sábado, 29 de agosto de 2020

Godzilla: Rey de los monstruos

Y de estruendoso espectáculo de efectos especiales a estruendoso espectáculo de efectos especiales, que en las vacaciones sientan bien estas memeces para apagar el cerebro.

Después del relativo éxito de Godzilla y de Kong: Isla Calavera, se impone seguir expandiendo el Universo Compartido de monstruos gigantescos. En este caso, tras la destrucción provocada Godzilla en el mundo, un insensato grupo de científicos con poco seso acaba resucitando a un gran número de bestias titánicas con la idea de poder domarlas. Entre ellas destaca King Gidorah, el único capaz de destronar a Godzilla mucho tiempo atrás, antes de quedar atrapados bajo el hielo. En cuanto recupera la libertad, buscará retornar a su puesto de privilegio, derrotando al resto de monstruos en una serie de gigantescas batallas que pondrán a la Humanidad al borde de la extinción.

Sí, otra vez un argumento lleno de sentido. Encontramos aquí una orgía de tortas entre monstruos gigantescos de lo más espectacular, con grandes coreografías, destrucción desmedida y molabilidad por todos lados. Si lo que quieres ver son tortas descomunales (recordemos a Pacific Rim, por ejemplo), aquí lo tienes. Lástima que de vez en cuando son interrumpidos por un puñado de humanos que hacen sus cositas, provocando que lo único que desees sea que se mueran todos y dejen de molestas, que los grandes tienen que resolver sus asuntos. En cierto modo, me recuerda mucho a una peli porno, con escenas “interesantes” entrelazadas con diálogos que han de aportar contexto y argumento, pero están hechas con pocas ganas y menos talento, por lo que dan ganas de avanzar rápido hasta la siguiente escena con chicha.

Y no es porque los actores sean gente de tres al cuarto. Aunque sean famosos de series, como Millie Bobbie-Brown o Charles Dance, parecen sólo haber aparecido para coger el cheque. Es verdad que el guión no tiene especial sentido y no parece ser capaz de darles un diálogo con un mínimo de coherencia, pero el esfuerzo de hacer ver que te interesa aparecer en pantalla es inexistente.

Es curioso comprobar el problema que tiene la película en su guión. Por un lado, sabe molar con los bichotes y entendemos sin dificultad porqué Godzilla es EL REY, con coreografías y tiempos bien trabajados y fuerza en las imágenes. Por el otro, tenemos humanos sin personalidad correteando por allí, diálogos que parecen escritos por un niño de seis años y un mensaje algo confuso compuesto de un pastiche anti-proecologista que se mezcla con el sacrificio por el bien común y la decisión individual por encima de todo. A veces el fin justifica los medios, a veces no, las familias deben permanecer unidas, pero no, el sacrificio es tontería, pero sí… Un agujero negro tan repleto de despropósitos que echa por tierra cualquier esfuerzo realizado en el resto de aspectos de la película. Pocas veces he visto auto-sabotear tu propio trabajo de esta manera. 

Ya que el otro día hablábamos de Armageddon, uno podría pensar que estamos ante el mismo tipo de película, no es el caso. El film de Bay es perfectamente consciente de ser muy mamarracho y se regodea de ello con gusto, pero Godzilla: Rey de los monstruos se toma en serio a sí misma. Ambas son mamarrachadas argumentales, pero en una los interludios sin acción funcionan de primera, y en la otra, bueno, la verdad…  Ni siquiera utiliza a los humanos como excusa argumental, como sí hizo Kong: Isla calavera. No hay humor autoconsciente, no hay trascendencia, no hay buenos personajes ni hay chorradas con la idea de hacer gracia. Parece que estemos viendo dos películas, cada vez que sale un monstruo es cremita de la buena y luego tenemos un puñado de memeces protagonizadas por humanos que no vienen demasiado al caso. 

Pero bueno, vamos a los monstruos. Cada uno de los titanes destaca por su diseño, con un barroquismo visual muy trabajado, impactando en cada una de sus apariciones. Todos ellos se notan diferenciados y llamativos, reconociéndose estilos de lucha variados y adaptados para las características de cada bicho. Las coreografías tienen toda la épica que se les pide y las tortas son contundentes, algo no habitual en las creaciones totalmente digitales. Si lo que quieres ver es monstruos gigantescos dándose tortas, lo vas a tener, a lo grande. La banda sonora –molesta en el resto del metraje- cumple a la perfección durante las toñas, ideal para añadir más épica al asunto.

Godzilla es, sin duda, lo mejor de la película. El puto amo. Pero también decir que Godzilla es el personaje mejor actuado de todas debería indicarnos que hay algo que no cuadra. Y es que la película naufraga a lo bestia en prácticamente el resto de cosas. Al final se trata de una película que ver en la pantalla más gigante posible, con la que debemos evitar torcer mucho el gesto ante sus muchos sinsentidos y dedicarnos a entrar en bucle y disfrutar mientras nos hacen creer que estamos a punto de ser aplastados y devorados por Godzilla y sus amigos.


Nota:
2

Nota filmaffinity: 4.9

  

miércoles, 26 de agosto de 2020

Armageddon

Hace tiempo que vengo diciendo, y me atrevo a defenderlo ante quién sea, que Michael Bay es un muy buen director al que no le da la gana hacer películas mejores porque con los engendros que caga ya le vale para ganar toneladas de dinero. Todo el que quisiera comprobarlo, le bastaría con revisar sus primeras películas, realizadas antes del petardazo de Transformers, en las que todavía quería hacerse un nombre en el mundillo.

Es obvio que Transformers creó escuela (para mal), pero su película cuyo estilo ha sido más veces imitado, que más influencia ha tenido, es ésta de la que hablo hoy: Armageddon.


Cuando un gigantesco asteroide amenaza con destruir la Tierra, la NASA no encuentra otra solución que meter a un grupo de perforadores de élite en un par de transbordadores espaciales y enviarlos al asteroide para hacer un agujero en el que meter una mega-bomba nuclear que mande todo a tomar viento.

En vez de formar astronautas para perforar, formamos perforadores para ir al espacio, sí. Una chorrada bien grande que Ben Affleck le comentó al director al poco de empezar a rodar. A Bay le hizo tanta gracia la frase que la incorporó posteriormente a la película. Esto ya nos da una idea de la gratuidad argumental con la que nos basamos. Las estupideces de guión se suceden, con un chillón de cosas que pasan “porque sí” y escenas que se suceden con poca vergüenza y menos sentido. Sin embargo, la película es bien consciente de ello, no abandonando en ningún momento un tono irreverente bien encontrado. Bay le aporta una epicidad tan gigantescamente gratuita, con escenas de acción individualmente muy bien paridas que consigue que disfrutes. Además, goza del poderoso músculo de un presupuesto disparatado y, sobretodo, de la colaboración interesada de la NASA, con lo que disponen de todo para montar un buen espectáculo de los que hacen época. Así pues, puede que cada estupidez de guión te haga poner los ojos en blanco, pero los fuegos artificiales, la cámara lentísima y toda la parafernalia de los blockbusters veraniegos llevados a la máxima expresión acaban molando. MUCHO. No estoy seguro si es de una manera consciente o no, pero se lleva el esperpento épico tan al límite, pero tan al límite, que se sale por el otro lado y lo que debería dar vergüenza ajena acaba molando un puñado.

Aquí Bay se dedica a hacer bien lo que sabe hacer bien (Aparte de ganar dinero). Tenemos una acción desbocada, que busca el más difícil todavía continuamente, pero cada coreografía de explosiones, acrobacias y choques se nota trabajada, para que, de algún modo, te la tomes en serio. La cámara no tiene el baile de San Vito, se mueve con energía, pero sin que pierdas la noción de lo que ocurre. Se nota que quiere rodar BIEN las explosiones y la destrucción. Además, tiene el ingenio suficiente para que el chillón de chascarrillos y memeces que va soltando acierten casi siempre, lo que asegura la diversión. Este savoir-fair con la cámara es lo que me lleva a concluir que Bay es un gran director de acción, pero que no le da la gana molestarse a hacer buenas películas (y es bien consciente de ello). Le basta con tres acrobacias, un puñado de explosiones gratuitas y ya revienta cualquier taquilla. ¿Para qué molestarse más?

¿Qué tiene de MUY bueno Armageddon? Todas las cosas buenas de Michael Bay potenciadas al máximo: Acción de primera, muertes ingeniosas, explosiones, chorradas, banderas estadounidenses, ritmo vivo y efectos especiales de primera. Nunca dejan de pasar cosas “interesantes”, introduce bien los momentos emotivos dentro de la épica más trasnochada y se marca un uso perfecto de la cámara lenta como no se vería hasta 300. ^^ Cada fotograma lleva impreso un ticket de “todo vale” tan descomunal que Lo dicho, todo lo necesario para conformar un entretenimiento veraniego tan disfrutable como palomitero. 

¿Qué tiene de malo Armageddon? Todas las cosas malas de Michael Bay potenciadas al máximo: el guión es un despropósito, la historia no tiene sentido, las leyes de la física son enteramente relativas y las casualidades abundan por todos lados. Como siempre, el ejército y los EEUU son los más mejores del mundo mundial y se te pierden un par de neuronas cada vez que la pones.

Otro detalle que denota cierto mimo (ejem) en su realización es la distintiva personalidad del gran número de personajes de la cinta. La cantidad de caras conocidas inesperadamente simpáticas es considerable, todos ellos con un carácter desarrollado, un par de escenas de lucimiento y carisma de sobras para que incluso te acabe doliendo quienes mueren. Bruce Willis, Ben Affleck, Steve Buscemi… Si hasta Owen Wilson cae bien en la película. Se nota que disfrutaron a lo bestia durante el rodaje, como si este grupete de niños grandes hubiera tenido unas vacaciones pagadas en un parque de atracciones. Por lo que dicen, la única que no disfrutó especialmente de las fiestas fue Liv Tyler, que despachó todas sus escenas en tres días y se marchó para casa (sin que por ello haya que ponerle un pero a su actuación).

Los espectaculares efectos especiales gozan del enorme presupuesto con el que se ha realizado la cinta. Quizás por el momento de su realización o por la sorprendente cantidad de efectos físicos que encontramos, han envejecido especialmente bien, dando incluso la sensación de estar puestos al servicio de la (ejem) historia y no por puro onanismo cinematográfico. Si alguien tiene curiosidad, tiempo y dinero, en Eurodisney (Paris) hay una atracción muy divulgativa e interesante dedicada a Armageddon en la que te cuentan cómo se han realizado muchos de los efectos, a pesar de los años que han pasado desde el estreno de la película.

Ah, y la banda sonora. Aerosmith ante su último gran éxito (también tenéis atracción en Eurodisney) y un surtido de canciones de acompañamiento repletas de epicidad para reforzar los fuegos artificiales de la pantalla. Un complemento perfecto que contribuye a disimular la gratuidad argumental y a que el espectador afin se lo pase todavía más grande.

En fin, que Bay sabe lo que hace y pone en escena justo lo que le da la gana. Lástima que sea un maldito vago, que si no… Como refuerzo de esta idea, no hay más que echar un ojo a Dolor y Dinero, en la que realiza una autoparodia MUY consciente de toda esta imaginería que él mismo se ha dedicado a divulgar. 


Ya os habrá quedado claro que Armageddon no es una gran película. Bueno, sí. Sí lo es. Un placer culpable con toneladas de defectos, pero a la que puedo volver una y otra vez y me sigue gustando y emocionando. Me podría recordar a una quedada de machotes que han dejado a las parejas lejos, en la que se dedican a beber cerveza, presumir de testosterona y a hacer el tonto con el buen rollo por bandera. Tonto y zafio, quizás, pero que sienta estupendamente de vez en cuando.

Una película mala espectacularmente bien hecha que me encanta y no me canso de ver.

Nota: 9

Nota filmaffinity: 5.7

domingo, 23 de agosto de 2020

Fugitiva y Reina (Violaine Huissman)

Después del enormérrimo trabajo de casi dos mil páginas de El vizconde de Bragelonne, lleno de bello lirismo y parsimonia, el cuerpo me pedía una novela más corta y visceral. Una cosa con enjundia que me removiera las entrañas con brío en un ambiente muy alejado de la corte francesa del XVII. Este BookRing (gracias Monalisa) vino que ni pintado para ello, aunque no llegara a servirme para abandonar Francia :p.

Título: Fugitiva y reina

Autor: Violaine Huisman

Título original: Fugitive parce que reine

Traducción: Irene Aragón

“Parisina y burguesa de adopción, maníaco depresiva, bailarina a pesar de su cogera, esposalibertina de marino aún más disoluto, Catherine Cremnitz fue, antes que nada, madre. Un verdadero Madre-Moto arrollador para sus dos hijas, Elsa y Violaine, a quienes quiso con una ferocidad extrema, la misma con la que amó y trató de enderezar su vida tantas veces.

Ambientada en el Paris más chic de los años ochenta y noventa, Fugitiva y reina es un homenaje póstumo de una de sus hijas a su madre. Un texto crudo y hermoso, salpicado de humor negro, para exorcizar demonios y sobrellevar una culpa infantil y profunda: La de no haber logrado mantener a su madre con vida.”

El libro descoloca desde un primer momento. Desafía las expectativas que puedas traer leyendo la contraportada mediante una narración extraña e inusual. En vez de seguir un orden cronológico, se narra desde un futuro en que alguien recuerda su pasado. Sin embargo, no lo realiza a la perfección, como si de un diario o un relato reposado se tratara.  La narración es espontánea, la que esperaríamos de una persona que se sumerge en sus recuerdos y te cuenta lo que pasó más o menos en orden pero, de vez en cuando, se olvida algún detalle y entonces vuelve atrás a ponerlo en contexto, o te adelanta hechos que están por ocurrir empieza a explicarlos y luego decido volver por donde estaba, también omite datos que “se da por supuesto” que conoces, cuyos huecos debes rellenar. Además, no encontramos en él casi ningún diálogo, con párrafos eternos y temas que se enlazan con pasmosa fluidez,  la narración sufre cambios de registro muy bestias, como si “hubiéramos cambiado de día” en las explicaciones… Realmente, todo un desafío para el lector. Puede que sea un libro pequeño (apenas 200 paginitas, una nimiedad), pero requiere entrar en él con paciencia y sacar pico y pala para escarbar todo lo que ofrece.


Está dividido en tres partes bien diferenciadas. La primera es narrada por una Violaine (la hija menor) ya casi treintaañera que recuerda su infancia (8-12 años) y lo que ella pensaba en relación a su madre. Así, conocemos a una tímida niña que lo único que quiere es agradar a su madre, pero ésta es una verdadera fuerza de la naturaleza imposible de adorar, con una personalidad volcánica que hace imposible una experiencia “normal”. No importa tanto el carácter de la pequeña Violaine, sino como ésta ve a su madre, cómo evoluciona su relación con ella. La ama con todas sus fuerzas, pero la intuye diferente, inestable y terrible. Momentos de pánico se entrelazan con arrebatos de amor desmesurado en el que las tres integrantes de la familia hacen lo que pueden por cuidarse. Sorprende como no intenta justificarla. No es un “a mi madre la volvieron loca”, ni “estos son los traumas que me ha causado mi madre”. Simplemente, ella es así y hay que quererla como es, un fuego brillante, lleno de desafío con el que cada día es una lucha continua para lo bueno y para lo malo. A pesar de todo, a pesar de ciertos rencores que se arrastran, cada página es una oda de amor y la pequeña culpa de no haber conseguido que su madre fuera más feliz de lo que acabó siendo.

La segunda parte cambia totalmente de tercio, siendo narrada por una Catherine (la madre de la familia) que se sabe ya anciana. Hace balance y nos cuenta, recordando todo lo que ha sido su vida desde que abandonó el nido hasta que nació su segunda hija. El estilo de narración cambia, y no encontramos en sus páginas la tierna adoración de una niña hacia su madre, sino la bilis que acompaña a una vida llena de dificultades y disgustos. Los hechos se nos narran con sequedad, sin detenerse en detalles y motivaciones. Se perciben las ganas de disfrutar de la vida, el miedo terrible a perder la capacidad de decidir, unido con un carácter siempre a punto de estallar ante cualquier destello de condescendencia o intento de atacar su inmenso orgullo. Catherine quiere vivir todo lo que la vida le ofrece, se asfixia ante la rutina y la previsibilidad, mostrándose incapaz de tener tacto, trasmitiendo cada sentimiento con sincera visceralidad, sin pensar en el daño que pueden causar sus palabras. Cada una de sus páginas es un “esto es lo que hay” lleno de desprecio que, no obstante, nos permite conocer muy a fondo la fascinante personalidad de la protagonista.

Finamente, la tercera parte nos muestra a una Elsa (la hermana mayor) ya en los treintaytantos que cierra la historia. Se produce otro cambio de tono en esta conclusión, que rememora parte de los hechos contados por Violaine y añade más cosas que su hermana no podía saber. Al ser la mayor, percibe todas las excentricidades de su madre desde otro prisma. Transmite un desbordante amor por su madre, pero al mismo tiempo no encontramos rastro de la resignación y la aceptación incondicional que transmitía su hermana. En Elsa tenemos un tono rebelde e inconformista, claramente descontenta con la situación, aportando un nuevo punto de vista que cambia por completo lo que conocíamos de la familia. Este colofón es un auténtico tsunami de emociones que no dejará indiferente al lector que haya conseguido llegar hasta aquí.

Como podemos ver, todo gira sobre una madre con una personalidad única, tan presta a estallidos de destrucción descontrolada como arrebatos de amor desmedido. Excavar en su fascinante personalidad es una tarea que no se puede acometer con expectativas previas, debe uno dejarse sorprender ante una personalidad tan bellamente esculpida, con todos los dobleces, defectos, bondades y aciertos que un huracán andante trae consigo.

Se trata de un libro áspero, es difícil entrar en él y sus páginas no son precisamente disfrutables. La vida de esta familia es bruta, desagradable, se nos narra con sequedad, sin paños calientes, siendo testigo de las vicisitudes de las tres y los satélites masculinos que pasan por allí sin poder (ni querer) comprender una personalidad tan particular como la de Catherine. Hasta que le coges el tono, las primeras cincuenta páginas son especialmente agrestes y es fácil mandar el libro a tomar viento. Sorprende, pues, como un libro tan difícil de atacar sea capaz de agarrar tus entrañas con tanta fuerza, removiendo tus emociones con energía y tirarte a una montaña rusa sin frenos en su última parte. Todo ello sin perder el peculiar estilo narrativo que caracteriza el libro.

Aunque compartir nombre con uno de los personajes es una significativa, no debe sorprendernos que se trate de un libro con muchos toques autobiográficos. Se trata del libro debut de la joven Violaine Huissman, en el que aprovecha para exorcizar muchos recuerdos del pasado, explicarnos lo que es vivir con la presión de ser hija de un famoso intelectual y tener una madre tan extravagantemente autodestructiva. Publicado en 2018, arrasó en los premios para jóvenes autoras francesas, lo que permitió su publicación internacional y la lanzó a la fama, permitiendo a la autora abandonar su trabajo de traductora para dedicarse plenamente a la creación literaria.

Requiere un esfuerzo consciente para avanzar, se hace difícil de disfrutar y el inicio da muchas ganas de abandonar pero luego es un pozo de sorpresas. Realmente, transcurridas 20 páginas, no esperaba que este libro me fuera a gustar tanto, por no decir que me estaba cansando. Sin embargo, a medida que la novela avanzaba, me sentía cada vez más apegado a esta madre singular, comprendía cada vez más a esta mujer que no podía evitar liarla por donde pasaba. El remate final desde el otro punto de vista me clavó la puntilla final para emocionarme y hacer que el conjunto me haya gustado todavía más.

Un bello descubrimiento.

 

Nota : 8

Nota goodreads : 3.78/5


viernes, 21 de agosto de 2020

El Vizconde de Bragelonne (Alejandro Dumas)

Ésta es una de las reseñas que más me cuesta escribir. No es sólo que se trate de un libro constituido por dos tocharros de 900 páginas cada uno (Libros 40 y 41 de la Cesta’13), sino por la emoción que me supone despedirme de unos amigos con los que he disfrutado por muchos años. La última de las historias de los tres mosqueteros llega a su fin, y, con una lagrimita, les digo adiós.  

 

Título: El vizconde de Bragelonne

Autor: Alejandro Dumas

Título original: Le vicomte de Bragelonne 

“Escarceos amatorios, envidias, celos… La corte de Carlos II no difiere mucho de la Corte de Luis XIV. Los personajes, en múltiples ocasiones los mismos, son seres que viven sólo para intrigar.

Lord Buckingham, el Conde de Guiche, El Vizconde de Bragelonne, entre ellos, con Artagan y los tres compañeros, ya viejos, junto con ellas: la de La Vallière, Aura de Montolais, Madame… y toda la corte de Carlos II y de Luis XIV juntas.

Malicorne, Manicamp, Wardes… sucesores de tres famosos mosqueteros que tienen en Raúl, Vizconde de Bragelonne, el digno sucesor del fabuloso Artagnan…

Intrigas palaciegas, con una pléyade de intrigantes entre los que desfilan las más encumbradas figuras de Francia.

Las costumbres de una época de vida ociosa, preludio de la que había de ser la más sangrienta de las revoluciones de todos los tiempos: la Revolución Francesa.”

Se trata de una tarea imponente ya desde el momento en que ves los libros en la estantería. Solo con contemplarlos ya asusta. Acometer su lectura requiere planificación y esfuerzo, pues su lenguaje florido, su extraño ritmo y sus historias de otra época no ayudan a que las 900 páginas de cada tomo se lean con rapidez. No en vano, cada uno de ellos me ha llevado más de un mes. 

El vizconde de Bragelonne es el cuarto de los libros de Los Mosqueteros, situado diez años después de los sucesos de Veinte años después, en 1660. Tras la muerte del rey Luis XIII, acaba de subir al poder el joven Luis XIV, con lo que se produce una lenta transición entre la antigua y la nueva corte, con el consiguiente baile de poderes.

 Aunque debido a su carácter episódico, la trama se disperse en varios frentes, como si de una serie actual se tratara, hay dos temas que se mantienen, apareciendo de manera recurrente.

El primero de ellos estriba los tres Mosqueteros (que son cuatro), se han convertido en figuras legendarias. TODO el mundo les conoce y les trata con deferencia, a medio camino entre la admiración, el miedo y la incredulidad. Éstos se saben los mejores en lo suyo, pero tienen sus años (rondan los 60) y están continuamente quejándose de que sus mejores años ya quedaron atrás, con la sensación de que ya están viejos para estos follones, conscientes ahora sí de que cualquiera de estas aventuras será la última. Este respeto se torna cierta condescendencia cuando interaccionan con los más jóvenes, los recién llegados a la corte, que no conocen de qué son capaces nuestros gallardos espadachines y los tratan como si fueran abuelos cebolleta que rememoran sus batallitas (hasta que se enfrentan y luego pasa lo que pasa, claro ^^).

El segundo de los temas recurrentes a lo largo del libro es el paso de los tiempos y el consiguiente cambio de valores que comporta. Los mosqueteros no se reconocen en el nuevo Rey ni en la nueva corte, más pendiente de veleidades románticas y duelos de honor que de luchar por el futuro del país y el cuidado de su gente, claramente se sienten fuera de una generación que no es la suya, defendiendo ideales que los demás ven como caducos.

Muchos personajes que conocíamos (Richelieu, Wardes) han desaparecido tras el paso del tiempo, pero nuestros personajes favoritos siguen ahí: El atontado y forzudo Porthos, el siempre afectado y honorable Athos, el intigrante seductor Aramis y el temperamental Artagnan, ahora convertido casi en un superhombre. Están viejos y achacosos, pero siguen ahí con el carisma intacto que les caracteriza. 

Nuevos actores aparecen en escena, empezando por el siempre caprichoso Luis XIV.  En un primer momento se presenta como un niño mimado lleno de inseguridades, pero a medida que avanza la novela se forja su carácter, ganando en implacabilidad y arrogancia. Se percibe en él un Rey que es incapaz de aceptar un rechazo, acostumbrado a imponer su voluntad como ley, saliéndose siempre con la suya para disfrutar de la vida. A su alrededor orbitan los grandes poderes de la Corte, como el Cardenal Mazarino, o el intendente Fouquet, ambiciosos personajes que aspiran a tomar las riendas efectivas del país, mientras el Rey se divierte de fiesta en fiesta.

Aquí Dumas, consciente de que quizás no tiene muchas coass que contar de unos personajes ya mayores, presenta a una plétora de jóvenes caballeros con ganas de comerse el mundo. Entre ellos destaca el llamado Vizconde de Bragelonne, una suerte de clon rejuvenecido de Artagnan, con la misma habilidad por la espada y el mismo poco seso a la hora de lanzarse a la aventura. El caballero Wardes, digno hijo de su padre, con su misma astucia y su misma crueldad, siempre dispuesto a fastidiar al prójimo por puro aburrimiento. Manicamp, un intrigante de baja cuna pero con los arrestos suficientes para progresar como haga falta y el manirroto Malicorne, un pequeño calzonazos lleno de nobleza y honorabilidad que, obviamente, no hace más que recibir por todos lados a la espera de tener su premio.

Es sorprendente con qué poco Dumas es capaz de crear a un personaje nuevo y hacer que lo conozcas con apenas dos líneas de descripción, lo que le viene perfecto para hilvanar nuevas tramas y saltar de una a otra con habilidad.


En ese sentido, los Mosqueteros se hallan muchas veces en facciones rivales de la trama, debiéndose enfrentar con riesgo de sus vidas. Dumas refleja aquí con habilidad el cariño y la admiración que se profesan. Pueden haberse tornado enemigos enconados, pero siempre guardan respeto ante el que saben que es un rival digno, conscientes de que su presencia en el bando rival les va a obligar a dar el máximo para triunfar, buscando además la manera de salvar a sus compañeros sin por ello perjuicio a que su facción triunfe. Se nota que son muchos años luchando juntos ^^.

La prosa de Dumas, como reflejo típico de su época, destaca por los abundantes requiebros de todos sus personajes al expresarse. Las órdenes y las expresiones directas son conceptos deshonrosos, pues tu Rey no debe ordenar sino que basta con expresar un deseo para que cualquier súbdito se vea impelido a cumplir con sus requerimientos. Lo mismo ocurre con personajes de extracción social similar, entre los que las peticiones y consejos son atentados al honor. Por ello, todos los personajes hablan a base de indirectas, dejando caer frases aquí y allá con la esperanza de que el otro en la conversación pille la intención del mensaje. Esto produce divertidos y delirantes diálogos de besugos cuando entre ellos no pueden (o no quieren) entenderse, obligando a reformulaciones y retoques para ser más asertivos sin llegar a ser directos.

Además, todos los personajes se encuentran completamente encorsetados dentro de lo que la sociedad espera y exige de ellos. Se nota en sus actos y sus quejas la poca libertad de elección que disponen, siempre al capricho del destino y el honor. Dejando de lado el vasallaje y los berrinches reales – que darían para páginas y páginas de comentarios-, la simple relación hombre-mujer queda perfectamente retratada. Ellos siempre, siempre, deben ser ávidos en buscar a un amor –el que sea- a profesar devoción, siempre calientes y con ganas de levantar faldas. Ellas, por su parte, deben mostrarse deseosas de atención, solícitas  y sensuales, pero al mismo tiempo resistiendo cualquier tipo de avance por muchas ganas que tengan, bajo el peligro de quedar deshonradas. Cómo además los matrimonios son uniones políticas y comerciales más que amorosas, encontramos arreglos muy extraños que provocan locura en muchos de los personajes. Unas características de comportamiento que se pueden hacer muy raras para los lectores más jóvenes, seguro.

La abundancia de paisajes, palacios, castillos y fortalezas son hábilmente retratados por Dumas. Ya sea en la temible prisión de la Bastilla, en los alegres palacios versallescos o alguna calle aleatoria de Paris, se toma su tiempo para que puedas apreciar el escenario en el que se desarrolla la acción en todo su esplendor. Estas dos características estílisticas hacen que la lectura deba ser lenta, reposada, convirtiendo en contraproducentes las prisas y los banquetazos literarios. El vizconde de Bragelonne está pensado para que te lo tomes con calma y así te fuerza el propio libro.

Su carácter episódico, publicado capítulo a capítulo, es un trasunto de las series de hoy en día, con una entrega nueva cada semana, siempre prestas a dejarte con la intriga de qué ocurrirá en el capítulo siguiente. En ese sentido, el libro no sigue una trama concreta sino que diversas historias o arcos argumentales se van sucediendo, a veces independientemente, a veces entrelazados. Así pues, es posible que algún personaje desaparezca durante 300 páginas, simplemente porque la acción está en otro lado, pero no desesperéis, estamos en manos de un buen timonel y aquí no se da puntada sin hilo.

De esta manera, asistiremos a la presentación de Bragelonne en sociedad junto con sus correspondienets enredos cortesanos, a la relación de Artagnan con el nuevo Rey y sus aventuras en Inglaterra, las intrigas de Aramis para incrementar su poder, un interludio romántico de enredo clásico con el Rey liándola parda, las peleas palaciegas entre Fouquet y Colbert y, para cerrar el libro la historia más famosa, el secreto del Hombre de la Máscara de Hierro.

Si lo ves con ojos críticos, podrás contemplar como Dumas intenta crear a lo largo del libro una nueva imaginería con los personajes recién llegados, con la idea –imagino- de continuar las tramas tras jubilar a los mosqueteros clásicos. Recordemos que estamos ante una publicación episódica, y como buena serie, debe tener su audiencia para renovar una nueva temporada. Se percibe el esfuerzo, dotando de más romanticismo y menos acción a estas historias, pero debemos entender que NO FUNCIONA, así que, en cuestión de un capítulo, se da carpetazo a todas las tramas secundarias, se vuelve a los personajes de siempre y se les da una última saga de despedida (grandiosa, todo hay que decirlo).

Nada más empezar, se siente que El hombre de la máscara de hierro será la aventura final. A medida que avanzan las páginas se hace más patente el melancólico sentido de despedida que desprende cada línea. Algo se rompe dentro de mí a medida que comprendo que, poco a poco, me va a tocar decirles adiós, especialmente en las últimas doscientas páginas, dónde la edad empieza a hacer estragos y empezamos a ver las primeras muertes. La tristeza ante la injusticia de las algunas desapariciones se clava en el alma y, estoy seguro, también en el corazón del autor.

El vizconde de Bragelonne es un verdadero fresco histórico. A lo largo de los trece años que se desarrollan en sus páginas, visitamos todos los aspectos de la corte francesa, políticos, financieros y amorosos. Todo ello poblado con unos personajes carismáticos, una bella prosa y un dulce savior-faire con el toque añejo de las cosas que fueron y nunca volverán. Como siempre con estos tocharros, se trata de un libro que leer con calma, con el que disfrutar del camino y deleitarse con unos personajes míticos. Artagnan, Athos, Aramis y Porthos… Valentía, lealtad, astucia y confianza. Un libro que sabe a despedida, con cariño y con honor, abandonando al final sus páginas con un inevitable toque nostálgico.

Un libro brillante, mastodóntico y precioso, de los que da mucha pena que se acabe.

 

Nota: 9

Nota goodreads: 4.15/5 

miércoles, 19 de agosto de 2020

Quien a hierro mata

Después de unas vacaciones bien merecidas, toca volver a la rutina y a la gran ciudad. Por lo menos parece que tengo unos días con tiempo para estas cosas. Hoy nos centramos en una de las películas más celebradas del cine español de 2019 (buena cosecha ese año, por cierto), en la que la droga, los ajustes de cuentas y la venganza se entremezclan para crear una interesante película.

Quien a hierro mata nos sitúa a un capo de la mafia gallega que sale de la cárcel por motivos de edad, siendo destinado a una residencia para pasar allí sus últimos días. Sus codiciosos hijos buscan la manera de acabar con él para así heredar el negocio, mientras que él se aferra a los últimos hilos de poder. Lo que sería una situación tensa, se pone al rojo vivo cuando el enfermero jefe encargado de cuidar de él le guarda unos cuantos agravios del pasado y se los va a cobrar uno por uno…

Paco Plaza es uno de los directores del cine patrio con un historial más sólido dentro del cine de terror y de intriga, por lo que no es de extrañar que fuera contratado para llevar a la gran pantalla este guión de Jorge Guerricaechevarría. La historia, que recuerda a las venganzas implacables de los thrillers asiáticos, es aprovechada por el director para hacer una verdadera película de género, algo poco habitual (cada vez más ^^) en este país.

Se trata de una propuesta con un presupuesto abultado para lo que se estila por estos lares, dentro de un proyecto que Plaza conoce, con lo que la parte técnica despliega músculo usado con eficiencia. La puesta en escena denota buen hacer, con una atmósfera malsana bordeando el terror, presta a dejarte el culito prieto. La oscura fotografía transforma los bajos fondos gallegos en lugares ideales para una película noir, llena de mala gente y muchas ganas de joder a los demás.

Además, tiene la suerte de contar con la inmensa habilidad de Luis Tósar de hacer de hijo de puta. Aunque aquí hace de hijodeputa bueno (ejem), sigue sorprendiéndome la habilidad para pasar de tener una sonrisita de buena persona a desplegar explosiones de violencia en apenas un fotograma. Puedo achacarle que lleva quince años haciendo el mismo papel, pero qué bien lo hace, coñe. Sin duda, la película no sería lo mismo sin él, pero el clan mafioso goza también de grandes interpretaciones. El desaparecido Xan Cejudo borda el papel patriarca lleno de rencor, con una interpretación muy trabajada a base de miradas (muchas veces de odio), mientras que el grupito de impresentables de sus hijos no se quedan atrás, brillando especialmente Enric Auquer como el más joven del clan, en un papelazo descomunal como un mafioso alocado y pasadísimo de vueltas, de los que te vuelan la cabeza sin pestañear ni darse cuenta de que le ha caído medio cerebro tuyo encima.

Con una atmósfera brillantemente conseguida, un ritmo que te pega al asiento y unos actores en estado de gracia, uno esperaría estar ante una película de las que hacen época. Lamentablemente, la historia no llega a estar a la altura, conteniendo un exceso de casualidades demasiado increíble, con una intención más efectista que efectiva. La subtrama de los chinos no funciona especialmente bien, ni los problemas con las bandas de la cárcel ni, sobretodo, la senda que lleva al desenlace, tan increíble que se hace difícil de tragar, con sobreexplicaciones que ni son necesarias ni aclaran demasiado. El envoltorio es precioso, los ingredientes son de primera, pero el sabor final tiene el deje de haber podido ser mejor.

Otro detalle a destacar de este descenso a los infiernos de Luis Tosar está en que el guión y, sobretodo, él, se esfuerza en que quede claro que es consciente de que no va a salir bien parado de ésta. Sin embargo, a él le vale, pues lleva tanta rabia dentro que sólo desea desatarla sin importar las consecuencias que vendrán después. Recuerda mucho a cualquiera de las películas de la trilogía de la venganza de Park Chan-Wook, en la que el rencor que corroe al vengador es tan devastador que las consecuencias son atroces para todos.

La película consiguió tres nominaciones a los Goya: Mejor actor para el estupendo Luis Tósar, mejor actor revelación para el fabuloso Enric Auquer y mejor sonido, como muestra del músculo técnico desplegado. Al final, solamente el joven actor catalán se llevó el premio gordo.

Este thriller presenta fallos gordos en el guión, pero destaca tanto en el resto de aspectos que permite que el viaje se disfrute y la experiencia valga la pena. Una historia de venganzas llevada hasta el infinito y más allá, con toneladas de mala leche, buenas dosis de angustia, explosiones de violencia y un puñado de actores que hacen muy bien su trabajo. Aún con sus errores, una película muy aprovechable.

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.6 

sábado, 15 de agosto de 2020

Borgen

Hoy me voy a entretener comentando una serie que tuvo su cierta tirada en su momento, hará unos diez años, pero que ahora parece completamente desaparecida, pero que yo considero casi obligatoria para ver antes de hablar a lo loco de política. En la barra del bar todos nos engorilamos cuando explicamos qué haremos cuando seamos los presidentes del gobierno. ¿Y qué pasaría en la realidad si, de repente, acabamos elegidos como tales?

 

Ésta es la premisa inicial de Borgen. En el primer capítulo de la serie, un partido minoritario, dispuesto y preparado a ser una oposición ruidosa y contestataria, se ve arrojado a la presidencia por una serie de inesperadas casualidades. De repente, se ven en la obligación de formar (y conservar) un gobierno, de negociar con unos partidos y con otros, enfrentando sus ideas políticas con la realidad, mientras los medios de comunicación están bien prestos a masacrarlos. Durante tres temporadas seguiremos los avatares de Birgitte Nyborg y su equipo político, lo que nos meterá en los entresijos del Borgen, el edificio del parlamento danés, que da nombre también a la serie.

Así pues, no tendremos una serie de acción, ni una serie centrada en las relaciones entre personajes. Borgen es una serie política, con muchos discursos y muchas ideas, pero sobretodo, es una serie sobre las consecuencias del poder. Nos habla de la coherencia con las ideas, de la necesidad de renunciar para poder negociar, la diferencia entre el aparentar y el ser y la conveniencia entre hacer lo correcto, lo decente y lo legal. Utilizando la legislatura como trama de fondo a lo largo de cada temporada, se centra en los problemas del día a día del Gobierno. A veces tiene que afrontar las dificultades para implementar las grandes ideas del partido, se enfrenta a extraños dilemas internacionales que te impiden tomar las decisiones que te gustaría o tiene que parar cualquier otra acción para solventar el marrón en que te ha metido el bocachancla del ministro al que no soportas pero que debes mantener ahí. Además, la serie en ningún momento se posiciona sobre si las derechas son mejores que las izquierdas. Se hace obvio de qué pie cojean los autores, pero deja bien claro que jetas y malvados hay en todos los sectores de la sociedad.

La serie se sostiene por el buen hacer de la protagonista sobre la que gira toda la historia. Sidse Babett Knudsen (que luego hemos visto en Westworld) encarna a la perfección la imagen de una persona cualquiera, de fuertes ideales y ganas de mejorar las cosas, a la que le empiezan a llover las tortas de realidad sin que sea capaz de ver desde dónde le vienen. Con el paso del tiempo, el poder (y la vida) la va cambiando, mostrándose hábilmente la metamorfosis que el personaje va sufriendo, de persona a política profesional.

A su alrededor, orbitan toda la plétora de asesores y demás ministros que deben oscilar entre la obediencia debida, su agenda propia y la capacidad de discrepar sin causar problemas. El mejor de todos, un auténtico ladrón de escenas, es su asesor de prensa, Kasper Juul , interpretado por Pilou Asbaek, al que luego hemos visto como un vergonzoso Euron Greyjoy en Juego de Tronos. A diferencia de su jefa, Kasper es un ser completamente amoral dispuesto a todo para sacar adelante su trabajo y hacer que el pueblo considere a Birgitte Nyborg la presidenta ideal, enseñando los mejores ángulos, manejando los tiempos, maquillando los resultados o mintiendo flagrantemente, pero siempre de manera que no pueda salpicar a su jefa (que además se enfada cuando le pilla usando técnicas poco éticas).

El día a día en Borgen tampoco se explicaría sin los rivales políticos de Birgitte Nyborg, personajes a los que quizá llega a odiar, pero que tiene que soportar en su día a día, saludándolos con su mejor sonrisa y, buscando, con mayor o menos desesperación, puntos de apoyo con los que apuntalar su gobierno y poder mantener el poder una mañana más. Como buenos líderes de partido, tienen carisma de sobras para sacar adelante sus ideas (o no), saben dialogar cuando conviene (aspecto sorprendente respecto a la política que estamos acostumbrados) y pueden parecer bienintencionados, pero no dudan en lanzarse como chacales cuando huelen sangre. De entre todos, no puedo si no destacar la entrañable excentricidad del peligroso líder del partido de extrema derecha, Svend Åge Saltum, fantásticamente interpretado por el ya desaparecido Ole Thestrup.

Ahí es cuando la serie muestra todas sus armas, destripando a la perfección todo el teatro que se produce entre bambalinas, con la lucha de poder que se produce entre los partidos, los pactos extraños y los entresijos que llevan a las decisiones más inesperadas. En ese sentido, desborda un realismo y una credibilidad que contrasta con el espectáculo gratuito de House of Cards y el idealismo exacerbado de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Hay buenas decisiones, meteduras de pata, cesiones necesarias y extraños compañeros de cama forzados por las circunstancias. Canelita pura repleta de buenos diálogos en los que los personajes se permiten ser humanos, tener fallos y olvidos, odios enconados y tragaderas para comerse sapos de diferente tamaño. Se muestran con habilidad las dificultades de gobernar ante la adversidad o el favor de la industria, la oposición y los medios de comunicación.

Son éstos los últimos a destacar dentro de la serie. Visitamos de manera habitual dos redacciones que viven su día a día a su manera. Por un lado, tenemos al canónico noticiero que vende seriedad e imparcialidad en sus programas, defendiendo un análisis político aséptico y constructivo. Como el director del programa y Nyborg son grandes amigos, siempre están prestos para echar un capote cuando hace falta, pero al mismo tiempo, los creadores de la serie son hábiles al reflejar que siguen siendo periodistas y que, si la historia vale la pena, no hay favores que valgan. Enfrente tenemos el panfleto que busca el escándalo continuo, siempre presto a manipular y escandalizar en pos de un gran titular y un aumento de las ventas. En un primer momento parece un siervo atento de la oposición, pero pronto veremos que no se casan con nadie y todo el motivo de escarnio si la ocasión lo requiere. Personajes bien construidos que muestran al periodista carroñero que todo profesional lleva dentro, por mucha pátina ética que quieran ponerle. Además, en muchos casos funcionan como semáforo de las opiniones del pueblo, sirviendo eficazmente para que nos enteremos del efecto que tienen las decisiones del Gobierno en el día a día del ciudadano.

Siempre desde estos tres sectores, la presidencia con sus asesores, los rivales políticos y la prensa, tendremos un retrato poco amable pero verosímil de las andanzas de un Gobierno, con todos los sinsabores y las pocas alegrías que acarrean el ejercicio del poder.

Durante la primera temporada se narra el primer año de legislatura. Desde que Birgitte Nyborg consigue inesperadamente el poder, se nos narran la vital importancia de las primeras decisiones, las prebendas que acompañan a los primeros días de gracia (jé) y, sobretodo, los muros con los que chocas al intentar poner en práctica las políticas del partido. Se hace especial hincapié en los extraños equilibrios de poder dentro de las coaliciones, donde los tiras y aflojas convierten a tu mayor aliado (el partido con el que gobiernas) es también tu mayor enemigo (el que tiene más posibilidades de quitarte votos en las siguientes elecciones). Se comprende la inesperada utilidad de las patadas hacia arriba y la incómoda aleatoriedad con la que los marrones pueden aparecer y echar cualquier planificación al traste. En una de las mejores temporadas de las que cualquier serie gustaría alardear, encontramos un compendio de grandes argumentos, diálogos llenos de entrañable patetismo, unos personajes impecablemente escritos e interpretados y unas enseñanzas que todos deberían aprender. En serio, si os interesa la política, ésta temporada es imprescindible.

La segunda temporada da un salto hacia adelante, situándonos en el último año de presidencia. Durante este tiempo, como suele pasar, la vida sigue. Algunas caras han cambiado de sitio, actores nuevos se han mostrado en escena y otros se ven obligados a retirarse. Sin dejarse de lado el día a día de la política, la serie se centra más en el desgaste que el poder provoca en la vida de todos. Las familias de Nyborg, Juul y los demás se han covnertido en celebridades y sufren el acoso de periodistas y fans, soportando en sus carnes los inconvenientes que provoca el éxito personal de los demás. Se refleja especialmente el hastío que provoca la tensión continua, abandonada ya la ilusión del primer año, con muchos personajes que empiezan a tener otras prioridades. Desde el punto de vista político, uno de los temas principales es la decisión (o no) de Nyborg de presentarse a una reelección. Inicialmente prometió estar sólo un mandato, pero claro, a esto del poder se le coge gusto y pasa lo que pasa… Si la serie gozaba de una primera temporada de bandera, la segunda no es precisamente peor. Los temas se centran más en los aspectos éticos de la actividad antes que el día a día de la política, con un interesante desarrollo de personajes, especialmente de aquellos en los que la cámara (real) no suele fijarse. Me ha gustado especialmente la fluidez con la que se te muestra el paso del tiempo, dejándote caer lo mucho que ha ocurrido en los años que no se te enseñan, dando un destino lógico y verosímil a todos los personajes hasta el punto de partida de la temporada, un detalle que se aleja de muchas propuestas similares, que parecen “congelar” la vida de los personajes cuando hay un salto temporal de este estilo.

Finalmente, la tercera temporada nos avanza otros 6-8 años. En este momento, Nyborg y sus compañeros ya se han retirado de la política y se dedican a sus labores aquí y allá. En lo que debería ser una noche de inmensa celebración, Nyborg ve un mitin de su antiguo partido, en el que el candidato actual menosprecia con saña sus años en el gobierno. Esto la obliga a hacer balance a su vida, llegando a la conclusión de que estos advenedizos necesitan unas buenas clases de política y ella es la mejor candidata para ello (toma ego), por lo que decide volver al ruedo. Cuando se hace evidente que su retorno no va a ser bienvenido en un partido que ha cambiado de estilo, se viene muy arriba y crea un nuevo partido para tomar el poder. Así pues, entre comentarios despectivos, bufidos de incredulidad y arrebatos de fans no especialmente lúcidos, asistimos al proceso de la creación de un nuevo partido, las ilusiones por las posibilidades, el ímpetu de las nuevas empresas, las luchas por hacerse relevantes, junto con los primeros pisotones para marcar territorio y el saboteo de los partidos más establecidos cuando un nuevo jugador aparece en escena. Se trata sin duda de la temporada más floja de las tres, no tanto por lo que se cuenta ni por sus reflexiones sobre la política, sino por la pobreza de sus diálogos y el mejorable desarrollo del carácter de muchos personajes, que parecen simplemente aparecer en pantalla porque los conocíamos de antes sin que tengan nada nuevo que contar sobre ellos. Además, lo que antes era una serie muy coral con multitud de aspectos a reflejar, se simplifica en gran medida, centrándose casi únicamente en los avatares de Nyborg y su orgullo.

Así pues, tenemos 3 temporadas de 10 capítulos, cada uno de ellos entre los 50-55minutos, con poco relleno, especialmente importante como retrato de las miserias de la política, con los mamoneos y las puñaladas que vienen en consecuencia. Además, la asepsia con la que se muestra le diferencia de otras series bastante más rockanrolleras dentro del género, dando a veces la impresión de estar viendo un documental novelado antes que una serie. Los puñetazos de realidad que proporciona se hacen imprescindibles para comprender qué ocurre entre las bambalinas de los gobiernos y los extraños compañeros de cama que a veces ocurren.


Con una primera temporada imprescindible, una segunda altamente recomendable y una tercera algo más irregular, se trata de una serie que gustará a todos aquellos que disfrutan de un guión férreo, buenas actuaciones y temas de debate tras cada capítulo. Aunque actualmente no está en ninguna de las plataformas, sus DVDs son fáciles de conseguir en tiendas y bibliotecas. Además, hace unos pocos días se ha anunciado una cuarta temporada que se estrenará en Netflix, por lo que probablemente aparcerá pronto por allí. No os la perdáis, es muy grande.


Nota:
10, 9  y 6

Nota filmaffinity: 8.0

No deja de sorprenderme el grado de exigencia que mantiene el pueblo con los políticos de la serie, especialmente si los comparo con el elenco de nuestros políticos actuales. ¡Si hasta el más corrupto de la serie parecería alguien decente en nuestro país!