lunes, 30 de diciembre de 2019

La senda del Guerrero (Gav Thorpe)


Este libro llevaba pululando por casa desde hace un puñado de años. En este caso se trata de los pocos libros de la franquicia dedicados a los Éldar. ¡Cómo le ha costado siempre a la Black Library salirse del Imperio de la Humanidad!

Título: La senda del Guerrero
Autor: Gav Thorpe
Título original: Path of the Warrior
Traducción: Juan Pascual Martínez

“Los eldars son una raza Antigua y misteriosa. Cada uno de sus miembros dedica su vida a una senda que guiará sus actos y decidirá su destino. Korlandril abandona la Senda de la Paz y se adentra en la Senda del Guerrero para iniciarse en el arte de la muerte y de la destrucción. Elige el aspecto guerrero del escorpión asesino para convertirse en un adepto mortífero e inmisericorde en el arte del combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, cuanto más se adentra en esa senda, más cerca está de perder su propia identidad y de convertirse en un avatar de la guerra.”

Para los profanos, lo primero que habría que contar es que los Éldar son el equivalente los elfos del mundo de Warhammer 40k. Siguen todos los tópicos de la elficidad tolkeniana pero traspasada al milenio siniestro. Antaño dominaron la galaxia, pero un cataclismo acabó con su Imperio y ahora los remanentes sobreviven en planetas móviles intentando reconstruir algo parecido a una vida. La maldición de Slaanesh (uno de los dioses del Caos) persigue sus almas, por lo que su sistema de creencias ha variado para sobrellevar los traumas que esto les causa.

Así pues, a lo largo del libro seguiremos la vida de Korlandril y visitaremos todos los rincones del Mundo-Astronave de Alaitoc. Primero con el protagonista como artista, veremos cómo vive el pueblo, la gente normal. Después, en un pequeño paso como Vengador, se nos contará el concepto de “La Senda” de los Éldar y, finalmente, cuando Korlandril pasa a ser un Escorpión Asesino, veremos las peculiaridades de los ejércitos Éldar. Quizás es en la descripción de este mundo donde encontramos los mayores valores del libro. Gav Thorpe logra que este mundo no-humano sea reconocible y verosímil para nosotros. Adapta el trasfondo existente a su manera para que el funcionamiento de Alaitoc sea creíble, para que tenga lógica y podamos disfrutar recorriendo todos sus secretos. Añade un montón de cosas nuevas muy interesantes al trasfondo y, además, se las arregla para mantener la coherencia con el Universo del WH40k.


El protagonista es el (inicialmente) escultor Korlandril que, la verdad, es un poco imbécil (siendo amables). Inicialmente es un pomposo estirado incapaz deber más allá de sus propias narices, centrado en sus problemas y sus traumitas, ignora a aquellos que le rodean, a pesar de los desesperados intentos de éstos para pedir su ayuda. Una vez empieza a recorrer la Senda del Guerrero, aprende a estar en paz consigo mismo, pero poco a poco va perdiendo más de si mismo, acercándose a un autómata en el que su mente es sustituida por la amalgama de los espíritus de los guerreros del pasado que atan su esencia a la suya. Cuando sea consciente de que está dejando de ser él, empezará una fútil lucha para salvar su vida.

A su alrededor van circulando una serie de personajes que entran y salen de su vida sin dejar mucha impronta. Apenas meros nombres con los que articular la historia, sin demasiada personalidad ni características destacables.

Una de las características típicas de la mayoría de novelas de Marines Espaciales estriba en estar protagonizadas por el más “humano” de los soldados, muchas veces alguien que destaca por su empatía y su capacidad para pensar “a nuestra manera”, alejada de lo que debería ser un Marine canónico (lo que le suele ocasionar ciertos problemas que sirven de excusa argumental para la historia). Este efecto responde a la necesidad de tener un personaje con el que empatizar, con el que desear conocer qué le depara el destino y avanzar en su historia. Esta adaptación no se produce en este libro, pues Korlandril es un personaje bastante irritante durante gran parte de la novela, respondiendo a la perfección al concepto de “Éldar” que siempre se ha vendido en el trasfondo. Korlandril es un Éldar con todo lo que ello implica, sin rebajar. Thorpe refleja su inhumanidad y la diferente escala de valores que ambos manejamos. Es un trabajo bien hecho, no lo dudamos, pero se hace algo pesado a la que necesites que la vida del protagonista te importe un poco.

 
El libro también sufre de una gran falta de ritmo. Vamos saltando de aquí para allá sin tener una trama que una los puntos. En muchos casos da la impresión de que la historia no es más que una mera excusa para que hagamos turismo por Alaitoc, tocando cada una de sus regiones. Además, tampoco se nos cuentan los motivos por los que hay toñas. Llaman a Korlandril a pegarse en un sitio, a pegarse en otro y tal, pero no sabemos qué ocurre. Las escenas de acción se viven de una manera muy diferente a como estamos acostumbrados con Abnett o McNeill. Mientras que éstos escriben escenas de batalla llenas de viveza y emoción, Thorpe las hace mecánicas y crudas, en muchos casos muy faltas de emoción. Muy Éldar, todo hay que decirlo.

Por otro lado, Thorpe escribe con un estilo muy ligero, agradable de leer. Es muy original a la hora de recrear el Mundo-Astronave, con todas sus particularidades bien encontradas. Las páginas pasan con facilidad aunque la historia no te importe un pepino y me gusta el juego que hace para mostrarnos las visiones y las múltiples personalidades que va sufriendo el protagonista. Al final el libro llega a hacerse aburrido, pero hay que reconocer que tiene sus puntos interesantes.

Aunque el final es cerrado, me acabo de enterar que se trata de una trilogía. Ante la sorpresa, me he informado y resulta que los otros dos libros siguen “la senda” de los dos mejores amigos de Korlandril, siendo uno un Vagabundo y otra una Vidente.

Alaitoc es un mundo que da gusto visitar, y el desarrollo del trasfondo está bien realizado. Por otro lado, hacía tiempo que un libro de Warhammer no conseguía aburrirme. Y eso es algo muy malo para una propuesta de la franquicia.

Nota: 4
Nota goodreads: 3.59/5

viernes, 27 de diciembre de 2019

Malos tiempos en el Royale


Fuimos a ver esta película muy de rebote. Llovía, decidimos ir al cine y era la única que ponían. No me gusta ir a ver las películas así, sin saber nada de ella. Ni idea de qué iba, de quién trabajaba… Pero bueno, a veces toca.

Malos tiempos en el Royale nos sitúa en un hotel cercano a Los Ángeles que en otro tiempo fue lujoso. Ahora malvive recordando tiempos pasados de una época que no volverá. Esa noche, curiosamente, el hotel está muy concurrido. Un puñado de personajes ha ido a parar a este negocio en decadencia, ideal para esconderse: Un sacerdote con muchos secretos, una cantante de góspel que prepara la audición de su vida, un par de chiquillas que huyen de algo, un agente secreto y un botones algo tartamudo. Cada uno de ellos tiene imperiosas razones para estar en él, lo que provocará una inesperada (y sangrienta) cascada de acontecimientos.

Con un guión muy divertido y un uso de los espacios realmente ingenioso, Malos tiempos para el Royale convierte lo que debería ser una historia bastante simple en un delicioso puzzle criminal lleno de elegancia. Este remedo de los diez negritos (¡mentira!) bebe a veces de la brutalidad de Tarantino y otras de las memeces de los Coen, pero sobretodo es un estupendo juego narrativo de atracos, traiciones y giros tramposetes. Su particular puesta en escena, sus ingeniosos diálogos y su negrísimo humor logran captar la atención, llevándote con energía por una montaña rusa en la que nada (y todo) es lo que parece, concluyendo de manera tan ingeniosa como inesperada.

Este guión lleno de sorpresas está más que bien aprovechado por un elenco de actores que realizan un espléndido trabajo. Los dos que más llaman la atención son Jeff Bridges (pocos actores en activo tienen tal plétora de estupendos personajes) y Cynthia Erivo (mis dieses), con los personajes más difíciles y también más logrados. Sorprende también la enjundia de Chris Hemsworth como Charles Manson buenorro y de Dakota Johnson como dama no-tan-en-apuros, pues no esperaba nada de ellos y demuestran un notable saber hacer. Completan el elenco unos sólidos John Hamm y Lewis Pullman, que no desentonan en absoluto entre tanta calidad.


El director que lleva a cabo esta acrobacia con triple mortal sin red es Drew Goddard (nada que ver con el mítico director), que demuestra una vez más que sabe entretener a su público. Tal como hizo en La cabaña en el bosque, rompe los esquemas del género para dejarte boquiabierto en cada escena. Cada giro de guión cambia tu perspectiva sobre qué estás viendo, en un continuo entrelazado que requiere de toda tu atención para poder seguir los objetivos de los diferentes personajes y sus interacciones. Un segundo de distracción puede provocar que te pierdas el dato concreto que te permite comprender la siguiente escena, ojo. Pide a gritos un segundo visionado en el que podrás comprobar que nada se ha dejado al azar, con multitud de detalles que indican mucho esmero en la composición del fragmentado enredo que compone la película. En una manera muy complicada de narrar una trama relativamente simple, unos mismos hechos se van repitiendo desde el punto de vista de los diversos personajes, lo que permite comprenderlos mientras se juega con las expectativas y el factor sorpresa.  Además, en un alarde gratuito (que imagino se produce por puro onanismo directoril), Goddard se las arregla para “homenajear” un puñado de escenas de películas de atracos clásicas, que el cinéfilo avezado podrá jugar a reconocer.



Este enredo de tiros y traiciones es un pasatiempos estupendo que parece mentira que dura dos horas y media. Podríamos discutir si merece la pena complicarse tanto la vida para lo que se quiere explicar, pero desde aquí no puedo sino recomendarlo y lo único que lamento es que pasara tan desapercibida. De hecho, en su momento éramos apenas seis personas en la sala, y las tres chavalitas que teníamos delante entraron únicamente porque en el poster estaba Thor sin camiseta…

Lo dicho, una película tramposa y liada, llena de humor negro y violencia desatada que proporciona un buen rato de diversión. Y cómo mola el final, coñe.

Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.5

martes, 24 de diciembre de 2019

Los crímenes de Grindelwald


Yo fui uno de los muchos sorprendidos cuando se anunció la expansión del universo de Harry Potter con “Animales fantásticos” (que no sé por qué no tengo reseñada en el blog). Aunque no esperaba nada de ella, me encontré una película simpática. Quizás no tenía mucho (o nada) de poso, pero se veía con agrado. Como arrasó en las taquillas como si no hubiera un mañana, era inevitable que una segunda parte apareciera, que han sido estos “Los Crímenes de Grindenwald”.

Así pues, tenemos al malo maloso de la época que se escapa de la cárcel en que había acabado previamente, dispuesto ahora sí a conquistar el mundo, matar a todos los muggles y a los magos que los protegen. Dumbledore se muestra incapaz de hacer algo contra él porque patata y es el atolondrado Newt Scamander (junto con sus amigos) quién debe resolver la papeleta.

En esta película me encuentro con el mismo efecto que comenté hace unos días en Tomorrowland. Hay algunos aspectos del proyecto que denotan un trabajo concienzudo y un acabado estupendo. En cambio, otros no parecen sino producto de la desidia y las prisas. Sorprende tanta falta de empaque en un producto de presupuesto disparatado y dirigido a reventar las taquillas del mundo, pues uno esperaría un balance de esfuerzos que diera lugar a una película con más entereza.

De la misma manera que en Tomorrowland, lo que más destaca de la película es la estupenda imaginería que combina una ambientación en los años 20 con el universo Potteriano. El toque steam-punk (en este caso mágico) de casi cada elemento en pantalla es una preciosidad. Ya que se tiene mucho dinero a gastar, se sigue la premisa de “cuanto más bestia, mejor” y tenemos monstruos gigantes, máquinas infernales y rayos devastadores que llaman bien la atención. Además, se meten suficientes elementos potterianos como para que el iniciado pueda jugar a reconocer guiños y demás. A veces pecan un poco de obvios (esa visita gratuita a Hogwarts es un poco…), pero a grandes rasgos, es más que suficiente para satisfacer la parte friki del fan con nata de toda la vida.


Sin embargo, y este es un mal recurrente en las películas de David Yates, es que todo lo que ves en pantalla es muy bonito, pero no hay nada en ello que te pida seguir viendo la película. Desaparece cualquier rastro de la magia de las películas de Columbus o del estilo que imbuyeron Cuarón o incluso Newell.

La banda sonora peca de anodina, con dos simples toquecitos para que recuerdes que estás en Hogwarts y tal. El ritmo de la trama se hace especialmente pesado, principalmente porque el guión abunda de diálogos superfluos y saltos de aquí para allá que no acaban de entenderse. Además, como las escenas se alargan innecesariamente en pos del “más difícil todavía”, la sensación de espectáculo al servicio de la nada se hace todavía más patente.


No contribuye tampoco el pasotismo de un puñado de actores que no saben muy bien qué hacen ahí. Depp encabeza el cartel con su peor papel desde hace un puñado de años (y mira que ha hecho películas con piloto automático). Ya ni entro en el trabajo de Ezra Miller (que no sabe adónde mirar en ningún momento) o Claudia Kim (que actúa mejor cuando es una serpiente). Del resto del elenco, el único que parece que se esfuerza es Jude Law como Dumbledore, mientras que Katherine Waterson, Zoë Kravitch o Eddie Redmayne sufren tener unos personajes sosos e insustanciales. Por último, a destacar (para mal) el trabajo de Dan Fogler, que pasa de ser un gordito entrañable en la primera entrega para desear que desaparezca de la pantalla cada vez que se pasea por ahí.

Esta desganada actuación de casi todo el elenco se complementa con un guión repleto de diálogos de besugo, una caracterización de personajes prácticamente nula y un desarrollo repleto de casualidades dispuestas para el goce de los efectos especiales. No hay apenas rastro de la encantadora simpatía de su predecesora, sólo destacando aquellos (pocos) momentos que evocan la saga original, que apelan descaradamente a la nostalgia y más o menos salen del paso. La idea de que Grindelwald sea prácticamente un nazi en los años 20 es cuanto menos curiosa, especialmente cuando comprobamos lo poco “histórica” que es la traslación temporal, muy moderna en cuanto al tratamiento de las minorías y las mujeres. Tampoco es que Harry Potter presuma de verosímil, pero sí se las arreglaba para ser (ejem ejem) creíble, evocando detalles del mundo muggle con cierta gracia.


El tema más indignante para el fan del trasfondo se haya sin duda en la escalada de poder. Durante ocho libros se nos ha dejado claro que Voldemort ha sido uno de los malos malosos más peligrosos de la historia, provocando un miedo aterrador que impedía incluso decir su nombre. Sin embargo, una vez vemos esta película, parece un mierdecilla advenedizo al lado de este Grindelwald que destruye montañas a base de eructos. Asimismo, resulta chocante la aparición de los maledictus, de los que no se había nombrado nada hasta ahora. Con tanta influencia, ni que sea de pasada se habría comentado algo sobre ellos en las 4000 páginas anteriores, ¿no? Igual ocurre con la aparición de hermano secretos de Dumbledore  o el continuo intercambio de varitas, que rompe con las reglas de mundo mágico que se habían establecido hasta ahora. El departamento de continuidad no es sino otro de los departamentos de vacaciones en este proyecto.


Si bien soy consciente de los motivos digestivos para sacar este tipo de sagas, me fastidia que sea tan obvio que ése es el único motivo para crear la película, sin molestarse siquiera en tener algo que contar. Más allá de los efectos especiales (muy bonitos, eso sí), no hay nada que destacar. A su modo, es una de súpers de otra marca.  flojita flojita.

Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.8

sábado, 21 de diciembre de 2019

La llanura pampeana (VV. AA.)


Este libro se leyó como parte de la Cesta’13, siendo el libro #28 de la misma.

Título: La llanura pampeana
Autor: VV.AA.

“La llanura pampeana cierra un ciclo de relevamiento y selección de textos narrativos realizado por la Colección LyC que ha tratado de configurar –junto con el aporte de información histórica y testimonios de otras expresiones literarias y artísticas- una imagen vital de cada una de las refiones que constituyen el país.
La región pampeana es la conjugación de dos historias diferentes: la de la inmensa llanura virgen que era patria del indio, y esa otra que va irrumpiendo, violenta, desde el fin de las guerras de la Independencia y se consolida en 1879 con la famosa Conquista del Desierto.

En este selección conviven la narrativa bonaerense –con una larga tradición que ha pasado por la literatura gauchesca y la posterior literatura “de estancias” de un Güirades o un Lynch y la joven cuentística de la joven provincia de La Pampa, el autor consagrado y el ignorado “escribidor”. El punto de encuentro, marcos histórico y geográfico aparte, es el tópico que decididamente los convoca: la literatura pueblerina.”

La llanura pampeana es un compendio de relatos de diversos temas que sólo tienen en común el origen y la localización de los mismos. Creados por un puñado de escritores pampeanos y situados en la desoladora llanura pampeana, tierra dura donde cada día hay que luchar por salir delante de entre la miseria y los abusos de los señoritos. Tenemos también una pequeña sección de geografía e historia que nos cuentan la evolución de la llanura en los últimos dos siglos, con la paulatina exterminación de sus habitantes originarios. Para completar la información y tener una mejor idea del origen de cada cuento, tenemos incluida una mini-biografía de cada autor, así conocemos sus inquietudes y qué temas se tratan en el trasfondo de cada historia.



Así pues, tenemos un puñado de relatos de 4-5 páginas en su mayoría, que saben no hacerse pesados. Puede que te interesen más o menos, pero se leen en un suspiro. Como la variedad de autores es pasmosa, no es de extrañar que presenten cierta dispersión en sus estilos literarios, la temática que tratan o los recursos estilísticos que se despliegan en los mismos. Tanta variabilidad provoca cierta emoción al comenzar cada uno de ellos, expectante por la sorpresa que te aguarda a la siguiente página.

El único eje en común sobre el que se articulan todas las historias es la propia llanura pampeana (JÉ). Se puede apreciar que todos los relatos describen un estrato cultural común que hace de eje vertebrador del compendio. Cada historia tiene sus particularidades, pero siempre tenemos un pueblo en decadencia, en el que los hijos prueban a hacer fortuna en las ciudades, para sufrimiento de los padres abnegados o de las viudas solitarias que quedan solos con sus recuerdos y la amarga certidumbre de que sus sueños quedaron atrás…


Como suele ocurrir contodos los libros de relatos, se hace ideal para leer en dosis pequeñitas. Casi como si fuera una separación entre libros, o cuando se quiere desengrasar en medio de propuestas más densas. En este caso, la temática general no figura entre mis favoritas, pero los relatos están escritos con cierto talento, por lo que saben ser interesantes por sí mismos. Además, los datos añadidos en la reseña adjunta a cada relato aportan un contexto extra que permiten apreciar los relatos con algo más de gracia.


Nota: 6
Nota goodreads: 4.00/5

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Tomorrowland


Cuando vi el tráiler de Tomorrowland me dije que por nada en el mundo me perdería esta película. Mi apéndice no tenía la misma opinión y se complicó la cosa, así que me pasé un par de semanas en el hospital. Cuando salí, la película había cosechado críticas tan horribles y to estaba en un estado tan deplorable que decidí que quizás era mejor idea dejarla pasar. Finalmente la película apareció por ahí y se vio.

Tomorrowland se basa libremente en la atracción de los parques Disney del mismo nombre. Considerando el rendimiento que le sacaron a Piratas del Caribe, de mismo origen, se podía entender que quisieran repetir el exitazo.

En este caso, Tomorrowland es una especie de dimensión paralela donde las mentes más brillantes de nuestro mundo son trasladadas para crear la sociedad perfecta. Cuando la joven Cassey aparece allí, lo que debería ser un paraíso se ha convertido en una ciudad marchita, que verá en ella su última oportunidad para prosperar, convirtiéndose en el centro de una lucha por su influencia.

Realmente Disney se esfuerza mucho para que la película funcione. Saca a Brad Bird de Pixar y le da un chorrón de dinero para que cree una maravilla. Sin embargo, parece que nadie se acuerda en que la base suele ser tener un buen guión, porque todo se emburulla de mala manera y echa por tierra el estupendo trabajo del resto de departamentos. Es una pena porque la película es, visualmente, un prodigio de viveza, un canto a la imaginación y una total invitación a soñar con toneladas de guiños escondidos y detalles en pantalla con los que perderse, disfrutando al encontrar, en un segundo visionado, todo lo que el director ha pensado para ti.

El diseño de producción es esplendoroso. Basándose en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y añadiendo toneladas de CGI, tenemos un prodigio visual que debió ser apabullante de ver en la pantalla grande (si ya impresiona con mi televisioncita…). No es sólo la propia ciudad de Tomorrowland que desborda exuberancia, es cada uno de los detalles del “mundo real” que denota un buen saber hacer a la hora de ser captado con las cámaras. Los miles de gadgets en movimiento de la tienda friki o las propias instalaciones de la NASA son buena prueba de ello.

Con ello en mente, sorprende una dejadez tan grande en el guión, que no crea la mínima tensión narrativa para que nos importe qué ocurre, se salta explicaciones necesarias y se entretiene en otras, te presenta a un antagonista que lo es porque ha decidido ser malo (y punto), no mantiene la coherencia de los personajes y para terminar te da un desenlace que no tiene sentido con lo que has visto previamente.

Encima se ve lastrada por la dejadez de los dos protagonistas masculinos. Hugh Laurie repite el papel de House en un trabajo que deja claro que no estaba muy interesado en el proyecto y George Clooney no parece sentirse muy cómodo al actuar delante de pantalla verde y está todo el rato mirando a dónde no toca. Se agradece su esfuerzo, así como el de Brit Robertson, que hace lo que puede con lo que el guión da a su personaje. Mucho más destacable el trabajo de Raffey Cassidy, cuya Athena capta las miradas cada vez que aparece en un papel muy raro. Me hace mucha gracia como consigue mantener cierta tensión sexual con el personaje de Clooney a pesar de la evidente imposibilidad de que según qué cosas se muestren (muy explicado dentro de la historia, que conste)

Me invade cierta desazón al comprobar como una imaginería tan rica, tan admirable, con un descomunal trabajo para darle forma, se desaprovecha descuidando tanto otros aspectos del proyecto. Esta película podría haber dado mucho más de sí a la que hubiera tenido un guión minimamente a la altura. Al final, tenemos un Minority report para todos los públicos, a modo de las películas de ciencia ficción buen rollera de los años cincuenta que se estampó cosa mala en las taquillas (y mira que su tráiler molaba mil). Para Disney supuso que una esperada gran entrada de dinero no se produjera. Finalmente consiguió compensar su presupuesto, pero su fracaso comercial provocó que durante los siguientes 18 meses se cancelaran muchos proyectos interesantes, como la serie que se estaba produciendo sobre TRON (que me hubiera gustado mucho ver convertida en realidad).,


Se me antoja difícil calibrar o recomendar esta película: Sus puntos fuertes son espectaculares y denotan un gran buen hacer. Todo lo malo es grotescamente horrendo. Desigual, muy ñoña para los adultos y demasiado complicada para los más pequeñas, se pierde en cabriolas extrañas que acaban aburriendo, echando por tierra todos los aspectos interesantes que pudiera tener. En este caso, los defectos pueden más.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 5.6

sábado, 14 de diciembre de 2019

Bohemian Rhapsody


Decididamente, este biopic ha hecho correr ríos de tinta y de saliva. De él he oído opiniones para todos los gustos, desde ponerla a parir a considerarla una obra maestra del cine. Algunos le reprochan que no sea más que un compendio de videoclips, otros desean más hincapié en la creación musical, hay quien la fustiga por contar demasiado, el de más allá reclama todo aquello que se han dejado en el tintero; Rami Malek da vida a un perfecto Freddy Mercury y al mismo tiempo es un incompetente con prótesis dentales, que si está muy edulcorado o es una película de viciosos…. Buf… Imposible hacerse una idea sin haber visto la película.

Una vez vista, ¿me gusta este Freddie? ¿Me gusta su Rhapsodia? Tomémoslo como lo que es, una ficción que a veces se apresura, pega saltitos donde le conviene, cuenta una historia, la aliña cuando le apetece, oculta algunos ángulos, pone otros en valor, rocía alguna verdad aquí y allá… Es todo el arte de contar historias: No pierdas al público en el camino, dale algo que le mantenga en tensión hasta el final, haz que sueñe y déjale un buen sabor de boca. Una apuesta ganada si se hace bien.

Quizás lo más difícil es lo que sí hace bien en Bohemian Rhapsody. Rami Malek compone a un Freddie Mercury emocionante, lleno de humor, a la vez que inseguro y frágil. La película nos sumerge en sus orígenes culturales, sociales y familiares antes de que se convierta en el icono inalcanzable. Una vida que empieza como un cuento de hadas: el inesperado ruiseñor, un patito feo destinado al sufrimiento que tiene la suerte (buscada con ganas) de convertirse en cisne. Ascenso al estrellato que no le impide sufrir problemas de racismo y homofobia, incapaz de aceptar sus diferencias por miedo al rechazo. Escuchamos los demonios interiores de Freddie, sus confianzas con los amigos, su necesidad de sentirse querido, pero sobre todo lo que vemos es su parte luminosa, su apabullante fuerza vital, su lado visionario, analítico. Disfrutamos conociendo a su séquito, los miembros de Queen en acción, sus relaciones simbióticas y sus peleas.

El guión hace elipsis extrañas, cambia la cronología de los eventos de manera gratuita, pero su efectividad da ganas de conocer más sobre el grupo. Si bien deja caer los temas escabrosos, se echa en falta un poco más de profundidad en ellos (sin tampoco caer en el voyeurismo tonto). Nos emociona ese trágico fin anticlimático de ese héroe muerto antes de hora, fallecido cuando el concepto del SIDA ni se había inventado. Este desenlace se transforma en victoria al decidir acabar la historia en el concierto del Live Aid, catártico para el grupo, que se acaba con esa canción que resume en pocas líneas una vida, que nos exhorta a no dejar caer los brazos y recitar a gritos: “We are the Champions, my Friends!”. Los quince minutos finales son una apoteosis que te pone a tope y te deja, a pesar de su desaparición, con un subidón que pide volver a repetir.

Tiene sus errores gordísimos, especialmente si conocemos un poco la historia de la banda, acaba donde no debe acabar un biopic y hace trampas al solitario, pero… mola. Es el problema de la música de Queen. No es que sea buena o mala, es que juega en otra liga, y eso ayuda a la hora de molar y dejar buen sabor de boca. Bohemian Rhapsody es como una película porno. Tienes algunos diálogos puestos entre las escenas que interesan para hilvanar algo coherente mientras flipamos con los videoclips que nos prepara. Con los mimbres de sus canciones, ¿cómo no va a funcionar?

Su música tiene tanta fuerza que se le perdona cualquier error. No cuenta la verdad, se salta la cronología (adelanta el We Will Rock you solo para poner la imagen icónica de Freddie antes, por ejemplo), hace cambios de plano muy raros y narrativamente flojea bastante. Sin embargo, está Freddie y la música de Queen. Das vida al mejor frontman de la historia y tienes iconos absolutos de la cultura atronando en pantalla, acabas poniendo COMPLETO el Live Aid como no se ha visto en ningún biopic y claro, funciona. ¡Cómo no!

Me sorprendió que, con todos sus defectos, estuviera nominada al Oscar a mejor película. Sí entendí mucho más las otras cuatro nominaciones, que sí se llevó: Mejor actor para Remi Malek (el propio Freddy) y mejor Montaje, Sonido y efectos sonoros (el Live Aid tan apoteósico).

En resumen, cuando tienes a Queen a tu servicio, te montas 130 minutos de grandes éxitos y tienes a Freddy reencarnado… cualquier error (que los hay, y gordos) se te perdona. La película mola y punto.



Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.3

martes, 10 de diciembre de 2019

Secretos de familia


A estas alturas no vamos a sorprendernos de la fama que tienen las películas de Antena3 de domingo tarde. Su calidad es bien conocida, con cierto regodeo por parte de la cadena a la hora de buscarlas y programarlas. En el fondo, tienen su público y es justo lo que demanda. Es lo que se va a ver cuándo se va a casa de los suegros y adivinad quién es una fan de este género, considerándolo ideal para echarse una siesta relajada.

En este caso, tenemos a un par de adolescentes (10-12 años) cuya madre es asesinada brutalmente. Una de ellas queda traumatizada mientras que la otra apenas se inmuta por la tragedia. Años después, una accede a hacer de vientre de alquiler para la otra, pero a medida que avanza el embarazo, aparecen fantasmas del pasado y las cosas se empiezan a complicar…

Secretos de familia no lleva a engaños. Desde un primer momento no hay por dónde coger la película. La fama y la reputación de las películas de Antena3 está bien justificada.

La lógica salta por la ventana nada más empezar la película, dando lugar a una trama escabrosa en la que nada guarda mucho sentido. Sus unidimensionales personajes acumulan incoherencias y reacciones que no vienen a cuento que tampoco es que hagan grandes favores al guión. Hay un malo maloso (que tampoco nos enteramos muy bien de por qué lo es) que quiere hacer la vida imposible a la protagonista y luego la pantalla se llena de burricidades y otras estupideces de lo más tremebundo un poco porque patata.

El elenco actoral bastante hace con salir dignamente de un guión horrendo. Un trabajo hecho con profesionalidad, sin dejar de tener en cuenta el tipo de proyecto que tienen entre manos. En ese sentido, quizás se trata del mejor aspecto de la película.

No es algo a felicitar en exceso, pues el resto de aspectos se acercan peligrosamente a la vergüenza ajena. La puesta en escena es modesta incluso para los cánones de los telefilms, rodada en su totalidad en escenarios de IKEA de usar y tirar, con una fotografía (en HD) desconcertantemente iluminada. A la que investigamos un poco, comprobaremos que se trata de un telefilm canadiense de una cadena secundaria, por lo que el presupuesto será probablemente ridículo.



De la misma manera, la música es completamente funcional, siguiendo todos los tópicos para acompañar lo que ocurre y remarcar machaconamente todos los CHAN CHAN rompedores de cada giro de guión incongruente. La cadena tampoco se ha dejado mucho dinero al contratar actores de doblaje, con entonaciones raras y sincronizaciones no del todo bien puestas (Apuesto que se ha hecho sin acceso a las imágenes y sin repasar mucho, casi del tirón).

No es la primera película de este tipo que reseño. De hecho, estas propuestas suelen ser proyectos modestos (siendo amables) que mantienen cierta dignidad. Se saben modestas y de relleno y no intentan ir más allá. Secretos de familia destaca para mal incluso dentro de este género. No hay apenas aspectos salvables, quedándose en un culebrón insulso que juega a ser tremebundo sin conseguirlo.

Nota: 1
Nota filmaffinity: 3.4

sábado, 7 de diciembre de 2019

No soy un monstruo (Carme Chaparro)


Cojo este libro como parte de la CLO (gracias Estigma). Siempre es un placer arrimarse a géneros y/o autores que no suelo visitar y la CLO es fuente de agradables incursiones fuera de mi zona de confort.

Título: No soy un monstruo
Autor: Carme Chaparro

“Si hay algo peor que una pesadilla es que esa pesadilla se repita. Y entre nuestros peores sueños, los de todos, pocos producen más angustia que un niño desaparezca sin dejar rastro.
Eso es precisamente lo que ocurre al principio de esta novela: en un centro comercial, en medio del bullicio de una tarde de compras, un depredador acecha, eligiendo la presa que está a punto de arrebatar. Esas pocas líneas, esos minutos de espera, serán los últimos instantes de paz para los protagonistas de una historia a la que los calificativos comunes, «trepidante», «imposible de soltar», «sorprendente», le quedan cortos, muy cortos.
Porque lo que hace Carme Chaparro en No soy un monstruo, su primera novela, es llevar al límite a sus personajes y a sus lectores. Y ni ellos ni nosotros saldremos indemnes de esta prueba. Compruébenlo.”

Como casi cada dos meses, suelo acometer un libro al que probablemente no me habría acercado. En este caso se trata de una obra de la periodista/presentadora Carme Chaparro, conocida por su trabajo en informativos de un puñado de cadenas. A priori, no es el origen más esperable para una historia de novela negra tremebunda.

Este libro ve la luz a raíz de su triunfo en el certamen literario Primavera de novela, presentado bajo pseudónimo. Tiene sus detalles y buenas ideas, pero al tratarse de un libro escrito sin el apoyo de un editor o de un buen corrector que ayude a pulir los detalles o, simplemente por tratarse de una ópera prima, también tiene fallos importantes que deslucen el conjunto.



Dado mi reciente éxito leyendo libros premiados de autor famosete, no creo que me hubiera acercado a esta propuesta. Especialmente al tratarse de una ópera prima de un autor notorio fuera de los ámbitos literarios, casi una segura invitación al bodrio. A pesar de estos precedentes, No soy un monstruo presenta algunas características destacables.

Si bien la historia de niño desaparecido + traumas del pasado es un aspecto algo trillado dentro de la novela negra, Chaparro consigue darle un tratamiento inusual. Su desarrollo guarda sus buenos momentos, llevándote con cierta habilidad por lugares no excesivamente transitados. No busca soluciones fáciles y se la juega con ciertas acrobacias gratuitas de las que sale airosa con suficiencia. Sus cortos capítulos te permiten devorar las páginas fácilmente, con la seguridad de que “un capítulo más…” no te va a llevar mucho tiempo.

Además, copia el sistema de narración de Canción de Hielo y Fuego (jusjus) al utilizar una narración en primera persona, variando el personaje desde el que se sigue el punto de vista, alternando entre la policía que lleva el caso y la periodista que tiene que rellenar la sección de sucesos correspondiente.



Como suele ocurrir en las obras primerizas, hay mucho de la propia autora dentro del libro. Aparte de que la periodista es una probable auto-inclusión dentro de la historia, sus personajes dedican tiempo a un puñado de explicaciones y juicios de opinión que tampoco nadie había pedido, por lo que imagino que se filtran opiniones desde su punto de vista. No negaremos que las puñaladitas que mete a la carroña periodística que abunda en los sucesos y el corazón tienen su gracia. Me apuesto que tienen nombre y apellidos que sólo los implicados conocen… :p

Por otro lado, los personajes no están especialmente bien caracterizados. Ana Arén es una policía dura, con traumas del pasado, que lucha por sobresalir en un mundo de hombres sin saber si podrá con la siguiente prueba que le ponga la vida. Por su parte, Inés Grau es una periodista curtida, con traumas del pasado, que lucha por sobresalir en un mundo de hombres sin saber si podrá con la siguiente prueba que le ponga la vida. Ambas protagonizan los capítulos, con el desfile de una serie de nombres que hacen cosas sin tampoco mucha caracterización. El único otro personaje que tiene carácter es el Comisario Ruipérez, más malo que el dolor, paradigma del hijoputismo gratuito, que parece no tener otro entretenimiento que sabotear la investigación y putear a sus agentes sin ninguna razón aparente. En la mayoría de los casos cuesta distinguir quién está hablando en cada momento, con abundantes comentarios intercambiables entre un personaje y otro.

También encontramos muchos latinajos y palabros grandilocuentes dejados caer de manera aleatoria por la narración o los diálogos. Citas trascendentes sobre la masa encefálica en medio de una conversación sobre los sesos desparramados en un coche y cosas por el estilo. Parece que Chamarro quiera dejar claro que se trata de una persona culta y que ha hecho un buen esfuerzo de documentarse con la Wikipedia y tal. Estoy seguro que un buen trabajo de edición habría corregido estos gazapos y no dudo que desaparecerán en sus obras posteriores, pero aquí ha conseguido irritarme un poquito.

Otro detalle que me ha hecho arrugar la nariz, aunque no sea un defecto como tal, es que cada capítulo tiene un mini-giro final del palo “recibió la llamada que le cambió la vida”, para que te pique y sigas leyendo. Es el abuso de este efecto lo que me molesta, pues en vez de usarse alguna vez a lo largo del libro, se usa al final de cada capítulo, lo que significa cada 6-7 páginas. Igual tampoco era necesario (entiendo que puede haber lectores a los que esto no sea un problema).


Pero bueno, centrémonos en el desenlace, que es algo que también hay que felicitar. SPOILER El juego de sospechosos que lleva al culpable final está bien conseguido y justificado. Eso sí, qué retorcida que está la cosa. Hay mucha mala leche y un giro argumental que te deja el culo bien torcido. Siempre felicitaré a un creador que huya acertadamente de los finales edulcorados facilones. FIN DEL SPOILER

Con todos los defectos de las primeras obras, Carme Chaparro ha publicado una novela negra que sale airosa del brete y proporciona emociones fuertes a los ávidos del género. No creo que me hubiera acercado a ella inicialmente, pero ahora no tendría ningún inconveniente en leer la segunda (tampoco es que arda en deseos de ello XD). Correcta y “agradable”.

Y sí, sí que eres un monstruo, por mucho que trates de justificarte.

Nota: 5
Nota goodreads:3.67/5