Ya en El cuartopoder, de Richard Brooks, en Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula o en El Dilema de Michael Mann, el periodista encarna, desde tiempos
pretéritos, dentro del cine hollywodiense al centinela de la democracia.
Denunciando sin descanso la criminalidad, la corrupción de la clase política,
el cinismo de los “grandes números”, las pira derivadas de la histeria
anticomunista o los errores judiciales, son el vigía que señala las disfunciones
de la sociedad estadounidense, a veces con peligro incluso de su vida.
Es dentro de esta sólida tradición en la que se inscribe
esta remarcable Spot Light, la cual,
como muchas veces en estos casos, se inspira en hechos reales. Aquí, el equipo
de periodistas de investigación del Boston Globe, apodados Spotlight (literalmente, el foco),
investiga sobre un caso de crímenes pedófilos perpetrados – y disimulados – por
la iglesia católica. Sin embargo, no hay una búsqueda por convertir a los
periodistas en héroes. Lo que interesa a McCarthy es mostrar al periodista en
su trabajo, como sostén de la democracia. Podríamos decir que la pederastia no
es lo que importa en la película, funciona casi como un McGuffin para que nos
centremos en el periodismo. A ello ayuda el tono casi documental que se adopta
en una puesta en escena muy sobria en sus formas, rehuyendo la ampulosidad que
se suele dar a estas propuestas. La trama se centra en el proceso de
investigación mostrando todo el trabajo periodístico y eliminando toda la carga
dramática o romántica de los personajes. Puro periodismo.
No, su trabajo no tiene casi nada del reflejo carismático
que tienen las revelaciones secretas y los secretos que alimentan egos. Bien al
contrario, sus tareas son habitualmente repetitivas e ingratas, y su hábitat es
bien reconocible como una oficina pequeña y gris iluminada por neones
titilantes suspendidos de un falso techo. Sus interlocutores los consideran
como molestias y su privacidad es vampirizada por el trabajo. Además, el
director no busca que nos encariñemos con los personajes, sin detenerse apenas
por su esfera personal para no dar pie a tramas que pudieran distraernos de la
principal. De ahí los planos elocuentes de Sasha Pheiffer (Rachel McAdams)
interrogando incansablemente a las víctimas e intentando acercarse a los verdugos,
o también los de Michael Rezendes (Mark Ruffalo), acosando literalmente al
abogado de los supervivientes y de Matty Carrol (Brian d’Arcy James) escarbando
escrupulosamente los archivos del periódico.
McCarthy se sale al retratar este pequeño enjambre
laborioso que forma el grupo Spotlight – los rostros ansiosos minados por la
fatiga creciente, las desilusiones recurrentes, las innumerables llamadas
telefónicas sin resultados, las idas y venidas entre el periódico, el Palacio
de Justicia y el despacho de abogados. Además de su testarudez, el otro gran
activo del grupo es la complementariedad de sus miembros, que saben, todos, que
tienen un papel a jugar dentro del reportaje, cada uno esencial, cada uno en su
lugar. Otro punto a destacar es el hecho
de que se muestra a los personajes como humanos: dudan, tienen miedo, se
equivocan… El retrato se aleja del ser de luz que se bate contra viento y
marea, mostrando como, en el mismo periódico, se tapó el escándalo años atrás o
como se esfuerzan por mantener el secreto para asegurarse la exclusiva.
Pero
poco a poco, el trabajo encarnizado de los periodistas va esculpiendo el
contorno de violencias insondables sufridas por las jóvenes víctimas del ayer. En este aspecto, la fuerza de Spotlight al tratar el tema
es de fuera de categoría. El realizador, en un ejercicio de moderación, evita
los flashbacks insistentes o el dolor gratuito y empático. Entre los testigos
recogidos y la reconstrucción de los hechos, el film se basta solo para dar
sentido a la magnitud de la tragedia.
Este hincapié por la función salvadora de la prensa
escrita no sería tan poderoso si no estuviera anclado en un contexto histórico
bien específico. En este film, la responsabilidad flagrante de la Iglesia se
confunde con la de Boston: Boston la patriarca, discreta y provincial, Boston
la que execra la ostentación, y sobretodo Boston la católica, donde el crimen
prolifera. “La ciudad prospera cuando sus grandes instituciones trabajan mano a
mano” declara, seguro de sus actos, el cardenal Law al redactor en jefe del
Globe en una entrevista privada. De hecho, es toda la ciudad la que parece cómplice
de los ataques criminales de sus prelados: aquí, la Iglesia, impalpable y omnipresente,
se insinúa dentro del corazón y el alma de los fieles, cuya educación conlleva
una discreción obligatoria. Dentro de este film lleno de sutileza no hayamos
rastro de maniqueísmos. Todo el mundo, o casi, comparte los mismos orígenes y,
por tanto, una responsabilidad colectiva…Un film apasionante, sin duda.
Spotlight es una película necesaria, tanto para denunciar la trama criminal de la que se habla como para defender el papel del periodismo veraz y de investigación que tanto echamos en falta para construir una sociedad libre donde puedas confiar en el prójimo para ayudarte y construir un mundo mejor en el que convivir. Quizás sea una propuesta para disfrutar más a nivel mental que con las tripas (pues no hay rastro de morbo o carnaza en el film), pero se trata sin duda de la mejor película del año. Un prodigio de guión que equilibra mil aspectos inmiscibles, unas actuaciones brillantes y una puesta en escena milimétrica que permite tratar temas llenos de polémica sin rastro de carnaza o efectismos gratuitos.
Nota:
9
Nota
filmaffinity: 7.3
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