el actor tuviera 20 ^^)

2) Marvel anunció que NO se iba a volver a contar nada de la picada de la araña. Spiderman ya era Spidey al inicio del film.

3) Se alejaba de la imagen de una Tia May viejecita y desvalida. En consonancia con la juventud del prota, ella iba a ser una cuarentona de buen ver (¡ojiplático me quedé al ver que iba  a ser Marisa Tomei!)

4)  Michael Keaton en su tercer papel como superhéroe avícola (Batman, Birdman y, ahora, el Buitre), que es un actor que siempre me ha encantado.

No tenía muchas ganas de Spidey, pero vaya si me lo estaban vendiendo bien. El remate final viene con su aparición en la Civil War, constituyendo la mejor presentación del personaje en cualquiera de sus encarnaciones fílmicas. Pues parecía que iba a molar y todo.

A diferencia de su papel habitual dentro de la franquicia Marvel, dentro del MCU se planteaba como un personaje secundario, un aprendiz de súper que está dando sus primeros pinitos mientras los Vengadores cuentan con años de experiencia a sus espaldas. Características que concuerdan con la película que se le da.



Aquí, en Homecoming, Spiderman es un chavalín que todavía alucina Rickinillos con los poderes que tiene y está viviendo sus primeras aventuras con total ingenuidad. Rápidamente, llama la atención de Iron Man, que le servirá (más o menos) de mentor. Por su parte, el Buitre trabaja desguazando los restos de las batallas de los Vengadores y se gana un sobresueldo vendiendo armas en el mercado negro. Cuando Peter Parker intenta contárselo a Tony Stark, éste no parece muy interesado, por lo que Spidey tendrá que tomar cartas en el asunto, mientras intenta ligarse a la chica más guapa del instituto.

Estaremos de acuerdo en que sí, un argumento muy genérico para dar a un personaje “menor” una aventurilla de introducción para que le cojamos cariño y tenga su dosis de acrobacias aquí y allá. Poco antes de ver la película, me fijé en la presencia de 6 guionistas metiendo mano en el guión, lo que suele ser símbolo de abundantes reescrituras imperfectas (cambios de tono, irregularidad en la generación de escenas… en definitiva, no es buena señal). Y ¡ay!, que tontada más grande de película. Han conseguido mostrarnos a un adolescente atolondrado con un pavo que no sabe qué hacer con él (muy logrado Tom Holland, no es fácil) metido en una aventura que le viene muy grande. Queda patente que no da la talla, pero su entusiasmo juvenil le impide contenerse y liarla a lo bestia. Al final, es casi una comedia de adolescentes –bien montada- con los súpers y escenas de acción por ahí. A grandes rasgos, me recuerda mucho a un puñado de cómics recientes de Marvel (Hulka, Ms. Marvel) en los que se quita cualquier asomo de trascendencia a la trama y nos quedamos con simpáticas comedietas de acción. A fin de cuentas, es lo que muchos vemos en Spiderman. No es tanto un héroe torturado por la responsabilidad, sino un chapuzillas graciosete y lenguaraz que saca adelante los entuertos a base de suerte e improvisación. Esto no es El soldado de invierno, esto es un entretenimiento ligero de un superhéroe “inexperto”.



Ahí está uno de los mayores puntales de la película, se siente fresca, rejuvenecida. No tenemos a un treintañero en el instiuto, ni el drama existencial adolescente (ejem) parece impostado. Abundan las chorradas, las reacciones descerebradas de un quinceañero y la sensación de que, a veces, cualquier chorrada en la que entretenerse es más importante que lo más crucial. A su manera, este Deadpool para todos los públicos es un jarro de agua fresca, que cambia respecto a todos los Spidermans anteriores y se deja ver con facilidad.

El percal está dirigido, siguiendo la moda reciente de MCU con sus películas menores, por un Jon Watts que, aparte de ser un frikazo, no había hecho más que un par de películas de terror medianamente resultonas. Siendo esta la primera vez que goza de un presupuesto de más de 100M$, al final ni tan mal. No va a destacar por su pericia, pero mantiene el tono, no se mete en ningún lío del que no pueda salir y nos entrega un producto de entretenimiento con un acabado muy pulcro. Los efectos especiales marca de la casa funcionan como siempre, aunque Spidey a veces parece ser un poco demasiado de goma, sin que lleve un sombrero de paja.

Asímismo, mete mucho ritmo a un guión que está tan plagado de chistes que lastra un poco el limitado desarrollo argumental (al que tampoco le exigimos mucha trascendencia, pero we…). Mantiene acertadamente el papel de Downey Jr. al nivel del cameo y no abusa de escenas arácnidas que ya pudiéramos tener muy vistas de anteriores encarnaciones (vale, la eterna crucifixión no puede faltar).

El contraste del Spiderman de Holland resepecto al de McGuire o Garfield no puede ser más claro. La versión de Raimi nos mostraba a un Spiderman universitario, ya adulto y responsable, con arranques y chistecicos infantiloides que funcionaba muy bien para ponerse trascendente, pero fracasaba completamente al ponerse chorra. Fue una encarnación muy acertada en sus dos primeras entregas, pero pecó de excesivamente reiterativa en la tercera (qué Venom más malo, jus). El AmazingSpiderman de Mark Webb, interpretado por Garfield se acerca mucho más a esta versión, pero destilaba bastante poochismo, notándose demasiado que se había realizado por motivos digestivos, además de que se notaba “un poco” del cambio de edad actor/personaje. Holland no miente (mucho) sobre su edad y destila el entusiasmo loco que un friki de nuestra época tendría al descubrir que es Spiderman (¡como no!). Costará verle en películas más trascendentes (“Tengo miedo, Sr. Stark") y, como Deadpool, le gusta demasiado las chorradas como para tomárselo en serio, pero, por ahora, me parece el mejor de los que han encarnado al trepamuros cuando de hacer películas entretenidas se trata.

También hay que decir que Homecoming tiene la suerte de tener al mejor villano del MCU (hasta ahora, lo que tampoco es decir mucho, je). Las motivaciones de El buitre son muy terrenales, reconocibles, y cualquier espectador podrá empatizar con ellas. Nada de delirios de grandeza, ni destruir el mundo. EL buitre es un “honrado” trabajador que sólo busca llenar el plato en casa a base de material robado y tal y tal (como un Tony Soprano cualquiera). Además, da gusto ver a un buen actor que se lo toma en serio en una propuesta de este estilo. Se come con patatitas cada escena en la que sale (y salva media película, para que negarlo).



Spidey vuelve a casa, al MCU, tras su exilio en la Fox. Quizás de ahí el título Homecoming (que es lo que viene a significar). Puede que en el papel sea uno de los personajes más importantes de la franquicia, pero en la pantalla, se está construyendo como un personaje menor, como Antman. No en vano, sus películas guardan muchas semajanzas. Son propuestas funcionales, tontorronas y divertidas, que se dejan ver con agrado y deparan dos horitas de entretenimiento fácil. No deja de sorprenderme como las películas Marvel acaban siendo propuestas resultonas busquen lo que busquen, ya sea en las chorradas ligeras (Guardianes de la Galaxia, Deadpool) como en su vertiente más trascendente (Soldado de Invierno o Civil War).

Puede que no todos casen con este Spidey tan chorra, pero reconozco que las risas que me he pegado me han sentado muy bien, aunque la historia en sí sea una tontada bien grande. Básicamente, funciona. Puede que no añada nada que no hayamos visto antes, pero la mezcla entre comedia y acción es más que suficiente para pasar el corte y divertir como se esperaría. Homecoming acaba siendo un recuerdo de que se pueden hacer cosas molonas con Spiderman, que algunos ya parecíamos dudarlo. 

Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.4

domingo, 17 de junio de 2018

Golpe en la pequeña China


Después de las anteriores películas, nos vinimos arriba y quisimos acabar con la fantasmada más gorda posible. Echamos un repasito a Kung Fury y después atacamos el engendro más divertido de John Carpenter, uno de mis más queridos placeres culpables.

John Carpenter tiene una imaginación malsana para generar malrollo y se nota que disfruta incomodando al espectador, pero en el fondo siempre ha sido un cachondo. A diferencia de otros creadores del terrorífico (Cronenberg, te estoy mirando a ti. No, no me mires tu a mí), Carpenter tiene claro que sus películas no están para remover consciencias, sino simplemente ser disfrutables. Y es lo que viene hoy en el especial: un gozoso entretenimiento en el que cualquier cosa es posible.

Golpe en la pequeña China es una película de acción, una película de mafias y artes marciales orientales, pero también una comedia, una película de fantasía y una de superhéroes. Todo juntito y revuelto en 90 minutos sin descanso. Si un incauto espectador acomete su visionado conocerá a Jack Burton, el héroe más patético (y fardón) de los ochenta en un locurón que llevará la capacidad de sorpresa del espectador hasta el infinito y más allá.

Lo que empieza con un simple secuestro por parte de las tríadas Chinas se convierte en un desmelene en el que dioses bajan del cielo deslizándose por rayos, el protagonista es el sidekick, un wookie pasea por ahí (vencido de una patada en la entrepierna), engendros del Caos hacen las veces de walkie-talkies y un sucedáneo de Emperador Ming tiene un fetichismo muy curioso por los ojos verdes. Todo ello, claro, sin olvidar añadir a la coctelera su dosis de tiros, patadas voladoras, explosiones místicas y profecías milenarias.   

Lo más curioso es que para la Fox, ésta tenía que ser una película “seria”, de gran presupuesto, producida siguiendo la ola de películas de aventuras que aparecieron tras Indiana Jones. El proyecto sufrió mil cambios, que además se vio obligado a acelerar el proyecto para no coincidir en el estreno de El chico de oro, que contaba con Eddie Murphy en su mejor época (su proyecto equivalente de la Paramount, a la postre mucho más exitoso).

Como Carpenter había cosechado (merecida) fama por ser capaz de rodar películas a tiempo récord, los productores le encargaron que sacara adelante el proyecto. Esto provocó además una nueva reescritura de guión, con el consiguiente retraso adicional (entre otras cosas, se movió el marco temporal del Oeste a la actualidad y se convirtió a Jack Burton en el personaje bufonesco que conocemos). Al final, el proyecto tenía que estar terminado en cuatro meses.   Por si fuera poco, los complicados efectos especiales (aunque ahora se vean con cierta ternura) impedían rodar en escenarios reales, por lo que todo tenía que construirse, lo que obviamente disparó el presupuesto hasta unos desmesurados 25 millones de dólares.


A pesar de hallarse metido en éste percal, Carpenter tuvo la suerte de tener manos libres para hacer prácticamente lo que quiso. Por ello, Golpe en la pequeña China se transformó en una película que derrocha carisma, distinta a cualquier cosa que pudieras esperar.  El horterismo ochentero desborda por doquier (no puedo evitar pensar en sus particulares secuaces o esas escaleras mecánicas llenas de neones), haciéndola perfectamente merecedora de haber aparecido en nuestro especial de brilli brilli. Incluso su banda sonora es tremendamente característica, compuesta a base de sintetizador ochentero a cargo del propio Carpenter, alejándose de cualquier tópico oriental que podría hacerla más anodina.

Obviamente, los productores no entendieron qué producto les había sido entregado y lo vendieron entre mal y peor, con su consecuente estampada en las taquillas y la confusión total del público que se atrevió a pasar por el cine a verla. El batacazo fue bestial (en todos los sentidos). Sin embargo, los años han tratado bien a esta película: es una distintiva cinta de aventuras llena de frescura y buen rollito, cutre sin ningún complejo y ciertamente distintiva y original.

Mención aparte habría que hacer al personaje de Kurt Russell, fantasmón y fanfarrón donde los haya, dejando a Jonny Bravo a la altura de un simple aprendiz, pero al mismo tiempo atontado y encantador, entusiasmado de protagonizar una aventura que no lidera. Es un desastre, es imbécil… pero es adorable. ¡Qué diferencia con Snake Plisken de unos años atrás!



Finalmente, no podemos sino admirar la sacada de cipote que realiza su creador al mostrarnos una de las muertes más inolvidables de la gran pantalla. Tanto por el momento de máxima tensión como por su capacidad de grabársenos en el alma. Ya supongo que sabéis de cuál hablo, ¿no? Aquí la tenéis para que volváis a disfrutar de ella. Divertíos:



Este delirio no puede sino quererse. Golpe en la pequeña china es una cachondidad, descuidada y estrambótica que no puede sino disfrutarse a la que te pille con el ánimo adecuado. Especialmente si se hace en compañía de amiguetes, unas cervezas y la idea de pasar noventa minutos divertidísimos. La de veces que se la he puesto algún despistado, disfrutando de las exclamaciones de ¡pero qué pasa! (Jack Burton dixit) que acaban soltando con esta bastardada. De las mejores películas malas que te puedes encontrar.

Nota:
Jack Burton Dice…
Nota filmaffinity: 6.4

viernes, 8 de junio de 2018

Sinsajo: Parte 1


Y hete aquí que ya estoy acabando esta saga de películas. Puede que las haya visto en desorden (ventajas de haber leído los libros) y sin demasiada disciplina, pero uno se va poniendo al fin a acabar esta cosica.
Es curioso comparar las ansias con que devoré la saga literaria con el perezote que me coge cada vez que me dispongo a acometer un nueva entrega de las películas. Y mira que éste es el libro que más me gustó de todos, pero el único motivo para ver el film es para poder decir que he visto todos y acabar definitivamente con la saga. 

Sinsajo (parte 1) traslada, punto por punto, la acción del libro sin apenas cambiar nada. Katniss y su gente han podido escapar de la devastación del Distrito 12 y aparecen en el desconocido por todos Distrito 13. Inicialmente todo son ayudas y parabienes hacia la causa contra el Capitolio, pero pronto veremos que el Distrito 13 oculta también un buen número de muertos en el armario. Mientras tanto, Katniss se ha convertido en una figura vital para la Rebelión, a pesar de que su papel en la misma no es más que el de saludar y aparecer triunfante aquí y allá.

Después de ver esta primera parte, hay algunas cosillas que me han gustado. A diferencia de sus predecesores, Sinsajo es casi un libro bélico, muy alejado de sus dos predecesores, detalle que se ha respetado en la película, mucho más seca y áspera que las coloridas y festivaleras entregas anteriores. Sí, se ha rebajado mucho la dureza de las imágenes, pero desde arriba no se iba a permitir acercarse a la calificación +18 de ninguna de las maneras.

Asímismo, se nota que ahora SÍ hay dinero. Después de dos entregas con unos medios algo chusqueros, ahora tenemos unos efectos especiales resultones (aunque cante el CGI), unos escenarios mínimamente creíbles y una fotografía inusitadamente lograda. También se trata de una película que da pie a una acción más seria y menos aventurera. No hay demasiada, pero está bien coreografiada y se despacha con corrección. Finalmente, también se debería destacar su banda sonora, inesperadamente bien hilvanada con el tono general de la película.

Y bueno, ahora vamos al carro de defectos. Acabo de comentar que se agradece que haya una buena inyección de dinero, que se nota en la puesta en escena. Sin embargo, se fracasa completamente al hacer de la imaginería un elemento reconocible. A cada momento vemos un bunker  o un montón de escombros sin ningún atisbo de personalidad. No es que no tenga nada que ver con los decorados de Los juegos del Hambre o en Llamas, sino que no se diferenciarían en nada de un montón de escombros aleatorio que pudieras sacar de una Nova Prospekt cualquiera (estoy jugando estos días al Half-Life 2 y es clavadito, clavadiro), antes de pensar en ninguno de los distritos. No digo que esté mal hecho, es que es completamente anodino.


También he comentado que la poca acción está muy bien coreografiada, pero el problema es ese. Acción lo que es acción, hay poquita. Casi toda la película se dedica a explicar qué ha ocurrido “entre entregas” y a plantear el meollo que hará las veces de colofón final. Todo el rato es un “uy, que vamos a pegarnos” sin que llegue a pasar nada realmente. El ritmo, por tanto, no pasa de cansino, especialmente cuando los diálogos no destacan por su brillantez, lo que provoca que las más de dos horas que tenemos que soportar todo este tinglado no sean del todo agradables.

En otras entregas, había muchas quejas sobre la falta de muchos personajes. Se podía intuir quién era cada cual, pero no se confirmaba, no había espacio para ello. En Sinsajo, el guión te suelta todos los nombres para que nadie se queje. Incluso la acción se detiene un par de segundos para que le reconozcas, pero luego no se molesta en darle la más mínima personalidad o profundidad al mismo. Si sabes quién es y porqué hace lo que hace (al haber leído el libro), bien, sino, anda, tira para adelante que ya te están presentando a otro.

Se dedica, pues, un esfuerzo consciente en que no falte un solo personaje del libro, pero luego no se dedica más que un suspiro en la critica subyacente que se hace en el libro hacia la pérdida de libertades en pos de la seguridad y el fácil acercamiento al totalitarismo que ello supondría. Ya imaginaba que no se meterían a fondo, ya que una película tiene que estar bien masticadita, pero si antes lo has dejado caer al menos, pues esperaba que se tuviera presente. Si que se profundiza algo más, por lo menos, en el uso de Katniss como propaganda bélica. Los propios dirigentes aceptan que es una inútil, una chiquilla asustada que no sabe hacer nada, pero como la gente la adora, tienen que ir haciendo spots aquí y allá para avivar la llama de la guerra contra el Capitolio. No acaba de quedar tan claro la poca gracia que esto le hace a Katniss como en el libro, pero por lo menos celebro que lo hayan reflejado.



Finalmente, también se debe destacar el poco esfuerzo del noventa por ciento del elenco al trasladar los personajes a la gran pantalla. Más allá de Jennifer Lawrence, que hace lo que puede, y de Woody Harrelson, que con el automático ya le sirve, la actitud del resto es de pasotismo absoluto. Estoy de acuerdo en que no hay personajes desarrollados ni buenos diálogos, pero por lo menos, que no se note tanto que no te importa nada lo que está ocurriendo.

Cambiando de tercio, tradicionalmente he estado en contra de esta moda de dividir la última entrega de alguna saga en dos (y hasta tres) partes, como si fuera una miniserie. No parece otra cosa que estirar un poco el chicle y sacar un puñado más de pasta de taquillas y estas cositas. Sin embargo, a medida que voy viendo más ejemplos fuera de la Tierra Media, estoy quedando más contento con el resultado. De la misma manera que con las series cortas, este corte permite tener sobre las cuatro horas para desarrollar la historia, por lo que se pueden tomar las cosas con más calma, explicando la trama sin tanto apelotonamiento gratuito.

En este caso, el corte se produce en la mitad “física” de la historia, pero claro, ello conduce a una primera parte cansina, que sólo se limita a plantear la acción, mientras que supongo que la segunda parte será un continuo de acrobacias y dos tonterías para rematar la historia. No da la impresión de tratarse de dos capítulos de una misma historia, sino de una película partida en dos. Esta partición es muy peligrosa para el resultado de Sinsajo en su conjunto, pues obligaría a ver las dos películas del tirón si se quiere tener una experiencia mínimamente satisfactoria. No obstante, estoy seguro de que habría quedado todavía peor si se hubiera hecho del tirón en unos 140-160minutos.



Evidentemente, para apreciar mínimamente Sinsajo, se debe haber visto o leído que ha ocurrido antes, porque si no, no te vas a enterar de nada. Ni el director ni el guionista dedica muchos esfuerzos para que el profano se ubique.

Al final encontramos una adaptación rodada con cierta corrección, con sus cosillas buenas y sus errores de bulto. Este entretenimiento blandito funciona para satisfacer minimamente al fan de la saga y cumple con lo que se le pide, aunque fácilmente puede aburrir al espectador no devoto. Eso sí, el corte deja con muy mal sabor de boca.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 5.6

lunes, 4 de junio de 2018

Gru 3. Mi villano favorito


De un tiempo a esta parte, el objetivo de (casi) cualquier compañía estriba en sacar películas con potencial de saga de una manera cada vez más y más exagerada. Cada año, encontramos algunas que fructifican, permitiendo a sus creadores vivir de ellas durante unas cuantas temporadas, estirando el chicle todo lo posible. No es extraño, entonces, que el estudio Ilumination aprovechara para sacar Gru2 después del exitazo de su predecesora. Luego los Minions se independizaron en un claro (y simpático) ejercicio de marketing que convertía a estos petisos carambanales en auténticos memes andantes. Como la taquilla rendía con ganas, tocaba seguir abusando de la gallina de los huevos de oro y así la tercera entrega de Gru llegó a nuestras pantallas.

¿Dónde estamos ahora? Después de los hechos de Gru2, el malo maloso de buen corazón se ha convertido en uno de los mejores agentes del bien que la humanidad pudiera soñar. Pero ¡ay!, la aparición de un malvado de serie de dibujos ochentera provoca que Gru sea despedido porque patata. Mientras intenta limpiar su nombre (¿), un hermano secreto aparece para poner fin a sus problemas de una vez por todas. Por su parte, Lucy intenta con todas sus fuerzas cumplir el papel de toda mujer decente (ejem ejem): cuidar de sus hijos y apoyar a su marido pase lo que pase. Entremedias, Agnes busca unicornios y los minions se toman unas vacaciones –sin tampoco tener una clara razón para ello-.

Si bien el argumento es cuanto menos endeble, la saga nunca ha destacado precisamente por su profundidad. Lo que el espectador ha buscado en Gru es un entretenimiento ligero, con buenos chistes y un poco de aventura. Nunca fueron películas para ver con exigencias ni han buscado la más mínima trascendencia, pero funcionaban a su modo, como refresco tonto para el verano. Extraña entonces que no podamos encontrar nada de esa diversión en Gru3.

Empecemos por su antagonista. Una vez se diluye la sorpresa de su carismática aparición (lo mejor de toda la película), nos encontramos con un malo de opereta repleto de histrionismo ochentero. Es un personajillo insoportable para cualquiera que tenga más de ocho años que no tiene más motivación para ser el malo que ser el malo. Esto no le impide bombardear con un torrente de chistes y guiños que fracasan al intentar apelar a la nostalgia: Los niños no los entienden y los padres bostezan con un recurso del que ya se ha abusado con mucho más tino.

¿Los personajillos amarillos? Apenas aparecen. Tal como ocurría con Scrat en Ice Age, se desentienden totalmente de la trama principal para tener un mini-corto con poco sentido y menos gracia. En él, se dedican a interrumpir el poco ritmo de la película con una trama que transita entre la vergüenza ajena y la acrobacia mortadélica.

Se hace también evidente la falta de ideas argumentales. No es que sean incapaces de forjar un armazón con el que sostener cuarenta minutos de película –que lo son-, es que todas las historias del batiburrillo de cortos en que se basa el film están más que vistas, incluso son reconocibles las excusas argumentales de relleno, típicas de aquellas series que se han quedado sin nada que contar pero que aun así se ve en la necesidad de añadir paja para completar la temporada. Ideas pobres desarrolladas con menos ganas: Hermanos secretos, caprichos sin sentido, what if extraños…



Todos estos defectos, asi como cualquier otro detalle puede perdonarse si el resultado es divertido, si el film tiene un guión ágil, buenos diálogos o chistes que funcionen. Para no desentonar, no encontramos nada de ello, con los peores gags que hemos visto en toda la saga. A destacar la escena de la cena en que los dos hermanos se acaban de hacer amigos, con diálogos de besugos indignos de aparecer en Papá Piquillo.

Ni siquiera la animación se sostiene, pues a pesar de los años transcurridos, Gru3 tiene la peor calidad de toda la saga, con un movimiento de personajes más cercano al slapstick Cartoonetworkiano. La cuestionable decisión de introducir elementos ochenteros a la imaginería Gru chirría continuamente, con unos diseños que apenas tienen detalles a recordar más allá de los curiosos minions presos (que tampoco es que estén muy allá).

En conjunto, deja la sensación de que se trata de una película que se ha estrenado porque en contabilidad decían que debía sacarse. Los peluches, las camisetas y los estuches estaban preparados para salir al mercado, así que tocaba conseguir un impacto mundial que si no, no se vende. Da igual que el guión sea una anchoa, la animación esté hecha a desgana y apenas haga gracia. Se estrena y punto. En fin, una película inferior incluso para los estándares de la animación infantil, que no divertirá mucho a los más pequeños y apenas entretendrá a los sufridos padres que vean la película. Por lo menos dura ochenta minutos, así que pronto podremos empezar a hacer otra cosa.


A pesar de la decepción generalizada, ha reventado las taquillas como nunca, por lo que probablemente veremos una nueva entrega en un par de años (a ver, si de Ice Age o Piratas del Caribe siguen sacando secuelas a cada cual más cuestionable, porque de Gru no podría hacerse?)

Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.6

sábado, 2 de junio de 2018

La tortuga roja


Con demasiada asiduidad y muchas veces depositado en el saco de las películas infantiles, el cine de animación es el más indicado para desbordar cualquier límite de la imaginación y maravillarnos de las formas más inesperadas. Éste es el caso de La tortuga roja, un film sin palabras, pero poblado de sonidos, de música y de los ruidos de la vida. Un film que se dirige a todos, adultos, adolescentes y niños no demasiado pequeños, un film que nos transporta a otro lugar, dentro de un universo hecho de inventiva, de serenidad y de poesía. 

De invención y de poesía está lleno cada plano de La tortuga roja. Una invención sutil, intima, pero que también sabe ser espectacular -la extraordinaria secuencia del tsunami-, una poesía simple y minimalista, pero tan evidente como el trazo de tinta surgido de Picasso al pintar un ave, tan ingenuo como los trazos delicados y casi inacabados que conforman las pinturas de La princesa Kaguya, la magnífica obra de Isao Takahata, que supervisó atentamente la creación de La tortuga roja. 

El estudio Ghibli no se equivocó cuando depositó su confianza y apoyó el debut en los largometrajes del "jovencísimo" Michael Dudok de Wit, tras la sucesión de un puñado de cortos multipremiados (El monje y el pescado, Padre e hija). Dentro de La tortuga roja encontramos toda la onírica belleza de los films de Miyazaki y, especialmente, de Takahata, así como también un cierto sentido de la pureza de la cultura japonesa. Economía en unos trazos que destilan lo esencial, una delicada paleta de colores, cuyos tenues matices imponen al ojo atención a cada instante: Todo en esta historia nos atrapa, en sintonía con la hermosa y orgullosa exigencia de esta joya de la animación. 

Un hombre, el único superviviente de un naufragio, aparece sobre la arena de una isla desierta tropical. Una vez recuperado, se activa: explorar la isla, encontrar con qué sobrevivir, hacerse cosquillas en los pies con los cangrejos… y esforzarse cueste lo que cueste en construir una barca para escapar.  Pero una tortuga roja hunde su barquichuela a cada intento, impidiendo su marcha y llevándolo, una vez más a la playa. Parece su enemigo, pero, al final, será su única aliada. Después de todo, estamos dentro de un film de animación en el que todo es posible y de la tortuga roja eclosiona una mujer. El hombre ya no está solo. La historia puede continuar, alargarse y perdurar en el tiempo a través de la nueva humanidad que comienza.

Este ensayo de minimalismo extremo, La tortuga roja contiene muchas cosas en un ambiente vacío y desnudo. Justo esta simplicidad puede volvérsele en su contra, pues esta arriesgada apuesta puede no calar en un espectador que, aburrido, no aprecie (o no guste) de preciosistas fábulas de la comunión entre el ser humano y la naturaleza, sin diálogos ni un argumento claro.


No obstante, cada uno puede apreciar esta historia a su manera, cada uno atisbará el hecho de su propia sensibilidad, de sus creencias quizás. Sea cual sea el bagaje de cada uno o la propia edad del espectador, el espectáculo será grandioso… y de una simplicidad maravillosa. El instinto de supervivencia, más resistente que nada, la fuerza de la naturaleza, que sólo tiene igual en la del amor, el tiempo que pasa, los vínculos humanos, el ansia de descubrir el mundo… Todo ello se puede encontrar sobre el caparazón rojo de la tortuga, y más aún, sólo hace falta ser un poco curioso.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.1