Hace
no mucho (o sí) se leyó uno de Forsyth, uno de los grandes escritores de libros
de espías de la Guerra Fría pues hoy repetimos en uno de sus libros más
modernos.
Título:
Cobra
Autor:
Frederick Forsyth
Título
original: The cobra
Traducción:
Alberto Coscarelli
“El tráfico de cocaína mueve
miles de millones de dólares cada año. Su consumo causa un número incalculable
de muertes y su dominio crece a un ritmo imparable. Un día el presidente de
Estados Unidos decide invertir todos sus esfuerzos en acabar con este negocio y
le encarga esta tarea, aparentemente imposible, a Paul Deveraux, un ex agente
de la CIA, inteligente, dedicado y tan audaz como despiadado. Deveraux acepta
el reto, pero impone algunas condiciones: tendrá a su disposición todo el dinero,
los agentes y los recursos que considere necesarios. La guerra ha estallado y
han desaparecido las normas del combate.
Desde las pistas de aterrizaje de la selva amazónica hasta los barrios bajos de Bogotá, pasando por las oficinas gubernamentales de Washington, Paul Deveraux, alias Cobra, descubre la escalofriante realidad del imperio más poderoso: el de la droga.”
El
libro nos sitúa a un Obama muy perdido en su presidencia, con muchos complejos
y ganas de realizar su Obra Magna con la que pasar a la historia (bueno, no lo
nombra, pero por la descripción nos entendemos), así que le da la ventolera y
decide que hay que acabar con el tráfico de cocaína (no con la heroína, anfetas
o whatever, sólo la cocaína) antes de acabar su segunda legislatura. Y para ello,
decide proveer de fondos opacos e infinitos a un grupo paramilitar, saltarse
cualquier ley internacional y todas las cuestiones de ética que uno pudiera
planearse. Todos los cárteles deben desaparecer, sin importar los medios. Los
quiere a todos muertos, sin fallos. Y punto. Y es que el libro es así de
simple. Lástima que el mundo real no lo sea tanto.
A Forsyth le debemos, sin duda, un buen puñado de las mejores novelas de espías de la Guerra Fría. Sin embargo, me sorprende lo mal que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, cuando el escenario ha cambiado. Lo podemos ver en el desnortado planteamiento de la entretenida El manifiesto negro que ya reseñamos o en la novela que tenemos hoy entre manos. El argumento no hay por dónde cogerlo.
No
obstante, su talento a la hora de llevar el ritmo y mantener la tensión está
tan fresco como el primer día. Una vez tenemos todo el berenjenal planteado y
empieza la acción, con un James Bond de Hacendado liándola parda allá donde va,
la diversión está asegurada. Pocas veces me ha planteado una trama con tan poco
sentido, pero sigue consiguiendo que las páginas pasen como nada.
Las novelas de Forstyh están protagonizadas habitualmente por espías que son estandartes de la nobleza y las buenas costmbres. Sin embargo, Paul Deveraux, se convierte en el héroe más desagradable que le recuerdo. Presentado inicialmente casi como un fanático religioso, vemos en él a un auténtico malnacido que se arroga con el estandarte del bien y la verdad para cometer todas las tropelías necesarias para triunfar (y se nota que disfruta con ello). Forsyth parece esforzarse con que le cojas ojete y lo consigue. Frente a él, el protagonismo recaería en el malvado malvadísimo dirigente del cártel de la droga. Pero, ante la sorprendente falta de personajes y desarrollo de personalidad de cualquier secundario, éste se confunde en el tópico narcotraficante estándar que hemos visto mil veces en propuestas similares. No hace falta de hablar del resto de seres que pululan por las páginas, apenas nombres que hacen cosas en pos de una trama no muy creíble.
La
parte buena es que el libro pasa como nada. La emoción (sin sentido) te motiva
a pasar páginas y páginas. Por otro lado… es el menos épico y gracioso de todos
los que he leído, le echo de menos esa sensación de suspense o de peligro inminente
típica de las historias de espías. Simplemente se va interceptando cargamento
de drogas tras cargamento de drogas, con cada innovación rápidamente
contrarrestada en una escalada de medios y violencia que sabemos sólo puede
tener un vencedor. Forsyth suele proporcionar alimento más sustancioso, pero
con Cobra nos ha traído una hamburguesa. De primera, que puede entrar finísima
cuando el cuerpo lo pide, pero de este autor sabemos que puede (y debe) dar
algo más sustancioso que una hamburguesa.
Cobra es
entretenida, sin duda. Estoy seguro de que si la hubiera leído con 12-13 años
la hubiera disfrutado más. El libro se devora con ganas, gracias a un ritmo muy
bien estudiado, una trama loquísima y el buen saber hacer del autor. Sin
embargo, ningún personaje tiene poso, los giros de la trama no llegan a
sorprender todo lo que deberían y el final no acaba de ser satisfactorio. Al
final, deja la sensación de que podría haber sido mucho más de lo que es, algo
habitual en los libros más recientes del autor, incapaz quizás de adaptarse a
una nueva geopolítica en la que no se siente tan cómodo.
Nota:
3
Nota goodreads: 3.61/5
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