martes, 27 de octubre de 2020

La familia Addams

La familia Addams es uno de los clanes familiares ficticios más conocidos dentro de la cultura general de occidente. Surgidos allá por los años cuarenta, aportaba un punto de vista siniestro y fantasmagórico a las relaciones familiares, escandalizando al respetable ante las burricidades que la amantísima familia se profesaba. Nadie hasta entonces se había atrevido a sajar, destripar, torturar y reventar de una manera tan gráfica y con tanto amor. Tanto el cómic original como la serie posterior era pura provocación ante una manera diferente de ser una familia “funcional” en la que el cariño se demostraba a base de espadazos y escalofríos.

Esta nueva revisión de la propuesta trae a la familia a los tiempos modernos. El pequeño Pugsley debe completar la “Mortal Mazurca de la Muerte de Matamatón a cinco espadas” como ceremonia de iniciación, pero éste prefiere los explosivos antes que los mandobles, para incomodidad de su padre. Mientras tanto, la siempre adorable Miércoles llega a la etapa rebelde en la que no acepta la autoridad paterna, en este caso, haciendo nuevas amigas e imitando el comportamiento de las demás niñas del colegio. Entremedias, la familia al completo se ve involucrada en una trama de corrupción urbanística a manos de una fenómeno de la televisión que quiere echarlos de su castillo para pegar un buen pelotazo.

Evidentemente, no estamos ante la misma sociedad que la de los felices e ingenuos años sesenta (sí, la familia tiene más años) y los excesos que perturbaban entonces causan más risa que escándalo. Conscientes de los tabús que deberían romper hoy día para causar los mismos estragos, los creadores han optado por endulzar el tono y lo que antes era provocador, se ha vuelto cuqui. No hay acidez, no hay mala leche ni ganas de meter el dedo en el ojo, convirtiendo la película en un espectáculo para todos los públicos. La familia clásica es bien reconocible, pero nada que ver con la serie o las películas de Raul Julià y Cristina Ricci.


Eso no quita que la serie sea muy divertida. Los chistes abundan y funcionan estupendamente bien. No en vano tenemos tras las cámaras a la gente que trajo La fiesta de las salchichas y Monstruos contra alienígenas, por lo que podemos imaginar el tono chusco y desternillante que va a tener la película. Una vez cambiamos el chip, lo que tenemos entre manos es una agradable película para toda la familia, que trata con gracia el tema de ser “diferente” y como ello afecta a los lazos familiares, además la eterna confrontación entre tradición y modernidad.

Aunque el detonante de la acción es Pugsley, es Miércoles quien carga a sus hombros todo el peso argumental, especialmente en su socarrona excursión hacia las cosas monas, que conduce a un puñado de gags gloriosos.

Sorprende comprobar como ambos padres no entienden a sus hijos adolescentes como ocurre con casi cualquier familia, con la salvedad que la discusión aquí yace en el uso de explosivos en vez de espadas para los bailes familiares, junto con la colorida rebelión de Miércoles, que asusta a Morticia, al ver a su hija apartarse del camino de oscuridad que ella cree correcto e ideal.

El negrismo y la imaginería siniestra se presenta claramente deudora de las referentes originales, con una animación que fluye con naturalidad, construyendo un universo agradable a la vista. Sin embargo, se le da un toque decididamente slapstick pasadísimo de vueltas, que deja claro que en esta película (casi) todo vale, lleno de detalles tan ingeniosos como absurdos, gracias a las bastardadas que se pueden mostrar sin miedo al tratarse de animación.

No es más (ni menos) que una película de aventurillas para toda la familia, tal como podemos encontrar muchos ejemplos recientes (Madagascar, Kung-fu Panda) con el extra de tener a los Addams como gancho extra para ser entretenido. Disfrutable para los más pequeños y con un puntito (bien disimulado) para que los papis recordemos a aquellos Addams de nuestra infancia.


Nota:
6

Nota filmaffinity: 5.2 

sábado, 24 de octubre de 2020

Joker

Después de tanto tiempo, ya tocaba que me metiera con el Joker para hacerle una bonita reseña. Estamos ante una película que constituye un trabajo de orfebrería. Cada elemento está en consonancia con el núcleo de la historia que se nos cuenta, envolviéndola en tonos alucinatorios, pasando por una puesta en escena inquietante y un trabajo actoral impecable (ya hablaremos de Joachim Phoenix más adelante). No estamos ante una simple historia de ficción, estamos dentro de una epopeya personal que se presta a múltiples interpretaciones con el maniqueísmo que queramos, tanto íntimas como sociales y políticas. Cualquier amante de los cómics estará probablemente encantado y todos los ajenos encontrarán igualmente suficientes asideros para apreciar este relato.

Todo el lío empieza delante de un simple espejo, no el de un cuento de hadas, sino uno que no tiene nada de anormal. Meticulosamente, Arthur Fleck hace sus muevas: tez blanca lívida, nariz rojo sangre, lágrimas azul petróleo, traje atemporal desgastado. A sus espaldas, la radio se desgañita con tonterías. Programas banales destinados en entretener con naderías se suceden con noticiarios llenos de sombras y terrores, retratado un mundo decadente y plagado de ratas donde los débiles sufren injusticia tras injusticia. Los sermones de los presentadores parecen arrastrarnos a un estado de paroxismo sin fin, dejando poco espacio a la compasión o siquiera un rastro de serenidad, mientras Arthur pasa de las sonrisas a las lágrimas con una naturalidad escalofriante.

Una vez preparados, Arthur y sus colegas se dispersan por las calles, payasos anacrónicos encerrados en un mundo moderno que vive al límite. Cada uno tiene sus productos, su tienda a defender para obtener unas migajas repartidas por un capitalismo voraz. Dentro de este mundo de locos, muchos, a pesar de su comportamiento jovial, están más que preparados para pisar las cabezas necesarias para progresar. Una sociedad omnipresente que rezuma quiebra, donde la solidaridad ni está ni se la espera.

Sin embargo, Arthur, torpe dentro su pomposidad, sonríe sin descanso. Es lo único que sabe hacer, única enseñanza de una madre tóxica, medio impedida, atrancada en la nostalgia de sus recuerdos, de sus esperanzas rotas. Al anochecer, este hijo al que apoda “Happy” la mece, la lava y la arropa, como cualquiera haría por una criatura inocente y endeble, sin confesar sus muchos problemas que tampoco es capaz de expresar. Encontramos incluso cierta elegancia conmovedora en este hombre que sólo pide tener algún momento de gozo en su vida. Nadie lo ve. No existen para nadie. Arthur parece condenado a permanecer invisible a ojos de sus contemporáneos.



Y esta indiferencia generalizada es tan violenta como las revueltas sociales que pululan en la ominosa Gotham de los años 80 (ciudad imaginaria, pero prima hermana de las monstruosas metrópolis de nuestros tiempos). ¿Hay alguna escapatoria para los sufridores? Dentro de la oscuridad más tenebrosa, aparecen pequeños destellos de consuelo, como las dulces palabras de una vecina amable que parece no asustarse ante los desastrados trajes de “Happy”. Éste sentirá como renace, cual mariposa que sale de su crisálida cuando un célebre presentador le invita a participar de su show. Pero los sueños de Arthur Fleck están condenados a hundirse en el abatimiento de las ilusiones perdidas. La pérdida de este último rastro de cordura convertirá a nuestro iluso antihéroe en un personaje malvado y seguro de sí mismo, que desborda rabia contra una sociedad y un mundo que detesta.

Atenazados entre la empatía y la repulsión, somos testigos del origen del mal, el nacimiento de un verdadero villano, aquel que acechará las peores pesadillas de Batman. Pero en parte (sólo en parte), le entendemos, pues hemos visto su camino de incomprensión, humillaciones y heridas. Joker es hijo de la miseria, que grita un “¡QUE OS DEN!” gigante contra el mundo, con una risa sardónica que resuena en las mentes de todos aquellos que anhelan dormir tranquilos por las noches.



Batman y Joker. Joker y Batman. Esta dualidad de personajes se ha erigido a lo largo de los años como uno de los baluartes más reconocibles de la DC. Esta adaptación librísima de los orígenes del archienemigo por excelencia no deja a nadie indiferente, constituyendo un acertado retrato de los tiempos, a pesar de que no guarde especial parecido con el personaje más canónico. Poco de súper héroes encontramos aquí, sino de marginados y sociedades terroríficas que causan desazón por la facilidad con la que nos identificamos con la precaria situación que rodea al protagonista. Si no es por el título, que nos recuerda dónde estamos, quizás ni sospecharíamos que estamos ante el que baila con un demonio a la luz de la luna. Una relación que se produce, obviamente, como llamada de atención para que nos fijemos de que esto no es un simple drama, esto no es una película más de súpers, ni falta que hace. A lomos de su rimbombante título, que nos hace ya presagiar una gran epopeya, tenemos una propuesta que sabe revolver nuestro interior.

La principal razón reside en el visceral trabajo de Joachim Phoenix. Un animal de la interpretación que ya había dado claras muestras de saber retratar la locura con maestría (Gladiator, En la cuerda floja), carga aquí a sus espaldas un papel tremebundo, lleno de matices, con espacio en el guión para sacar todo el arsenal de la buena interpretación y construir una actuación de Oscar, cantadísimo desde el primer momento. Sin él, la película caería fácilmente en la parodia o el maniqueísmo, perdiendo gran parte de su valía. Si nos vamos a acordar de Joker dentro de diez años, será por Phoenix.



Pero bueno, tampoco despreciemos el acertadísimo ejercicio de estilo de Todd Phillips, una imbécil integral que quería retratar su rechazo a una sociedad en la que el politicorrectismo domina cada estrato y sólo se puede hacer crítica desde la ficción, impidiendo cualquier debate por la visceralidad que desborda nuestra sociedad. Rueda cargado de vitriolo, con muchas ganas de provocar y de hablar de lo que no se puede hablar, con la idea de incomodar al respetable, en un film que admite cientos de interpretaciones, que se pueden resumir  (mucho) en que el desamparo social produce monstruos y que las crisis traen turbas destructoras. El mensaje desplegado es confuso pero atronador, la fotografía es impecable, con una puesta en escena siniestra e inquietante, un tono descarnado lleno de excesos, un ritmo incómodo y una redundancia desconcertante que se asegura de no dejar a nadie indiferente.

Viene acompañado por una banda sonora de hipnótico desazón que roba la atención y contribuye, a su vez, a captar nuestra atención para que no perdamos ni medio detalle de lo que ocurre.

El férreo guión construye a los personajes con un brioso cincel que admite muchos grises, con la clara sensación de que aquí no hay nadie inocente, ya sea por maldad, desidia o inacción. Constituye uno de las presentaciones de “malvado de cómic” mejor realizadas, alejándose del villano de opereta para que captemos todas sus motivaciones (justificadas o no) y sobre todo, su punto de vista desde el que autojustifica sus decisiones, después de todo, es él quién cuenta la historia. No es una propuesta usual ni tampoco nos la habían mostrado tan bien como en este caso.



Una de súpers sin súpers, que ni siquiera aprovecha el tópico como excusa argumental sino como modo para hacerse publicidad. No sorprende que rompiera los esquemas a mucha gente, para lo bueno y lo malo.

Y es que en el fondo es un drama social con multitud de matices, un Taxi Driver actualizado e hipervitaminado que, al pasar por el matiz del bufón del crimen le da un toque especial de carisma y buena recepción entre el público. Se remata además con la excelsa actuación de Phoenix, que es quién eleva la película a una cota todavía mayor. Joker es áspera, desagradable, sabe hallar cosas en nosotros que no nos gusta y, a la que nos paramos mirar, tampoco cuenta nada nuevo. Sin embargo, lo hace con cierta originalidad y un mimo mayúsculo por el detalle, que siempre es algo a valorar.


Nota: 9

Nota filmaffinity: 8.0 

viernes, 16 de octubre de 2020

Crank - Alto voltaje

Hace ya unos años reseñé Crank - Veneno en la sangre, una bastardada violenta repleta de acción que sorprendió a muchos, tanto por su absoluta falta de pretensiones como por el descomunal chorro de adrenalina que arrojaba.

Como supongo que necesitaba dineros, Jason Statham se volvió a enfundar en la piel de Chev Chelios, el matón más zumbado de Los Ángeles. Ahora en vez de adrenalina, necesita descargas eléctricas para seguir viviendo, pues han sustituido su corazón por una batería y hay que recargarla de vez en cuando. Así pues, mientras consuma su venganza iremos viendo como lame enchufes, se conecta bornes a los pezones o se pega disparos de táser a si mismo.

Y tenemos una repetición de película. Crank­ - Alto voltaje destila la misma estética videojueguil en que estás esperando a cada momento un quick time event, con ensaladas de tortas separadas por escenas de treinta segundos donde Chev va zumbando de un sitio a otro para seguir repartiendo mantecados en un montaje bastante lisérgico que se molesta bastante poco en mantener la coherencia.

Las animaladas pasadas de página se mantienen, esta vez con el aderezo de meter un poco de tripas volando aquí y allá y alguna estrella del porno haciendo cameos con más o menos ropa. El buen gusto (que ya faltaba en su primera parte) brilla por su ausencia, buscando la gamberrada por la gamberrada, lo más bestia y grande posible, llegando a dar cierto asquete..

Aunque se consigue alguna que otra escena desternillante de puro absurdo,  el conjunto de la película está tan pasado de rosca que acaba convertido en un videoclip de toñas sin gracia ni originalidad. Se vuelve a poder resumir la película con un ¡BANG! ¡BANG! ¡AARGH! ¡BRROOOOM! ¡MUERE! ¡PAF!¡PAF! ¡BOOOUUUMM! continuo, que esta vez desemboca en un final que se pasa mucho de lamentable


¿Buscas acción? Tienes toneladas, y un buen puñado de tetas aquí y allá. ¿Buscas algo de sentido o un mínimo de profundidad? Aquí no hay de eso. ¿Originalidad? Tampoco.

Nota: 1

Nota filmaffinity: 4.9 

miércoles, 14 de octubre de 2020

Momo (Michael Ende)

Después del disgusto (joé, es que vaya basura), una propuesta mucho más potita y agradable. Aunque no lo parezca, nunca había llegado a leer este libro, ha caído ahora justo como parte de la CLO (gracias Isgoma). No sé cómo no había caído antes.

Título: Momo

Autor: Michael Ende

Título original: Momo

Traducción: Susana Constante

“Momo es una pequeña niña que vive en las ruinas de un anfiteatro de una gran ciudad italiana. Es feliz, buena, cariñosa, con muchos amigos, y tiene una gran virtud: la de saber escuchar. Por eso, es una persona a la que mucha gente acude para desahogarse y contar las penas, ya que ella es capaz de encontrar una solución para todos los problemas. Sin embargo, una amenaza se abalanza sobre la tranquilidad de la ciudad y pretende destruir la paz de sus habitantes. Llegan los Hombres Grises, unos extraños seres que viven parasitando del tiempo de los hombres, y convencen a la ciudad para que les entregue su tiempo.”

Pero bueno, qué cosa más bonitísima. Como si de un moderno cuento de hadas se tratase, Ende compone una historia para niños de todas las edades que se queda a medio camino entre El principito y La historia Interminable. Si eres de los que aprecian estos dulcecitos, tienes ante ti a una preciosidad.


El libro te presenta a Momo como una vagabunda que vive en una chabola del campo, pero su precaria situación no le impide ser feliz. Es consciente de lo que tiene, puede disfrutar de sus amigos y, como dice el propio resumen, sabe escuchar. A través de su relación con Momo, sus amigos encuentran paz, un sentido de comunidad y un toque de creatividad. El regalo de saber escuchar hasta que la verdad sale a la luz le permite gozar de amigos de verdad, de formar un grupo que la cuida y le trae comida, le cuenta historia y le ayuda en los momentos de necesidad.

Esta capacidad de disfrutar con la vida contrasta con la obsesión de los Hombres grises por aprovechar el tiempo, llenando cada segundo de actividades productivas por miedo a quedarse sin segundos que vivir, olvidándose justo de eso, de vivir. Como ambas posturas son incompatibles, los hombres grises ven en Momo a su mayor enemiga y harán todo lo posible por corromperla y, cuando esto no sea posible, acabar con ella.


Por suerte, Momo tiene a unos amigos que valen la pena, como Beppo el Barrendero o el cuentista Gigi Cicerone, gente bienintencionada e ingenua que siempre tienen un momento para ayudar a quién lo necesite.

Cuando el ataque de los Hombres Grises se hace más poderoso, intervendrán El Señor Hora, maestro del tiempo y, sobretodo, la carismática tortuga Casiopea, personajazo que se gana cualquier corazón aunque lo único que haga sea caminar decidida hacia su destino.

El ataque de los Hombres Grises es todo un prodigio de imaginación. Estos extraños individuos se presentan como representantes del Banco Ahorratiempo y promueven la idea de “ahorrar tiempo” dentro de la población: supuestamente, el tiempo puede ser depositado en el Banco y se retornará posteriormente al cliente con intereses. Pero después de su encuentro, los Hombres Grises hacen olvidar su existencia a los clientes, pero no sobre sus intenciones de ahorrar todo el tiempo posible para un uso posterior. Gradualmente, la siniestra influencia de los Hombres Grises afecta a toda la ciudad: la vida se vuelve estéril, ajena a todas las cosas que “malgastan tiempo”, como actividades sociales, diversión, arte, imaginación o, simplemente, dormir. Los edificios y las ropas se vuelven homogéneas y los ritmos de vida, vertiginosos. En realidad, cuanto más tiempo ahorra la gente, menos tiempo tienen, pues el tiempo ahorrado se pierde para ellos, ya que se lo quedan los Hombres Grises, consumido en forma de los cigarros hechos a partir de los pétalos de las rosas del tiempo. Sin esos cigarros, los Hombres Grises no pueden existir y por ello acumulan más y más tiempo.

Así pues, Momo se convierte en un libro maravilloso, presentando el concepto clásico de una batalla épica. Por un lado, los niños que entienden la necesidad de malgastar el tiempo de vez en cuando y los monstruosos Hombres Grises, que ofrecen inmensas riquezas a cambio de succionar la vida y el tiempo de los demás.

Un libro mucho más simple y disfrutable con más facilidad que La Historia Interminable, pero igualmente desbordante de imaginación, escrito con este extraño saber hacer del autor, en el que los imprecisos detalles que se nos dan sobre el lugar en que sucede la acción se bastan para agitar nuestro interior, consiguiendo que nosotros rellenemos el resto y así tornemos un anfiteatro y una ciudad anónima en lugares fabulosos. Cualquier corazón sensible se acongojará ante la ominosa atmósfera que envuelve a Momo cuando es perseguida por los Hombres Grises o se henchirá de emoción ante la fantasbulosa aventura marítima de los más pequeños (¡este viaje no se puede explicar, es pura fantasía!).

Ende excita de tal manera nuestra imaginación que se hace imposible adaptar el libro a una película. Todas han fracasado. Es algo que se debe imaginar, pues la magia y el encanto no puede plasmarse en una pantalla sin ser empobrecido ante lo que podría ser, nunca llegaría a ser lo que imaginamos. ¿Cómo podríamos representar el fantástico universo más allá del tiempo? No tendría sentido. El talento que hay detrás del proceso de creación es sorprendente.

Esta magnificencia no debe despistarnos del hecho que estamos leyendo unas aventuras infantiles. Tal como ocurría en Charlie y la Fábrica de chocolate, es para niños de todas las edades, pero complejidades, las justas.

Sin embargo, tiene ese toque mágico que fascina a la que te pille con la disposición adecuada. Realmente, lee Momo y decide. Honestamente, si alguien publicara este libro como una novedad dentro del género del Young Adult sin que Momo hubiera existido previamente, sería considerado como una pieza de orfebrería única, los críticos lo alabarían y se convertiría en una referencia instantánea en Twitter.

Momo es un libro que adorar, con el que volver a ser pequeño y saber dejarse llevar. Por favor, que nadie espere aquí nada sesuso y complejo, sino una joyita que leer en tres días que luego te deja una cálida sensación en el corazón. Comprendo por qué es un favorito de muchos, presto a clavarse en tu alma a la que te pille en el ánimo correcto.

 

Nota: 9

Nota goodreads:  4.31/5

Por favor, una última reiteración: No entres en este libro con la idea de leer algo realista, complejo o trascendente. Es un cuento de hadas.

 

  

lunes, 12 de octubre de 2020

Shed of the dead

Y hoy nos dedicamos a cerrar la ronda de zombies con una “zomedia” inglesa, protagonizada por un puñado de secundarios de las series locales, un presupuesto ridículo e ideas algo peregrinas.

El “Cobertizo de los muertos” nos sitúa a un par de frikazos de vida bastante desastrosa que se ven implicados en el asesinato del dueño del cobertizo vecino. Después de unos momentos de pánico estúpido, estalla un apocalipsis zombie que les llena de regocijo. Además de ser ideal para esconder un cadáver, sus conocimientos frikis les dotan de ventaja. Son conscientes desde un primer momento de las reglas de funcionamiento de los zombies y siempre pueden extraer técnicas de defensa de su saber friki. Incluso se sumergen (a modo de película) dentro de los mundos de fantasía con los poderes de un buen rolero para inspirarse en las peleas. Parece que mola, ¿no? Pues aquí acaban las cosas buenas.

Bueno, miento, también se debe destacar que la factura visual de la película es más que correcta. Las escenas están compuestas con pulcritud y, especialmente en las flipadas de fantasía, resuelven con nota las absurdeces que plantea el guión, con un nivel que ya quisieran, por ejemplo, las dos películas de zombies anteriores.

Dentro de los aspectos negativos de la película está todo lo demás. Las actuaciones sobrepasan en mucho la vergüenza ajena, el guión oscila entre lo desagradable y vomitivo, dirigida sin ningún sentido del ritmo o del desarrollo de la trama. Que sí, que es algo que se puede esperar en las comedias cutres de zombies, pero aquí estamos ante una de las peores propuestas de este estilo.

El mayor problema es que quiere ser un Zombies Party sin tener ni idea de saber qué es lo que funcionó de la película. Así pues, en vez de perdedores carismáticos, tenemos a un puñado de sabandijas a cada cual más despreciable como protagonistas pretendidamente chistosos. Unos imbéciles integrales que se mueven por egoísmo y ganas de joder al prójimo, que se creen graciosos y no pasan de estúpidos ostiables.



Los personajes masculinos son especialmente grotescos, siendo todos (sin excepción) unos cerdos salidos que no dudan en sacar partido del apocalipsis zombie para arrimarse al chumino más cercano, pasando a chantajear o coaccionar para tocar algo de teta. Casi siempre vulgar, no es en ningún momento divertido (es que ni una vez), ni inteligente ni ingenioso.

El desarrollo de la historia tampoco se salva en lo más mínimo. No llega a haber un argumento. No encontramos un “necesitamos llegar a tal lugar por razones” o algo. Simplemente consiste en ver como el puñado de mendrugos la va palmando producto de su propia estulticia, sufriendo las consecuencias de sus execrables decisiones. Simplemente, pasan de un escenario a otro viendo reducido su número porque han intentado tirarse a una zombie stripper que les ha acabado reventando los sesos, o porque les ha parecido divertido arrojar a la horda a la chica que se ha negado a enseñarle las bragas (Si, y lo venden como gracioso).

Ahí está lo más gordo. Hay intentos de chiste. Los ves. Te das cuenta de que “eso” es lo que debería ser gracioso y uno no puede evitar pensar en la somanta de collejas que le daría a los creadores. Por momentos me da la impresión de que sería la película que yo habría escrito con 12 años y luego se hubiera rodado sin tocar ni una coma.



En fin, una basura bien grande que lanza por la borda un planteamiento curioso del que se podría haber sacado mucho más jugo. Ofende sin siquiera ser consciente de ello y no ofrende nada que pueda interesar incluso al fan, que fácilmente encontrar un chillón de propuestas mejores en el mismo sentido. En serio, que la evitéis.

 

Nota: 1

Nota filmaffinity: 2.7 

viernes, 9 de octubre de 2020

La historia del Heavy Metal (Andrew O'Neill)

Regalo de un buen par de amigos Está claro que hay quién me conoce.

Título: La historia del Heavy Metal

Autor: Andrew O’Neill

Título original: A history of Heavy Metal

Traducción: Laura Ibáñez

“Ésta es la historia de una red mundial de rabiosos fans que escapan de la vulgaridad cotidiana a través de la música, de estrellas épicas que viven en planetas lejanos con dioses de otras épocas, de villanos corporativos que rompen el corazón de esos fans y estafan a las leyendas musicales para llenarse los bolsillos.

El Olimpo del heavy metal incluye yonquis, satanistas y asesinos, cristianos renacidos y abstemios, trotamundos millonarios que encadenan conciertos multitudinarios durante toda su vida y jornaleros que se dejan la piel en salas donde se escucha hasta la cisterna del baño.

Con un saber enciclopédico y una pasión inquebrantable, el humorista y erudito del metal Andrew O’Neill repasa la gran historia (jamás contada o muchas veces malinterpretada= del heavy metal. Son historias de exceso sobre nombres cruciales, de Ozzy Osbourne a Metallica pasando por Lemmy, y escenas milagrosas, desde la nueva ola del heavy metal británico hasta la escena underground del black metal noruego.

Si estás asintiendo con la cabeza, o directamente haciendo headbanging en la librería, éste es tu libro. Si estás diciendo que no, también deberías leerlo para entender por fin esta música, este modo de ver el mundo.”



¿Qué tenemos aquí? Pues justamente lo que dice el título. Ni más, ni menos. Andrew O’Neill hace un estupendo repaso por la historia del género desde sus inicios hasta la actualidad, dando contexto a la aparición del chillón de sub-géneros que pueblan la galaxia del Heavy Metal. La estructura del ensayo es coherente, sigue una línea temporal clara, sin saltos extraños, trae a colación un buen puñado de anécdotas y hechos sobre las bandas (tanto chismorreos como curiosidades), entreteniéndose en explicar cómo y por qué el género evoluciona y se va expandiendo y dividiendo, todo ello salpicado de chistacos (algunos ingeniosos, otros brillantes y otros realmente malos).

¿Y por qué me importa el libro? Pues bueno, el Heavy Metal es quizás el género musical que más disfruto. Es complejo, variado y desafiante, con multitud de matices a apreciar acompañado de toneladas de visceralidad. Pero no es realmente por eso, no. Es empezar a escuchar una buena canción y algo dentro de mí empieza a vibrar. Es lo que me pone y la música con la que disfruto, así que no hay nada mejor que un buen libro sobre ello para hacerme gozar (gracias Ana).



Ya desde las primeras páginas notaremos que el libro es bastante particular. Ello se debe a su excéntrico autor, un humorista/monologuista que tiene en el hard rock y el heavy metal como temáticas principales de sus actuaciones. No debe por ello extrañar el tono de monólogo de Club de la Comedia que tiene cada uno de los temas sobre los que habla. Sin perder el tema en ningún momento, nos bombardea con un chillón de chistes con resultados a veces hilarantes, lo que permite quitar un poco de aridez a un libro que se podría prestar a ser plomizo. También se debe destacar que O’Neill tiene muy claro qué le gusta y qué no, arrojando su opinión sin paños calientes. Incluso se le notan ciertas ganas de tocar las narices cuando sabe que lo va a soltar tiene algo de polémica. Esto puede ser bastante irritante, sobre todo si se pone a atizar gratuitamente a algún grupo al que le tengas especial cariño.

Ojo, esta enormérrima cantidad de chistecitos no impide que estemos hablando de un libro riguroso y concienzudo. Provee de más cosas que un excelente repaso al género musical, incluyendo todas sus evoluciones. Se toma el trabajo de presentar las razones sociales, del momento, que permiten entender cómo cada mutación toma forma y sale a la luz. Pone orden y conecta un montón de conceptos que podrías creer aislados, poniéndolos en su contexto y explicando las razones particulares por las que brotó en ese lugar y no otro.

Si el Heavy Metal es tu pasión y eres un buen conocedor, seguro disfrutarás del puñado de anécdotas que jalonan las diferentes páginas mientras das un repaso agradable sobre tu tema favorito. Si no conoces mucho sobre el Metal, se trata igualmente de un libro estupendo para poner sentido y relacionar esos nombres que todo el mundo conoce, poniendo en su justo valor a las leyendas que el tiempo ha convertido en mitos, permitiéndote descubrir un buen puñado de grupos que te podrían encantar.



Una de las cosas que más me gusta es que no intenta esquivar las polémicas que han acompañado a los artistas del género desde sus inicios. El Heavy Metal se ha caracterizado por los excesos y la desmesura. No se esconden las juergas salvajes ni las legendarias peleas entre grupos (ni entre miembros de una misma banda). Se hace hincapié sobre qué verdad hay enter las acusaciones de satanismo del Black y el Death Metal, los líos con las mujeres de los congresistas en EEUU y, sobretodo, la excesiva influencia de la extrema derecha en un buen puñado de grupos, con sus obvias consecuencias en temas de racismo, sexismo, etc. Tal como él mismo dice respecto a Varg Vikernes: <Andrew, ¿cómo puedes justificar escuchar la música de un asesino supremacista blanco? La respuesta corta es “con una cada vez más creciente incomodidad”>.

Se trata de un libro que no debería leer un profano absoluto: No te enterarás de nada. Sin embargo, a la que sepas un poco de dónde viene el viento, gozarás aprendiendo muchos detallitos que desconocías y, si ya eres todo un experto, pasarás seguro un buen rato repasando la apasionante historia de un género musical espectacular. Obligatorio para casi cualquier heviata que se precie ^^.

 

Nota: 9

Nota goodread: 3.98/5