Con la fiebre que hay por adaptar al cine los best-sellers literarios, me
sorprendió comprobar como nadie se había atrevido a pasar El médico a la gran pantalla. Un poco lo tenía todo, pues era una
ficción histórica que trataba con respeto al lector, una historia agradecida y
fácil de contar, con un viaje iniciático, un poco de buenismo y con ese toque
de abnegación y esfuerzo con que todos nos identificamos. Noah Gordon, este escritor
afincado en Vilafranca lo había clavado bastante bien (en ésta, y en varias de sus otras
obras). Reconozco que me gustaría conocer la cadena de casualidades que
provocaron que al final fuera una productora alemana quién comprara los derechos
para su adaptación al cine, le dotara del presupuesto más abultado de la
historia de su industria, rodando en inglés y contando con la participación de
Sir Ben Kingsley.
Afortunadamente para nosotros, se sigue el argumento del libro sin
experimentos extraños. En la ignorante Inglaterra del siglo XI un niño ve como
su madre muere ante un mal que nadie comprende ni puede sanar. Crecerá
obsesionado por encontrarle cura, dedicando su vida a ir de pueblo en pueblo
curando dolencias. Cuando la brutal Inglaterra le resulte insuficiente para sus
inquietudes, marchará a la remota Persia, donde el legendario maestro Avicena
está experimentando con las primeras armas de la medicina moderna.
Lo más notable del film es su respeto por la obra literaria. La adaptación
contiene todos los detalles importantes de la misma, desplazando con acierto
las tramas secundarias y los momentos de relleno, cuyos pequeños cambios no
manchan la esencia de la historia.
La dificil recreación de los diferentes escenarios en los que transcurre la
historia se benefician del generoso esfuerzo de la productora, que no duda en
dotar al director de todos los medios que sean necesarios, otorgándonos bellos
paisajes en la brutal Inglaterra, un viaje-transformación hasta Persia, los
lujos de la mayor potencia mundial de la época y las guerras con sus países
vecinos. Al más puro estilo de súper-producción de Cecil B. De Mille tenemos
miles de extras, un vestuario que refleja concienzudamente la época y un gran
trabajo en el diseño de la producción y la fotografía. Sólo el HD nos aleja de
ese aroma añejo que encontramos en las producciones de la época dorada de
Hollywood. Da gusto cuando los cuartos
se gastan con acierto.
El libro contiene páginas y páginas de maravillas, esfuerzos y
descubrimientos. Se lo toma con calma y te permite paladear con la atmósfera de
un tiempo lejano y un lugar místico. El film, en un esfuerzo continuista, se
abraza a esa parsimonia y traslada la historia con toda fidelidad, construyendo
un metraje que se acerca a las tres horas. Casi 180 minutos en que no se hace
ningún esfuerzo por guardar sorpresas o dotar de emoción a la historia. Estoy
seguro de que habría sido una película mucho más eficiente si se le hubiera recordado
unos veinte-treinta minutos, pues se acaba haciendo demasiado larga. La
corrección formal es impecable, pero no puede esconder cierta anodinia, una cierta
falta de alma que puede aburrir al espectador que ya conozca la historia. Pero bueno, no olvidemos que la producción es alemana, y a ellos les gustan las historias contadas "con calma".
El protagonismo cae en los hombros de un Tom Payne que carga correctamente
con la película, sin grandes alardes pero captando adecuadamente el alma del
Rob Cole/Jesse Ben Benjamin que teníamos en nuestra imaginación. El resto de
personajes, sin embargo, caen en la sobreactuación, en un esfuerzo, quizás, por
paliar la falta de personalidad que el guión les dota. Este reflejo es
especialmente notorio en un Ben Kingsley descaradamente más endiosado de lo que
tiene por costumbre. Demasiada grandilocuencia gratuita para un personaje
trascendente que se acaba convirtiendo en cargante (vaya si no tenía ganas de que se lo cargaran rápido).
A pesar de su longitud y su falta de ritmo, la obra se ve con facilidad,
siguiendo un guión que resume con corrección y respeto la novela de Noah Gordon.
Un poco más de temple o de genio le habría sentado bien, pero tiene oficio y
minuciosidad, lo que la sitúa en un punto medio en el que uno no sabe muy bien
a qué atenerse a la hora de criticarla. Probablemente resultará agradable para
el lector y satisfacerá a los fans incondicionales. Sin embargo, aquellos que
hayan expresado un simple “¡meh!” con el libro, pueden acabar aburriéndose con
su lentitud y previsibilidad.
Es una superproducción que se ve sin problemas, con ese aroma de
historia “más grandes que la vida” que tan agradable suele parecernos, pero que al final termina por no dejarnos ninguna huella.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.7
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