jueves, 21 de abril de 2016

El renacido



”Mientras puedas acercarte a una respiración más, lucha, respira… continua respirando. “ Es sobre esta lección de supervivencia que comienza la odisea de Hugh Glass según Iñárritu. No os dejéis distraer o perturbar por el ruido mediático que acompañó a esta película durante los Oscars (3 premios y doce nominaciones). Aguantad la respiración, pues os será preciosa durante esta experiencia inmersiva dentro de las planicies congeladas y las montañas nevadas de Dakota del Sur. Nada os puede preparar para su belleza, a la magnífica fotografía de Emmanuel Lubezki, ya presente en Birdman, y también bajo las órdenes de Malick (El árbol de la vida, El nuevo mundo) o Alfonso Cuarón (Los hijos de los hombres, Gravity). Nada os puede preparar ante el fulgor de su salvajismo, a la animalidad visceral de su violencia. Nada os puede preparar ante el estallido transformador, en el corazón de las tinieblas, de los resquicios de humanidad que subsisten, a pesar de todo lo que soporta, dentro de la mirada de Leonardo DiCaprio. 



Después de empezar a escribir sus propios guiones con Biutiful, Alejandro González Iñárritu despliega sus alas y confirma el giro estético que empezó en Birdman. Pero aquí, el uso de los planos secuencia y de la lente focal está en perfecta coherencia con la historia. No estamos ya en un ejercicio formal (genial), sino que su filmado se vuelve orgánico y respira a través de la historia y sus personajes. Es el resultado de aceptar unas condiciones de rodaje particularmente duras (lo que recuerda a la legendaria Apocalipsis Now), llena de parajes naturales de insólita belleza, rodado según el orden cronológico del film: “todos estaban congelados, el material se rompía. Llevar la cámara de un lado al otro era una pesadilla. Los actores no estaban precisamente en un estudio, haciendo en tonto delante de una pantalla verde.”

Hugh Glass era un montañero, uno de estos tramperos, exploradores americanos que recorrían las montañas de norteamérica en el siglo XIX, motivados por el dinero, cazando castores y vendiendo sus pieles. Jermiah de Sydney Pollack, contaba la historia de uno de estos tramperos. Jeremiah el come-hígados se convierte casi en un personaje infantil al lado de lo que acontece en El Renacido. El film mezcla los dos episodios que han convertido a Glass en célebre, durante la expedición del general Ashley remontando el Missouri. El primero de ellos es el encuentro con los indios Arikaras, que los persiguen con ahínco, y de los que logran escapar hasta llegar a un fuerte. El otro se localiza en 1823, durante un reconocimiento Glass es atacado por un oso. Logra acabar con él, pero es gravemente herido. Dado por muerto por los dos compañeros debían estar a su lado, es capaz de regresar a Fort Kiowa, a más de trescientos kilómetros en una travesía sin armas a través de las llanuras heladas que dura semanas. Nada más llegar, Glass volverá a lanzarse a los caminos para rastrear a aquellos que le abandonaron y saciar su sed de venganza.

 
Casi nada. Después de pasarnos por la cara el Oscar de Birdman,  Iñárritu se saca la chorra y nos hace un látigo cepa. Entre él y DiCaprio (Oscar por fin) se sacan un auténtico portento de pornografía emocional que agota y maravilla a partes iguales. El renacido es una película rodada magistralmente, que no sólo busca la imagen perfecta con la que sueña cada director, sino que tiene pretensiones de mostrarnos todas las que pueda. Su fotografía es bellísima, con una magnitud que empequeñece y vuelve humilde. Además de su paisajismo, escenas como el ataque de los indios o el incidente ocn el oso merecen ser ejemplo y modelo en cualquier escuela de cine. Sin embargo, Iñárritu no hace el más mínimo esfuerzo para que la experiencia sea agradable. Busca apabullar, regodeándose en su talento, en un claro ejercicio de pedantería onanista directoril. El mexicano nos bombardea durante tres horas con sufrimiento y desolación. Su brutal calidad está al alcance de casi nadie. Es una película decididamente bellísima… pero que mal se acaba pasando. Cuando cada escena se alarga en busca de una catarsis con la naturaleza, afrontas una experiencia indudablemente impactante, pero que te obliga a preguntarte si no se podrían rebajar algunas cosas para hacer de El retornado una película “un poquito” más ligera.

Casi nadie podría rodar así de bien esta película, pero su visionado no es un trago agradable. A ver, cómo explicarlo. 
El renacido es una película de aventuras intimista, de acción contemplativa, de catarsis y de mamporros, de introspección épica, de corazón humilde y presupuesto babilónico. Avisados estáis.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.4

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