jueves, 30 de septiembre de 2021

Alicia a través del espejo

Hace un porrón de años me congratulé con la noticia de que Tim Burton iba a hacer una versión de Alicia. Luego viendo la película, me encontré un puñado de set-pieces muy chulos unidos por unos fragmentos irregulares no especialmente bien hilvanados. Por ello, cuando se anunció su continuación, no me mostré ilusionado. Cuando además se hizo público que Burton sólo se ocuparía de producir, ya deduje que se trataba de un producto alimenticio y pasé bastante de ella. Algún día tenía que caer.

Han pasado unos cuantos años desde su visita al País de las Maravillas y Alicia se ha convertido en una próspera aventurera de una compañía no del todo rentable. Es reclutada por sus excéntricos amigos de las Maravillas porque el Sombrerero Loco ha perdido su “muchedad”. Se ve entonces obligada a emprender una aventura más allá del Espejo y del Tiempo para curar al Sombrerero, aprendiendo todas las historias que hay detrás del País de las Maravillas.

Y otra vez nos encontramos con el mismo problema que su predecesora, algunos aspectos de la película destacan por su brillantez mientras que otros se acercan peligrosamente a la vergüenza ajena.

Desde un primer momento sorprende por su continuismo. La cantidad de referencias a la predecesora son más que abundantes, aprovechando el juego de viajes en el tiempo para articular su trama alrededor de los hechos que ya conocemos, tal como ocurría, por ejemplo, en Regreso al Futuro 2. Además, intenta justificar (casi) todas las cosas raras que ocurren en ese País, aunque eso provoque unos viajes lisérgicos realmente espectaculares. Hay escenas que son un verdadero locurón en el que uno se plantea en qué estaban pensando cuando la idearon, es que son idas de olla bien gordas. No puedo sino felicitar el hallazgo de la explicación de la fiesta del té inacabable y cómo es que conocen a Alicia antes de que viaje por primera vez al País, aunque no sea la misma Alicia (o sí). 

La película tiene voluntad de ser compleja y, en muchos casos, no busca salidas fáciles a las locuras argumentales en las que se ha metido. Se percibe cierta voluntad de dar profundidad al mundo que antes habíamos podido simplemente atisbar. El tratamiento en este sentido está muy bien hecho.

Esta buena labor también se ve reflejada en una imaginería estupendamente diseñada. Conjuga acertadamente la locura de alegría desmedida del país de las Maravillas con una maldad macabra y siniestra que se haya soterrada entre tanto algodón de azúcar. Los efectos especiales, repletos de CGI, se han rematado con talento, complementando un vestuario en el que se nota mucho mimo y cariño.

Sorprende pues, que el tono general de la trama sea tan descaradamente infantil. Ni siquiera para púberes o chavales que estén a punto de llegar a esa edad. Es para niños PEQUEÑOS (5-6 años). Son dos aspectos que no casan fácilmente, pues el diseño trabajado y la complejidad del trasfondo piden un público curtido, mientras que los diálogos de besugos, la reiteración de las acciones y el desarrollo (ejem) de la trama alejarían a cualquiera que se acerque siquiera a la zona juvenil de la parrilla. Casar ambos aspectos es posible, pero no fácil. James Bobin, fracasa al intentar equilibrar un cuento tenebroso para los más pequeños. A pesar de tener cierta experiencia en propuestas para los más pequeños con un toque extra (Los Teleñecos y Teleñecos 2), gozó por primera vez de un presupuesto abultado y no supo dar con la tecla correcta, en una oportunidad que no ha podido repetir.

El protagonismo corre a cargo de Mia Wasikowska, lanzada a la fama con esta saga y que se esfuerza para conseguir una actuación decente, pero el guión da para lo que da. Por su parte, Depp, Bonham Carter o Baron Cohen ponen el automático delante del croma y no se molestan especialmente conscientes de la (ejem) trascendencia de la propuesta, igual que el resto de los actores.

Queda entonces una propuesta que vista en un pantallote gigantesco y un equipo de sonido supersensurround puede hacerse interesante, pero que, vista en la televisión, permite comprobar que no tiene mucho que aportar fuera del apartado visual. Evidentemente, si la primera película ya tenía poco que ver con la obra de Carroll, aquí no hay nada y ni siquiera merecería la pena llamarla adaptación a pesar de compartir título.

A pesar de todos sus defectos, no estoy seguro de considerarla una película a evitar. Funciona como un delirante cuento lleno de locura, y su dinámica aventura infantil está llena de imaginación, que declara con fuerza su amor por el absurdo. Su vestuario, escenografía y efectos visuales desbordan talento. Sin embargo, (casi) ninguna de las actuaciones ni el guión están a la altura (ni por asomo). Un simple cambio de tono, que permitiera al público juvenil poder apreciar un poco este film le hubiera ayudado mucho, pero sus intenciones infantiles hacen que pueda ser indigesta para la mayoría de los espectadores.

 

Nota: 3

Nota filmaffinity: 5.4

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

La vida de Pi (Yann Martel)

No acabo de saber muy bien cómo llegó este libro a casa. Probablemente apareció por ahí a raíz de la película, que ya tiene sus años y al final le acabó llegando el momento de ser leído.

Apareció por casa, probablemente a raíz de la película y llegó el momento de leerlo.

Título: La vida de Pi

Autor: Yann Martel

Título original: Life of Pi

Traducción: Bianca Southwood

“Pi Patel es un joven que vive en Pondicherry, India, donde su padre es el propietario y encargado del zoológico de la ciudad. A los dieciséis años, su familia decide emigrar a Canadá y procurarse una vida mejor con la venta de los animales. Tras complejos trámites, los Patel inician una travesía que se verá truncada por la tragedia: una terrible tormenta hace naufragar el barco en el que viajaban.

En el inmenso océano Pacífico, una solitaria barcaza de salvamento continúa flotando a la deriva con cinco tripulantes: Pi, una hiena, un orangután, una cebra herida y un enorme macho de tigre de Bengala.

Con inteligencia, atrevimiento y, obviamente, miedo, Pi tendrá que echar mano del ingenio para mantenerse a salvo mientras los animales tratan de ocupar su puesto en la cadena alimentaria y, a la postre, deberá defender su liderazgo frente al único que, previsiblemente, quedará vivo. Aprovechando su conocimiento casi enciclopédico de la fauna que habitaba el zoológico, el joven intentará domar a la fiera, demostrar quién es el macho dominante y sobrevivir con este extraordinario compañero de viaje.”

Teniendo en cuenta que no había visto el film ni conocía nada de su argumento, más allá de que tenía algo de fama, no tenía ningún tipo de expectativas. Así, que la lectura del libro de este autor salmantino ha sido toda una sorpresa. Aunque sea un One Hit Wonder de manual –veo muy difícil reproducir todas las cosas que funcionan bien en el libro-, la obra funciona a varios niveles de análisis, presenta una historia interesante por sí misma y da pie a numerosos debates post-lectura, además de ofrecer unos cuantos juegos metaliterarios muy conseguidos.

Habiendo leído el argumento de la contraportada, uno esperaría empezar con un naufragio, pero no. Tenemos 80 páginas de “nada” que, aparentemente, sólo sirven para que conozcamos a Pi Patel. Por una vez, no voy a poner nada sobre él, porque conocerle es justo una de las gracias. Este inicio puede hacerse muy pesado, con pasajes que parecen sacados casi de un libro de texto, insertos de un Pi ya adulto que recuerda los tiempos de su niñez y unas cuantas disgresiones sobre zoología y teología que no sabes muy bien para donde van. Por momentos, da ganas de dejar el libro. Sin embargo, una vez has llegado hasta el final y vuelves a recuperar estás páginas, comprenderás su importancia y cómo, en una extraña obra de orfebrería, entenderás que cada detalle tiene su motivo de estar allí. En ese sentido, propondría que si te está haciendo demasiado duro, tira para adelante sin mirar hasta la segunda sección. Sí, es importante, peor no es vital. Y quizás una vez hayas leído la historia hasta el final quieras volver y apreciar el análisis de sí mismo que hace Pi.

Una vez sucede el naufragio, empecé a disfrutar el extraño viaje por mar, encontrándolo incluso creíble, incluso la presencia del tigre por ahí. Quizás cuando llegan a la isla sí que pregunté si nos habíamos vuelto locos ya. Naufragar en el mar es una de las muchas fobias que tengo, y si a eso le añadimos la presencia de un tigre hambriento, tenemos una de mis peores pesadillas, una de las que me dejó más que intrigado para ver cómo se resolvía la historia. Funciona estupendamente por sí misma como historia de naufragios y se basta para satisfacer las ansias de un lector poco dado a las complicaciones.

Y cuando llegamos a la tercera parte del libro, nos podríamos sorprender ante lo poco que ha ocurrido durante todo el naufragio, también decepcionado ante la revelación de que el libro quizás no es lo que querías que fuera. Principalmente porque nos hallamos ante un narrador –deliberadamente – poco fiable. En un giro Shyamalanesco que puede enfadar a más de uno, se nos dan detalles suficientes para deducir que, quizás, lo que pasó en la barca es algo muy diferente de lo que nos ha contado Pi. El girito como tal me ha gustado, haciendo que releyera otra vez todo el inicio, dándome cuenta de que el autor tiene más gracia de la que le había otorgado en un primer momento. Como siempre en estos casos, o se lo compras, o no.

No estoy de acuerdo con el mensaje metaliterario sobre la mística y la falta de necesidad de un relato verdadero para tener fe, pero valoro enormemente lo bien tirada que está la analogía y lo bien que Martel ha orquestado todo para que desees comprarla con muchas ganas. El uso de los japoneses como alter ego de un lector no creyente me parece un detallito de mala leche bastante curioso, pero bueno, tampoco se hace mucha sangre de ello. Una vez buceas en la capa de la religión, el libro da para sus buenos debates y juegos de analogías en los que no voy a detenerme, pero seguro que hará las delicias de un lector que guste de estas cositas.

El prólogo defiende que es un libro para convencerte de que creas en Dios. La rodomontada es de bandera, no lo vamos a negar. En mi opinión no te va a convertir en un creyente, pero sí permite comprender mucho mejor en que consiste el fenómeno de la fe y cómo hay gente capaz de sentirla sin dudar. Mi opinión sobre los clubs de fans de Dios (el que sea) no va a cambiar, pero aprecio el juego que nos presenta el libro, realmente muy bien pensado.

Si algún día veo la película, supongo que tendré que volver a valorar la calidad de la adaptación, pero supongo que tardaré mucho en ello.

Ya sea como novela de naufragios, como historia de medias verdades y puzles inesperados, o como defensa de una filosofía vital, La vida de Pi tiene muchos detalles aprovechables. Le cuesta un poco (bastante) empezar, es posible que muchos lectores se sientan engañados con su desenlace y, realmente, no acaba de pasar gran cosa, pero para mí, el viaje vale la pena. A pesar de sus cositas, es un libro ideal para leer en grupo, comentando luego las opiniones de cada uno sobre lo transcurrido.

Nota: 8

Nota goodreads: 3.91/5 

lunes, 20 de septiembre de 2021

El tango de la Guardia Vieja

Pérez-Reverte tiende a ser un autor que leo con gusto, y si además me viene uno de sus libros en la Cesta’13 (#50), pues no le haremos un feo.

Título: El tango de la Guardia Vieja

Autor: Arturo Pérez-Reverte

“«Una pareja de jóvenes apuestos, acuciados por pasiones urgentes como la vida, se mira a los ojos al bailar un tango aún no escrito, en el salón silencioso y desierto de un transatlántico que navega en la noche. Trazando sin saberlo, al moverse abrazados, la rúbrica de un mundo irreal cuyas luces fatigadas empiezan a apagarse para siempre.»
Un extraño desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires en 1928; un asunto de espionaje en la Riviera francesa durante la Guerra Civil española; una inquietante partida de ajedrez en el Sorrento de los años sesenta...

El tango de la Guardia Vieja narra con pulso admirable una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso y fascinante, entre la luz crepuscular de una época que se extingue.”

Como siempre, uno nunca sabe qué esperar al abrir un libro de este autor. Toca todos los palos y tiende a hacerlo con talento. ¿Será de gánsteres? ¿Mucha historia? ¿Aventuras épicas? Aquí tenemos una historia de amor a la antigua usanza, con personajes que denotan cierto regusto añejo, de cómo se contaban las cosas en la era dorada de Hollywood, con el glamuroso lujo de los potentados del momento, ávidos de saborear el exotismo de los locales sórdidos y peligrosos. Incluso se percibe cierto regocijo en esta manera anacrónica de relatar y sentir, pues el propio narrador –el protagonista, que recuerda como fueron las cosas cuando era joven- comenta abundantes referencias a los relatos de Bogart de los años 40-50. Películas como El sueño eterno o Tener o no tener, se perciben como obvias influencias, tanto en el carácter de los personajes, la trascendencia de las pasiones o en las detalladas descripciones de los ambientes lujosos y las fiestas llenas de elegancia.


Como buen Bogart de época, tenemos al canalla Max Costa. Un dandy de los años 30, lleno de elegancia y savoir faire, seductor incansable y bailarín lleno de recursos, pero también gigoló, tomador y ladrón de guante blanco cuando la ocasión lo requiere. Es arrogante y orgulloso, capaz de escabullirse de cualquier situación a base de morro y palique. La influencia del cine negro y los vodeviles de la época es innegable, tanto en su carácter como en sus actos.

La indudable belleza causa de todas las vicisitudes de la trama es Mecha Izunza. Se aleja del tropo (tampoco mucho) de la mujer fatal, presentándote a una mujer que se sabe florero en sus funciones, pero al mismo tiempo maneja una agenda propia, ambiciosa en sus aspiraciones e implacable con sus decisiones, pero al mismo tiempo enamorada y llena de pasión. Como debe ser en estos casos, es una bailarina de primera, con una belleza exótica por la que los hombres se derriten, lo que le permite hacer lo que sea necesario para vivir mejor.


Para completar el inevitable trío amoroso, tenemos al pervertido
Armando de Troyes, un compositor de éxito de cartera abundante y un ego del tamaño de un portaaviones. Armado con la seguridad que otorga ser una celebridad, con el poderoso Don Dinero de su lado, hace y deshace a su antojo, con un par de secretos oscuros y detallitos enigmáticos que lo hacen más interesante. Se posiciona desde el segundo uno como el malvado de la historia, pero se hace curioso contemplar cómo, a medida que pasan las páginas, vas comprendiendo que, muy a su modo, es buena gente.

Los tres conforman un triángulo amoroso en el que todos se utilizan a todos. Se guardan aprecio, es patente que les importa el futuro de los demás, pero al mismo tiempo, no pueden evitar ser quienes son, comportándose egoístamente por su propio beneficio, sintiendo el dolor que causan, pero no pudiendo evitar las consecuencias de sus actos. No hay “buenos” en este libro, ni en el sentido de la moral ni en la virtud. Son personajes rotos, que lamentan sus errores, sin saber comportarse de otra manera que pisoteando a los que tienen la desgracia de pasar a su alrededor, con la consecuente tragedia que sucede a su paso. Quizás lo más sorprendente, son personajes tan humanamente falibles, que incluso se acaban haciendo simpáticos.

Como suele ocurrir en las novelas de Reverte, se documenta profusamente sobre los temas que ha de tratar, convirtiendo a veces el libro en un ensayo novelado sobre el tema, antes que una historia en sí. En este caso está muy bien equilibrado, justificando dentro de la trama todos los detalles que se nos aportan, sin que dé la impresión de que Pérez-Reverte esté fardando de lo mucho que se ha documentado.

Por un lado, tenemos mucho espacio dedicado a la historia del tango, desde sus orígenes a los porqués de la pasión que despierta y los sentimientos con los que se vive. Cada charla sobre el tema está introducida con talento. No se detiene la trama para “hacer una clase magistral al lector”, sino que su explicación viene dada de manera orgánica, con fragmentos bien hilvanados, que parecen estar para que los personajes aprendan todas las sutilezas del baile. Se adapta el tono y los conocimientos a los que tendría alguien de la época, dando a cada diálogo una verosimilitud inusual en estos casos.

Lo mismo ocurre cuando se describe el tenso ambiente de los torneos de ajedrez de Sorrento. Pérez-Reverte realiza un trabajo de orfebrería retratando cada detalle, tanto en las salas donde se juega como en las habitaciones donde (no) se descansa. Como alguien que se ha hallado en circunstancias similares, no puedo sino felicitar lo bien que se ha captado la atmósfera, con todos los posibles personajes que podrías encontrar representados con mimo y acierto. Se palpa la tensión en cada jugada, las reacciones de los espectadores son las reales y todo el teatro entre bambalinas recuerda mucho al que tendría cualquier jugador entre rondas.

Su compleja arquitectura narrativa está llena de detalles y pinceladas de cada época, con un tono marcadamente distintivo en cada momento temporal. Por ello, se hace difícil leer este libro rápidamente. Las páginas no fluyen, sino que requiere cierto esfuerzo mental por ver el progreso a lo largo de la historia. No se llega a hacer pesado, pero -permítanme la licencia- es como bailar un tango, tienes que empujar el texto, sintiendo su tensión a medida que se desliza lentamente de una página a otra….

Tenemos tres partes bien diferenciadas:

Primero empezamos a principios de los años treinta, en un crucero de lujo que luego conducirá a las peligrosas calles de Buenos Aires. Conocemos aquí a todos los personajes, que disfrutan del riesgo de los amores prohibidos, jugándose quizás más de lo que sería conveniente en cada baile. El tango, la decadencia y las traiciones personales dominan esta parte, con especial incisión en los pervertidos antros de la capital argentina, donde todo está permitido si uno está dispuesto a poner en juego su vida.

La segunda parte nos sitúa en Niza, a finales de la Guerra Civil española. Nuestro protagonista se ve implicado en una trama de espías donde está en juego el destino de la guerra. Como no puede ser de otra manera, Mecha está también implicada en el percal, lo que le añade un nuevo punto de tensión a una pequeña historia muy intensa llena de intrigas, traiciones y, sobretodo, la sensación de que el mundo que conocemos (que nuestros personajes han conocido) llega a su fin.

Finalmente, nos hallaremos en los años 60, bien entrada la guerra fría, enfrascados en un torneo de ajedrez en el que, por azares de la vida se vuelven a reunir nuestros enamorados personajes. Además de toda la intriga por el devenir del torneo, en el que el honor de los dos mundos del momento se pone en juego, nuestros personajes dudan entre darse una nueva oportunidad que quizás sea la definitiva, reflexionando sobre el sacrificio personal, la nostalgia por lo que fue y lo que pudo ser, mientras los pecados del pasado atrapan a cada uno de los personajes.

A lo largo de todas las páginas se desarrollan múltiples líneas argumentales, que se entrelazan con fuerza, con el tiempo influyendo en las decisiones que se toman, lo que comporta un desarrollo complejo, pero enhebrado con talento. El propio autor da la imagen perfecta de ello, pues uno de sus personajes llega a comparar la relación que se produce como una partida de ajedrez a distancia, en la que ambos jugadores están continuamente adivinando el siguiente movimiento de su contrincante y adelantándose a su reacción, con las consecuencias no tan obvias de sus actos.

Tanto cambio de ambiente provoca que sea difícil de incluir en un género. Está claro que es una novela histórica, pero tenemos presencia muy clara de romance, erotismo y thriller. Eso sí, siempre escrito con mimo, acción bien pensada y algunos aciertos realmente inventivos (el tango sin música es asombroso). Claro que al picotear en tantos géneros el conjunto no es del todo perfecto, necesitando el esfuerzo del lector para juntar todas las piezas. No se trata de un libro que leer distraídamente, sino que obliga a que pongas tu atención (tampoco nos pasemos, ojo) en lo que estás leyendo.

Uno de los detalles que más me gusta es el tema de fondo –ya recurrente en el autor- de “la guardia vieja”, esos personajes orgullosamente anacrónicos, que mantienen el honor de unos tiempos que ya se fueron. Tercos como mulas, mantienen su “decencia” que quizás es incomprensible, mezclando cierta ternura con algo de caspa, como últimos representantes de cuando las cosas eran “de verdad”. Otro tema recurrente en el libro es las continuas reflexiones que los personajes van dejando caer sobre cómo nuestras decisiones influyen en nuestra vida, en nuestro carácter y las cosas que son, especialmente cuando los tiempos cambian y lo que fue, ya no es y no se sabe si será.

Como no puede ser de otra manera, el desenlace SPOILER juega con el afán del protagonista de ser el héroe de leyenda, ese ser trágico, incomprendido, que se impide a sí mismo encontrar una recompensa por sus denodados esfuerzos. Mecha le llega a decir que se permita ser feliz, aunque sea por unos pocos años, pero, ¡ay! Max se toma las circunstancias como una señal de que lo debe es sacrificarse teatralmente por su dama, como han hecho siempre los Bogart de todo el mundo. FIN SPOILER.

El tango de la guardia viaje es un libro que uno puede leer sin que le importe un pito ninguno de los personajes, apreciándolo como lo que es: un argumento complejo, majestuosamente trasladado a negro sobre blanco. Su mezcla de géneros puede ser algo desconcertante, pero contiene matices a apreciar y un aroma añejo que me ha resultado encantador (aunque otros pueden encontrar desagradable). La novela destila elegancia, repleta del estilo de Hollywood clásico y unos personajes de otra época. Pérez-Reverte les dota de una profundidad inesperada, les mueve por unas páginas llenas de descripciones vívidas y buen gusto al forjar cada frase. Contiene todos los tropos (buenos y malos) del autor, convirtiéndose en una propuesta MUY representativa de su estilo. Si éste es de tu agrado, probablemente disfrutarás. Si no lo es, mejor no te acerques.

 

 

Nota: 8

Nota goodreads: 3.84 

jueves, 16 de septiembre de 2021

Julieta

Y de película que habla sobre los remordimientos y la culpa por los evitables (o no) errores del pasado a película que habla sobre los remordimientos y la culpa por los evitables (o no) errores del pasado.

Después de los vaivenes loquísimos de Los Amantes Pasajeros, Almodóvar volvió a los dramas sobre vidas anónimas en esta Julieta que nos ocupa. Quizás como contraste ante tanta lisergia, aquí realiza un ejercicio de contención, en una película seca, que se distancia fríamente de aquello que está mostrando. Sin rastro de la provocación que caracteriza al autor, encontramos aquí una historia triste, de las que invitan a coger el pañuelo y abrazar a la persona que tenemos a nuestro lado.

En los primeros minutos conocemos a Julieta, que está a punto de mudarse definitivamente de Madrid. Es entonces cuando se encuentra con Bea, amiga de la infancia de su hija Antía, lo que la empuja a cambiar sus proyectos. Bea le confiesa que se cruzó con Antía la semana pasada, lo que provoca que Julieta alimente sus esperanzas de reencontrarse con su hija, a la que no ve desde hace más de diez años. Sabiendo su dirección, decide entonces escribirla para confesar todos los secretos que ha venido guardando toda la vida. Julieta habla del destino, de la culpabilidad, de la lucha de una madre por sobrevivir a las vicisitudes de la vida y, sobre el misterio insondable que nos empuja a abandonar a los seres que amamos, negándolos como si jamás hubieran existido.

Ya podemos ver que estamos ante un drama importante, con un componente trágico que nos invita a sacar el pañuelo de manera casi continua. A cargo de ello tenemos –otra vez- actuaciones llenas de inspiración. Emma Suarez ofrece aquí uno de sus mejores trabajos, dando vida a una mujer rota por la vida, incapaz de cerrar sus heridas, pero obligada a salir adelante de algún modo. ¿Qué ocurrió en el pasado? ¿Qué transformó a la vivaz Julieta joven en esta alma marcada por la fatalidad? Este arco dramático es recorrido por otra estupendísima Adriana Ugarte, capaz de hacernos partícipes tanto del enamoramiento más visceral como de la depresión más atroz. Dos Julietas, un mismo personaje y multitud de matices que nos permite comprenderlas a la perfección. Eso no quita que haya un buen montón de personajes secundarios que cumplen con nota su papel: Rossy de Palma, Daniel Grao, Darío Grandinetti, Inma Cuesta… Ninguno desentona en absoluto.

El problema, quizás, que yo tuve, fue el de enfrentarme a la película sin saber nada sobre su argumento, por lo que los primeros minutos me descolocaron con ganas. Pasados 10-15 minutos, cuando la película empieza y te das cuenta de que lo que importa es qué ha convertido a Julieta en una mujer rota (herida, que no destruida, que dirían algunos), la confusión desaparece y tanto el viaje como el desenlace es más que satisfactorio.


Julieta es una película sobre la culpa, las cosas que podrían haberse dicho (y hecho) y no se dijeron, del arrepentimiento de no haber sabido (querido) hacer las cosas mejor. Se muestra el dolor de la vida ante los errores, antes las oportunidades perdidas y el desasosiego causado por el “qué pasaría si hubiera hecho…” (la peor de las nostalgias, la que nunca fue). Una película que te deja deseando un abrazo reconfortante, así que mejor que la veas con alguien al lado.

Sin embargo, tanta tragedia y sufrimiento –quizás demasiado gratuito- puede repeler a muchos estómagos. No todo el mundo ve películas para sufrir, que es lo que toca con ésta. Es una opción arriesgada, que puede hacerse aburrida con ganas a la que no compres la propuesta del director manchego. Toda la película está filmada con sorprendente frialdad, una anónima lente puesta frente a la vida de Julieta de la manera más aséptica posible, provocando que seas tú el que quiera emocionarse con lo que se te muestra. Es una puesta en escena muy trabajada, en que cada frase y cada mirada está pensada, con una razón de ser concreta, jugando con los colores para expresar los estados de ánimo y mucho más cerebro que corazón. ¿Es lo que pedía la historia? No estoy seguro de contestar, pero sí habrá mucho espectador que se sienta bastante aburrido con el resultado final. 


Una vez la historia, puedes tirarte un buen rato repasando todos los detalles para apreciar su coherencia, pero Almodóvar la fragmenta en mil partes, representando los pensamientos de una Julieta que está hecha un lío. Los saltos adelante y atrás en la línea temporal son continuos, sin que se te avise de cuándo estás. Además, hay ciertas partes que faltan –Julieta no se atreve a volver a esos recuerdos-, por lo que te toca a ti hacer el esfuerzo de rellenar los huecos que faltan. No es una tarea ardua, los actores cambian y las referencias temporales son continuas, pero no todos van a querer estrujarse el cerebro en una película cuya recompensa quizás no les satisfaga.

Julieta es un doloroso tratado sobre la culpa y todo aquello que se calla que deja muy mal cuerpo. Almodóvar logra crear una atmósfera extraña, espléndida para desarrollar una trama compleja, llena de matices y segundas lecturas, amparada por una Emma Suárez y una Adriana Ugarte magníficas. Apreciable (no diré disfrutable) para todos aquellos que no se duerman y hagan el esfuerzo de empatizar con la protagonista. Si buscas un drama de pañuelo, aquí hay uno bien hecho.

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.3