miércoles, 31 de agosto de 2016

Los locos del Cannonball



Los locos del Cannonball es una de estas señoras horteradas que salieron de los ochenta que el poder de la nostalgia ha convertido en míticas. El argumento imita la conocida carrera ilegal de la Gumball, a la que le añaden bastante más tontería, presentado a un puñado de lunáticos dispuestos a usar las artes más sucias y chucas que uno pueda imaginar para ganar esta delirante carrera de coches. 

El tiempo horriblemente mal lo que ya era flojo de por sí. Los locos del Cannonball se hace imposible de contemplar sin padecer altas dosis de vergüenza ajena. Los gags han quedado desfasados, no tienen ninguna gracia y sobrepasan cualquier raya ofensiva que uno pudiera trazar. Y lo que es peor, sin pretender hacerlo. El humor ha cambiado y unos chistes (racistas, sexistas, groseros…) que podían tener su sentido hace cuarenta años, ahora no tienen la más mínima gracia (tampoco es que tuvieran mucha entonces). Hay quien la considera como carismática pero es tan mala que ni siquiera llega a ser de esas películas malas que en realidad son buenas. Lo peor es que ahora es una película más que capaz de ofender sin ser pensada como tal en su concepción.

Una de las cosas que hace gracia es contemplar la gran cantidad de pesos pesados dedicados a papeles totalmente auto-paródicos. Reynolds, Martin, Fawcett, Fonda y muchos más demostrando que no tienen ninguna vergüenza y que no tienen inconveniente en hacer el ridículo de la peor manera. Si bien aceptamos que el papel de Roger Moore está muy clavado como un trasunto autoconsciente de James Bond, no entiendo que pinta el personaje de Jackie Chan (que en aquella época ni era famoso), totalmente prescindible y más que estúpido.

Ni siquiera puedes decir que sus noventa minutos pasan rápido porque la película no tiene demasiado ritmo. Estos coches locos aburren sobremanera con una película que sin sentido ni gracia. Quizás lo más salvable es el compendio de cochazos que van apareciendo por la pantalla. Es algo que siempre se agradece, pero la película no da para nada más.

Los locos de Cannonball es de las cosas más vergonzosas que he visto en mucho tiempo. Hace treinta años era simplemente casposa. Ahora es realmente horrible. Miedo me da acercarme a su secuela…

Nota: 1
Nota filmaffinity: 5.3

lunes, 29 de agosto de 2016

Planeta 86 (Dan Abnett)



Cada año me llevo una sorpresa para Sant Jordi. Este año ha caído una novela de la que había oído hablar pero a la que nunca había prestado una especial atención. Si bien Dan Abnett es mi autor favorito de la Black Library, nunca me habían atraído sus obras fuera de la franquicia. Por hablar en voz alta y decir que me gustaba el autor, alguien decidió que me tendría que gustar este libro. 

Título: Planeta 86
Autor: Dan Abnett
Título original: Embedded

“El periodista Lex Falk viaja al planeta colonia 86 para cubrir un conflicto de poca importancia. De pronto descubre que lo que parece un simple enfrentamiento es en realidad una guerra en toda regla. El alto mando militar le prohíbe el acceso a la zona en conflicto. Para conseguirlo, Falk se introduce en la mente de un soldado a cargo de una unidad y es testigo de la batalla en primera persona. Pero el mecanismo mediante el cual controla al soldado falla y debe enfrentarse con sus propias armas a una guerra para la que no ha sido entrenado. Falk usará todos sus recursos para volver a casa y destapar la oscura trama que ha descubierto.”

La construcción del mundo en que se mueve la novela es algo que me ha gustado desde el primer momento. Hacía mucho que no veía un avance de nuestra civilización que parta del sistema de bloques de la guerra fría, llevada ahora al espacio. Partir de la presencia siempre molesta del enemigo (ya íntimo) del que no te fías puede parecer una premisa caduca, pero el estilo es proclive a las conspiraciones de Abnett. El mundo creado es futuro y claramente evolucionado desde nuestra realidad, pero muy deudor en estilo del de Blade Runner o Desafío Total: se ha avanzado en el tiempo pero los mismos problemas de corrupción, suciedad y dureza para con el desfavorecido siguen imperando. Este universo es diverso y reconocible, además de coherente. Sin embargo, en ningún momento se detiene a explicarte qué es tal artilugio o cómo funciona esa otra tecnología. Funciona y punto. Más de uno puede perderse un poquillo (y enfadarse por ello), pero con el contexto se hace fácil deducir que FRUTO® está ocurriendo (jeje).

Si algo he aprendido de este autor a lo largo de sus muchos libros es que sabe cómo contar una historia. El planteamiento inicial, las primeras cién páginas que se dedican a presentar el universo y plantear la historia entran como nada. Lex Falk, el cínico periodista que carga con el peso de la trama es un personaje sólido, fácilmente reconocible. Ha visto demasiadas guerras y su mala leche le está alejando de cualquier aprecio por parte del prójimo. Ya no es el periodista audaz de su juventud, plenamente consciente de su decadencia tanto física como mental, que soporta con litros y litros de whiskey. Pero aún tiene ganas de una última exclusiva, especialmente en cuanto se da cuenta de que el estamento militar está escondiendo algo turbio. Su instinto le obliga a un último servicio en el frente (periodístico) y meterse dónde no le llaman por última vez.

Decidido a obtener una exclusiva, accede sin pensarlo a realizar una inserción en la mente del sargento Nestor Bloom. Evidentemente, algo sale mal y será Falk el que se convierta en dueño de los actos del soldado. 

A partir de ese momento, la novela pega un cambio radical y olvida completamente todo el trasfondo que habíamos leído previamente para convertirse en una novela de acción bélica pura y dura. Tal y como si estuviéramos leyendo la retransmisión de una partida muy bruta de Call of Duty o de Mass Effect, la trama deja de tener (casi) importancia para convertirse en un festival de disparos, explosiones y luchas enconadas por la supervivencia (con las batallas retratadas en toda su crudeza y salvajismo). 

Por ello, la mayoría de soldados no pasan de ser un mero nombre que va a morir en algún momento. Los únicos que tienen más personalidad que un Land Rover son Ratonazo y Rash, el primero es el compañero de Bloom/Falk, es lo más parecido a un friki de la tecnología que podemos encontrar en este universo. Está siempre dispuesto a encontrar el lado bueno de las cosas, pues no tiene ningún interés en matar a los malos, sólo desea salvar el pellejo y volver a casa sin meterse en muchos líos. El segundo es el sargento de la unidad compañera del protagonista, que encarna el prototipo de líder dedicado a sus tropas que busca hacer todo lo posible para ganar la batalla salvando a todos los soldados posibles. De carácter brutalmente irascible, se queda solo arreando guantazos si sospecha que tu entrega es inferior a su sentido el deber. 

Cada una de sus partes funciona a la perfección dentro de su género: las primeras cien páginas son ciencia-ficción de calidad y las últimas doscientas es de lo mejorcito dentro de la novela de acción. Un buen mundo de ciencia-ficción para empezar y una ensalada de tiros de primera para acabar. Que entre ellas no peguen ni con cola, es harina de otro costal. Otro detalle es que no hay ni rastro del horror gótico en que se suele mover Abnett en las novelas de la Black Library, lo que supone un soplo de aire fresco en su literatura. Es todo un placer ver lo que Abnett puede hacer cuando el trasfondo no le encorseta, pero quizás hubiera sido adecuado que las dos partes del libro casaran un poco más entre ellas, o que el puente que las une fuera bastante menos abrupto. A pesar de que seguro que la total libertad para el autor era una de las exigencias del libro, un poco de más mano del editor para pedir un poco más de mesura a sus idas de castaña hubiera sido de agradecer, especialmente para los lectores más más impresionables o menos avezadas con el género bélico. No obstante, yo me lo he pasado teta con este libro. Ha sido una auténtica pasada.

Planeta 86 es una propuesta ideal para aquellos que conocen al autor y quieren verle escribiendo algo diferente. También gustará a los ávidos de emociones fuertes que busquen una novela con más sentido del habitual en las propuestas bélicas. Sus dos partes claramente diferenciadas puede echar para atrás a más de uno, pero en conjunto, es una novela tremendamente disfrutable.

Nota: 7 
Nota goodreads: 3.66/5
SPOILER: ¿Es cosa mía o lo que encuentran al final casa a la perfección con un PCE del Universo del 40k? No dudo que no será más que un guiño para sus fans warhammeros, pero plantear que se trata del mismo universo, pero treinta mil años antes mola mucho… FIN DEL SPOILER

sábado, 27 de agosto de 2016

La chica que saltaba a través del tiempo



Era uno de estos días en que uno se despierta en casa ajena y se ve obligado a hacer alguna cosa para llenar la mañana. No se puede salir, no hay consola… pero sí hay Netflix. Me puse a curiosear a ver que aparecía y encontré este film de Mamoru Hosoda (El niño y la bestia) que me pareció simpático. Por ello, decidí ponerme con la película para no aburrirme mientras esperaba que la casa despertara…

Makoto es una chica de instituto de lo más normal. Los estudios, la comida y sus amigos copan todos sus intereses a los que se dedica con la alegría propia de los que nunca han sufrido. Un bien día, descubre que puede “saltar” para atrás en el tiempo. Ante ella se abre un abanico de posibilidades. ¿Qué puede hacer un adolescente con ese poder sino divertirse? Así pues, repite las fiestas en las que se lo ha pasado bien, los exámenes que no fueron tan bien o las conversaciones delicadas con los compañeros de clase. Como no puede ser de otra manera, a medida que el uso de sus poderes se transforma en abuso, el daño que causan sus brincos se hará más patente, lo que la obligará a un uso cada vez más cuidadoso y reflexivo.

Lo que más sorprende de este anime es que no deja de abrazar el shojo a lo largo de todo su metraje. El efecto mariposa producido por sus numerosos avatares temporales gana cada vez más importancia, pero el tema de la película no se aleja nunca de los amoríos de la pobre Makoto. Los mecanismos que encontramos en el film y su desarrollo son los propios de las propuestas romanticonas que nos vienen desde el país nipón. No obstante, la introducción de un elemento típico de la ciencia-ficción como los viajes en el tiempo amplía las posibilidades para introducir elementos inusuales: Hosoda aplica con brillantez paradojas temporales, intentos infinitos y universos alternativos. La frescura que aportan rompe con nuestros esquemas, convirtiendo una historia de amor convencional en una propuesta de lo más inusual. 

Se abraza la ciencia-ficción con mimo, respetando sus normas y reflexionando sobre las consecuencias de romper el espacio-tiempo pero… en un ambiente totalmente cotidiano como es el día a día en un instituto, provocando un abanico de consecuencias que ningún forofo del género hubiera considerado jamás. 

La mezcla tiene todos los números para fracasar. Son mundos muy diferentes, que no tienen nada entre sí. Pero Hosoda consigue que esta difícil unión sea efectiva para el valiente espectador que no haya salido huyendo ante una película romántica llena de complicaciones o una propuesta de ciencia-ficción con tanto edulcorante. 

La creatividad que destila la película está fuera de lo común, llenándote de frescura y buen rollito para a continuación lanzarte por rincones de tu alma dónde nunca te hubieras esperado asomar en una propuesta tan happy como ésta. Sin embargo, se le puede discutir cuál es la necesidad de realizar un ejercicio de estilo de tal calibre, juntando géneros aparentemente incompatibles con un guión lleno de lirismo y ganas de vivir que hace guiños a mil elementos culturales del Japón de los setenta y actual, o si el más difícil todavía que se gasta al final tiene algún sentido. Ese es, quizás, el problema, hay muchas más ideas metidas de las que parece, y no todas acaban de estar bien desarrolladas.  


La animación se aleja del preciosismo típico del Estudio Ghibli, pero no por ello es menos destacable. Su simpleza y fluidez se hace ideal para fotografiar una ciudad japonesa en toda su belleza, revistiendo de un atractivo especial a calles, parques, charcos y horizontes de edificios. Es complementado con una banda sonora llena de alegría que contribuye a acompañar y dar sentido a cada situación, remarcando el carácter de cada personaje.  

Sin embargo, como ocurriera de nuevo en El chico y la bestia, la ligereza que desprende la película durante su 80% inicial se ve truncada con un giro trascendente a falta de veinte minutos para acabar. Más que capaz de dejarte con el culo roto, este cambio de esquemas previo al desenlace es lo más cuestionable de toda la película, pues contrasta radicalmente con el ambiente de jovialidad que venía arrastrando. A mí me ha encantado, pero estoy seguro de que muchos saldrán volando tras el abrupto cambio de tono previo al desenlace. 

Respecto a este desenlace (SPOILER), la analogía entre las vidas de Makoto y Kazuko no es casual. El libro de La chica que saltaba a través del tiempo es una novela de 1967 escrita por Yasutaka Tsutsui en la que (casi) los mismos hechos le suceden a una joven Kazuko. En esta adaptación, Hosoda ha decidido inventarse una continuación, trasladando la historia al presente (con Makoto) y así poder conectar con el público actual sin romper lazos con la historia original. El enlace para relacionar ambas historias está lleno de poesía –ese cuadro que cuya historia se pierde en el origen de los tiempos…-  capaz tanto de emocionar al dispuesto como provocar ataques de diabetes al incauto. FIN DEL SPOILER

La chica que saltaba a través del tiempo puede ser un tanto cursi y petarda, pero hay que reconocer que tiene su encanto. Realmente, me costó un rato decidir si me había gustado o no, pues es una propuesta tan inusual que descoloca sin ambages. Lo que si se hace obvio es que Mamoru Hosoda es un director lleno de buenas ideas, poseedor de un talento fuera de lo común y muchas granas de expresar sus inquietudes. No acabo de estar de acuerdo con su toma de decisiones o la ambición que demuestra en cada proyecto, pues La chica adolece del mismo “defecto” de El niño y la bestia: es una película mucho más compleja de lo que da a entender inicialmente; es bueno porque da mucho más de lo esperado, pero al mismo tiempo es malo, porque no consigue redondear el montón de ideas que hay embutidas en su metraje, como si hubiera mordido más de lo que puede tragar.

Nota:
7
Nota filmaffinity: 7.2

jueves, 25 de agosto de 2016

Buscando a Dory



Creo que no fui el único que se quedó a cuadros cuando apareció el primer tráiler de Buscando a Dory. Después de Del revés, ¿Pixar se había atrevido a hacer una película sobre el Alzheimer? Al menos es lo que parecían indicar los síntomas de desorientación y los vacíos de memoria que presentaba el simpático pez azul. Por suerte para nosotros, Pixar no es tan cruel.


Buscando a Dory empieza con un arrebato de lucidez de nuestro querido pez azul en el que recuerda que tiene padres que le esperan en algún lugar. El poder de la nostalgia y la necesidad de recuperar a sus familiares perdidos lleva a Dory y a sus compañeros payasos a emprender una nueva epopeya a lo largo del mundo.  Con un tratamiento mucho más infantil, Buscando a Dory es una película bastante entretenida pero sin rastro de emoción de su predecesora. Todo transcurre con demasiada facilidad para sus protagonistas y la carga dramática que implicaba la tarea de Marlin desaparece sustituida por un torrente de gags de resultado irregular. Incluso la frustrante discapacidad de Dory se convierte más en un chiste recurrente que en un problema de lo más inconveniente.

Además de su rebaja en el tono, al guión le falta naturalidad, convirtiendo la película en un puñado de escenas embutidas de chistes más que en una historia que fluye con agilidad (como sí tenía Buscando a Nemo). Esto se podría perdonar si la calidad de los gags es de primera (estoy pensando en Monstruos SA), pero la mayoría de ellos sólo provocarán risas en los más pequeños (las escenas balleniles, el forzado desenlace en el camión o el recursivo uso de la mirada gato con botas son ejemplos de ello) y apenas un esbozo de sonrisa en los espectadores más talluditos. Asimismo de entre los personajes nuevos, sólo se puede destacar a Hank (el pulpo), un secundario cómico sin personalidad pero con los mejores chistes de la película.

No obstante, la animación es un caso aparte, situándose a años luz de lo que puede ofrecer cualquier otra película de la competencia. La dirección artística es simplemente deslumbrante, con una composición de escenas muy por encima del guión, sacando los colores con facilidad a las recientes Ice Age 5 o Kung-fu Panda 3. En este tema, Pixar/Disney se quedan solos. Los juegos de texturas son magníficos y su diseño vívido e impecable consigue hacer creíble el mundo en que se mueven los personajes. Mención especial para la majestuosa llegada al gran acuario, digna de los mejores documentales oceánicos o para la caída de Dory al sucio puerto industrial, cuya desolación refuerza la sensación de desamparo que sufre nuestra amnésica amiguita.

En sus películas más recientes, Pixar se ha caracterizado por provocar traumas existenciales a los adultos en escenas que son inocuas para los más pequeños. El hecho de que ésta sea su película más infantil desde Bichos no ha impedido a Pixar “atacar de nuevo”.  En los flashbacks que rememoran la infancia de nuestro pececito azul, es probable que los más pequeños sólo se queden con una (demasiado mona) Dory esforzándose por recordar una cancioncilla divertida; pero los adultos van a captar seguro el matiz aterrado que habita en la mirada de sus padres, temerosos sobre si su pequeña será capaz de salir adelante en el vasto mundo, tan poco dado a implicarse o prestar ayuda, una vez se halle fuera de su protección. La infancia de Dory constituye una de las representaciones más inspiradas que he visto de la crianza de un niño con problemas: el sacrificio de unos padres que son perfectamente conscientes que su hijo no es como los demás, pero al que igualmente entregan todo su amor y al que entrenan para poder enfrentarse al mundo el día de mañana. Es todo un detalle poner en valor el denodado esfuerzo de los progenitores que se ven obligados a aceptar estos desafíos y sorprende encontrarlo en una propuesta de este estilo.

Finalmente, y como ya viene siendo tradición, la película se ve precedida de un corto. En este caso, Piper. En pleno ejercicio de músculo fotorrealista, Pixar trae su propuesta menos ambiciosa narrativamente y se centra en las primeras cacerías de un polluelo de gaviota, excitado y aterrado ante el mundo que contempla por primera vez. Más allá de las toneladas de potiticidad y los ataques de diabetes que provoca, no hay más que destacar que una animación magnífica que nos hace preguntar dónde está el límite sobre lo que puede generarse por ordenador. No llega al nivel de Lava, pero a Pixar casi que le exigimos mayores alardes.

Buscando a Dory es una película dirigida casi en exclusiva a los más pequeños, con lo que no se puede aprovechar más que para echar unas risas sin exigencias mientras apreciamos el poderío visual que sólo ellos son capaces de desplegar, constituyendo su propuesta más floja desde Cars 2 Sin embargo, debo reconocer que no es nada fácil hacer una comedia en torno a una discapacidad cognitiva sin ser denigrante ni condescendiente; y eso es algo que Pixar ha logrado con creces.


Nota: 5
Nota filmaffinity: 7.0 (O.o) Ni por asomo

Publicado previamente en Cinéfagos AQUI