”Mientras puedas acercarte a una respiración más, lucha, respira… continua
respirando. “ Es sobre esta lección de supervivencia que comienza la odisea de
Hugh Glass según Iñárritu. No os dejéis distraer o perturbar por el ruido
mediático que acompañó a esta película durante los Oscars (3 premios y doce
nominaciones). Aguantad la respiración, pues os será preciosa durante esta
experiencia inmersiva dentro de las planicies congeladas y las montañas nevadas
de Dakota del Sur. Nada os puede preparar para su belleza, a la magnífica
fotografía de Emmanuel Lubezki, ya presente en Birdman, y también bajo las órdenes de Malick (El árbol de la vida, El nuevo mundo) o Alfonso Cuarón (Los hijos de los hombres, Gravity). Nada os puede preparar ante el
fulgor de su salvajismo, a la animalidad visceral de su violencia. Nada os
puede preparar ante el estallido transformador, en el corazón de las tinieblas,
de los resquicios de humanidad que subsisten, a pesar de todo lo que soporta,
dentro de la mirada de Leonardo DiCaprio.
Después de empezar a escribir sus propios guiones con Biutiful, Alejandro González Iñárritu despliega sus alas y confirma
el giro estético que empezó en Birdman.
Pero aquí, el uso de los planos secuencia y de la lente focal está en perfecta
coherencia con la historia. No estamos ya en un ejercicio formal (genial), sino
que su filmado se vuelve orgánico y respira a través de la historia y sus
personajes. Es el resultado de aceptar unas condiciones de rodaje
particularmente duras (lo que recuerda a la legendaria Apocalipsis Now), llena de parajes naturales de insólita belleza,
rodado según el orden cronológico del film: “todos estaban congelados, el
material se rompía. Llevar la cámara de un lado al otro era una pesadilla. Los
actores no estaban precisamente en un estudio, haciendo en tonto delante de una
pantalla verde.”
Hugh Glass era un montañero, uno de estos tramperos, exploradores
americanos que recorrían las montañas de norteamérica en el siglo XIX,
motivados por el dinero, cazando castores y vendiendo sus pieles. Jermiah de Sydney Pollack, contaba la
historia de uno de estos tramperos. Jeremiah
el come-hígados se convierte casi en un personaje infantil al lado de lo
que acontece en El Renacido. El film mezcla los dos episodios que han convertido a Glass en célebre,
durante la expedición del general Ashley remontando el Missouri. El primero de
ellos es el encuentro con los indios Arikaras, que los persiguen con ahínco, y
de los que logran escapar hasta llegar a un fuerte. El otro se localiza en
1823, durante un reconocimiento Glass es atacado por un oso. Logra acabar con él,
pero es gravemente herido. Dado por muerto por los dos compañeros debían estar
a su lado, es capaz de regresar a Fort Kiowa, a más de trescientos kilómetros en
una travesía sin armas a través de las llanuras heladas que dura semanas. Nada
más llegar, Glass volverá a lanzarse a los caminos para rastrear a aquellos que
le abandonaron y saciar su sed de venganza.
Casi nada. Después de pasarnos por la cara el Oscar de Birdman, Iñárritu se saca la
chorra y nos hace un látigo cepa. Entre él y DiCaprio (Oscar por fin) se sacan
un auténtico portento de pornografía emocional que agota y maravilla a partes
iguales. El renacido es una
película rodada magistralmente, que no sólo busca la imagen perfecta con la que
sueña cada director, sino que tiene pretensiones de mostrarnos todas las que
pueda. Su fotografía es bellísima, con una magnitud que empequeñece y vuelve
humilde. Además de su paisajismo, escenas como el ataque de los indios o el
incidente ocn el oso merecen ser ejemplo y modelo en cualquier escuela de cine.
Sin embargo, Iñárritu no hace el más mínimo esfuerzo para que la experiencia
sea agradable. Busca apabullar, regodeándose en su talento, en un claro
ejercicio de pedantería onanista directoril. El mexicano nos bombardea durante
tres horas con sufrimiento y desolación. Su brutal calidad está al alcance de
casi nadie. Es una película decididamente bellísima… pero que mal se acaba
pasando. Cuando cada escena se alarga en busca de una catarsis con la
naturaleza, afrontas una experiencia indudablemente impactante, pero que te
obliga a preguntarte si no se podrían rebajar algunas cosas para hacer de El retornado una película “un poquito”
más ligera.
Casi nadie podría rodar así de bien esta película, pero su visionado no es un trago agradable. A ver, cómo explicarlo. El renacido es una película de aventuras intimista, de acción contemplativa, de catarsis y de mamporros, de introspección épica, de corazón humilde y presupuesto babilónico. Avisados estáis.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.4
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