Después de una película que destila epicidad, nos volvemos hacia una propuesta que intenta ser épica con todas sus fuerzas pero se queda muy a la mitad. Parece que voy cogiendo ritmo con las películas de Harry Potter, y he tardado menos de un año en revisar la siguiente parte. Si es que esto ya está hecho.
Estamos ya en el
quinto año de las aventuras del niño mago. ¿Qué tenemos aquí? A ver,
ubiquémonos, Voldemort ha resucitado, pero nadie cree a Dumbledore ni a Harry
Potter. Los chavales están entrando en la adolescencia y empiezan sus amoríos.
El Gobierno de Magos empieza a ver con malos ojos la autonomía de Hogwarts e
intenta legislar para tomar el poder por las buenas y por las malas. Y por
medio, indicios de qué ocurrió en la guerra de quince años atrás.
A primera vista, parece que hay temas interesantes que contar, pero nos hallamos ante la que, probablemente, es la más floja de sus entregas. Obviando casi toda la confrontación contra la Oscuridad, David Yates se centra casi en exclusiva en los excesos hormonales de los alumnos, que pasan de ser castos y decentes a unos salidorros en busca de besos y carantoñas. Incluso la lucha contra el Gobierno pasa a un segundo plano, casi como si fuera la pataleta contra un profesor cabroncete. Si bien hay un par de set pieces de acción que no están nada mal (como la escena de los zombies del final), el salseo ocupa tanto espacio que el resultado es bastante mejorable. Aunque estamos en una de las películas más cortas de la saga, es la que se hace más larga, principalmente porque es en la que menos cosas pasan. Por ello, tenemos unos graves problemas de ritmo, con una película que se regodea en anécdotas escolares sin sentido, aburriendo soberanamente al respetable.
Esto no impide que la factura técnica sea espectacular. Hay cuartos tras las cámaras y están muy bien gastados. La puesta en escena es fastuosa, la imaginería está diseñada con mimo, dando lugar a algunas localizaciones realmente bonitas. Ello es complementado por una banda sonora más mágica que nunca, ideal para dar vida a la academia de hechicería por excelencia. La película sigue siendo un peñazo, pero es un peñazo la mar de bonito.
Quizás al no tener
nada que contar, se ve a los actores jóvenes más desubicados que nunca. No
saben bien qué deben hacer o qué se les pide, con sus peores actuaciones en
toda la saga. Especialmente sangrante es el caso de Rupert Grint (vale, también
es el peor actor de todos), que apenas es capaz de poner muecas y chillar como
una rata maltratada durante el 90% que sale en escena.
En cuanto a los
adultos, apenas están para salir y soltar su frase, por lo que poco se puede
decir de ellos. Incluso Snape pasa desapercibido (y sale muy poco. En general,
cuanto más Snape, mejor es la película).
Los únicos que
destacaría son los nuevos. Helena Bonham-Carter clava el aspecto de Bellatrix
Lestrange y, por momentos, da el pego para ser la Harley Queen de la
franquicia. Sin embargo, cada vez que abre la boca o hace algo más que aparecer
en pantalla, se cae el hechizo, pareciendo más la vieja de los gatos que una
bruja temible.
Por otro lado, no puedo sino querer a Imelda Stauton, que da vida a Dolores Umbridge. El hallazgo más destacable de la quinta entrega de las aventuras. Su papel de política ultra-conservadora (M. Tatcher, dígame) es realmente odioso, con una capacidad para resultar irritante, repipi y temible que se hace querer, erigiéndose como el malo más perdurable de la saga. Ni Voldemort ni leches, Dolores Umbridge tiene clase, gatitos y maldad por los cuatro costados. Mis felicitaciones a la actriz (delicioso su retorno en la séptima entrega).
Si nos ponemos a hablar de las tareas de adaptación, no es sólo que la narración tenga poca (casi ninguna) emoción, es que parece que Yates se ha limitado a coger algunas páginas del libro al azar y las ha rodado (mentira, ¡ha cogido justo las más insulsas!). No hay ninguna intención de forjar un armazón con el que sostener la trama, se hace incomprensible para el profano de los libros y cambia tanto en tono con las anteriores entregas que no parece que estemos hablando de la misma saga.
Estamos ante la peor
películas de las 8, la única que me ha costado acabar en este repaso que estoy
pegando. Pierde gran parte de la magia de la franquicia, las aventuras brillan
por su ausencia, poblándose de momentos soporíferos en gran parte de su metraje.
Lo único bueno a destacar es que el aparataje técnico funciona a las mil
maravillas. Hogwarts es más bonito que nunca, aunque cueste mantener los ojos
abiertos en esta visita. Ah, bueno, y Dolores Umbridge. Jrandiosidad por los
cuatro costados con esta mujer (mis dieses, Sra. Stauton).
Nota: 2
Nota filmaffinity: 6.4
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