viernes, 30 de noviembre de 2018

Cars 3


Dentro del estudio Pixar, la saga de Cars se ha considerado (con razón) como la más floja de todos, pero uno siempre ha sido un poco vicioso de los coches, por lo que veía las películas con mucho más cariño que el común de los mortales (no sé si quiero revisar la 2 y ver qué me encuentro…). Cuando salió el tráiler de Cars3, me tuve que recoger la mandíbula del suelo, pues daba pie a un cambio total en el tono de la obra, casi parecía una obra crepuscular (echadle un ojo, el tráiler es una pasada). Luego ya se supo que la película no iba de eso y me dio un poco la bajona. Esto se unió a una época en que estuve muy ocupado y acabé por no ir al cine (la de veces que pasa).

El tráiler prometía una historia seria de decadencia y retiro, pero, por fortuna para los más pequeños, la película tenía un tono mucho más ligero. Tenemos a un Rayo McQueen que es toda una leyenda de las carreras, pero ya se va haciendo mayor. Colecciona triunfos pero los años pasan y los fallos mecánicos, fugas de aceite y otros problemas de la edad empiezan afectarle. Además, las nuevas generaciones, más jóvenes y fuertes, pisan fuerte y McQueen empieza a no llegar al nivel. Al intentar forzar más de lo debido, sobreviene un accidente que le obliga a alejarse de las pistas, empezando un intenso entrenamiento con la idea de poner un último broche de oro a su carrera.

En sí, constituye una variación a la temática clásica de “esfuérzate mucho que lo conseguirás”, recordándote que las cosas no siempre salen como quieres. Me hace gracia como se ignora COMPLETAMENTE la existencia de Cars 2 para dar pie a una película sobre el paso del tiempo y la necesidad de saber cuándo es necesario adaptarse a los nuevos tiempos y no estrellarse continuamente contra un muro. Pixar demuestra tener una idea tan absolutamente clara de lo que quiere contar en "Cars 3", que incluso propone un inicio realmente extraño, ya que se mete de lleno en esta historia, sin prólogos ni otros subterfugios, y durante el resto de la hora y media hasta el final, se limitará prácticamente a hablar sólo de eso.


Sigue siendo para niños, pero es, con diferencia, la película de Cars menos Disney y más Pixar de todas, y por tanto, la más redonda y equilibrada. Se sostiene argumentalmente, Mate no aparece demasiado y se da una vuelta curiosa al género de las películas deportivas mientras sigue siendo especialmente divertida.

Su punto a favor más inesperado es la profunda evolución del personaje más monolítico de Pixar: Rayo McQueen. La “vejez” quita de un plumazo toda la chulería que ha venido arrastrando todos estos años y se ve obligado a reconstruirse y crecer como no ha hecho en dos películas (en todos estos años). Encuentro curiosa la desaparición de Sally de su vida (creía que eran pareja, pero parece que no), pero no me importa tras la aparición del personajazo que es Cruz Ramírez. Ésta es una coche de carreras con problemas de autoestima que ha derivado en entrenador de la nueva generación al no poder soportar la presión de competir en primera línea. En ella se mezcla la adoración que profesa a McQueen con la decepción de conocer a la “persona” que hay detrás del mito, especialmente cuando aplique sus métodos de entrenamiento, tan diferentes de los que vivió McQueen con Doc Hudson (precioso el homenaje a Paul Newman, por cierto). La interacción entre ambos fluye estupendamente, especialmente si nos acordamos de la cargante grúa que McQueen tenía a su alrededor habitualmente. Me agrada también reconocer a Jackson Storm como un antagonista no malvado. Simplemente es el mejor de los jóvenes y no le tiene una especial inquina a McQueen (al que admira, a su manera) ni se hace insoportable como el Chick Higgs de la primera parte.


Asimismo, el ritmo que sigue la película es vivísimo, manteniéndote entretenido con facilidad con el montón de cosas que van pasando. A destacar también la magnífica animación y el cuidado diseño de imaginería que mantiene toda la película (marca de la casa), metiendo en danza coches ultradeportivos nunca aparecidos dentro de la franquicia (Cruz es un TVR Cerbera, Jackson es un Storm 12… ¡Ay esos recuerdos del Gran Turismo!).

No deja de ser una película para niños, sin ese mensaje para adultos que tienden a acompañar las películas Pixar, pero es una BUENA película para niños. Entretiene y funciona como un tiro, sin rastro de las excentricidades de la segunda parte, constituyendo una película por sí misma y no como el (divertido) compendio de gags que era la primera. No deja de ser menor dentro de Pixar, pero igualmente es superior al 90% de las películas de animación de la competencia (ejem.. GRU3 ejem…)

Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.0

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Legión y El alma del Emperador (Brandon Sanderson)


En el trabajo he comentado más de una vez lo que me gusta el escritor Brandon Sanderson (sus libros, él no especialmente). Una de mis compañeras tenía casualmente uno de sus libros por casa, que yo no había leído (¡Y firmado!), así que unilateralmente decidió prestármelo para que lo leyera. Y uno eso de que los libros pasen de manos no le gusta nada, no… jeje. ¡Gracias Esther!

Título: Legión y El alma del Emperador
Autor: Brandon Sanderson
Título original: Legion and The soul of the Emperor

“Fantascy presenta un auténtico acontecimiento para los numerosos seguidores de Brandon Sanderson, y un descubrimiento para los que aún no lo son: reunidos en un solo volumen, dos brillantes novelas cortas que ilustran sendas facetas de la obra de uno de los maestros consagrados de la fantasía contemporánea internacional y que hacen gala tanto de su firme pulso narrativo como del alcance de su poderosa imaginación.”
No conozco realmente el origen de esta edición ni he visto que la editorial haga un ejercicio similar con otro autor, por lo que imagino que, en vista del éxito que ha tenido Sanderson dentro del género, compraron los derechos de lo que pudieron y luego buscaron la manera de poder publicarlo de una manera práctica (corregidme si no es así ^^). En cualquier caso, se trata de un libro que contiene dos novelitas cortas (sobre las 90 páginas cada uno) que no guardan ningún tipo de relación entre sí, pero que vician cosa mala.

La primera de ellas es Legión. En ella, se nos presenta a Stephen Leeds, un hombre que tiene una mente repartida entre una multitud de personalidades, entes imaginarios que sólo él ve y que despliegan una diversidad de habilidades especializadas. Cuando contratan sus servicios para recuperar un prototipo tecnológico robado, Leeds se lanza a la búsqueda del inventor, desaparecido en condiciones sospechosas. La investigación conducirá a Leeds por el mundo, en una intensa aventura detectivesca que aborda temas como la naturaleza del tiempo, los usos potenciales de la tecnología y la complicada relación entre la política y la fe.

A pesar de que Sanderson tiende a escribir sobre Fantasía, Legión mezcla varios géneros, entre los que destaca la ciencia-ficción mezclada con misterio, intriga y toques de thriller psicológico. Esta suerte de X-Men pasadísimos de vuelta protagonizan una pasada de novela de las que cuesta dejar de leer. Entre que el planteamiento es original, se desarrolla con un puntito socarrón muy logrado y las escenas de acción están resultas con mucha frescura, esta novelita se devora en un suspiro. Encontraremos autores cuyo estilo es más elegante, pero Sanderson tiene algunas de las ideas más increíbles y únicas que puedes encontrar en tus viajes “librícos”.

No es sólo la gracia de la historia, sino la propia personalidad de Leeds. ¿De dónde salen sus poderes? Puede que esté loco de verdad e imagine todas las personalidades a su alrededor. Quizás podríamos abogar por su cordura, pues es consciente de sus alucinaciones y de que “no debería” estar viéndolas. Por otro lado, también sería posible atribuir su presencia a poderes “Mutantes” de Leeds, que aprende nuevos conocimientos al estilo Neo (se Kung-fu), creando una nueva personalidad que le asesora en todo lo que hace. Lo más curioso es que todo se traduce en que Leeds tiene una personalidad bastante plana, como si fuera un espejo en el que se reflejan todas sus alucinaciones, de personalidad fuerte y definida, poseedoras de interesantes habilidades, cuyos diálogos y discusiones entre ellas son la mar de cómicos.

Otro detalle destacable a raíz de la imaginación de Sanderson estriba en el artefacto a recuperar, una cámara capaz de hacer fotos más allá del tiempo, lo que da lugar a interesantes planteamientos sobre sus aplicaciones y los peligros que implicaría (muy bien tratados).

Se trata de una novela que pide a gritos más trasfondo y desarrollo, nuevas aventuras, pues funciona como un tiro y te deja con ganas de más. Sin embargo, estoy seguro de que si fuera así, el efecto no sería tan espectacular. Gran parte de su capacidad de fascinación se basa en el misterio alrededor de los poderes de Leeds y si se intentara dar una explicación plausible para ellos, perdería gran parte de su gracia.
En resumen, se trata de una novela corta ajustada al milímetro para molar mil sin ningún tipo de ambages.

Nota: 9

La segunda parte del libro es El alma del emperador. En ella, Shai, una maga falsificadora, ha sido condenada a muerte; pero el consejo le ofrece su libertad a cambio de la mayor falsificación que pueda emprenderse: la del alma del emperador, que se encuentra en estado catatónico tras un atentado. Al adivinar las motivaciones de sus captores, Shai deduce que no conseguirá sobrevivir aunque logre cumplir el cometido Así pues, trama formas de escapar del palacio a la vez que se esfuerza en comprender hasta el límite de lo posible los entresijos de la personalidad del emperador. Aunque asume la necesidad de huir, a Shai le atrae poderosamente la idea de crear la falsificación más extraordinaria del mundo… ¿Es posible crear una copia de un alma tan convincente que supera al original?

Esta novelette es mucho más reflexiva que la anterior, sucediendo principalmente en el interior de una celda en la que la mejor falsificadora del mundo hace su trabajo. En esta historia, Sanderson crea una estupenda trama política de intrigas cortesanas que atrapa como pocas mientras aprovecha para reflexionar sobre el poder la falsificación y qué necesita un objeto para ser considerado “real” (a medio camino entre El cementerio de Praga y sobre las disquisiciones Platónicas sobre QUÉ es un objeto). Casi nada.
Además, volvemos al mundo de Elantris, aunque no tenga nada que ver con esa novela, leyéndose de manera separada. Este universo se aleja de la típica fantasía épica “anglosajona” a la que estamos acostumbrados, añadiendo muchas influencias orientales sin por ello caer en los tropos más habituales de los Mangas japoneses. Quizás el referente más obvio para el público en general sería la serie de Nickleodeon Avatar, en la que tramas “occidentales” se suceden en reinos de clara influencia tailandesa/china/indonesia.
Y luego tenemos a Shai. Un personajazo como la copa de un pino. Artista, asesina, falsificadora y al mismo tiempo con un férreo código de la decencia y toneladas de arrogancia. Ridículamente bien esculpido, se hace querer por su personalidad llena de exquisitos detalles. Impresionante.
Asimismo, aquí si tenemos claro que hay magia en el ambiente, con un sistema de magias muy cercano a la ciencia (ejem ejem) que no me voy a poner a explicar pero que destila consistencia y verosimilitud, como suele ocurrir en las creaciones de Sanderson.
Al final la novela tiene todo: Un personaje principal de bandera, emoción a raudales sobre lo que ocurrirá, un final difícil de prever pero coherente al que se te lleva en un subidón constante que deja un sabor de boca impecable. Otra obra que se devora cosa mala.

Nota: 10

En resumen, si te gusta Brandon Sanderson, te ENCANTARÁ. Si no lo conoces, también. Dos pildoritas de fantasía de primerísima calidad. Son originales, viciantes y te obligan a pensar un poquito, además de leerse en dos tardes. ¿Qué mejor? 

Nota: Actualmente, ambas novelas han sido expandidas y gozan de saga propia que todavía no he leído. Tendré que buscármelas

lunes, 26 de noviembre de 2018

Loca academia de Policía


Hace un tiempo, escribí una reseña sobre Loca academia de Policía III y comentando sobre ello, resultó que mi pareja no había visto ninguna de las películas que componen la saga. Quizás ponerse al día con todas sería algo cruel, pero entendí que había que ver, al menos, la película que dio pie a esta mítica saga ochentera de policías atontados y chorradas por doquier.

La película nos situa en una anónima ciudad de Norteamérica (se rueda en Toronto, por su os interesa) en la que la recién elegida alcaldesa decide levantar cualquier tipo de requisito para entrar en la Academia de Policía, al tiempo que la convierte en un destino ideal para todo aquel que no tiene donde carse muerto. Los nuevos cadetes son un precioso compendio de torpeza, estupidez y desbarajustes mentales a cada cual más tarado, lo que dará pie a un chorrón de gags mientras los ineptos y acomplejados instructores intentan formar policías del variopinto grupo de anormales que tienen a cargo.

Como ha pasado tantas veces (American Pie, Paranormal Activity), Loca Academia de Policía es la típica película menor, que ha costado dos duros y apenas contiene más que patochadas que, de alguna manera, sorprende a todo el mundo triunfando en las taquillas mundiales. Como encima ni siquiera era una película de Hollywood (es canadiense), sus actores cobraban entre poco y nada (es un decir), por lo que la vía de las secuelas estaba abierta de par en par, bastaba con que recaudaran un poco para dar beneficios por lo que se tiró para adelante, llegando a hacer un total de 7 películas donde iban apareciendo y desapareciendo personajes.

La película se sustenta en el carisma de unos personajes muy extremos y estereotipados que sirven de armazón para un continuo de chistes de lo más variado. Algunos de ellos siguen totalmente vigentes, como las idas de olla de Takelberry, los complejos de Harris o las interferencias de Ruiditos, bien capaces todos de provocarte carcajadas como pocos. Otros que recuerdo como graciosos me han dado algo de vergüencita vistos hoy día (todo lo que envuelve al ligón latino o a Mahoney) y unos terceros ya me parecían desagradables hace veinte años y no han mejorado en absoluto (los idiomáticos del oriental, la vocecita de Winslow o esa fiesta de despelote gratuito).

A pesar de algunos altibajos, esta spoof movie es bien capaz de proporcionar 90 minutejos de risas. Con la perspectiva de hoy día se le ven las costuras por todos lados y, a la que le pidas algo más que tres chistes malos y un par de carcajadas, no llega. No obstante, sigue siendo una película que se ve sin el más mínimo esfuerzo y que se acaba antes de que te des cuenta.

Otro de los detalles que la hacen más carismática está en la propia banda sonora, sorprendentemente reconocible para una propuesta de este calibre, lo que le da un buen empuje de identidad y reconocimiento y que, una vez vista la película, obliga a escucharla con una sonrisita condescendiente.



Soy consciente de que se sostiene en gran parte por la nostalgia, pues Loca Academía de Policía (la que fuera) es la película de sobremesa de los Domingos en mi infancia, una época donde todo era más fácil y tres ruiditos tontos y un poco de carne bastaban para pasar una tarde entera a lo grande (ay esos 12 años sobrehormonados…). Tanto en mi caso como en los de mi generación, Steve Guttemberg siempre será Mahoney, Bubba Smith, Hightower, David Graf, Tackleberry, Michael Winslow, Jones, el de los ruiditos, etc.

Debo reconocer que esperaba ver una película MUCHO más mala de lo que dictaban mis recuerdos, tal como ha pasado con bastantes productos de mi infancia. No tiene sentido pedirle más de lo que es, pero más allá de unos cuantos chistes anacrónicos, se aguanta sin problemas como la chorrada simpática que era hace veinte años, cumpliendo a la hora de dar 90 minutos tontos con los que apagar el cerebro.

Nota: 4
Nota filmaffinity: 5.8

sábado, 24 de noviembre de 2018

Banderas de nuestros padres


Después de un nuevo visionado de esta película, no sabéis cuál ha sido mi sorpresa cuando me he dado cuenta de que no la tenía reseñada. Convencido de que sí había hecho una, pero bueno o me desaparecen entradas o no lo hice, mira tú por dónde.

Esta película es parte de un extraño proyecto de Clint Eastwood que se centraba en una cruenta batalla en el frente del Pacífico en la IIGM, que en la que el ejército estadounidense derrotó en Iwo Jima a los japoneses tras sufrir una grandísima cantidad de bajas. La idea era mostrar la batalla desde ambos frentes en una mastodóntica película de casi tres horas. Sin embargo, a medida que desarrollaba el guión en pre-producción, la historia fue creciendo y pronto se hizo notar que lo más conveniente sería partir la película en dos films, uno centrado en cada bando. Así pues, se gestaron Cartas desde Iwo Jima  y Banderas de nuestros padres, un curioso caso de películas hermanas rodadas simultáneamente.

La que nos ocupa hoy, Banderas de nuestros padres, se centra en los hechos posteriores a la foto de la victoria en el bando estadounidense. Esta foto, una de las más famosas de la historia, fue vital en el mantenimiento de la moral en la sociedad yanqui, que empezaba a sufrir los estragos de una guerra que creían ya acabada (el frente europeo casi está finalizado a estas alturas del partido) pero que debe sufrir todavía muchas bajas si quiere cimentar su posición en el frente del Pacífico. Los azares del destino convierten esa foto en un símbolo, transmutando en héroes a los infelices soldados que toman parte de ella. Éste es el punto de partida de Eastwood, que ¿denuncia? ¿muestra? la hipocresía del circo propagandístico que se forma alrededor de la imagen, centrándose en las desventuras del grupo de soldados que, del frente de Iwo Jima, se ven arrojados a sus quince minutos de gloria que la vida nos regala a casi todos.

El foco del film se halla en el retrato emocional de los soldados que forman parte de la foto de marras. Aunque camaradas de armas, tienen sus divergencias sociales, agravadas por los traumas causados en la guerra, fuera de lugar entre los lujos a miles de kilómetros del frente, sufriendo en su incapacidad para reincorporarse a la sociedad. Gente de a pie, sencilla, que bastante tienen con no acabar muertos cada mañana y que a duras penas pueden vivir el día a día con su conciencia y sus fantasmas. El lanzamiento al efímero estrellato militar, al que han accedido por mera casualidad, no les pone las cosas más fáciles, especialmente cuando el boom publicitario se apaga y las “mascotas” ya no son necesarias. ¿Y qué hacemos con el perro cuando sobra, oiga? Pues eso.


El planteamiento es ciertamente magnífico y los medios para llevarlo a cabo no se quedan atrás. Sin embargo, la película se hace bastante pesada, principalmente por su ausencia de ritmo, con multitud de redundancias que provocan que el desarrollo se arrastre antes que avanzar. La falta de carisma de sus actores no ayuda a que nos importe un poco qué les ocurre a estos soldados que van de aquí para allá sufriendo o muriendo según toca. Da la sensación que los saltos temporales con los que se explica el pasado de los personajes se sucede con más aleatoriedad que sentido, con lo que la ensalada de batallas y desfiles publicitarios acaba confundiendo y volviéndose indigesta.  Pocas veces encuentro que recortar 15-20 minutos de duración le hubieran sentado tan bien a una película. Quizás no hubiera ganado sentido, pero sí mucha fluidez.

Por otro lado, se nota que Eastwood sabe rodar escenas con gusto clásico. Desde los barcos de la armada hasta las ruedas de prensa bajo la estatua de la Libertad, la puesta en escena es impecable, con una consistencia (incluso cuando hay tiros y explosiones por todos lados) que ya quisieran muchos. Se nota que hay dinero y se gasta con cabeza.



Sin ser en modo alguno una película mala, se hace pesada en su visionado, pesimista pero no triste, quedando relegado como el patito feo del díptico, pues su partenaire japonesa (de la que algún día haré reseña) le barre en todos los sentidos. En gran parte sólo recomendaría su visionado si se quiere ver el conjunto y así conocer a fondo todo lo que envolvió la batalla de Iwo Jima.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.5

jueves, 22 de noviembre de 2018

Un ángel impuro (Henning Mankell)


Hacía tiempo que no cogía un libro de Mankell, ¡y mira que me suele gustar! El mayor problema es que a mí me gusta Wallander y lo empecé sin mirar que no era de la saga pero bueno…

Título: El ángel impuro
Autor: Henning Mankell
Título original: Minnet av en smutsig ängel (Las memorias de un ángel sucio)

“En 2002, bajo el entarimado medio podrido de una habitación del antaño lujoso Africa Hotel, en la ciudad mozambiqueña de Beira, un hombre encuentra un viejo cuaderno; en la tapa lee un nombre y una fecha: Hanna Lundmark, 1905, pero el cuaderno está escrito en una lengua que desconoce.
En 1904, casi un siglo antes de ese extraño hallazgo, una mujer del interior de Suecia desea para su primogénita, Hanna, una vida mejor, y decide enviarla a casa de unos parientes que viven en la costa. Comienzan entonces las peripecias de esa joven valerosa cuyos pasos la llevan a enrolarse como cocinera en un barco que parte rumbo a Australia. Sin embargo, antes de llegar a su destino, Hanna desembarcará en Lourenço Marques (antiguo nombre de Maputo) y, enferma, recalará en O Paraiso, el burdel más famoso de la región. Poco sospecha que acabará regentando el prostíbulo, poblado por seres variopinto como su propietario el senhor Vaz, el despiadado bóer Fredrik Prinsloo, mujeres como Felicia o Belinda Bonita o el chimpancé Carlos.”

Realmente el libro me ha descolocado. Esperaba cualquier cosa de suspense, asesinatos y emoción y la novela se va por otras vertientes. Informándome sobre la vida de Henning Mankell me enteré de que el autor pasaba larga parte del año en Mozambique, dónde dirigía el Teatro Nacional y colaboraba activamente en la difusión de la cultura y desarrollo del país africano. Se entiende, pues, que conociera de primera mano el día a día de Maputo, mostrando al mundo las dificultades que vive el país.

De acuerdo con el propio autor, la novela cobra origen en el hallazgo casual de un nombre sueco en el antiguo archivo de la ciudad, que mostraba que uno de los burdeles más históricos de Maputo había sido dirigido por una mujer sueca. Si ya es improbable que un sueco acabe en Mozambique y consiga estar a cargo de un prostíbulo de éxito, que sea una mujer lo hace todavía más improbable. Intrigado, Mankell decidió documentarse para descubrir más detalles sobre el suceso y de ahí salió el libro. Los datos históricos se ven completados por la imaginación del autor (mucha) para forjar una historia y así explicarnos como era la vida en la colonia portuguesa a finales del XIX.

El cambio de ambiente no hace variar el estilo de escritura de Mankell, muy seco y desnudo, sin apenas florituras que distraigan de la acción principal. Todo gira en torno al personaje de Hanna Lundmark, una mujer arrastrada por las circunstancias de la vida que hace lo que puede por sobrevivir con un mínimo de dignidad, con las contradicciones que arrastran la certidumbre de saber que podría estar haciendo mucho más para aportar luz en este mundo lleno de rechazo, prejuicios y crueldad, consciente de estar ayudando a un puñado de almas mientras condena otras, entre ellas la suya propia, a la peor de las condenas. Funciona muy bien como un ángel impuro, un alma perdida que se mancha las manos en un ambiente donde el bien y el mal andan demasiado de la mano y donde el blanco y el negro viven en universos tan diferentes que se hace inconcebible que lleguen siquiera a entenderse.

El resto de personajes secundarios no están demasiado desarrollados, destacando quizás el apocado Pedro Pimienta, uno de estos seres amorales para los que todo y todos tienen un precio para el que esté dispuesto a pagar. Sin tampoco un especial deje de maldad (raro en el libro) pero tampoco ninguna implicación para ayudar a nadie sin recibir nada a cambio, aporta toneladas de cinismo gratuito que ayuda a retratar el mórbido mundo de las colonias. Después de todo, ni la propia Hanna puede considerarse una buena persona, destacando el mono Carlos como el único personaje “bueno” del libro. Hace las veces de mascota/criado chistoso del prostíbulo, necesitando sólo de comida y unos cigarros para ser feliz, sin necesidad de molestar ni de pisotear a nadie para vivir.

Como puede hacerse fácilmente evidente, el desarrollo de la historia queda supeditado a los intereses divulgativos sobre el tema a focalizar en cada uno de los momentos, por ello, hay bastantes hechos que se producen “porque sí” y no tanto porque la historia avance hacia allí. Sin embargo, esto no impide que la historia consiga hacerse emotiva (sin llegar a trascender vitalmente), sirviendo para dar luz sobre una zona del mundo bastante abandonada por el común de los mortales. En ese sentido, se hacen inevitables las comparaciones con La isla bajo el mar, una propuesta de un estilo muy similar, ambientada en las colonias francesas. En este caso, el libro de la escritora chilena es muy superior tanto en su capacidad de remover las entrañas como de denunciar un trato histórico que muchos olvidan (o quieren olvidar), pues Mankell busca más describir que remover conciencias.

Un ángel impuro  es un libro diferente dentro de la bibliografía de Mankell, nos brinda una historia inusual y sirve de testimonio de una época vergonzosa de la humanidad (aunque con mucha menos mala idea de la que uno podría esperar). Se deja leer agradablemente y consigue que te intereses por el tema, a pesar de unos personajes muy planos y un desarrollo un poco así así.

Nota: 5
Nota goodreads: 3.5/5

jueves, 1 de noviembre de 2018

Arma Fatal


Simon Pegg y Nick Frost se han erigido como una de las parejas de cómicos británicos más afamadas del abundante panorama británico. Lanzados al estrellato internacional con la punzante Zombies Party, completaron a posteriori una singular trilogía que sólo tenía en común a los actores y el amor por los helados de sus personajes. La película que hoy nos ocupa, Arma fatal, es su segunda parte, culminada finalmente en la descomunal pelea de Bienvenidos al fin del mundo.

Arma Fatal es una película muy difícil de clasificar. Esta comedia británica de policías de 2007 es una parodia deconstructiva y un homenaje a todas las películas de colegas de detectives de EEUU, situada en un bucólico pueblo de Inglaterra lleno de secretos.

En ella, Nicholas Angel (Simon Pegg) es el mejor policía de Londres, capaz él solo de mantener el crimen de la urbe en mínimos históricos. Es, parafraseando a su exnovia Janine (una irreconocible Cate Blanchett), incapaz de “apagar” su estado de oficial de policía. Sus superiores piensan que es muy bueno en su trabajo. Demasiado bueno, de hecho. Lo que hace quedar mal al resto de los policías del cuerpo. Con la intención de poder vivir más tranquilos, lo ascienden y lo convierten en sargento de un pueblecito en el que nunca pasa nada en la campiña inglesa. Sandford (Gloucestershire) ha ganado el premio al “mejor pueblo de Gran Bretaña” durante un buen puñado de años; una villa reconocida por no tener crímenes… pero símuchos accidentes.

Los primeros equívocos hacen patente que Nick no encaja para nada. Sus tareas son extremadamente banales y choca inmediatamente con los relajados policías locales, especialmente con Danny Butterman (Nick Frost), un “joven” policía que quiere ser un poli duro de película (como en Dos policías rebeldes y Le llaman Bodhi, para ser precisos). A partir de ahí, empiezan a suceder una serie de extraños incidentes, lo que lleva a pensar a ambos policías que hay algo turbio escondido en el pueblo…


Escrita y dirigida por Edgar Wright, la película se dedica a arrojarte a la cara durante 90 minutos todos los tópicos de las películas de policías para dejarte clarito que son pura fantasía… y aplicar todos y cada uno de ellos en su tramo final, sin dejar por ello de parodiarlos. Pocas escenas y detalles de la pantalla se reflejan “porque sí”, obedeciendo a un plan que esconde una muy detallista sofisticación referencial. Sorprende en su complejidad para una película que no apunta inicialmente a ser más que una chorrada gigantesca. Sin embargo, tenemos acción abundante, salvaje y bien rodada, con poco que envidiar a las propuestas con mucho más músculo; la trama se enreda con brío y sin artificios, con una enjundia que llega mucho más profundo de lo que uno esperaría, provocando que el desenlace se acometa con muchas, muchas ganas. Todo ello sin dejar de abanderar con ganas el humor absurdo que te obliga a exclamar “pero que demon…” entre un buen puñado de risas.

Además, al estar ubicado en los pueblecitos del oeste de Inglaterra, te retrata con gracia todos los tópicos de la región (acentos, pueblerinos, tweed y chorradas varias), lo que añade un puntito entrañable a todo el conjunto. Después de haber vivido un tiempo en uno de ellos, me choca comprobar lo condenadamente bien relacionado que está todo. ¡Es tal que así!

 La parte más floja se halla en los personajes y sus actores. No tanto en Simon Pegg y Nick Frost, que se las pintan solos para hacer el canelo, como llevan haciendo con notable éxito durante los últimos veinte años, sino en el manojo de secundarios, que son meros tópicos andantes interpretados por actores que no se toman en serio el proyecto. Pero bueno, ¿cómo te puedes tomar en serio una película tan chorra y pasada de página como ésta?, tampoco sería cuestión de criticarles mucho por ello. En el fondo, las comedias absurdas son lo que son, aunque molen tanto como ésta.

 Arma Fatal es una de estas películas que te reconcilian con la vida. Sentido quizás no tiene mucho, pero destila hilaridad por los cuatro costados, con el humor justo para mantenerte una sonrisa, mezclando los géneros como pocas (de comedia chorra ZAZ, se pasa a buddy movie letal a un final que mezcla La comunidad con los westerns de Sergio Leone. El mejunje es un poco raro, pero si te casas con el humor del Cornetto… el descojone está asegurado.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.7