sábado, 30 de abril de 2016

Spotlight



Ya en El cuartopoder, de Richard Brooks, en Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula o en El Dilema de Michael Mann, el periodista encarna, desde tiempos pretéritos, dentro del cine hollywodiense al centinela de la democracia. Denunciando sin descanso la criminalidad, la corrupción de la clase política, el cinismo de los “grandes números”, las pira derivadas de la histeria anticomunista o los errores judiciales, son el vigía que señala las disfunciones de la sociedad estadounidense, a veces con peligro incluso de su vida.

Es dentro de esta sólida tradición en la que se inscribe esta remarcable Spot Light, la cual, como muchas veces en estos casos, se inspira en hechos reales. Aquí, el equipo de periodistas de investigación del Boston Globe, apodados Spotlight (literalmente, el foco), investiga sobre un caso de crímenes pedófilos perpetrados – y disimulados – por la iglesia católica. Sin embargo, no hay una búsqueda por convertir a los periodistas en héroes. Lo que interesa a McCarthy es mostrar al periodista en su trabajo, como sostén de la democracia. Podríamos decir que la pederastia no es lo que importa en la película, funciona casi como un McGuffin para que nos centremos en el periodismo. A ello ayuda el tono casi documental que se adopta en una puesta en escena muy sobria en sus formas, rehuyendo la ampulosidad que se suele dar a estas propuestas. La trama se centra en el proceso de investigación mostrando todo el trabajo periodístico y eliminando toda la carga dramática o romántica de los personajes. Puro periodismo.

No, su trabajo no tiene casi nada del reflejo carismático que tienen las revelaciones secretas y los secretos que alimentan egos. Bien al contrario, sus tareas son habitualmente repetitivas e ingratas, y su hábitat es bien reconocible como una oficina pequeña y gris iluminada por neones titilantes suspendidos de un falso techo. Sus interlocutores los consideran como molestias y su privacidad es vampirizada por el trabajo. Además, el director no busca que nos encariñemos con los personajes, sin detenerse apenas por su esfera personal para no dar pie a tramas que pudieran distraernos de la principal. De ahí los planos elocuentes de Sasha Pheiffer (Rachel McAdams) interrogando incansablemente a las víctimas e intentando acercarse a los verdugos, o también los de Michael Rezendes (Mark Ruffalo), acosando literalmente al abogado de los supervivientes y de Matty Carrol (Brian d’Arcy James) escarbando escrupulosamente los archivos del periódico. 

McCarthy se sale al retratar este pequeño enjambre laborioso que forma el grupo Spotlight – los rostros ansiosos minados por la fatiga creciente, las desilusiones recurrentes, las innumerables llamadas telefónicas sin resultados, las idas y venidas entre el periódico, el Palacio de Justicia y el despacho de abogados. Además de su testarudez, el otro gran activo del grupo es la complementariedad de sus miembros, que saben, todos, que tienen un papel a jugar dentro del reportaje, cada uno esencial, cada uno en su lugar.  Otro punto a destacar es el hecho de que se muestra a los personajes como humanos: dudan, tienen miedo, se equivocan… El retrato se aleja del ser de luz que se bate contra viento y marea, mostrando como, en el mismo periódico, se tapó el escándalo años atrás o como se esfuerzan por mantener el secreto para asegurarse la exclusiva.

Pero poco a poco, el trabajo encarnizado de los periodistas va esculpiendo el contorno de violencias insondables sufridas por las jóvenes víctimas del ayer. En este aspecto, la fuerza de Spotlight al tratar el tema es de fuera de categoría. El realizador, en un ejercicio de moderación, evita los flashbacks insistentes o el dolor gratuito y empático. Entre los testigos recogidos y la reconstrucción de los hechos, el film se basta solo para dar sentido a la magnitud de la tragedia.

Este hincapié por la función salvadora de la prensa escrita no sería tan poderoso si no estuviera anclado en un contexto histórico bien específico. En este film, la responsabilidad flagrante de la Iglesia se confunde con la de Boston: Boston la patriarca, discreta y provincial, Boston la que execra la ostentación, y sobretodo Boston la católica, donde el crimen prolifera. “La ciudad prospera cuando sus grandes instituciones trabajan mano a mano” declara, seguro de sus actos, el cardenal Law al redactor en jefe del Globe en una entrevista privada. De hecho, es toda la ciudad la que parece cómplice de los ataques criminales de sus prelados: aquí, la Iglesia, impalpable y omnipresente, se insinúa dentro del corazón y el alma de los fieles, cuya educación conlleva una discreción obligatoria. Dentro de este film lleno de sutileza no hayamos rastro de maniqueísmos. Todo el mundo, o casi, comparte los mismos orígenes y, por tanto, una responsabilidad colectiva…Un film apasionante, sin duda. 

Spotlight es una película necesaria, tanto para denunciar la trama criminal de la que se habla como para defender el papel del periodismo veraz y de investigación que tanto echamos en falta para construir una sociedad libre donde puedas confiar en el prójimo para ayudarte y construir un mundo mejor en el que convivir. Quizás sea una propuesta para disfrutar más a nivel mental que con las tripas (pues no hay rastro de morbo o carnaza en el film), pero se trata sin duda de la mejor película del año. Un prodigio de guión que equilibra mil aspectos inmiscibles, unas actuaciones brillantes y una puesta en escena milimétrica que permite tratar temas llenos de polémica sin rastro de carnaza o efectismos gratuitos.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.3

miércoles, 27 de abril de 2016

Salt



Ahora ya está (casi) retirada de la gran pantalla, pero hubo un tiempo en que, entre Tomb Raider, Wanted y otras cosas por el estilo, Angelina Jolie consiguió erigirse como una heroína de acción pura muy solvente en un mar de actores masculinos. Con mejor o peor resultado, todas ellas abrazaban la propuesta de convertirse en acción desfasada. Entre ellas destacó Salt, quizás la más sólida y de un argumento más (ejem) coherente.


No es que lo tuviera mucho, pues las influencias de las tramas retorcidas made in Bourne son obvias, pero sí que intenta dar algo más que mamporros gratuitos. Aquí la Jolie es Salt, una super-espía de la CIA que es acuasada de ser agente doble. A partir de aquí, deberá escapar y demostrar su inocencia mientras todo el mundo (la policía, la CIA, el FBI, el KGB) va tras ella en una conspiración en la que no falta nadie y un topo misterioso. Una vez empieza la fiesta, los disparos, tortazos, caídas y persecuciones no pararán mientras la historia se lía y se lía confundiendo amigos y enemigos por igual.

Angelina Jolie se conviritió en una indiscutible heroína de las películas de acción en un terreno que parecía casi vedado a los hombres. Sin embargo, parece haber nacido para interpretar este tipo de papeles. Su capacidad para atizar a diestro y siniestro sin perder ni un ápice de carisma o de mala leche está al alcance de muy pocos. Mola ver como salte entre camiones, da palizas a un puñado de secuaces o se pone a hacer el saltimbanqui en el hueco de un ascensor.

Lo que diferencia a Salt de otras propuestas similares es su intención de sumergirse (un poco) en el thriller. Las toñas sin sentido siguen existiendo, pero ahora se hacen al servicio de un guión tramposo pero efectivo. Se han pasado un poco de rosca con tanto giro gratuito pero, si nos hacemos un poco los tontos, funciona con efectividad para mantenerte 100 minutos en el asiento. No es sutil ni está desplegado con gracia, sus personajes son meros arquetipos, las motivaciones de los malos son de risa y sólo está concebido para lucimiento de la Jolie, pero esta mezcla de Bourne con Bond y con 24 no deja un segundo de respiro para que te des cuenta de sus muchísimos fallos. 

La fiesta está a punto de empezar
 
La suerte (o la explicación) la hayamos tras las cámaras, pues al mando estaba Philip Noyce, un veterano director de buen pulso curtido en los thrillers de acción resultones. Aquí da otra muestra de eficiencia. Sabe dónde poner la cámara cuando no vuelan las toñas, pone fuerza cuando se debe y se las arregla para montar un puñado de coreografías molonas con las que aprovechar muy bien los recursos que dispone. Además, a diferencia de otras propuestas palomiteras, no se hace alarde de fuegos artificiales gratuitos, sino que los efectos especiales se hayan al servicio de la acción, bien integrados, lo que el espectador agradece para no perder el interés.

Una vez dicho esto, la película tampoco tiene mucho más. Es un largometraje tan fácil de ver como fácil de olvidar que cumple durante sus 100 minutos. Salt es un thriller pasado de página como hay muchos, con persecuciones tanto sin vehículo como con vehículo, disparos, explosiones, peleas, saltos imposibles, un guión simple y flojo, una guapa protagonista, un malo malísimo y un final complaciente; con la ventaja de estar rodado con cierta eficiencia y gozar del carisma de la heroína más badass del panorama actual.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.5

lunes, 25 de abril de 2016

¡Ave, César!



Porque los hermanos Coen… bueno, ¡son los hermanos Coen ! Porque el cine de los hermanos Coen es un poco como la tortilla de mi madre: Puede explicar la receta, pero nadie consigue copiar el resultado. Es fácil reconocer ese tono tan particular, el incómodo sentido del ritmo que manejan y los diálogos repletos de esa extraña mezcla de sagacidad y absurdez.  Cada vez que llega una nueva película de estos locos, sobre todo cuando se dirigen hacia la comedia salvaje, es un acontecimiento que se cuela directo en la mayoría de salas sin pasar por casilla de salida y los espectadores se lanzan en masa sin saber, siquiera, qué es lo que van a ver.

Con los Coen, sin embargo, es conveniente saber qué te vas a encontrar. Las expectativas y la disposición mental para ver Valor de Ley o No es país para viejos no tiene mucho que ver con la de Oh Brother! o Quemar después de leer. ¡Ave César! Pertenece a estas últimas. Una comedia alocada situada en los años 50, los años dorados de Hollywood en los que tenían poder sobre todo y sobre todos. En el corazón de un gran estudio se suceden las superproducciones que emplean a miles de personas, cuya gestión se convierte en un infierno. Por suerte para los estudios, Eddie Mannix (un Josh Brolin con mucha clase) es el encargado de manejar todos los imprevistos que se suceden: la mayor estrella de un péplum (George Clooney) es secuestrada por los comunistas, la beldad de la época (Scarlett Johansson) está embarazada de alguien poco recomendable, al mandamás de los estudios se le ha metido en mente convertir a un héroe de acción (Alden Ehrenreich) en un actor, para desesperación de su director (Ralph Fiennes), mientras que las reinas de la prensa del corazón local (Tinda Swinton x2) hacen lo que pueden por conseguir una exclusiva.

El caos campa a sus anchas en esta comedia absurda que rememora la inconexa estructura narrativa de El Gran Lebowski. Realmente, la película no va de nada más que retratar, con toneladas de mala leche, el modo de vida de los estudios del momento. Detalles y anécdotas de la época convergen en un mix absurdo en el que casi ningún personaje tiene más de tres minutos de pantalla (algo que recuerda a los pantagruélicos elencos de Wes Anderson).

No dudo de la veracidad del mordaz retrato de los estudios Hollywoodienses. Cualquiera bien informado sabrá que estas cosas pasaban. Quizás no tenían la imposibilidad absurda que le dan los Coen, pero como las meigas, haberlas haylas. Sin embargo, da la sensación de que han querido meter tantas cosas que la película acaba convirtiéndose en un engendro disperso en el que la calidad de los chistes no es tal como para sostenerla de per se. Encuentro escenas, incluso, en que reconozco dónde está el supuesto chiste, el detalle que me debería hacer gracia pero al que… no le encuentro el sentido. Es allí, se ve el mecanismo, pero luego no entiendo la gracia. Estoy seguro de que,  en mi ignorancia, me estoy perdiendo un puñado de guiños y chistes y que me faltan el 80% de referencias. Pero si a mí me faltan, no quiero pensar en alguien menos versado en estas lides. Simplemente no se enterará de qué ocurre, o qué es de lo que se debe reír. Y así mal vamos.

I'm da boss here!
No obstante, los Coen son los Coen. Su puesta en escena es marca de la casa y no desentona en ningún momento. Una a una, cada escena es impecable. Cuando conectas con el gag, el resultado es desternillante. La discusión teológica de algunas autoridades religiosas cuando se reúnen con la productora para ver si el film que van a estrenar representa a Jesús de Nazaret de forma idónea está rematada como sólo unos pocos pueden hacer. El hecho que el conjunto no tenga mucho sentido o que la mitad de chistes no tengan gracia es otra cuestión, claro. Se hace difícil hilvanar este puñado de sketches sin la ayuda de una historia, que en este caso es prácticamente inexistente, asaltando al espectador desprevenido con un compendio de chorradas sin sentido y un relato que parece no llevar a ninguna parte, por lo que es muy fácil que el interés caiga en picado, perdiendo al público irremediablemente.

Cuando los Coen se ponen chorras pierden el sentido de la realidad, tal como me ocurrió en Quemar después de leer, incluso me acaban desagradando a la que empiezan a fallar los tiros. Disfruto mucho más cuando se van por el lado negro. ¡Ave César! Es desigual y desconcertante. No sabes a qué atenerte con esta película. Una estrambótica y atípica macedonia cuyos ingredientes individuales, no por ello, dejan de poder saborearse –pues cada una de sus partes está muy bien realizada- si eres lo suficientemente valiente (o suicida) para ello.

Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.4

sábado, 23 de abril de 2016

Los Commitments



Como cada mes, el DPM nos sugiere una película que ver con la que debatir. En este caso nos han traido a colación una película llena de buen rollito y buena música. Los Commitments es una amable invitación para viajar el deprimido Dublin de los años 80, pero con la pasión optimista que trae consigo un puñado de buen Soul y ganas de pasarlo bien.

Todo adolescente seguro ha soñado en algún momento con la idea de tener su propio grupo de música. ¿Por qué casi nunca llega siquiera al intento? Porque no sabemos tocar, evidentemente. Los Commitments supera ese problema. Si no tienes carisma en el escenario… ¡a convertirse en manager!
Justo lo que hace el protagonsita de la película. Una vez está convencido de ello, pone un par de anuncios en el periódico y tras un cásting de gente estrafalaria y un par de conversaciones con los amiguetes, tiene su grupo. ¿Qué van a tocar este grupete de jóvenes proletarios dublineses? Pues música soul negra del otro lado del charco. Da igual que estemos a mediados de los 80 en Irlanda o que haya que pensar en vender algún disco. ¡La banda está demasiado entusiasmada ensayando como para reflexionar sobre asuntos tan veniales!

La absurdez del argumento contrasta con la calidad de la música de esta Operación Triunfo de extrarradio. El ambiente de ilusión que acompaña a la gestación de un nuevo proyecto se hace contagioso. Se hace difícil llevarse más con el variopinto elenco de componentes de la banda. Cada uno con sus neuras y pajas mentales, pero todos llenos de ilusión por empezar algo nuevo con lo que están disfrutando. Hay discusiones, peleas, amoríos, distensiones varias… pero la vana ilusión de encerrarse en la sala de ensayo para preparar los nuevos temas ayuda a tirar para adelante. Todos aquellos que han vivido la frustrante (y excitante) aventura de formar un grupo de música sin éxito se sentirán cercanos ante las discusiones creativas, la alegría (y los errores) de los primeros bolos, las diferencias sobre las prioridades de unos y otros… 

El reflejo es más que bueno.  Los escasos conocimientos musicales se compensan con las inmensas ganas de crear algo nuevo. Cada ensayo es como una cita en la que vas conociendo a tus compañeros y cada posible concierto como un momento de compenetración íntima entre todos ellos que cambia las relaciones indefectiblemente. Y también las rencillas que aparecen, las personalidades incompatibles, los choques de egos, celos y problemas de cama que dan al traste con cualquier unión creativa. 

Todo ello sería imposible de plasmar con tanta frescura si no es por la complicidad que despiden sus personajes. No hay nadie normal en esta banda. A cada cual está más zumbado que el anterior, pero todo el elenco despide buena química por todos lados. Además de interpretar todas las canciones (qué buenos son coñe), se nota que se lo han pasado en grande con el film. Tienen incluso la suerte de gozar de personajes con mucha miga, ya que el guión les permite lucirse con un puñado de piques entre todos los miembros, haciéndose querer con facilidad. 


Los minutos pasan con agilidad entre chistes y buena música. No es que destaque por su emoción o intriga, ya que en ningún momento hay tensión por saber lo que va a pasar. Pero tampoco la busca, es película de intenciones ligeras, que sólo quiere sacarte una sonrisa y permitirte dos horitas de diversión y buena música la mar de bien parida.

Esta graciosa y triste historia de lo que pudo ser y nunca fue despide frescura como sólo los mejores consiguen. Se aleja de lo convencional, está llena de grandes canciones y es un acierto seguro para tener una tarde satisfactoria. Con toneladas de buen rollito y una banda sonora para quitar el hipo, se hace difícil fallar.

Vaya panda de zumbados todos ^^

Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.1