Cuando se habla de Ghost in the Shell: Stand Alone
Complex, se habla siempre en tono de alabanza. No en vano, esta fascinante
serie es capaz de combinar eficazmente la mejor acción con ciborgs y
reflexiones existencialistas. ¿Es posible reflexionar sobre el sentido de la
humanidad o la ética en el uso de nuevas tecnologías mientras los disparos
atronan por doquier? No es tarea imposible al lado de Motoko Kusanagi.
La gran Motoko Kusanagi. “El gorila”. La capitán de la
Sección 9 antiterrorista. Criada desde la infancia en cuerpos prostéticos (es
decir, totalmente artificiales), los años han convertido a Motoko en una mujer
dura y desconfiada. Tan eficaz en su trabajo como huraña en el trato con las
personas, esconde en su interior un conflicto trascendental. A lo largo de los
años ha saltado de un cuerpo a otro: rostros diferentes, géneros variables,
modelos no-humanos… Es difícil mantener el concepto del YO con tanta
variabilidad. No es sólo la cuestión de género sino el mero hecho de ser un
humano, especialmente cuando por la calle puedes encontrar a miles de personas
con tu mismo rostro ¿Qué la separa de las máquinas? ¿Acaso aún tiene alma? Mientras
cumple con su función salvando Japón de amenazas terroristas, Motoko se aferra
a los últimos resquicios de individualidad para seguir considerándose humana.
En el lugar opuesto tenemos a los Tachikomas. Son unos
tanques automatizados con IA que actúan de ayudantes de la sección 9. Con una
mentalidad ingenua e infantil, intentan por todos los medios parecerse a los
humanos, a los que adoran. Incluso las conversaciones más tontas nos desvelan
sus inquietudes sobre la vida, Dios, la muerte física y espiritual… Lo que deja
claro que la frontera entre las IAs y los humanos no es nada clara.
Y luego tenemos el resto del equipo, un grupo de soldados
más o menos mecanizados que se esfuerzan para estar a la altura de lo que exige
su trabajo. Mientras tanto, se nos muestran las intimidades de cada uno de
ellos, el porqué de sus miedos y angustias… No sólo estamos viendo dibujos,
sino que tenemos personalidades planificadas, “reales”, donde se le da
importancia a cada individuo, dándole alma, pasado y vida propia.
Esta profundidad que hará delicias de los consumidores de
la ciencia-ficción más sesuda se complementa a la perfección con la acción más
trepidante que un aficionado a la spaece-opera puede pedir. En cada temporada,
la sección 9 se ocupa de la investigación de un caso de un súper-terrorista al
que hay que detener, jugando con el concepto del Complejo de Autosuficiencia
(un ejemplo real sería Anonymous). Debido a su extraña naturaleza, se hace muy
difícil localizar a los terroristas y, por ello, acabar con su amenaza.
“El Hombre que ríe” es un super-hacker que chantajea a
las compañías fabricantes de cuerpos prostéticos. Estos habían tapado los
resultados de una investigación médica que ponían en peligro su modelo de
negocio y ahora deben pagar por ello. A medida que avanzan los capítulos los
misterios se acumularán alrededor de este amargado adorador de “El guardián
entre el centeno”: ¿Es un malvado o un justiciero? ¿Realmente existe?
La segunda temporada se centra en los atentados
producidos por un grupo llamado “Los once individuales” que reclaman un retorno
a las viejas costumbres en las que una persona podía cambiar las cosas,
obligando a la Sección 9 a lanzarse a un peligroso juego del gato y el ratón.
En él se diluyen las culpabilidades y las conspiraciones esconden otras
conspiraciones bajo continuos juegos de sombras. Son obvias las comparaciones
con “El hombre que ríe”, que los autores aprovechan para explorar más a fondo
el concepto en torno a la pertenencia (o no) a una banda armada y el trato a
los refugiados tras una guerra. ¿Qué hacer cuando defender la ley te lleva a
proteger a corruptos y degenerados? ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de un
gobierno por los crímenes cometidos por los anteriores gobernantes?
Son
dos temporadas llenas de emociones fuertes, con desenlaces perfectamente
rematados y capítulos capaces de dejarte boquiabierto. El homenaje de la
Chaqueta mecánica, el sacrificio de los Tachikomas, la conversación mental con
Kuze, la ejecución de los Once Individuales… Son unas cuantas escenas
inolvidables dentro de la multitud de momentos impagables que tiene la serie.
Su
artesanal animación es impecable, con un diseño de imaginería que combina el
más brillante cyberpunk con el realismo más cotidiano. Incluso los profanos al
anime apreciarán enseguida encontrarse con una serie inteligente, original,
ambiciosa, con un desarrollo de la trama (el caso del Hombre que rie... qué
maravilla) y una descripción de personajes admirable. Sus dos temporadas se
hayan perfectamente medidas para que no haya un capítulo de más (ni de menos),
aunque conforme avanzan los capítulos, más ganas tiene uno de que no termine.
La
mejor ciencia-ficción y la mejor acción combinadas en uno de los pocos animes
totalmente recomendables para todo el mundo. Se te gusta el anime, Stand Alone Complex no te decepcionará.
Y si no te gusta, ¡tampoco!
Nota:
10
Nota
filmaffinity: 7.7
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