Y de película que habla sobre los remordimientos y la culpa por los evitables (o no) errores del pasado a película que habla sobre los remordimientos y la culpa por los evitables (o no) errores del pasado.
Después de los vaivenes loquísimos de Los Amantes Pasajeros, Almodóvar volvió a los dramas sobre vidas anónimas en esta Julieta que nos ocupa. Quizás como contraste ante tanta lisergia, aquí realiza un ejercicio de contención, en una película seca, que se distancia fríamente de aquello que está mostrando. Sin rastro de la provocación que caracteriza al autor, encontramos aquí una historia triste, de las que invitan a coger el pañuelo y abrazar a la persona que tenemos a nuestro lado.
En los primeros minutos conocemos a Julieta, que está a punto de mudarse definitivamente de Madrid. Es entonces cuando se encuentra con Bea, amiga de la infancia de su hija Antía, lo que la empuja a cambiar sus proyectos. Bea le confiesa que se cruzó con Antía la semana pasada, lo que provoca que Julieta alimente sus esperanzas de reencontrarse con su hija, a la que no ve desde hace más de diez años. Sabiendo su dirección, decide entonces escribirla para confesar todos los secretos que ha venido guardando toda la vida. Julieta habla del destino, de la culpabilidad, de la lucha de una madre por sobrevivir a las vicisitudes de la vida y, sobre el misterio insondable que nos empuja a abandonar a los seres que amamos, negándolos como si jamás hubieran existido.
Ya podemos ver que estamos ante un drama importante, con un componente trágico que nos invita a sacar el pañuelo de manera casi continua. A cargo de ello tenemos –otra vez- actuaciones llenas de inspiración. Emma Suarez ofrece aquí uno de sus mejores trabajos, dando vida a una mujer rota por la vida, incapaz de cerrar sus heridas, pero obligada a salir adelante de algún modo. ¿Qué ocurrió en el pasado? ¿Qué transformó a la vivaz Julieta joven en esta alma marcada por la fatalidad? Este arco dramático es recorrido por otra estupendísima Adriana Ugarte, capaz de hacernos partícipes tanto del enamoramiento más visceral como de la depresión más atroz. Dos Julietas, un mismo personaje y multitud de matices que nos permite comprenderlas a la perfección. Eso no quita que haya un buen montón de personajes secundarios que cumplen con nota su papel: Rossy de Palma, Daniel Grao, Darío Grandinetti, Inma Cuesta… Ninguno desentona en absoluto.
El problema, quizás, que yo tuve, fue el de enfrentarme a la película sin saber nada sobre su argumento, por lo que los primeros minutos me descolocaron con ganas. Pasados 10-15 minutos, cuando la película empieza y te das cuenta de que lo que importa es qué ha convertido a Julieta en una mujer rota (herida, que no destruida, que dirían algunos), la confusión desaparece y tanto el viaje como el desenlace es más que satisfactorio.
Julieta es una película sobre la culpa, las cosas que podrían haberse dicho (y hecho) y no se dijeron, del arrepentimiento de no haber sabido (querido) hacer las cosas mejor. Se muestra el dolor de la vida ante los errores, antes las oportunidades perdidas y el desasosiego causado por el “qué pasaría si hubiera hecho…” (la peor de las nostalgias, la que nunca fue). Una película que te deja deseando un abrazo reconfortante, así que mejor que la veas con alguien al lado.
Sin embargo, tanta tragedia y sufrimiento –quizás demasiado gratuito- puede repeler a muchos estómagos. No todo el mundo ve películas para sufrir, que es lo que toca con ésta. Es una opción arriesgada, que puede hacerse aburrida con ganas a la que no compres la propuesta del director manchego. Toda la película está filmada con sorprendente frialdad, una anónima lente puesta frente a la vida de Julieta de la manera más aséptica posible, provocando que seas tú el que quiera emocionarse con lo que se te muestra. Es una puesta en escena muy trabajada, en que cada frase y cada mirada está pensada, con una razón de ser concreta, jugando con los colores para expresar los estados de ánimo y mucho más cerebro que corazón. ¿Es lo que pedía la historia? No estoy seguro de contestar, pero sí habrá mucho espectador que se sienta bastante aburrido con el resultado final.
Una vez la historia, puedes tirarte un buen rato repasando todos los detalles para apreciar su coherencia, pero Almodóvar la fragmenta en mil partes, representando los pensamientos de una Julieta que está hecha un lío. Los saltos adelante y atrás en la línea temporal son continuos, sin que se te avise de cuándo estás. Además, hay ciertas partes que faltan –Julieta no se atreve a volver a esos recuerdos-, por lo que te toca a ti hacer el esfuerzo de rellenar los huecos que faltan. No es una tarea ardua, los actores cambian y las referencias temporales son continuas, pero no todos van a querer estrujarse el cerebro en una película cuya recompensa quizás no les satisfaga.
Julieta es un doloroso tratado sobre la culpa y todo aquello que se calla que deja muy mal cuerpo. Almodóvar logra crear una atmósfera extraña, espléndida para desarrollar una trama compleja, llena de matices y segundas lecturas, amparada por una Emma Suárez y una Adriana Ugarte magníficas. Apreciable (no diré disfrutable) para todos aquellos que no se duerman y hagan el esfuerzo de empatizar con la protagonista. Si buscas un drama de pañuelo, aquí hay uno bien hecho.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 6.3
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