domingo, 29 de noviembre de 2020

El viaje al amor (Eduardo Punset)

Este es uno de esos libros un poco extraños que no acabo de saber muy bien porqué lo leí. Yo no me lo compré ni tenía una ilusión especial por leer, pero apareció por casa, así que algún día tocaba ponerme con él.  Cosas que pasan y vicios que tiene uno.

Título: El viaje al amor

Autor: Eduardo Punset

“Los secretos del amor se habían interpretado siempre desde los campos de la moral o la literatura. << El amor es ciego >> se decía, pero hoy empezamos a saber que se mueve por razones evolutivas y biológicas extremadamente precisas. La revolución tecnológica está permitiendo, primera vez en la historia de la evolución, que la ciencia aborde los secretos del amor.

Ahora resulta que los ciegos éramos nosotros. ¿Cómo pudieron nuestros antepasados sobrevivir amando o despreciando, sin saber lo que ocurría en su interior? ¿Es posible hablar de una existencia feliz sin considerar lo que significa el amor? Paso a paso, en un estilo al alcance de todos los lectores El viaje al amor descubre revelaciones fundamentales sobre nuestra capacidad de amar, herramienta indispensable en una vida plena y feliz.”

No soy uno de estos asiduos de los libros de ciencia divulgativa. A la que te paras a analizarlos un poco con algo de criterio, están plagados de sobresimplificaciones e imprecisiones, cuando no maguferías y teorías extrañas con poca base. Por ello, no es de extrañar que empezara el libro con cierto escepticismo. Un tema tan etéreo como “El amor” da pie a desvaríos antes que a un análisis sesudo.

Y más cuando el que está a cargo es Eduardo Punset. Este exministro de la dictadura se labró una buena fama como divulgador cultural una vez llegada la democracia. Aunque sabía hacer la ciencia interesante, siempre encontré que se dirigía demasiado a un público lego en la materia, con unos textos muy simples para un científico de carrera como yo. Entiendo la necesidad de evitar complicaciones para llegar a un público más amplio, pero siempre me dejaban la sensación de que no me aportaban apenas nada nuevo.

Nada más empezar la lectura, me sorprendió la profusión de datos comprobables y de citas que se presentan. Casi todas las afirmaciones que se presentan en el libro están sostenidas científicamente, con referencias a mano que puedes consultar, en su mayoría de publicaciones crudas sin filtras. Acudir a ellas puede ser muy denso para la mayoría de los lectores (y muchas veces tras muro de pago), pero no es mi caso. El aspecto biológico del amor está muy trabajado y se nota un trabajo concienzudo para que el mensaje sea claro y entendible. Obviamente, muchos aspectos están simplificados y se salta un puñado de factores que seguro influyen en la tesis que el libro defiende (él mismo lo reconoce en el texto), pero eso no impide que todas las ideas tengan sustento real. Yo hubiera preferido que fuera más a fondo, pero entiendo que no soy el público típico. No obstante, estoy seguro de que habrá quién lo encuentre excesivamente sesudo y técnico.

El aspecto más polémico del texto presentado es que defiende que el amor es pura biología, basado en reacciones químicas, equilibrios termondinámicos e interacciones entre moléculas, despreciando completamente todos los aspectos sociales que pudiera tener (complicaciones humanas sin sentido, dice). Estoy seguro de que muchos se enfadarán ante una aproximación tan descarnada, especialmente los que estén más influenciados por estudios sociológicos que limitan el efecto de la biología en las personas. Puede que no estés de acuerdo con su aproximación y sus consideraciones, claro, pero la biología es la biología y cada uno arrima la ascua a su sardina.

Sorprendido por la aproximación, no dejo de comprobar que está en consonancia con la mayoría de teorías de comportamiento de origen biológico, cuadra con lo que sé de hormonas y neurotransmisores, con lo que le otorgo una inesperada validez (y más con la profusión de citas que utiliza). Lo que quizás más me molesta de todo el libro es que cada vez que explica algún dato sobre enzimas, hormonas y otros compuestos, lo ilustra con una anécdota de juventud en la que se nos narra sus gozosas aventuras como ligón involuntario. Al final perdí la cuenta de cuantas féminas quisieron enseñarle lo que era el amor de verdad, sin que él tuviera fuerza de voluntad de rechazar…

Como ocurre con cualquier libro de divulgación, debe tratarse de un tema que te interese previamente para que desees leerlo con ganas. Puede ocurrir entonces que el público interesado ya sea ducho en la materia, con lo que no aprenderá gran cosa. Sin embargo, el libro sabe ser entretenido, presentando anécdotas científicas de un modo interesante y entendible. Esto último es una de las cualidades más importantes del Punset divulgador, en lo que ha demostrado sobrada experiencia en sus muchísimos libros sobre ciencia.

Lo más importante: se lee agradablemente, aprendes cosas y es científicamente válido. Ya les gustaría a todos los libros de divulgación científica ser así de correctos.

Nota: 6

Nota goodreads: 3.26/5 

jueves, 19 de noviembre de 2020

Cobra (Frederick Forsyth)

Hace no mucho (o sí) se leyó uno de Forsyth, uno de los grandes escritores de libros de espías de la Guerra Fría pues hoy repetimos en uno de sus libros más modernos.

Título: Cobra

Autor: Frederick Forsyth

Título original: The cobra

Traducción: Alberto Coscarelli

“El tráfico de cocaína mueve miles de millones de dólares cada año. Su consumo causa un número incalculable de muertes y su dominio crece a un ritmo imparable. Un día el presidente de Estados Unidos decide invertir todos sus esfuerzos en acabar con este negocio y le encarga esta tarea, aparentemente imposible, a Paul Deveraux, un ex agente de la CIA, inteligente, dedicado y tan audaz como despiadado. Deveraux acepta el reto, pero impone algunas condiciones: tendrá a su disposición todo el dinero, los agentes y los recursos que considere necesarios. La guerra ha estallado y han desaparecido las normas del combate.

Desde las pistas de aterrizaje de la selva amazónica hasta los barrios bajos de Bogotá, pasando por las oficinas gubernamentales de Washington, Paul Deveraux, alias Cobra, descubre la escalofriante realidad del imperio más poderoso: el de la droga.”

El libro nos sitúa a un Obama muy perdido en su presidencia, con muchos complejos y ganas de realizar su Obra Magna con la que pasar a la historia (bueno, no lo nombra, pero por la descripción nos entendemos), así que le da la ventolera y decide que hay que acabar con el tráfico de cocaína (no con la heroína, anfetas o whatever, sólo la cocaína) antes de acabar su segunda legislatura. Y para ello, decide proveer de fondos opacos e infinitos a un grupo paramilitar, saltarse cualquier ley internacional y todas las cuestiones de ética que uno pudiera planearse. Todos los cárteles deben desaparecer, sin importar los medios. Los quiere a todos muertos, sin fallos. Y punto. Y es que el libro es así de simple. Lástima que el mundo real no lo sea tanto.

A Forsyth le debemos, sin duda, un buen puñado de las mejores novelas de espías de la Guerra Fría. Sin embargo, me sorprende lo mal que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, cuando el escenario ha cambiado. Lo podemos ver en el desnortado planteamiento de la entretenida El manifiesto negro que ya reseñamos o en la novela que tenemos hoy entre manos. El argumento no hay por dónde cogerlo.

No obstante, su talento a la hora de llevar el ritmo y mantener la tensión está tan fresco como el primer día. Una vez tenemos todo el berenjenal planteado y empieza la acción, con un James Bond de Hacendado liándola parda allá donde va, la diversión está asegurada. Pocas veces me ha planteado una trama con tan poco sentido, pero sigue consiguiendo que las páginas pasen como nada.

Las novelas de Forstyh están protagonizadas habitualmente por espías que son estandartes de la nobleza y las buenas costmbres. Sin embargo, Paul Deveraux, se convierte en el héroe más desagradable que le recuerdo. Presentado inicialmente casi como un fanático religioso, vemos en él a un auténtico malnacido que se arroga con el estandarte del bien y la verdad para cometer todas las tropelías necesarias para triunfar (y se nota que disfruta con ello). Forsyth parece esforzarse con que le cojas ojete y lo consigue. Frente a él, el protagonismo recaería en el malvado malvadísimo dirigente del cártel de la droga. Pero, ante la sorprendente falta de personajes y desarrollo de personalidad de cualquier secundario, éste se confunde en el tópico narcotraficante estándar que hemos visto mil veces en propuestas similares. No hace falta de hablar del resto de seres que pululan por las páginas, apenas nombres que hacen cosas en pos de una trama no muy creíble.

La parte buena es que el libro pasa como nada. La emoción (sin sentido) te motiva a pasar páginas y páginas. Por otro lado… es el menos épico y gracioso de todos los que he leído, le echo de menos esa sensación de suspense o de peligro inminente típica de las historias de espías. Simplemente se va interceptando cargamento de drogas tras cargamento de drogas, con cada innovación rápidamente contrarrestada en una escalada de medios y violencia que sabemos sólo puede tener un vencedor. Forsyth suele proporcionar alimento más sustancioso, pero con Cobra nos ha traído una hamburguesa. De primera, que puede entrar finísima cuando el cuerpo lo pide, pero de este autor sabemos que puede (y debe) dar algo más sustancioso que una hamburguesa.

Cobra es entretenida, sin duda. Estoy seguro de que si la hubiera leído con 12-13 años la hubiera disfrutado más. El libro se devora con ganas, gracias a un ritmo muy bien estudiado, una trama loquísima y el buen saber hacer del autor. Sin embargo, ningún personaje tiene poso, los giros de la trama no llegan a sorprender todo lo que deberían y el final no acaba de ser satisfactorio. Al final, deja la sensación de que podría haber sido mucho más de lo que es, algo habitual en los libros más recientes del autor, incapaz quizás de adaptarse a una nueva geopolítica en la que no se siente tan cómodo.

Nota: 3

Nota goodreads: 3.61/5 

martes, 17 de noviembre de 2020

Ant-man y la Avispa

Cuando llegó La Guerra del Infinito, todos pensamos que ya no se podía hacer nada más grande dentro el cine-espectáculo de súpers. Endgame nos dio otra dosis estupenda de diversión pura, pero entremedias se estrenó esta película menor que me pasó completamente inadvertida, que venía a rellenar qué era lo que habían estado haciendo los otros héroes durante el mega-pifostio organizado por Thanos.

Pero bueno, más allá de algún cameo o pequeña aparición secundaría, ¿dónde habíamos dejado a Ant-man? Pues éste ya estaba disfrutando con su traje, alucinando con la revelación de que Hope Pym también tiene un traje preparado para ella (la Avispa), mucho más versátil que el de Scott Lang. La aparición de un nuevo malo maloso (Fantasma), con poderes de cambio de fase, se mezcla con el ataque de una agencia secreta que quiere apoderarse del secreto de las partículas Pym. Por si fuera poco, Scott quiere recuperar la relación con su hija de la que no tiene custodia y, encima, Henry Pym desvela que su mujer lleva veinte años perdida en algún punto del espacio subatómico. 

Esta segunda entrega de Ant-Man es algo inusual dentro del MCU: Una secuela al uso. Marvel tiende a hacer avanzar su Universo centrándose en un personaje concreto según le interese (como puede ser El Soldado de Invierno, Ragnarok o la Civil War), aquí mete a Ant-Man en un mini-status independiente en el que se permite ignorar todo lo que sucede a su alrededor y, simplemente, continua la historia de Ant-Man allí donde lo había dejado, como si Thanos y los Vengadores no existieran (sin dejar de respetar las normas del MCU, que estas cosas se cuidan).

En un ejercicio continuista, repite casi todo el elenco delante y detrás de las cámaras, con el mismo equipo técnico y de guionistas, en el que Pyton Reed repite en la dirección para ofrecer un “más de lo mismo, más grande, más largo y sin cortes”, como buena secuela. Es consciente de qué es lo que funcionó en su primera película (algo inusual) y lo ofrece potenciado en un viaje de diversión pura sin ninguna complicación innecesaria. En gran parte podríamos coger la reseña que escribí hace años para Ant-Man y valdría también para esta película.

Así pues, tenemos una comedia de acción que bien podría firmar Jackie Chan, pero que tiene acceso a los efectos especiales marca de la casa del MCU. Paul Rudd se siente comodísimo dentro del personaje, lo que se nota en la naturalidad detrás de cada plano, incluso con el montón de pantalla azul que tiene el film. Michael Peña, por su parte, está más desatado que nunca, con todo lo bueno y lo malo de su personaje. El resto de actores no se molestan tanto, pero tiran de carima para sacar adelante a sus personajes con el automático puesto.

La historia peca de lo mismo (obvio) que su predecesora: no es más que una excusa para que tengamos un buen puñado de persecuciones bien ejecutadas, con un montón de chascarrillos más o menos afortunados. Entre ellos destaca el ingenio con el que se introducen todos los cambios de tamaño de objetos, visualmente impecables gracias a unos efectos especiales que realzan el cómico efecto de ser pequeñito y, al instante siguiente, ser enorme.

Los diálogos se saben simpáticos, conscientes de la nula trascendencia de su argumento, construyendo con solidez inesperada a unos personajes en medio de chascarrillos que dejan una sonrisita tonta, además del chillón de golpetazos y tortas deudoras del slapstick más clásico presentado con buen gusto.

Consciente de las limitaciones argumentales de la película, Reed compone un fresco sin ínfulas de grandeza, mucha cotidianeidad (en una de súpers), algo de entrañable simpatía y una de las pocas historias de amor funcionales del MCU (y uno de los pocos padrastros que no es malo por ser quién es).

Se puede ver (casi) independientemente del resto del universo y echarte unas risas con sus patochadas a la que casas con su sentido del humor. Es (y no quiere ser otra cosa) que una memez muy entretenida con menos poso del normal de la franquicia, sin otra función que darte 2h de risas y dejar al personaje a punto para el Endgame. Un refresco tan disfrutable como olvidable que se agradece de vez en cuando entre tanta épica desbocada.

 

Nota: 5

Nota filmaffinity: 6.0 

viernes, 13 de noviembre de 2020

El caso de Hana y Alice

Tengo un chillón de películas de animación japonesas recientes por ver, con una reserva que no deja de incrementarse. Eso no implica que vea un puñado de estas propuestas, como justo vengo a reseñar.

Hana y Alice son dos vivarachas e imaginativas estudiantes de un instituto cualquiera de Tokyo. La repentina desaparición de uno de sus compañeros de clase y una serie de extraños sucesos a su alrededor les lleva a pensar que se ha producido un asesinato. Ambas decidirán saltarse un día de clase para investigar lo ocurrido, lo que indudablemente les llevará a un buen puñado de sensaciones inesperadas.  

Esta inofensiva historia de detectives juveniles es, en realidad, una suerte de precuela de Hana y Alice, una película éxito en Japón de 2004, dirigida Shuji Iwai. En ella, las protagonistas vivían sus primeros amores y se abrían al mundo adulto entre los nervios previos a la entrada a la Universidad. Con la idea de celebrar el décimo aniversario de su estreno, el mismo director decidió retomar su proyecto más exitoso explicándonos como se conocieron las dos carismáticas protagonistas, narrando las aventuras que forjaron su amistad. Como las actrices que les dieron vida en 2004 (Anne Suzuki y Yû Aoi) ya estaban un poco más crecidas, Iwai decidió adaptar el guión a un anime en el que ambas actrices pusieran la voz a Hana y Alice una vez más. No es una información que requiera saberse de antemano para apreciar la película (yo mismo tampoco la conocía), pero sí que permite apreciar mejor los matices de la amistad que se forja a lo largo que sus minutos.

Aunque tenga adolescentes y veleidades detectivescas, El caso de Hana y Alice no se inscribe exactamente dentro del género juvenil o de intriga. Constituye un delicioso slice of life en el que se narra, sin trascendencias gratuitas, la vida de dos estudiantes de instituto. Con cierta voluntad de retrato costumbrista, discurre sobre la realidad cotidiana y las inquietudes  de un par de chicas normales, con situaciones cercanas y reconocibles. Me encanta especialmente el fragmento en que una de ellas debe perseguir a un sospechoso y se equivoca de persona, pasando a seguir a un hombre mayor de lo más inofensivo, contrastando así los puntos de vista de la vida desde la vejez y la adolescencia.

Ya desde los primeros momentos, se puede apreciar que la animación sigue patrones poco usuales para los cánones del género. Los movimientos son raros, con desplazamientos más fluidos y “reales” de lo que estamos acostumbrados. El motivo se halla en la técnica utilizada, la rotoscopia, en la que primero se filma la acción con actores reales (de hecho las propias Hana y Alice originales) y, posteriormente, se dibuja y pinta encima el anime que vemos. Se renunció en gran parte a la ayuda digital, realizando este proceso de manera casi totalmente artesanal, utilizando una paleta basada en la acuarela que le da un aspecto único a la película. Los fondos, sacados de cientos de fotos reales de Tokyo, están retratados con mimo para conseguir un resultado genial, lleno de belleza. 

El director (y guionista) tiene muy claro qué contar y cómo lo va a contar, con dos personajes protagonistas que despiden una estupenda química entre ellas. Se desarrolla estupendamente el distintivo carácter de cada una de ellas, con diálogos bien hilvanados y un desarrollo de la trama perfectamente verosímil para un par de adolescentes sueltas en una ciudad que les sobrepasa. La naturalidad con que brota la amistad entre ambas y la estupenda resolución del misterio está narrada con una sutileza admirable, haciendo brotar un agradable calorcito en nuestro interior sin caer en sensiblerías.

Se le puede criticar que la vida de un par de adolescentes de principios del milenio tiene poco de interesante (tampoco lo criticaremos), además de que el espacio utilizado para desarrollar la amistad deje luego poco metraje para explicar una historia que tampoco es compleja de un inicio.

Puede que El caso de Hana y Alice no tenga nada especialmente trascendente, pero está concebido con cariño y rematado con talento. Si somos de los que (de vez en cuando) gustan de entretenerse con la alegre vida cotidiana de la gente normal, se convierte en una delicia la mar de simpática y agradable.

 

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.3 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Doctor Sueño

Por estos lares ya se pasó El resplandor en su momento, también hemos leído el libro del Doctor Sueño con estupendas impresiones. Aprovechando que se había hecho la adaptación a película, quizás era momento también de ponerse con ella, ¿no?

Estamos un buen puñado de años después de los hechos que Kubrick relató en El resplandor. Danny ha crecido traumatizado por lo acaecido en el Hotel Overlook y malvive entre alcohol y remordimientos mientras repudia sus poderes. Las circunstancias le permiten encontrar trabajo en un hospital de enfermos terminales donde parece estar a gusto. Allí entra en contacto con Abra, una niña que resplandece como él. Las cosas parecen ir muy bien hasta que empiezan a ir muy mal, cuando ambos entran en contacto con un grupo de vampiros psíquicos que se alimentan de resplandores. Liderados por la temible Rose la Chistera, éstos emprenderán una cacería con la idea de acabar con nuestros protagonistas, aparentemente los más sabrosos que han encontrado en años.

Lo primero a considerar con esta película es que se trata de una adaptación del LIBRO de Doctor Sueño, que continúa los hechos del LIBRO de El Resplandor. Por ello, cambian aspectos importantes del desenlace (ay, Kubrick y sus adaptaciones libres) respecto a la película, lo que puede desconcentrar a muchos. Sin embargo, los creadores son bien conscientes del calado del Jack Torrance de Nicholson, por lo que varían suficientemente la trama para incluir un par de momentazos sacados de los cines, que sorprenderán (bah) a los que sólo se hayan leído el libro. Así que al final tenemos un batiburrillo que resume el libro, pero tiene un puñado de guiñitos del otro lado (Ya dije que el Overlook era un lugar a visitar en sus dos versiones, ¿no?).

De la misma manera que ocurría en el libro, Doctor Sueño cambia el ambiente opresivo del hotel por un bucólico pueblo de la montaña. No es una secuela típica, no es un “debemos volver a la mansión”. Simplemente, el tiempo ha pasado, los personajes que conocidos han crecido y la vida sigue. Y, como de otra manera no tendríamos historia, se meten en nuevos líos para nuestro disfrute (o no). No es, ni busca ser, un Resplandor 2.

De Flanagan tuvimos una de las series más importantes de 2018, La Maldición de Hill House, con lo que se le “premió” con este proyecto para que siguiera creando sus atmósferas malsanas llenas de malrollo. Doctor Sueño está plagado de estos momentos inquietantes, en los que no ocurre nada, pero se hace patente que hay algo que no cuadra, creando sensación de desazón. La fotografía despide elegancia, especialmente cuando se dedica a copiar con gran literalidad a Kubrick en una delirante visita fantasmal al Hotel Overlook, aprovechando para incluir un puñado de guiños que harán las delicias de los fans de la película de los ochenta.

No obstante, la película peca de tener un ritmo cansino, especialmente en un inicio que languidece mientras el argumento no acaba de empezar. Se hace demasiado fácil salir de la película en la primera hora y querer dedicarse a otros temas. Además, al ser una adaptación fiel al libro, tan alejada del tono original de Kubrick en gran parte del metraje, se aleja de las expectativas que muchos querrían encontrar, con lo que las posibilidades de decepción aumentan. No ayuda su excesiva longitud ni el confuso desarrollo de personajes que no deja claras sus motivaciones. Por otro lado, se vuelve al Hotel sólo para poder filmar en él, ¿no?

Esto no provoca que la película sea mala, en absoluto. Tanto Ewan McGregor como Rebecca Ferguson están bien metidos dentro de sus papeles, aprovechando lo poco que el guión les da para componer personajes medianamente sólidos. El resto de secundarios no desentonan en absoluto, completando así un elenco bastante aceptable. Además, la gran banda sonora que acompaña al metraje (perfectamente escuchable por sí sola) ayuda a rematar una atmósfera ominosa que le viene muy bien a la película.

Además, se atreve a matar a un niño en escena y bastante a lo bruto. Esto no se ve todos los días y siempre se agradecen estos detalles.

Doctor Sueño es un notable thriller sobrenatural que tiene un gran problema: Existe El Resplandor y es MUCHO mejor. Atreverse a adaptar este libro es un proyecto con muy mala idea, casi condenado al fracaso, pues continuar a Kubrick y a King a la vez no es moco de pavo y Flanagan no ha salido mal del brete. Inquieta, deja sus escenas de mal rollo, se sabe fiel a la obra que adapta y es una digna sucesora de una obra maestra. Adolece de un ritmo cansino y un guión no del todo rematado, pero a grandes rasgos se consigue una propuesta satisfactoria con la que pasar 150 minutos con el culo pegado al asiento.

Nota: 6

Nota filmaffinity: 6.2