lunes, 26 de junio de 2023

La última tentación de Cristo

Como muchas otras, recordaba haber viso esta película cuando era pequeño, probablemente antes de saber mucho sobre historia sagrada (lo que contribuyó a un buen guirigay con el cura del colegio en su momento). A día de hoy, no es que recordara gran cosa, más allá de un flash perdido, por lo que no tenía muchos detalles de ella en mente y, quizás, era momento de retornar a ella.

La última tentación de Cristo cuenta el enésimo repaso de la historia cumbre de la  franquicia más exitosa de la historia: la vida de Jesús, el hijo de Dios. El cartel inicial ya deja las cosas claras, remarcando que no intenta ser a la historia evangélica, sino que es un reboot de la misma historia. En este caso, tenemos que Jesús de Nazaret es efectivamente el hijo de Dios, pero en vez de tener a un iluminado por la gracia divina, Jesús es un humano que ni tiene ganas de realizar las tareas para las que ha sido escogido ni se vez capaz de llevar a cabo tamañas tareas. Al final, no cuenta nada que no viéramos en Rey de Reyes, pero se le da un tono realista que no estamos acostumbrados a ver. Sin el detallismo gore de La pasión de Cristo, sino buscando indagar en los porqués de las relaciones, desmitificando en gran medida la mitología y bajando al barro de la humanidad. Se acerca quizás más a La vida de Brian, pero sin la mala idea de los humoristas ingleses.

Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de afrontar esta película es que el director es Martin Scorsese, un católico devoto y fervoroso. Por tanto, esta película se crea desde el punto de vista de un creyente que tiene fe, no de un ateo provocador. No en vano, Scorsese ya tiene un puñado de películas religiosas de cierta enjundia donde se reflexiona sobre la experiencia de ser católico en un mundo de protestantes, junto con las dudas de fe que uno puede afrontar al estar rodeado de creyentes en una religión diferente. Aquí expresa sus ideas a través de una recreación más humana de Cristo, reflejando sus dudas y las tentaciones que puede tener un ser de poderes divinos ante una misión que considera que le viene grande.

A pesar de no contar con un grandioso presupuesto (8M de la época, una producción de tamaño medio), se realiza un gran esfuerzo para recrear la Palestina de la época. Se han estudiado con profusión los Evangelios y de ahí se ha generado un guión con lo que “podría” haber pasado desde un prisma más realista; o al menos más realista de acuerdo con la visión de 1988, claro. Contiene todas las características marca de la casa del director, como es una puesta en escena impecable, unos personajes masculinos espectacularmente escritos (tanto Jesús como Judas son soberbios), unos personajes femeninos y cierta intriga (¡SI!¡En esta historia!) sobre lo que ha de transcurrir. Todo ello se adereza con un continuo de planos de gran calidad, una banda sonora a la altura y unos diálogos con mucha más punta de la que parece inicialmente. Se le puede achacar que el ritmo peca (jé) de cierta lentitud, especialmente ante las casi tres horas no siempre aprovechadas que dura. La última tentación de Cristo puede entenderse perfectamente como un ejercicio de estilo de uno de los tótems de la dirección. Fue reconocido con una única nominación a los Oscar (a mejor Director, que perdió ante Barry Levinson, con Rain Man).

Robando cada escena en la que aparece, tenemos a un Willem Dafoe que transmite a la perfección la confusión de un Jesús de Nazaret enviado a una misión que no acaba de tener clara, a medio camino entre un iluminado peligroso, un mesías improbable y un loco furioso. Había grandes posibilidades de aparecer como un fantoche y Dafoe se las arregla para que el personaje no sólo sea coherente, sino de aquellos que se te clavan en las entrañas. Me sorprende que ni siquiera hubiera nominación al Oscar para él en un año que tampoco es muy pallá. Frente a él debemos destacar a Harvey Keitel, que encarna a un Judas de pocas luces y muchas ganas de creer, que pasa de escéptico a el mayor de los zelotes a medida que pasan los minutos, para traicionar y sentirse traicionado en su desenlace. De resto del elenco, quizás destacar la improbable elección de David Bowie como Poncio Pilatos, que llama bastante la atención, aunque luego el resultado no sea óptimo.

Cualquier devoto católico tendrá sus problemas con esta película, obviamente. Presenta a un Jesús de Nazaret alejado del sereno hombre sabio de los Evangelios, poniéndonos a un hombre con dudas, pocas ganas de cumplir su misión y, en muchos casos, actúa más empujado por aquellos que tiene alrededor que por iniciativa propia. Además, se detiene en todas las parábolas y actos de los Evangelios a los que se les puede dar una explicación no divina y te cuenta una historia plausible de lo que podría haber pasado para luego tener ese relato en la historiografía. Lo más interesante es que todo ello se presenta a través de ideas serias, argumentadas desde el punto de vista de un creyente con dudas de fe, y no a través de las provocaciones de un ateo convencido. Es decir, esto no es La vida de Brian, es un sincero intento de reflexionar sobre sus creencias y poner luz en sus dudas para así dialogar con todos los católicos del mundo. Evidentemente, el poner a Cristo como alguien que, de vez en cuando, va caliente y hace sus cositas (entre otras vicisitudes) enfadó a más de uno y más de dos y su estreno trajo buenas dosis de polémica (boicots a los cines, algún incendio, manifestaciones…), sirviendo de buena publicidad para su estreno.

Quizás lo más destacable es la “última tentación” SPOILER (si, hay que hacer el aviso), en la que Scorsese hace un jlorioso ejercicio de “Qué pasaría sí…” sin avisarte y da lugar a un desenlace rompedor y convincente. Es que, si no conoces el final correcto, lo compras con patatitas, incluso cuando consigue el arreglo de tener una relación abierta con Maria Magdalena y su amiga, además de librarse de morir en la cruz. Por suerte, al final se nos indica que esa era la tentación que le ofrecía el Diablo y, entonces, se hace un giro para poder explicar el desenlace real, con el que Jesús traga sin estar del todo de acuerdo. FIN DEL SPOILER. En fin, que una reflexión muy bien tirada que te deja pensando y da pie a un buen debate posterior sobre el papel de la fe, el proceso de divinización y la necesidad de creer, la aparición de los fanáticos de una idea y, sobretodo, la necesidad (o no) de morir por lo que uno cree.

El mayor problema que le encuentro a esta película es que es necesaria una fuerte instrucción católica para apreciar todos los matices y los mensajes que se dejan caer a lo largo del metraje. Yo me he criado en España y he ido toda la vida a un colegio de curas, por lo que se me ha inculcado la cultura católica por todos lados, siendo para mi casi como cuestiones de “cultura general”. Si fuera, no sé, una veinteañera de Nanking, probablemente no pillaría las sutilezas con las que Scorsese cambia los diálogos y las situaciones para “pervertir” el mensaje divino, o matizar algunas cuestiones que son básicas para el catolicismo. Después de todo, La última tentación de Cristo es una película de un católico con un mensaje para católicos; aunque esto no impide que un “profano” pueda apreciar el buen trabajo que hay detrás.

Con La última tentación de Cristo, Scorsese abandona el cine de mafias para deleitarnos con una pantagruélica recreación de la vida de uno de los personajes más importantes de la humanidad. En un ejercicio de estilo al alcance de pocos, utiliza un punto de vista inusual (y algo blasfemo) para dar una vuelta de tuerca muy bien pensada en muchos aspectos de una historia que conocemos todos. Un Willem Dafoe en estado de gracia y unos diálogos precisos, repletos de dobles lecturas, harán las delicias de todos aquellos que gusten de su metraje. Puede hacerse algo pesada y tocar las narices a más de uno, pero a grandes rasgos es un ejercicio de estilo espléndido que da pie a cine-fórums de un buen puñado de temas.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 7.0 

jueves, 22 de junio de 2023

Barton Fink

Aunque no lo parezca, llevo un tiempo en un fútil intento – como tantos proyectos completistas – de ponerme al día con las películas de los Coen y rematar todas sus propuestas que tengo pendientes por ahí. Hoy le llega el turno a Barton Fink.

Barton Fink es un ARTISTA. Después de asombrar a los teatros de Broadway con todas las cosas que tiene para mostrar en su desmesurado mundo interior, es contratado por los estudios del Viejo Hollywood para demostrar que no es un One-hit-wonder. Viaja allí con la idea de crear la gran obra maestra americana, pero se encuentra con un bloqueo de escritor que trata por todos medios de ocultar. Mientras tanto, intenta entender el funcionamiento de los disolutos estudios de cine y debe soportar las excentricidades de su vecino de habitación.

Lo primero a destacar es la perfecta elección de casting. John Turturro es ideal para representar al narcisista pedante intelectual que mira a todo el mundo por encima del hombre, además de mostrar su viaje a la locura a medida que las cosas no le acaben saliendo del todo bien. Por otro lado, un soberbio John Goodman encarna a un excesivamente optimista vendedor a domicilio con conceptos muy particulares sobre cómo arreglar el mundo, además de un par de secretos que contribuirán a poner a prueba los nervios (y mucho más) de nuestro alelado artista.

No puedo sino admirar el gusto de los Coen a la hora de retratar el patetismo, especialmente cuando éste se focaliza en lugares en los que no lo esperarías. Aquí tenemos como principal eje de la película un crudo retrato del funcionamiento del Hollywood de la época, en la que un puñado de empresarios ignorantes tenía en marcha una maquinaria que no comprendían pero que les hacía ganar un montón de dinero. Sin embargo, no es la única temática que se aborda. Aprovechando la historia de un escritor egoísta y cretino, repasa en forma de “ensayo” en qué consiste el proceso de creación y cómo ponerse (o no) ante un folio en blanco, además de explorar la manera de pensar de los protagonistas, que podemos asimilar a algún que otro autor conocido de la época.

Tamaña osadía argumental puede hacerse indigesta, pero como he comentado anteriormente, el protagonismo de Turturro y de Goodman hace que el proyecto gane enteros y sea de lo más absorbente. Curiosamente, no fue su trabajo el que reconoció la Academia, sino el de Michael Lermer (el histriónico productor de cine), que obtuvo una nominación a los Oscars a mejor actor secundario (perdió ante Jack Palance en Cowboys de Ciudad). Sin desmerecer su contribución, me habría acordado antes de los otros dos, oju.

Pero bueno, esta película de desarrollo delirante prueba que hay dos grandes cineastas al aparato. A lo largo del metraje abundan los planos imposibles, movimientos de cámara con intenciones muy poco honestas y, sobretodo, un trabajo enorme a la hora de ambientar la maligna humedad del hotel en que pasa gran parte del metraje. La atmósfera se vuelve opresiva, como si los personajes estuvieran encerrados en su propio infierno personal, que poco a poco se va volviendo más literal.

A esta película sólo le falta encontrar máquinas de escribir que se comen unas a otras, en un extraño acercamiento de los Coen al cine de David Lynch, provocando no sólo un ambiente enfermizo, sino también la constatación de que se hace imposible predecir qué sucederá a continuación. No obstante, también hay que reconocer que es densa, con muchas capas que es necesario desentrañar, requiriendo bastante esfuerzo del espectador para sacar adelante su visionado. Saltó a la fama (por si los Coen necesitaran entonces poca presentación) por arrasar en Cannes, llevándose todo lo gordo. Es la mierda que les tiende a gustar en el festival. Si ese es vuestro estilo, ya sabéis ;). También recibió nominaciones a los Oscar a dirección artística y mejor vestuario, lo que quizás me parece excesivo, perdiendo ambas ante la muy cuidada Bugsy.

Barton Fink es una propuesta muy osada, que toca muchas teclas con talento, aunque quizás me hace tragar más cosas de las que estoy dispuesto a digerir. A medio camino entre la comedia loquísima, el terror y el ensayo, su visionado es onírico, extraño, por momentos desagradable. Toda una experiencia para los sentidos que puede clavarse bien en las entrañas a la que te pille con la disposición adecuada. Exige quizás mucho del espectador, pero no es una película que deje a nadie indiferente.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 7.4 

martes, 20 de junio de 2023

La crónica francesa

La mayor locura de Wes Anderson que puedes ver en pantalla. A pesar de sus excesivos retrasos de rodaje (COVID obliga), la expectación por ver La crónica francesa no decayó en ningún momento. Después de todo, los films de Wes Anderson son de aquellos que se pasan y repasan, puesto que se trata de uno de estos creadores para los que la eficiencia y la concreción no son cualidades precisamente esenciales. Este film no es la excepción a la regla, desbordando los márgenes de su escenario, que sigue de un modo muy curioso la escaleta de la última edición de La crónica francesa, la revista ficticia que acoge a los artículos y crónicas que componen los diversos episodios de la película, dados vida por Frances McDormand, Bill Murray, Mathie Amalric, Léa Seydoux, Benicio del Toro y Timothée Chalamet. Wes Anderson se rodea de lo más granado del cine francés y estadounidense, retrata Angoulême de la manera más bella y nos da esta película.

La crónica francesa es al New Yorker lo que el pueblo ficticio de “Ennui-sur-blasé” (Aburrido sobre Hastiado) es a París: una imagen estilizada, irónica y onírica, reconocible e imaginaria. La crónica francesa, revista improbable, nace de la voluntad de Arthur Howitzer Jr., hijo del fundador y propietario de la revista de Liberty (Kansas), el Evening Sun. Decidido a convencer a su padre de su talento para la gestión, decide financiar la Crónica para dar voz a los excéntricos del mundo desde su redacción en el pueblo más anodino de Francia.

A lo largo de los años, este Howitzer se ha rodeado de las mejores plumas de su tiempo: Un turista obsesionado por los bajos fondos, una reportera incapaz de ceñirse a los temas que se le confían, un eterno exiliado, gay y negro… Cada una de estas figuras de periodistas son el autor y el actor de cada una de las historias que dan cuerpo al último número de la Crónica Francesa, puesto que la película se sitúa en 1975, en el momento de la muerte de Arthur Howitzer Jr., ya que sus últimas voluntades estipulan que su revista no le podrá sobrevivir.

A modo de aperitivo, una zambullida en los bajos fondos de Ennui-sur-Blasé, que la imaginación fervorosa de Herbsaint Sazerac transforma en un infierno de vicio. Seguimos con la epopeya de un artista psicótico, la historia de un estudiante revolucionario (el reportero aprovecha para instruir a uno de los insurgentes en los asuntos del amor, el retrato de un chef inventor de la cocina policial… y para acabar, el obituario de Arthur Howitzer.

Aun respetando la representación estética que Wes Anderson ha formulado obsesivamente de película en película, cada segmento obedece a su propia lógica artística. Pasamos del blanco y negro al color, reconocemos el realismo poético de los años 30, el estilo noir, algo de animación… Dentro del universo que comprende cada historia, el cineasta encuentra el huevo para mostrar sus emociones y sus ideas.

A primera vista, la crónica francesa es un film inabarcable y pesado. Es necesario – con pocas dudas – un buen puñado de revisiones para descubrir todos los secretos que nos ha dejado Anderson, ya sea en forma de juego de palabras, de cuadro secundario o de una inusual casita de Angoulême, siempre con el cariño que el director tiene por el periodismo disoluto y de este país de ensueño que algunos dicen que es Francia.

La crónica francesa es Wes Anderson a la máxima expresión. Con todas sus particularidades llevadas al exceso, encontramos un tratamiento visual de primerísimo nivel, al alcance de muy pocos directores. Sin embargo, también es café para muy cafeteros, y no hay pocos que no soportan el exceso de simetría de cada puesta en escena y las actuaciones de cartón piedra que exige para su elenco. Aquí lleva al límite su manía de supeditar cualquier lógica de guión a los excesos estéticos pudiéndose hace terriblemente aburrido y pesado.

La película es un juego continuo de fotografía, texturas, iluminación, maquillaje, vestuario y hasta peluquería excepcional para contar unas historias tan simples que no tienen por qué generar el más mínimo interés. Se nota sin duda que todos los actores se lo pasan en grande rodando, como si fuera una película rodada en “Familia”, lo que ayuda a que sea algo más simpática. Sin embargo, su nulo interés argumental y su carácter excéntricamente episódico hacen que esta sucesión de pequeñas viñetas sea bastante difícil de soportar. No hay una verdadera estructura narrativa en esta historia, y el aburrimiento del espectador llega a ser máximo en algunos momentos, y el bello homenaje al periodismo no es suficiente para paliarlo

La crónica francesa es un homenaje al periodismo en el que la forma está tan por encima del fondo que se acaba perdiendo cualquier mensaje. Su propuesta estética es inigualable y puede fascinar, pero para mí ha sido un poco “demasiado”. Mira que a mí me gusta este director y todas sus neuras, pero aquí se le ha ido un poco de más.

 

Nota: 3

Nota filmaffinity: 6.3


domingo, 18 de junio de 2023

Creed

Si habéis estado atentos a las obras que he ido reseñando, habréis comprobado que he mostrado mi acierto por las películas de Rocky. Han caído la mayoría de ellas, siempre bien tratadas. Por ello, cuando salió Creed, como pseudo-continuación // remake, no le presté especial atención, ya que lo consideré un subproducto digestivo, más que una película a tener en cuenta. Así que pasé de ella, hasta que algún día había que ponerse. Después de todo, le ha dado tiempo a aparecer una tercera parte antes de que yo reseñara la primera.

Así, tenemos al hijo secreto de Apollo Creed que, ahora convertido en un hombretón, quiere ser boxeador. Como no consigue que nadie se lo tome en serio, confiesa todo a un Rocky que tiene ya un pie en la tumba para que salga de su retiro y lo entrene para ser campeón del mundo. Y ya está, eso es todo. Buscar una excusa para juntar a los dos personajes, secuencias de entrenamiento y un combate final. Parece (y es) poco, pero hace lo mismo (y bien) que hacía el primer Rocky. Se trata de una película que no va tanto de boxeo como de la vida, utilizando el deporte para articular su discurso sobre el legado y las oportunidades.

Y es que la película no está nada mal. El principal motivo de que la propuesta funcione (para mí, de manera inesperada) es por el gran trabajo de Michael B. Jordan al encarnar al poderoso Creed. Tanto en la parte física como en la interpretativa realiza un trabajo excelente, dando vida al chaval de barrio al que nunca se le ha dado una oportunidad, que hierve de rabia contra el mundo y odia a todos, principalmente a sí mismo, especialmente cuando no se considera merecedor del apellido que tiene (o sí, o no, y a la segunda ya tal). Un montón de matices bien trasladados por un actor que me gusta más a cada película que le veo. Por su parte, Stallone vuelve a hacer de actor por primera vez en veinte años, funcionando a la perfección como un viejo pasado de vueltas que ya no está para tonterías. Consigue transmitir la sensación de deuda que tiene con Apollo, la decadencia de aquel que sabe que fue el mejor pero ahora no es nadie, la necesidad de aconsejar al hijo que nunca tuvo y la falta de fuerzas para afrontar un reto que ya le viene grande. Probablemente su segunda mejor actuación de siempre, que fue reconocida con una nominación al Oscar al mejor actor secundario (perdió ante Mark Rylance de El Puente de los Espías, cosa que trajo cierta polémica, porque muchos en Hollywood consideraron  que a Stallone ya se “le debía” un Oscar).

Creed es una más que correcta actualización del Rocky original a nuestros días. No soy amigo de los reboots, en su mayoría innecesarios, pero cuando se hacen bien es justo reconocer su valía. Trae los temas principales de la película original, actualiza con acierto el contexto y su mensaje y aprovecha las nuevas técnicas para ofrecer un espectáculo nuevo con sabor a conocido. Pese al rechazo inicial que me provocaba, debo reconocer que entretiene con ganas. Se le puede achacar que es una propuesta predecible, con una capacidad de sorprender cercana a cero, pero sigue siendo una propuesta muy bien parida.

Creed coge el espíritu y la esencia de Rocky, aprecia todo lo que nos gustaba del proyecto original y recorre los mismos caminos, a medio camino entre el homenaje y las ganas de hacer un buen trabajo. Yo no di un duro por ella, pero tenemos entre guantes una película de superación bien consistente, con dos actores principales aprovechando un guión bien urdido que acaba con un subidón de bandera marca de la casa.

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.6 

viernes, 16 de junio de 2023

Lucky Grandma

Como un buen puñado de veces, una película vista una tarde tonta que no hay mucho que hacer. Se pone Movistar y a ver qué aparece.

La “amantísima” Abuela Wong del Chinatown neoyorkino ha quedado viuda. ¿Está triste? Ni por asomo. Después de años de tener que soportar al pesado de su marido, por fin puede librarse de la amargura de su compañía y dedicarse a lo que más le gusta en la vida: fumar y quejarse por todo. Con la idea de evitar tener que mudarse con sus occidentalizados hijos, decide coger todos sus ahorros y jugárselos en Atlantic City. Por estas cosas que pasan, acabará haciéndose con un maletín repleto de dinero perteneciente a la mafia, lo que desatará una guerra de bandas que tiene a la Abuela Wong de improbable objetivo.

Desde el primer momento nos daremos cuenta de que estamos ante una propuesta inusual. Esta comedia negra destila mala baba, bien capaz de no dejar indiferente a nadie. Rodada en Nueva York, con medios nada pedestres, pero rodada en mandarín y con un noventa por ciento de actores de origen chino. De una manera muy acertada, reservan el inglés para las interacciones con aquellos que son de fuera de la comunidad. Como una suerte de revisión de los tópicos de los inmigrantes chinos realizada por ellos mismos, la película captura con gracia el gracejo de la insular comunidad de los inmigrantes, mientras que se permite explorar un tema más universal (una mujer mayor que quiere seguir siendo independiente). El proyecto nace justo de un equipo de creadores hijos de inmigrantes que han decidido juntarse para hacer una película en común, con la que contar su historia y mostrar su vida a su manera. Obviamente, no van a ir por el drama facilón y crean aquí una comedia negrísima con una protagonista tan detestable como grandiosa capaz de sorprender al más pintado.

Sasie Sealy, premiada guionista y aquí en labor de dirección, aporta un curioso gusto en su director al mezclar cosas tan inusuales como el lenguaje noir, las comedias negras y un toque del exploitation setentero que se hace querer bastante. Aunque apoya sus bases en la comedia con decisión, sabe aprovechar los tropos del género criminal para hacer que la película vibre con ganas cuando conviene, lanzándose sin pudor a la hiperviolencia en un par de escenas que cortan el hipo (a destacar la escena de la sauna cuando la Abuela Wong es amenazada por la jefa de las tríadas, después de mostrar de lo que es capaz).

Lucky Grandma es, en su mayor parte, una comedia negrísima de corte absurdo. Algo irregular en sus chistes, funciona con naturalidad cuando se abraza la cotidianeidad de los inmigrantes chinos, pero sobretodo destaca con el puñado de gags a cargo de la carismática abuelita y de su improbable papel como eje central de una guerra de mafias. Pero es que vaya abuelita, de las que hay una entre un millón. Con toneladas de mala leche, comentarios agrios y la inconsciencia de aquel que sabe que le queda poco en el convento, Tsai Chin encarna a un personaje de lo más jlorioso, con un repertorio de miradas asesinas, ojos en blanco y caladas lapidarias que hacen que cada escena en la que aparece valga la pena. No hay más que ver la relación de cariño // odio que tiene con su guardaespaldas, de lo más desternillante.

El resto del elenco no está tan inspirado, lo cual es una lástima e impide a esta curiosa comedia tocar techos más elevados, pero no le impide garantizar una buena diversión. Lo mismo ocurre cuando la premisa argumental se agota y ya no hay manera de hacer más chistes sobre una abuela gruñona encerrada en una película de mafiosos. Es decir, cuando llega el momento de cerrar el film, eligiéndose una solución facilona que contrasta con la frescura de su planteamiento.

Como si estuviéramos ante un imitador chino de Guy Ritchie, la película sabe ser fresca y original. Los chistes – con desigual resultado – se suceden a buen ritmo y la trama se vale para orquestar 100 minutos de entretenimiento. Podría tener a unos actores mejores (más allá de su protagonista) y peca de un desenlace algo complaciente, pero cumple dentro de lo que propone.

 

Nota: 6

Nota filmaffinity: 5.7 

miércoles, 14 de junio de 2023

Más allá del jardín (Antonio Gala)

Como siempre ocurre con la Cesta’13, me sirve para acercarme a autores a los cuales no acudiría en condiciones normales. Una vez más, le toca al libro Nº62 un aproximación de estilo. Del recientemente desaparecido Antonio Gala, acometemos un libro de un género que no me entusiasme en exceso.

Título: Más allá del jardín

Autor: Antonio Gala

“A Palmira Gadea le abrumaba la certeza de que jamás le ocurriría nada <<terriblemente auténtico>>, pero cuando parecía que su periplo vital estaba completo, decide tomar las riendas de su existencia. Para lograrlo, tendrá que dejar el jardín que ha sido su refugio durante toda su vida, y enfrentarse a nuevas experiencias que le permitirán ser ella misma lejos de los clichés establecidos para una dama de la alta sociedad sevillana.”

Este señor tocho desglosa en más de 500 páginas todos los pensamientos de una mujer a lo largo de su madurez, mientras transcurre una vida que no es especialmente interesante. Toda la novela gira en torno a Palmira desde su punto de vista, con sus pensamientos y actos desde un punto de vista subjetivo. Tiene su gracia comprobar cómo se engaña a sí misma con realidades que no quiere aceptar, sus devaneos para asegurarse que tiene un lugar en el mundo o la frustración al no ser capaz de aceptar que ya perdió la belleza que tuvo en su momento. Por otro lado, gran parte de sus “aventuras” no tienen apenas relevancia, pues la vida de una pija sevillana entrada en años no me llega a emocionar demasiado.

Lo que sí tiene es la inmensa pluma de Gala. Este hombre sabía escribir y vaya si lo demuestra. Encontramos profusión de adjetivos, descripciones de ambientes y lugares repletos de belleza, decrepitud o madurez. Si tienes paciencia para deleitarte con sus parrafadas sobre flores, cerámicas, vestidos y peinados, puedes llegar a gozarlo mucho. Además, me gusta mucho el juego de metáforas que hace utilizando la evolución del jardín como analogía de la vida. Muy bien buscado y excelentemente aprovechado.

El libro tiene tres partes muy diferenciadas, tanto en tono como en temática.

En su primera parte, Palmira contempla asombrada la llegada de la menopausia, lo que le causa un trauma importante. Durante toda su vida ha sido feliz en su papel de mujer florero. Tras casarse y tener tres hijos casi seguidos, ha dedicado su existencia a tener el jardín más bello de sus amistades y acoger fiestas de la alta sociedad con una sonrisa radiante, mientras veía como sus retoños eran criados por su nanny correspondiente. Si hace dos días se sentía joven y llena de fuerzas, la llegada de la menopausia le dice que se ha convertido en una vieja pelleja que ya sólo puede dedicarse a esperar la muerte. La falta de la menstruación niega en ella su papel de “mujer” que ha sido su única referencia vital durante treinta años, por lo que se siente confusa y falta de motivación ante el reto de levantarse un día más de la cama. Ante este acercamiento a la depresión, abundan los monólogos interiores sobre cómo debe ser una mujer “de bien”, sintiéndose traicionada, pues ha seguido las normas con toda “decencia” y ello no le ha traído la felicidad, sino la sensación de que han desaparecido muchos años de su vida.


Después de haber (casi) tocado fondo durante un buen puñado de páginas, salvada por su familia, que la quiere a pesar de sus excentricidades, Palmira decide romper con lo que ha sido su vida y buscar un nuevo lugar en la sociedad sevillana. Dispuesta a aprovechar al máximo el poco tiempo que (ella cree) que le queda antes de quedar reducida a un vegetal en silla de ruedas, no va a perder un segundo en darse todos los gustos que antes no se había dado por ser “indecentes”. Sin embargo, su alrededor no parece querer aceptar esta revolución y el “qué dirán” reacciona visceralmente en contra de la nueva Palmira. Si toda la vida ha sido una mujer que vivía un poco en su mundo, ¿a qué viene este arranque hedonista a su edad? Aquí tenemos los capítulos más movidos, ya que aparecen problemas en el seno familiar y florecen las consecuencias del pasotismo con que ha llevado la crianza de sus hijos.

Finalmente, tras unos hechos especialmente duros con los que acaba la segunda parte, Palmira decide hacer un alto en el camino, alejarse de todos y buscar su lugar en el mundo. De una manera inesperada, descubre el placer de ayudar a los demás y acaba embarcándose en una aventura algo loca como misionera en un país subsahariano. Lo que para el resto de su familia es una fase más de las tonterías de la abuela, para Palmira es un reencuentro consigo misma, lo que le lleva a una nueva felicidad de la que ella no se creía merecedora. Una serie de hechos desembocarán a un desenlace que nos mostrará cuando ha cambiado esta Palmira respecto a la que comenzó el libro.

Toda la historia está contada a partir de los pensamientos internos de Palmira y de su punto de vista. Así, llegamos a conocer MUY bien al personaje. Entendemos porqué realiza cada acción, que busca en cada decisión y cómo es afectada por todos los embates de la vida. Sin embargo, esto implica que no sabemos nada que ella no sepa o intuya. En muchos casos, hay hechos que suceden fuera de su alcance de los que nos enteramos de rebote, de oídas, cuando a ella le llega la información. Por ello, tenemos que hacer el esfuerzo de entender qué ha ocurrido y cómo se ha llegado a esa situación. Especialmente porque incluso entonces siempre lo vemos desde su prisma, con la interpretación que ella da a las cosas. Si bien disfruto cuando hay un narrador poco fiable al aparato (y esto es algo que Gala maneja estupendamente), la poca empatía con que se mueve Palmira provoca que el desarrollo de personajes sea bastante reducido, limitándose a ser nombres que circulan por su vida a los que les van pasando cosas, siendo más importantes las consecuencias que sus vicisitudes tienen para Palmira que lo que realmente ha ocurrido.

Lo mismo ocurre con la parsimonia con la que transcurre la acción. Apenas ocurre nada en un montón de páginas y, cuando algo pasa, Palmira no siempre sabe reaccionar, lo que no contribuye a hacer el libro atractivo. En muchos casos, me sorprendía al darme cuenta de lo poco que me interesaba aquello que se me estaba contando. ¿Más allá del jardín está bien escrito? Rotundamente sí. ¿Me aburre? También sí.

Este drama crepuscular con descubrimiento de un nuevo lugar en el mundo está escrito con talento. Gala demuestra una gran habilidad con la pluma a la hora de describir ambientes, lugares y pensamientos. Sin embargo, los dramas cotidianos de una pija menopáusica no son especialmente apasionantes. No dudo que se trata de un libro que tenga su público, que disfrutará son sus páginas, pero yo no lo soy. Aún con sus cosas valorables, un buen aburrimiento de libro.

 

Nota: 3

Nota goodreads: 3.45/5 

martes, 6 de junio de 2023

Ghost in the shell

 Hace ya algún tiempo reseñé la estupenda serie de acción protagonizada por Motoko Kusanagi Stand Alone Complex. Hoy vengo a traer el anime que sirve de inspiración a la serie.

No en vano, esta película 7 años anterior a la serie es la versión “original” del primer arco argumental de la serie, pudiendo funcionar como una versión reducida de la primera temporada. Para mucho de su análisis, podemos acudir directamente al que realicé en su momento de la serie, pudiéndose aplicar casi los mismos comentarios.

Así, nos situamos en un futuro “cercano” en que se ha conseguido la simbiosis entre los cuerpos robóticos y la mente humana. El mejor ejemplo de ello, es la mayor Kusanagi, una humana que ha vivido siempre en cuerpos cibernéticos. Forma parte de una unidad antiterrorista especializada en amenazas globales. La aparición de un súper hacker que se hace llamar “El hombre que ríe” llevará al límite las capacidades de toda la unidad, mientras Kusanagi pasa apuros para conservar lo poco de humana que queda en ella.

En apenas 90 minutos tenemos embutidas un porrón de disertaciones filosóficas, escenas de acción de primera y la investigación de un caso de terrorismo, todo en un poti-poti confuso y absorbente. Causó sensación a principios de los noventa, convirtiéndose en un referente de la ciencia-ficción de su época. No en vano, mezclaba una imaginería fascinante en la que daba gusto perderse con ciencia-ficción dura, una protagonista llena de carisma y acción de la que se clava en la retina. Constituye una invitación a fliparse y dejar volar la imaginación, sirviendo de referente a un montón de obras del género que vinieron después. Una vez vista Ghost in the Shell, es fácil encontrar ecos de ella en propuestas de finales de los noventa como Matrix o Dark City, que a su vez son referentes de la ciencia-ficción de principios de siglo XXI.

Es obvio reconocer su valía, su importancia. Todo creador del género la vio y se flipó con ella, ignorando sus defectos a cambio de la fuerza de su mensaje y sus imágenes. Sin embargo, requiere de un espectador experto e interesado para gozar de todo lo que contiene, pues su narración es críptica, con multitud de claves y capas que desentrañar en una suerte de sucesivos visionados, pudiendo confundir fácilmente a un espectador despistado. Hay demasiado concepto arrejuntado, no siempre bien explicado, además de ciertos problemas de ritmo que no siempre ayudan a poder disfrutar de lo que se está viendo. En ese sentido, debo decir que la serie posterior de Stand Alone Complex es un ejercicio mucho más disfrutable, pues realiza una aproximación a los mismos temas con más espacio para que la trama respire y deje poso, todo ello sin perder un ápice de espectacularidad y enjundia.

Tenemos aquí uno de los referentes de la ciencia-ficción ciberpunk por derecho propio. Quizás no es el acercamiento más perfecto que se ha realizado sobre el YO y la personalidad dentro del anime, pero igualmente es un espectáculo disfrutable capaz de volarte la cabeza. La mejor ciencia-ficción y la mejor acción combinadas en uno de los pocos animes totalmente recomendables para todo el mundo, que no es poca cosa.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 7.5

jueves, 1 de junio de 2023

Los archivos del Pentágono

Tras la notable El puente de los espías, Spielberg cambió otra vez de género, consagrándose en uno de los géneros más característicos del cine clásico estadounidense: una película sobre la prensa, sobre su importancia y la necesidad del trabajo de los periodistas que, a poco que sean independientes y conscientes de esa independencia, tienen el deber de jugar un papel esencial en la buena marcha de la democracia. El título original de Los papeles del Pentágono tiene el nombre de un periódico: The Post, diminutivo del Washington Post, el cual reveló también, poco después de los hechos relatados en esta película, el escándalo Watergate. Este caso que nos ocupa nos trae a la mente también uno de los film emblemáticos del género: Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula, con del dúo mítico de Woodward-Redford y Bernstein-Hoffman. Pero uno también se acuerda de la reciente y formidable Spotlight, en la que el título representaba el apodo del equipo de investicación del Boston Globe, en el centro de la intriga. Y como estas cosas no son nunca casualidad, uno de los guionistas de Los papeles del Pentágono, Josh Singer, también coescribió Spotlight con el director Tom McCarthy.

Los archivos del Pentágono es el equivalente setentero de Wikileaks, y de los papels del Panamá o del Paraíso de nuestros días, y precursos del Watergate, que iba a explotar tres años más tarde: una de las filtraciones fundamentales del periodistmo estadounidense, la pucliación en 1971, primero por el New York Times, pero sobre todo por el Washington Post, de documentos clasificados como “secretos de estado” – filtrados por Daniel Ellsberg, asesor militar y calificado como “El hombre más peligroso de América” por el siniestro Henry Kissinger – que relataba las relaciones entre EEUU y Vietnam de 1945 a 1967, demostrando claramente que los dirigentes estadounidenses, y más concretamente Johnson y Nixon, sabían que la guerra de Vietnam, deliberablemente encendida e intensificada, era un embrollo trágicamente inganable y habían mentido repetidamente al Congreso y al público sobre el avance de la guerra.

La publicación de estos documentos provocó una feroz reacción por parte del gobierno, que buscó detener a los periodistas, a esos “hijos de puta”, como no dudó en llamarles el propio presidente Nixon. Ante el rechazo a delatar sus fuentes por parte del New York Times y del Washington Post, el caso subió hasta la Corte Suprema, que acabó dando tímidamente la razón a los defensores de una prensa libre.

Otro aspecto esencial de la película se encuentra en el hecho de que el Post estaba dirigido, en la época, por Katharine Graham (Meryl Streep), la primera mujer directora de uno de los grandes periódicos del país. No hace falta imaginar mucho para deducir hasta que punto su posición era precaria, y el nivel de coraje que había que mantener para hacer frente a la solución. El duelo explosivo que forma con Ben Bradlee, su redactor jefe (Tom Hanks, que retoma entonces el papel realizado por Jason Robards en Todos los hombres del presidente) es uno de los grandes valores de la película.

Y es que ambos actores se dedican a lo que han hecho bien siempre: Actuar de puta madre. Da gusto ver a dos buenos actores, dirigidos por un buen director y gozando de un buen guión. Durante dos horas, vamos a ver una película de “gente hablando” sin que por ello nos dé la sensación de quietud o aburrimiento en ningún momento. A base de poner luz en un caso no especialmente conocido fuera de las fronteras estadounidenses, basa su juego en relatar con precisión unos hechos a base de diálogos, dando lugar a un estupendo ejercicio de cine.


A estas alturas no vamos a descubrir la capacidad de Steven Spielberg para contar historias. Sin artificios ni acrobacias innecesarias, simplemente escogiendo la mejor puesta en escena con la que crear el escenario para que dos pedazo de actores hagan bien su trabajo. Dice que no intenta ser pedagógico, pero incluso cuando denuncia, cuando recuerda cómo deberían ser las cosas, sabe dejar un poso calentito en el alma que te recuerda que el mundo puede ser un lugar mejor. Ejercita la mente, presenta dilemas éticos y te pega al asiento todo en uno.

Aunque no se llevara nada, su calidad fue reconocida por una nominación a Mejor Película y Mejor Actriz (Meryl Streep), perdiendo ante La forma del agua y Frances McDormand (Tres anuncios en las afueras) en un año en que todo acabó muy repartidito.

Los archivos del Pentágono es una de estas películas de las que sales pensando en que hay gente que lucha por hacer de este mundo un lugar más justo y que, a veces, ganan. Remarca la importancia de la existencia del cuarto poder, en una suerte de idealización de la prensa que quizás hoy día nos parece algo ajena. Una prensa libre, independiente buscando desentrañar la verdad y los abusos del poderoso es algo tan nostálgico y añejo (aunque nos gustaría que volviera) como las máquinas de escribir o las rotativas que se muestran en pantalla.

Otra de estas películas que pueden ser menores dentro de la filmografía de Spielberg, pero que la gran mayoría de cineastas ni siquiera son capaces de concebir. El mejor contador de historias de Hollywood hace una película de las que a mí me gustan, con profundidad periodística, una minuciosa investigación, dilemas éticos y judiciales, además de mostrar las verdades que algunos intentan esconder. Una película para reconciliarse con la humanidad (que de vez en cuando viene bien), una narración brillante y un thriller efectivo e inesperado. Un gustazo para los que gusten de unos estupendos diálogos, grandes actores y una puesta en escena impecable.

 

Nota: 9

Nota filmaffinity: 6.7