El último DPM del año me acerca de nuevo a Isabel Allende, de la que he
descubierto que leo sus libros con agrado. ¡A ver qué curiosidades, magias
extrañas y mujeres con pelo verde me iba a encontrar en este libro! Además es el libro 67 de la Cesta'2013, con lo qeu adelanto su lectura "un poquito".
Autor: Isabel Allende
“Para ser una esclava en el Saint-Domingue de
finales de siglo XVIII, Zarité había tenido buena estrella: a los nueve años
fue vendida a Toulouse Valmorain, un rico terrateniente, pero no conoció ni el
agotamiento de las plantaciones de caña ni la asfixia y el sufrimiento de los
trapiches, porque siempre fue una esclava doméstica.
Su bondad natural, fortaleza de espíritu y
honradez le permitieron compartir los secretos y la espiritualidad que ayudaban
a sobrevivir a los suyos, los esclavos, y conocer las miserias de los amos, los
blancos.
Zarité se convirtió en el centro de un
microcosmos que era un reflejo del mundo de la colonia: el amo Valmorain, su
frágil esposa española y su sensible hijo Maurice; el sabio Parmentier; el
militar Relais y la cortesana mulata Violette; Tante Rose, la curandera; Gambo,
el apuesto esclavo rebelde… y otros personajes de una cruel conflagración que
acabaría arrasando su tierra y lanzándolos lejos de ella.
Al ser llevada por su amo a Nueva Orleans,
Zarité inició una nueva etapa en la que alcanzaría su mayor aspiración: la
libertad. Más allá del dolor y del amor, de la sumisión y la independencia, de
sus deseos y los que le habían impuesto a lo largo de su vida, Zarité podía
contemplar su existencia con serenidad y concluir que había tenido buena
estrella.”
Pues la verdad, ni una. Jeje. Es el primer libro que no busca el realismo
mágico que leo de Allende. No me lo esperaba.
En cuanto a concepto, el libro recuerda a las historias “más grandes que
una vida” de la época victoriana. Los avatares y desventuras de almas abnegadas
que a base de esfuerzo y tesón luchan por seguir adelante en un mundo
cambiante, lleno de peligros y adversidades. La variante es que esta vez el
David Copperfield o el Oliver Twist de turno ha nacido siendo mujer y negra en
Haití durante la época colonial.
El libro no cuenta más (y no cuenta menos) que los problemas del día a día
de un grupo de personas de la época siguiendo el eje de unos protagonistas
cuyas tramas van y vienen, rodeados de otros personajes con los que se van
encontrando y separando a lo largo de los años. Casi como un culebrón de
calidad, pues una vez que conoces a todos y la historia se ha presentado, se
desliza agradablemente y no puedes sino disfrutar de los avatares de una gente
que rápidamente se hace un huequecito en tu corazón.
Ahí reside el mayor valor de La isla
bajo el mar: Sus personajes principales destilan vida. Desde el primer
momento podemos notarlos como cercanos y realistas. Se hace fácil identificarse
con sus problemas y sueños, con lo que empatizamos en un momento y pasamos
páginas y páginas con unos personajes que se nos hacen entrañables. Tienen
emociones y motivaciones genuinas, reconocibles a pesar de no ser de nuestro
tiempo ni nuestra cultura. Por ello, sus acciones, aunque a veces imprudentes,
parecen lógicas y, hasta cierto punto, inevitables.
La maestra de ceremonias es Zarité (Teté), una esclava doméstica/concubina que a base
de decisión, constancia y un poco de fortuna acaba teniendo algo parecido a una
vida feliz (te lo dice ella misma nada más empezar :p). Como personaje, es el
clásico abnegado sufridor de las novelas a las que hace homenaje. Siempre con
una sonrisa y unas palabras de ánimo para los demás, perfectamente dispuesta a
echar una mano a quién lo necesita mientras lucha por sus sueños.
Su dueño es el noble Valmorain, un francés terrateniente que intenta
mantener una postura más ética con sus esclavos. No los maltrata gratuitamente,
sino que procura cuidarlos y tratarlos bien, tal como se comportaría un buen
amo para con su Belleza
Negra en vez de comportarse como un tirano cruel. Evidentemente, el
concepto de libertad para un esclavo es un concepto que le es tan ajeno que no
podemos sino odiarle “un poquito”. Responde al perfil del pomposo rico que ha
vivido toda la vida siendo servido, cuyas rabietas de noble en peligro se
mezclan con arrebatos de éticos en los que siente que debe hacer “lo correcto”.
Su veleidosa personalidad sufre una evolución muy bien lograda a lo largo de
las páginas y el paso de los tiempos, con lo que acaba dando un poco de lástima
y todo.
Ambos son los personajes más presentes y son sus desventuras las que
seguimos a lo largo de páginas y páginas. De entre los secundarios destacan los
médicos, siempre presentes en una tierra de enfermedad y locura: Parmentier, exiliado del reino/república francesa por tener un
enfoque demasiado moderno de la medicina, está claramente influenciado por la
ilustración. Cree en el triunfo de la razón y el sentido común, y es de los pocos
abolicionistas de la isla. No obstante, su timidez y la poca apertura de las
mentes pensantes locales le impiden siquiera tratar de actuar para hacer mejor
la vida de los esclavos; y luego Tante Rose, una curandera esclava que esconde mil
secretos entre hierbas y rituales, mucho más efectivos que la “sofisticada”
medicina blanca de la época (auténticos matasanos), una Big Mama
llena de carácter que no se amilana ante nada ni nadie, que ha llegado a ser la
santera más importante de la isla y, por tanto, una de las personas con más
influencia entre los esclavos. Todo un carácter que se hace querer.
El resto de personajes van deambulando alrededor de aquellos sobre los que
pivota la historia, pero ya son mucho menos importantes y están menos
desarrollados. Curiosamente, la historia no llega a tener un malvado como tal,
sino simplemente gente de la época, con sus taras y su esperable forma de
pensar. Ello hace que se opongan a los intereses de los protagonistas, sin
destacar precisamente por sus cualidades humanitarias, pero sin llegar a poseer
la mezquindad de un Uriah Heep, por ejemplo.
En el fondo, La isla bajo el mar
es un buen ejemplo de ficción histórica, acercándose a la problemática de la
esclavitud, relatando su vida cotidiana y los problemas con los negreros, en un
primer momento en el Santo Domingo post-revolución francesa y posteriormente en
la Nueva Orleans colonial. Esta orientación francesa es bastante inusual, pues
lo habitual es ver estas cosas tratadas desde una órbita anglosajona. Allende
consigue captar admirablemente el ambiente enrarecido de la época, donde ya se
huele la posibilidad –y la necesidad- de cambio. Mientras que la corrupta
sociedad se resiste con todas sus fuerzas a perder los privilegios, los
esclavos empiezan a oler la sensación de libertad y se lanzan a por ella con
todas sus fuerzas.
Todo ello se entrelaza agradablemente con el característico estilo de
Isabel Allende, capaz de trasladar a negro sobre blanco el ambiente del mar, el
batiburrillo de costumbres de la colonia, la sofisticación de la sociedad, la
desesperación de los oprimidos, las ganas de vida de los esclavos y el reflejo
velado de los abusos de unos y otros, disimulados pero siempre presentes. La
extraña magia que impregnan todos sus libros, aunque esta novela abandone
completamente el realismo mágico para zambullirse en la ficción histórica con decisión.
Esta decisión se refleja en un esfuerzo consciente para detallarnos
concienzudamente la realidad sociopolítica de un Santo Domingo pre-revoluciones
esclavistas. La voz de Zarité se convierte en apenas un susurro donde sus
vivencias se eclipsan ante la forja de la nación negra independiente. Durante
más de 200 páginas asistimos como los personajes, cuál fichas de un juego, se
sitúan en la casilla de salida, prestos a empezar a vivir, pero supeditados a
los hechos que la realidad depara para sus semejantes. La cantidad de datos
llega a ser abrumadora en algunos capítulos. Sin embargo, pasado este denso
inicio, una vez Zarité ya es una briosa joven, la historia se lanza y continúa
con más de 400 páginas de pura vida. Las tramas empiezan de verdad y las
vivencias se suceden con brío, entrelazándose hábilmente al final para dar un
cierre correcto y satisfactorio.
Puro Allende, sin atisbos de magia y una historia algo más triste
de lo habitual. Debo reconocer que he
disfrutado mucho leyéndolo. Tal como ocurre en estas historias “más grandes que
la vida”, fácilmente te puedes sentir parte de algo aún mayor mientras
experimentas las vicisitudes de un par de generaciones de personajes. Sin
embargo, la calma que se toma la autora antes de empezar realmente puede llegar
a cansar. Son casi 200 páginas en las que, realmente, no pasa nada. Por ello dudo
si recomendarlo o no. Vosotros decidís.
Nota: 7
Nota goodreads: 3.98/5
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