sábado, 30 de mayo de 2020

Men in Black International


Y una vez más no llegaba una secuela/reinicio de una saga muerta y enterrada que nadie había pedido y que nadie deseaba. Supongo que para ver si alguna vez vuelve a sonar la flauta del Planeta de los Simios, Hollywood se dedica a estas cosas durante los últimos años. Así pues, volvieron los Hombres de Negro, ésta vez sin Will Smith.

Han pasado muchos años y los agentes J y K se han retirado hace tiempo, adquiriendo un estatus legendario. Pero la agencia de los Hombres de Negro sigue existiendo, gestionando la vida de los extraterrestres en nuestro planeta, además de salvar a la humanidad de su extinción semanal. La recién llegada H, una joven que siempre ha soñado con las galaxias, ve en exitoso y guapísimo agente M una oportunidad de medrar en la organización. Aunque él no parece muy receptivo, las circunstancias les harán sospechar la existencia de un topo que pone en peligro el futuro del planeta.

Supongo que el principal motivo para resucitar la franquicia es el abrumador éxito de la película Thor: Ragnarok, en la que la misma pareja actoral destilaba una estupenda química que hacía fluir estupendamente los gags y las escenas de acción. Los estudios querrían dar un nuevo taquillazo repitiendo fórmula, con lo que cogieron una historia más o menos peregrina, le añaden el toque de nostalgia que aporta resucitar una saga del pasado, lo aderezan con algunas bromis modernas y viejunas, agitan un poco la coctelera y a ver si se sacaban un éxito sin comerse mucho la cabeza.

Así pues, tenemos un guión pre-diseñado, en el que se ha seguido el manual del marketing sobre el tema y localización de cada chiste, los giritos se han situado en el segundo que marcan los cánones y la trama sigue un desarrollo perfectamente predecible que no te pilla en ningún momento por sorpresa. Como ocurre últimamente, se busca la excusa argumental para que los protas paseen por medio mundo, tengan unas escenitas de acción rechulonas y se peguen toñas a lo grande en una confrontación final. El mayor problema es que nada tiene una especial gracia, siguiendo los cánones de lo esperable de una manera decepcionantemente genérica, con su traidor estándar, sus chascarrillos a la moda y una mega lucha que tampoco es para tanto ni te acuerdas de porqué se tiene que producir.


No negaremos que Chris Hemsworth y Tessa Thompson trabajan bien juntos. Se nota que se lo pasan bien rodando la película y eso se transmite en pantalla. Tienen su toque para la comedia, como ya vimos en Thor y en Cazafantasmas y, además, Chris Hemsworth tiene unos pectorales espectaculares que luce con ganas, lo que siempre es un extra. Esto no salva que el guión no proporcione un mínimo de desarrollo a ningún personaje, dejándolos solos antes la palestra. Q y J tenían más chicha con la que trabajar, aparte de su savoir faire. En cuanto a los secundarios, Liam Neeson no puede evitar las ganas de coger la chequera y salir corriendo de allí mientras que el resto (incluyendo una Emma Thompson muy desaprovechada) se comportan como maniquíes parlantes que hacen sus cositas.

El director, F. Gary Gary es un veterano de las propuestas de acción llenas de brío (Fast&Furious 8, por ejemplo), lo que se nota en las funcionales escenas de acción, complementadas por unos efectos especiales resultones que cumplen con la papeleta. Ninguna escena queda mal, pero tampoco destaca por su espectacularidad. Sabe aprovechar la imaginería que ya conocemos para, por lo menos, tener buenos diseños en pantalla, recuperando la banda sonora de la primera película (la mejor de las tres) para dar un poco de lustre. Sin embargo, no parece estar interesado en que la película tenga brío, haciendo que se detenga en varios momentos, con los consiguientes baches de ritmo y problemas de empaque a la hora de enlazar la poco consistente trama.


Como no puede ser de otra manera, los chistes abundan, en su mayoría muy tontitos y facilones. Yo me he reído bastante con bastantes de ellos, especialmente los que buscan momentos de complicidad entre los dos protagonistas. No obstante, Peoncín ha sido un personaje Jar Jar durante toda la película, que pocas ganas de que interviniera, por Dio.

A pesar de sus enormes fallos, la película no aburre. Sabe moverte entre cabriolas de aquí para allá y, de vez en cuando, alguno de sus chascarrillos funciona. A las malas, Chris Hemsworth está buenorro y luce palmito, que siempre se agradece. Sin embargo, esto sabe a poco para ser una película de los Hombres de Negro. ¿Hacía falta resucitar la franquicia para hacer esto? Está por debajo de cualquiera de las películas de Will Smith en casi todos los aspectos. Incluso en sus peores entregas, sabían ser tremendamente simpáticas. Como suele decirse, ¿era necesario? ¿A algún ejecutivo de despacho se le ocurrió mirar el informe de algún asesor para saber si iba a ser rentable?



Vi la película con muchas ganas de disfrutarla, de que fuera simplemente decente, porque es una franquicia a la que tengo cariño, pero no lo he conseguido del todo. A pesar de que entretiene y maneja algunos chistes buenos, su insulso guión le impide ser nada más, necesitándose de la química de la pareja protagonista para ser un simple disfrute veraniego que ver y olvidar. Teniendo en cuenta el presupuesto manejado, no costaba tanto dar pie a una propuesta más digna. Le falta, bueno, todo lo que hizo grande a la saga: buen humor, alguna gamberrada, ganas de sorprender…

Nota: 3
Nota filmaffinity: 4.6

domingo, 24 de mayo de 2020

Mad Max 2: El guerrero de la carretera


Como tenía ganas de emociones fuertes, me dio por recuperar a Max Rockatansky y ponerme con la segunda parte, después de todo lo que disfruté con la primera.

La película nos sitúa en un “futuro próximo” en que la vida en la Tierra se ha ido un poco a tomar viento. La civilización en decadencia de la primera parte ha desparecido, perdiéndose cualquier nostalgia o lamentación por los tiempo pasados, ahora el desierto australiano se ha convertido en un lugar salvaje dónde sólo importa seguir vivo e impera la velocidad, el desenfreno y la violencia. La gasolina se ha convertido en un bien preciado por el que matar y morir, para sobrevivir debes andar con pocas dudas, tener pocos escrúpulos y saber apañártelas con las pocas oportunidades que el día te presenta. Max, el antiguo policía, es ahora uno de estos seres solitarios que viven como los cowboys de otra época, ganándose la vida de asentamiento en asentamiento, metiéndose en follones de poco lustre y de peor fin. Aquí se ve implicado en el asedio de unos forajidos a un asentamiento que intenta vivir en paz, con un tráiler cargado de petróleo como responsable del lío.

A pesar de que la película no se había estrenado en ningún cine fuera de Australia, el triunfo de los videoclubs había convertido la película de Mad Max en objeto de culto, convirtiendo al realizador en una estrella. Hollywood realizó sus cantos de sirena para atraerle a su campo, pero Miller no recibió ninguna oferta con la libertad que él exigía para sus proyectos. Pasados unos años, todos se olvidaron de él, considerándole una flor de un día, una película loquísima que, por alguna razón, había funcionado. Finalmente, el director decidió jugarse todo el dinero que tenía (y el que pudo timar a todos los conocidos y bancos que pudo) y ponerlo en una película nueva para liarla todavía más a lo bestia.



De todas las películas que componen la saga, El guerrero de la carretera es la película con el guión más escueto de todo, consistiendo en una mera excusa para que Mel Gibson suelte unas frases lapidarias y tengamos dos estruendosas escenas de acción y persecución de treinta minutos cada una. Al final, tenemos treinta minutos de argumento intercalados entre la media hora del ataque de los bandidos al asentamiento y los treinta minutos de persecución al tráiler con el botín.

¿Convierte esta simplicidad a la película en aburrida? Ni por asomo. Una vez se lanza la fiesta, la acción está tan bien rodada que te pega el culete al asiento, sin que puedas dejar de mirar a la pantalla. Las escenas son cutres se nota que los medios son pedestres, pero se ven feroces, rodadas con un brío demencial, desbordando una trepidante fuerza desbocada difícil de ver en casi ninguna película del género. Las coreografías se ven originales, las acrobacias se suceden a buen ritmo, dejando claro que tras las cámaras hay una mente en la que abundan el talento y la imaginación.



Los escuetos medios se ven claros en los estrafalarios métodos de transporte que se usan, casi siempre coches descacharrados reconvertidos, claramente hechos a retales, buen testimonio de que los buenos tiempos han pasado. Mención especial al vestuario, un auténtico chiste que nunca deja de sorprender. Especialmente la estética Punk de los salvajes del páramo, una pasada enfermiza a la par que cautivadora, que te obliga a mirarlos a conciencia ver cuál es la bastardada siguiente que te van a tirar a los morros. Hay que reconocer que poner una ropa tan extrema en 1981 requería toneladas de valor o inconsciencia.

Por su parte, la atronadora música sabe ser inquietante, estimulando el bullicio destructor que se muestra en pantalla, igualmente con la fotografía, que realza acertadamente el desolado ambiente desértico post-nuclear. Ambas comparten un acabado más que cumplidor que contrasta con la pobreza de medios en que se mueven, lo cual es siempre destacable.

Aunque ahora lo tenemos encasillado como un héroe de acción, Mel Gibson no era (casi) nadie antes de Mad Max II. Su papel de Max Rockatansky en la primera parte le ha valido para ser conocido dentro de Australia, pero fuera sigue siendo un desconocido. Consciente de que ésta puede ser una película que lo lance al estrellato, lo da todo para hacer de Max un personaje mítico. Se cree el papel, se la juega en las escenas de acción y en hacer de cada frase un momentazo. Mad Max no sería lo mismo sin él. Tuvo que esperar al estreno de Mad Max 3: Más allá de la cúpula del Trueno para dar el salto a Hollywood, pero fue con El guerrero de la carretera con la película que pasó a ser conocido en todo el mundo.



Comenté lo mucho que me sorprendió en Mad Max 1 que todavía hubiera trazas de civilización. Era decadente, pero la sociedad funcionaba. Es aquí y no en la primera parte donde se establece el canon del mundo post-apocalipsis nuclear. Con una tremenda influencia dentro del subgénero, establece cómo debe ser la civilización y marca todos los detalles que debemos ver en pantalla. Me sorprende una diferencia tan bestia entre las dos películas, pues no parecen el mismo universo (vale, no es que haya un gran esfuerzo de coherencia en toda la saga). Apenas parece haber pasado un par de años entre ellas y nadie parece recordar qué había antes. Además, de alguna manera Max ha evolucionado a Mad, con su legendaria reputación sin que, realmente, haya tenido tiempo de desquiciarse tanto. Pero bueno, mola tanto que se perdona cualquier cosa en este sentido. Miller no busca un trasfondo profundo sino una película visceral y emocionante, para ello no se corta en presentarte escenas muy brutas sin por ello regodearse en ello. El niño asesino del boomerang es una muestra perfecta de ello, asumiendo con una normalidad insultante que el chico se cepille a un puñado de malotes. Pocos se habrían atrevido a mostrarlo en pantalla, y menos sin mostrártelo como algo trascendente o rompedor, sino como una escena más que pasa por ahí.

Una de las anécdotas más curiosas de Mad Max 2: El guerrero de la carretera es que en gran parte del mundo se intentó ocultar que era una segunda parte. El motivo es que la primera no llegó a estrenarse en muchos países y se pensó que traer una secuela a las bravas iba a tirar a la gente para detrás. Así pues, en EEUU y gran parte de Europa se quitó el título de Mad Max y se dejó simplemente como El guerrero de la carretera. Gran parte del público se enteró de que era una segunda parte en la propia sala de cine, lo que provocó una segunda juventud de su predecesora, que la gente corrió a alquilar en los videoclubs. Ambas estuvieron años durante las más buscadas, ahora ya renombradas como parte de una bilogía, hasta que años después llegara una nueva secuela.



A pesar de su reducido prespuesto, goza de más dineros que su predecesora, por lo que puede chocar su apariencia más destartalada. Sin embargo, demuestra mayor complejidad, un empaque sorprendente y, sobretodo, un espectáculo disfrutable. El guión es mínimo y la historia casi inexistente, pero tal como ocurrió en la reciente Fury Road, posee la capacidad para ponerte a tope y que acabes la película con ganas de comerte al mundo. El guerrero de la carretera tiene 40 años y está hecha con dos duros, pero sigue por encima de la mayoría de películas de acción pura que vemos hoy en día.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.6

viernes, 22 de mayo de 2020

Relatos de lo inesperado (Roald Dahl)


Libro leído como parte de la Cesta’13, en este caso el número 37. Roald Dahl siempre genera expectación.

Título: Relatos de lo inesperado
Autor: Roald Dahl
Título original: Tales of the unexpected
Traducción: Carmelina Payá, Antonio Samons

“La personalísima obra de Roald Dahl es cada vez más conocida y apreciada en España. Relatos de lo inesperado es quizá su libro más universalmente famoso, en el que demuestra de forma plena la afirmación <<La mente de Roald Dahl es inequívocamente malévola y perversa>>. En efecto, el auto despliega de forma magistral su mortífero ingenio y su macabro sentido del humor a lo largo de estos cuentos, rematados con desenlaces tan imprevistos como certeros. Este libro dio lugar a una célebre serie televisiva cuyos episodios estaban presentados por el propio Roald Dahl.”

Da gusto cuando el resumen de la contraportada no te dice absolutamente nada del libro que tienes entre manos. En este caso, lo que tenemos es un compendio de pequeños relatos de misterio, dónde la cotidianeidad del día a día de gente “normal” de nuestros días se ve truncada ante un hecho imprevisto que rompe la rutina de los personajes, con detallitos inquietantes, giros inesperados o golpes de efecto extraños. Los hay de toda índole, con variadas temáticas y tratamientos. Coinciden en que cada uno de ellos consta de unas 15-20 páginas, guardándose las últimas 2 para pegar un volantazo molón que se quede con el respetable.

Están escritos con el peculiar estilo de Dahl, inconfundible desde la segunda página. Historias excéntricas que se leen fácilmente, pobladas de sucesos extraños, como dedos cortados o gente que vende (literalmente) su piel, pero imbuidos dentro de nuestro mundo, con una cotidianeidad que se vuelve inquietante.

Pero no he acabado precisamente contento. Quizás es que, confundido por los detalles de la contraportada, yo esperaba desenlaces inquietantes o malrolleros, de esos que te dejan mal cuerpo, pero lo que me he encontrado es que casi siempre se decide por giros sorpresa, con la idea de dejarte el culo roto. Que lo haga alguna vez no es mala idea, pero abusa de ello, y muchas veces lo hace de manera completamente gratuita, provocando que las quince páginas anteriores no tengan ninguna importancia. Al final te limitas a pasar página hasta ver el final que el autor te ha preparado, dejándote con un “po fale” en el cuerpo. Al final, cuando ya sabes que vas a tener sí o sí un final inesperado, no se puede decir que vaya a ser un final inesperado…

Además, en su mayoría se tratan de historias totalmente intrascendentes, poblados por un puñado de personajillos despreciables que ni te caen bien ni tienes un especial interés porsu desenlace. Total, como luego en la última página te van a cambiar todo… No obstante, dentro de tanta irregularidad, hay alguno que otro de ellos que sí que despiden cierto ingenio, con toquecitos bien encontrados (el del sacerdote anticuario o el del apostador cortadedos, por ejemplo).

He acabado bastante decepcionado con este irregular conjunto de relatillos. Aprecio la gracia de sus palabras, consiguiendo momentos ingeniosos, pero el compendio es bastante flojete, con páginas y páginas que no llevan a ningún lado y giros finales pretendidamente sorprendentes que no tienen apenas gracia. Conozco a gente que ha disfrutado enormemente del libro, pero lo que es a mí, ni chicha ni limoná.

Nota:
3
Nota goodreads: 4.10/5

miércoles, 20 de mayo de 2020

X-Men: Fénix Oscura


Después de la apoteosis del género de Súpers que habíamos tenido con el Endgame, ¿qué película iba a comerse el marrón de ser la siguiente? Estaba claro que ninguna película iba a estar a la altura, eso era algo que sabíamos todos. Por estas cosas que ocurren, le tocó a la última película independiente de los X-men, que ya llevaba mucho tiempo acabada y en algún momento se tenía que estrenar.

X-Men: Fénix Oscura sigue el mismo argumento (es un decir) que la película que terminó con la primera trilogía de X-Men, basándose muy libremente en el fabuloso cómic del mismo nombre. De él solo coge el planteamiento, en el que a Jean Grey le asaltan unos traumas muy chungos del pasado (de los que no se nos había dicho nada en las anteriores películas), se le va la flapa y decide convertirse en una malvada llamada Fénix. En este caso la cosa se complica porque hay unos aliens por ahí que están malmetiendo y tal. El mismo planteamiento que tuvimos hace veinte años y unos resultados similares (bueno, quizás algo más dignos), como responsable de finiquitar la saga y meterla en barbecho a la espera de mejores tiempos.

Fracasa completamente a la hora de dar algún tipo de motivación a ninguno de los personajes, que van deambulando de aquí para allá con poco sentido y menor tino. Además, en las peleas se producen unas extrañas subidas y bajadas de poder, que tan pronto convierte en invencibles a algunos personajes para ser humillados diez minutos después. Destaca el pasotismo de la malvada interpretada por Jessica Chastain, amén del poco carisma de sus secuaces, sparrings intercambiables sin atisbo de personalidad ni gracia, muy descafeinados, palideciendo incluso ante los excéntricos secundarios de Apocalipsis.

Es algo que se reproduce bastante en la película. El guión no ofrece nada a ninguno de los personajes, en su mayoría convertidos en auténticos lelos que no paran de comportarse como estúpidos. McAvoy y Fassbender son quizás los más profesionales, esforzándose por sacar adelante lo poco que el guión les ofrece. Son los únicos que parecen actuar sin tener la actitud de “no sé qué estoy haciendo aquí, a ver si me libro de esta tontería pronto” que sí tienen Jessica Chastain y Sophie Turner, por ejemplo. Evidentemente, esto se nota en el resultado final, bastante deslucido. De Jennifer Lawrence (Mística) no hablo, que no hace nada más que estar de morros cada vez que aparece y, probablemente, tocando las narices a todos sus compañeros durante el rodaje. Después de todo, ya había declarado bastantes veces que su participación se producía por obligación contractual y que no tenía ninguna intención de esforzarse lo más mínimo.



Por lo menos, hay que reconocer que los efectos especiales cumplen. Se respeta la imaginería que se ha venido desarrollando en las películas previas y se crean set-pieces bastante resultones. Ello se traduce sobretodo en unas escenas de acción bastante espectaculares, que no tienen mucho sentido, pero cumplen a la hora de entretener. Tenían el problema de parecerse demasiado a las que habíamos visto hacía poco tiempo en Capitana Marvel, tanto que incluso tuvieron que volver a rodarse unas cuantas escenas (para cabreo de las dos protagonsitas, que ya estaban a otras cosas), no en vano, tanto el poster como la campaña publicitaria eran sorprendentemente parecidas. Me apuesto que iban a tener una aproximación similar al público, pero claro, una vino antes que la otra.

Cuando toca comparar la película con Endgame, se nota que es una propuesta mucho más flojita. El guión flojea por todos lados, el elenco actoral no se esfuerza en exceso y los malos pecan de poco carismáticos. Siendo una película no especialmente inspirada, cumple mínimamente a la hora de entretener, siendo mucho mejor que XM3, que era un despropósito se mirara desde donde se mirara.



Y la segunda saga X-Men, renacida con la estupenda First Class muere aquí. El proyecto arrancó con cierta ilusión pero durante el rodaje se anunció que los derechos de la franquicia dejaban la Fox para volver a Marvel, que anunció al instante que reiniciaría la saga para incluirla dentro del MCU. Imagino que es por ello que la mayoría de sus trabajadores dejó de poner interés en el proyecto y se limitó a ir haciendo. Al final, ni la taquilla ni la gente se mostró especialmente interesada en esta película, que se limita a ser un punto final un poco indigno para una saga que nos ha dado buenos ratos. Voy a extrañar a Fassbender y a McAvoy, que han hecho un gran trabajo todos estos años.

Como hemos comentado, la película se tomó como un trámite que debía pasarse, sin que nadie creyera especialmente en el proyecto. La profesionalidad de algunos y el correcto desempeño de los efectos especiales consigue que el resultado sea mínimamente decente, sin destacar en absoluto dentro del género. Me deja una vez más la sensación de oportunidad perdida, convirtiéndose en un propuesta que era más de lo mismo, de esas películas sin nada distintivo que ya hemos visto muchas veces.


Nota: 4
Nota filmaffinity: 5.1

domingo, 17 de mayo de 2020

Deadwood: La película


Hoy nos ponemos con uno de los productos derivados de una de las primeras grandes series de nuestro tiempo. Deadwood pertenece a las llamadas joyas truncadas de la HBO, un puñado de grandes super-producciones por capítulos producidos en una época en que este vicio no estaba tan masificado. A pesar de su innegable calidad, la HBO tuvo que cerrar prematuramente la mayoría (quedándose con The Wire y con Los Soprano, principalmente). A diferencia de Roma o Carnivale, por poner un par de ejemplos, los productores dieron una última temporada a Deadwood para que pudieran darle un cierre más o menos coherente y no quedara todo a medias. Cómo todavía quedaban cabos sueltos, se hizo pronto la promesa de que habría una película con la que se cerrarían las tramas como se debía. Sin embargo, los años pasaron y de la película nunca más se supo.


Finalmente, trece años después, cuando ya parecía perdida toda esperanza, nos llegó Deadwood: La película.

Pero bueno, centrémonos, ¿qué era Deadwood?. La serie narraba la vida de un pueblecito del mismo nombre durante la época de la Fiebre del Oro. A él iban a parar un puñado de desesperados en busca de fortuna, se establecían, se amaban, se odiaban, se enriquecían y se mataban. HBO echó la casa por la ventana en la recreación fastuosa de un pueblo del Oeste construido por entero, con toda su suciedad, toda su miseria y casi nada de la mística que nos habían vendido las películas. Deadwood era un infierno sobre la tierra, pero un infierno en el que te podías hacer rico. A ello se unía un retablo de personajes repleto de carisma, que los adorabas tanto como temías, inolvidables todos, a su modo. Finalmente, unos diálogos llenos de fuerza en los que nada se dejaba al azar. Son tres temporadas de diez capítulos. Si habéis llegado hasta aquí, no es una serie que debáis pasar. Vale la pena.

Así pues, volvemos al pueblo más sucio del Viejo Oeste. Han pasado diez años, pero no hay grandes acontecimientos que contar. Swearingen sigue manejando el pueblo desde su salón-prostíbulo (a pesar de estar agonizando por su cirrosis). Montana se ha comportado como un sheriff ejemplar e implacable durante años. Sol al final se casó y ha vivido feliz, etc. La acción se desencadena cuando Hearst decide volver al pueblo para saldar todas las cuentas que quedaron pendientes. Estallan entonces todas las rencillas que habían quedado pendientes y se desatan los diálogos implacables, los tiroteos letales y la sensación de vivir en una olla a presión a punto de explotar. 

Se hace raro que todo personaje que pasó por el pueblo decida regresar justo en el mismo lapso temporal, pero es la única manera de dar el último saludo a todos los personajes y todas las tramas que nos hicieron gozar en su momento. Habría quedado extraño situar la acción en Nueva York, Washington o cualquier otra ciudad de la época, fuera de esta maloliente cloaca de Dakota del Sur.

Desde el primer momento se siente que el proyecto no está concebido como un sacacuartos. Se percibe como una película consistente por sí misma, que trata con respeto al espectador. Y sobre todo, consiste en una despedida digna, emotiva y bien hecha, que da un final (satisfactorio, o no, pero un final) a todo lo que había quedado pendiente.

Mientras me informaba sobre la película, encontré una entrevista a Timothy Olyphant (el Sheriff Montana) en la que comentaba que, básicamente, se habían quedado un poco con mal sabor de boca por el final que tuvo la serie, por lo que estaban todos interesados en ponerse manos a la obra cuando hubiera un guión consistente. Quizás es por este amor, este recuerdo de un tiempo pasado que se ve con cariño, que todo el personal tenía ganas de hacer un buen trabajo, lo cual se nota.


En un doble giro del acróbata, la película no es sólo una propuesta por sí misma, sino que es también un último episodio que, por alguna razón llega diez (trece) años después de lo que tocaba. Deadwood vuelve a la vida cuando parecía imposible para dar su canto del cisne, proporcionando un férreo entretenimiento al seguidor y dejando satisfecho al profano. No se tratará de una película perfecta, y se nota que hay personajes que salen porque deben salir, aunque su arco argumental haya acabado, pero funciona y me permite decir adiós a Deadwood como hace diez años me hubiera gustado poder hacer.

Esto es lo que más saco de la película. Despedirme de Sol, de Montana, de Trixie y, sobretodo, de Al Swearingen, el hijoputa más repugnante y adorable que ha parido la pequeña pantalla. Deadwood: la película es un epílogo innecesario, pero es un epílogo gratificante. Es justo lo que necesitaba, un funeral lleno de dignidad como pocas series pueden presumir, que me deja una curiosa sensación de nostalgia, por el tiempo que fue, el que conviví con estos personajes y la oportunidad de decirles adiós como se merecían.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.5


viernes, 15 de mayo de 2020

El largo viaje a un pequeño planeta iracundo (Becky Chambers)


Este libro tenía muy buena fama dentro del género, causando un poquito de revuelo. Cuando Ghaz lo puso de BRing, no era cuestión de dejarlo pasar.

Título: El largo viaje a un pequeño planeta iracundo
Autor: Becky Chambers
Título original: The long way to a small, angry planet
Traducción: Alexander Páez García.

“Rosemary Harper se une a la tripulación de la Peregrina, una viaje nave tuneladora, sin saber muy bien qué esperar de su primer trabajo. Aunque la nave ha visto tiempos mejores, le proporciona un pequeño lugar al que llamar hogar durante un tiempo, algo de aventuras en los confines más alejados de la galaxia y, lo que es más importante para ella, la oportunidad de dejar atrás su pasado.

Hasta que les ofrecen el trabajo de sus vidas: la oportunidad de construir un túnel hiperespacial a un lejano planeta. Si completan el encargo, ganarán el suficiente dinero para vivir sin preocupaciones durante años… Sin embargo, antes deberán sobrevivir a un largo viaje a través del espacio.

Pero Rosemary no es la única persona a bordo con secretos que ocultar, y la tripulación pronto descubrirá que, aunque el espacio sea un lugar inabarcable, las naves espaciales son muy pequeñas.”

Lo primero que a comentar al acabar el libro es que se trata de una propuesta muy inesperada. Encontrar un libro de ciencia-ficción buen-rollero//optimista sin caer en ninguno de los tropos del New Age es un suceso bastante extraño. En ese sentido, se nota un libro muy fresco y novedoso, utilizando el planteamiento futurista para hablar de muchos temas sociales tal como muchas veces hacía Bradbury. En vez de desvariar con disgresiones científicas, trata cuestiones sobre la identidad individual, el derecho a morir (y a vivir), el tratamiento de la sexualidad, la necesidad de la violencia y el sentido de la comunidad.



El Universo que genera, deudor quizás de una sociedad al estilo Mass Effect. La que la humanidad ha saltado a la galaxia no hace mucho y, como recién llegados problemáticos, no acaban de caer del todo bien. En una visión optimista, pero no ingenua, la galaxia es una mezcolanza de razas, especies y seres de enorme diversidad (tanto individual como social) en la que hay sus tiranteces y sus problemas, pero la mayoría se las arreglan para convivir más o menos bien. Un trabajo espléndidamente realizado en la creación de la idiosincrasia de cada especie, con sus diferencias entre individuos pero todavía reconocibles, se nota concienzudo y, sobretodo, verosímil dentro de sus normas. Cada sector galáctico tiene sus costumbres, sus normas, a veces hay que hacer adaptaciones, otras normas se pueden pasar por alto y finalmente también toca transigir de vez en cuando.

En El largo viaje…seguimos las aventuras de una nave y su tripulación. Un puñado de gente que debe convivir para llevar a cabo un trabajo y serán unos borrachos, pero son unos profesionales. La novela se desarrolla principalmente a través de la evolución de sus personajes, todos ellos con un arco argumental propio y un viaje de desarrollo personal muy bien llevado.


La protagonista principal es Rosemary, una chica joven e ingenua, que parece haber escapado de casa, guardando algunos secretos, sin saber muy bien si puede confiar en sus nuevos compañeros de trabajo. Pero rápidamente se nota que puede confiar en ellos (aunque no les cuente su secreto), pues son todos un pedazo de pan :p. 

El Capitán Ashby es una versión alternativa de Han Solo, aparentemente un canalla, pero en realidad un romántico incurable y un jefe leal y dedicado (con su correspondiente dosis de secretos). EL resto de la tripulación, no por ser secundarios, se han trazado con menos mimos. 

La mecánico jefe Kizzy, es un trasunto de una heviata futurista, alocada, adicta a la música y a pasarlo bien (quizás la única tripulante sin secretos). El ayudante mecánico Jenks un enano (humano) gruñón, de lengua afiladísima (ejem Tyrion, ejem…) tan presto a ayudar como a dejarte seco con su llave inglesa, guarda el secreto de estar enamorado de quién no debe. 

La piloto Sisix es de una especie tan abierta en cuestiones emocionales, sociales y sexuales que se incomoda al ser incapaz de reprimirse para no molestar, pues su sociedad lleva mal la monogamia. 

El/los navegante(s) Ohan son deliciosamente inhumano(s), una buena muestra de imaginación y saber llevar las cosas. 

Al Cocinero de la tripulación os dejo que lo conozcáis vosotros (vale la pena) e incluso el taciturno y fanático de las reglas del jefe médico Corbin se hace entrañable cuando se descubre su secreto. Son todos claramente distintivos, guardando solo en común que a su manera son buena gente e intentan hacer la vida más fácil a sus compañeros (pese a los secretos súper secretos que todos guardan).

Me he encontrado gente que critica el hecho de que son todos muy blanquitos, con muy poco gris en sus personalidades. No es algo que vaya a negar, pero después de leer tantos libros y conocer a tantos personajes torturados de la muerte que arrastran traumitas, se agradece poder leer algo simplemente optimista, de los que te recuerdan que vale la pena vivir la vida y afrontar el día con una sonrisa.



Otro de los detalles inusuales del libro se encuentra en el desarrollo de la trama. Acostumbrado estoy a que las propuestas espaciales tengan historias tremebundas en las que un puñado de elegidos por el destino debe salvar la galaxia o señores del mal que hay que destruir y otras zaranganadas por el estilo. Este libro narra la (no tan) rutinaria vida de una PYME espacial que se dedica a la construcción. Más que seguir una historia lineal, está estructurada como si fuera una serie de televisión de ciencia-ficción (no puedo evitar pensar en Futurama) en la que a un grupo de personas que trabajan juntos les van pasando cosas. Si bien hay una trama de fondo que sirve para hilar el conjunto, tenemos una serie de capítulos que se centran en uno u otro personaje y desarrollan su pasado, su personalidad y lo que será su futuro, manteniendo las consecuencias en la continuidad para el siguiente capítulo. Es fácil entender el libro como una serie de televisión, en la que un adorable grupo de currantes lidia con la adversidad en las aventuras que trae el capítulo de cada semana.

Los mayores problemas que le encuentro al libro (pequeñas cositas, igualmente) radican en la falta de trascendencia de la obra, pues a veces me encontraba con ganas de que pasaran líos más cañeros, a ningún personaje la acaba pasando “nada malo” de verdad, los antagonistas no son tampoco especialmente malvados y al final, la solución para (casi) todo es la paciencia y la comprensión. También está el hecho de que se nota demasiado cuál es la opinión de la autora sobre según qué temas. Te presenta siempre opciones, pero siempre hay una vía mucho mejor tratada, sin ningún tipo de sutileza ^^.


El largo viaje a un pequeño planeta iracundo no es precisamente lo que esperaba. Tras las primeras diez páginas esperaba un argumento de acción con sus toquecitos románticos en la onda de las distopías de estos últimos años. Lo que encontré luego fue un entrañable viaje por las estrellas increíblemente detallado, forjado con toneladas de imaginación y cariño. El tema principal de la novela es la amistad, la confianza y la aceptación, más que ninguna otra cosa. Debo reconocer que no cumplió ninguna de mis expectativas, pero no acabé en absoluto decepcionado. Quizás hubiera deseado un poco más de intriga o de fuegos artificiales, algún cliffhanger bien metido o un desarrollo con más tralla, pero al final no me importó. Se puede interpretar el libro como un gran abrazo de grupo, realizado por unos personajes ricos y sorprendentes, de los que quieres conocer, descubrir su pasado y consolar cuando toca.

Por lo que he leído, hay dos continuaciones de El largo viaje… Sin embargo, se trata de libros completamente independientes. Simplemente, ocurren en el mismo universo  y en un marco temporal a los hechos que se describen aquí. Seguro que me acercaré a sus páginas pero me da un poquitito de rabia no poder tener nuevas aventuras de este puñado de curritos malpagados.

Si bien cae dentro de la ciencia-ficción (y por derecho propio) se trata de una obra de lectura muy refrescante, empaquetando un puñado de aventuras espaciales a cargo de una tripulación que se hace querer. Divaga con acierto sobre temas sociales inusuales dentro del género, crea un Universo de sorprendente profundidad, que invita a sumergirse a fondo en él y encima sus personajes molan un puñao. En resumen, un libro que mola, divierte y seguro te hará disfrutar si puedes soportar tanta buena gente.


Nota: 9
Nota goodreads: 4.17/5

miércoles, 13 de mayo de 2020

Independence Day


En un arrebato de ponerme una película tonta pero divertida, tropecé con este peaso de block-buster de otra época. Fui de los que la vio en el cine en su momento, disfrutando de esta gigantesca memez llena de diversión.

La película nos narra una invasión extraterrestre en la que un piloto incapaz de seguir órdenes deberá aliarse con el Presidente de los EEUU, un alcohólico piloto de aeroplanos y un ecologista-hacker para acabar con los malos. Mientras tanto, su mujer, de profesión stripper, será la única esperanza para salvar a la Primera Dama de una muerte segura. Por medio, el Área 51, muchos tiros y las primeras destrucciones masivas de monumentos emblemáticos (la Casa Blanca, el Empire State) a todo lujo de detalles de la historia del cine. Y el día de la Independencia de los EEUU por medio de alguna manera, como motivo para sacar la bandera.

La película no debería sostenerse de ningún modo, pero es sorprendente contemplar como Will Smith la saca adelante a base de puro carisma. Estaba en la cúspide y su presencia era más que capaz de salvar cualquier proyecto, como se ve aquí, convirtiendo lo que habría debido ser una película olvidable en uno de los block-busters más divertidos de su año.


Pasar a relatar todas las “cosas raras” del guión me llevaría demasiado rato. En conjunto es un cúmulo de casualidades que permite exaltar un patriotismo desnortado, proporcionar un puñado de destrucciones impactantes y servir de excusa para mostrarnos escenas de acción bien molonas para mayor gloria de Will Smith.

Will Smith hace el mismo papel de siempre, que es capaz de aprender a pilotar una nave extraterrestre (que funciona a la perfección después de cincuenta años) porqué la ha visto volar un rato, la cuela en la nave nodriza de los malos sin que estos se den cuenta (después del discurso presidencial pre-apocalipsis más inolvidable de la historia) y le mete un bombazo nuclear  un virus informático que prueba la viabilidad del Hackeo intergaláctico.

Es ayudado por un Jeff Goldblum al que yo venía de ver en Parque Jurásico, aunque haya perdido todo el sex-appeal que nos deslumbró a todos entre los dinos. Aquí es una especie de hacker-ecologista-experto en antenas de comunicación que resulta ser el ex de la principal asesora del presidente, es el primero en darse cuenta de lo que ocurre y se las arregla para colarse en el Área 51, se recupera de las borracheras al instante y recupera a su churri que iba camino del altar (ahí queda eso).


Pero no todo es malo dentro de la película. La acción funciona con creces. Puede no tener sentido, pero Emmerich se monta buenas coreografías aéreas, con su correspondiente dosis de explosiones y misilazos a buen ritmo. Sí. Está hecha para mayor gloria de Will Smith y sus chascarrillos, pero no se puede negar que funciona estupendamente, siempre y cuando seas capaz de apagar el cerebro un rato (esta vez hay que esforzarse un poquito). Además, tenemos todas las escenas de destrucción masiva, a las que el ordenador no ha tratado mal y siguen siendo tan aparatosas como hace veinte años. Tienen el valor “histórico” de ser la primera vez que veíamos un estallido tan bruto de decenas de monumentos emblemáticos en la pantalla grande, con todo lujo de detalles. Igual ahora ya estamos más curtidos en estos menesteres, pero siempre hay que respetar (ejem ejem) a los pioneros.

Una de las cosas que más hacen patente en el paso del tiempo es el tratamiento del feminismo. Aquí se recalca una y otra vez que las mujeres deben ser fuertes (como se le dice mucho a la hija de Will Smith), pero luego tanto la stripper como la primera dama parecen estar únicamente para ser salvadas. Ahora esto (probablemente) se habría hecho mejor (o no).


La película es lo que es, un homenaje a Will Smith en la época que reventaba taquillas a voluntad, cuyo argumento es una simple excusa para presentarte acción desnortada (muy molona) y un puñado de chascarrillos de éxito desigual. A pesar de la enorme cantidad de estupideces de su guión, se convirtió en el Block-buster de su año. Puede que sea entretenida (eso no se lo negaremos), pero es un canto a la estulticia de proporciones siderales.

Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.3