Hoy me voy a entretener comentando una serie que
tuvo su cierta tirada en su momento, hará unos diez años, pero que ahora parece
completamente desaparecida, pero que yo considero casi obligatoria para ver
antes de hablar a lo loco de política. En la barra del bar todos nos
engorilamos cuando explicamos qué haremos cuando seamos los presidentes del
gobierno. ¿Y qué pasaría en la realidad si, de repente, acabamos elegidos como
tales?
Ésta es la premisa inicial de Borgen. En el primer capítulo de la serie, un partido minoritario, dispuesto y preparado a ser una oposición ruidosa y contestataria, se ve arrojado a la presidencia por una serie de inesperadas casualidades. De repente, se ven en la obligación de formar (y conservar) un gobierno, de negociar con unos partidos y con otros, enfrentando sus ideas políticas con la realidad, mientras los medios de comunicación están bien prestos a masacrarlos. Durante tres temporadas seguiremos los avatares de Birgitte Nyborg y su equipo político, lo que nos meterá en los entresijos del Borgen, el edificio del parlamento danés, que da nombre también a la serie.
Así pues, no tendremos una serie de acción, ni una serie centrada en las relaciones entre personajes. Borgen es una serie política, con muchos discursos y muchas ideas, pero sobretodo, es una serie sobre las consecuencias del poder. Nos habla de la coherencia con las ideas, de la necesidad de renunciar para poder negociar, la diferencia entre el aparentar y el ser y la conveniencia entre hacer lo correcto, lo decente y lo legal. Utilizando la legislatura como trama de fondo a lo largo de cada temporada, se centra en los problemas del día a día del Gobierno. A veces tiene que afrontar las dificultades para implementar las grandes ideas del partido, se enfrenta a extraños dilemas internacionales que te impiden tomar las decisiones que te gustaría o tiene que parar cualquier otra acción para solventar el marrón en que te ha metido el bocachancla del ministro al que no soportas pero que debes mantener ahí. Además, la serie en ningún momento se posiciona sobre si las derechas son mejores que las izquierdas. Se hace obvio de qué pie cojean los autores, pero deja bien claro que jetas y malvados hay en todos los sectores de la sociedad.
La serie se sostiene por el buen hacer de la
protagonista sobre la que gira toda la historia. Sidse Babett Knudsen (que
luego hemos visto en Westworld)
encarna a la perfección la imagen de una persona cualquiera, de fuertes ideales
y ganas de mejorar las cosas, a la que le empiezan a llover las tortas de
realidad sin que sea capaz de ver desde dónde le vienen. Con el paso del
tiempo, el poder (y la vida) la va cambiando, mostrándose hábilmente la
metamorfosis que el personaje va sufriendo, de persona a política profesional.
A su alrededor, orbitan toda la plétora de asesores y demás ministros que deben oscilar entre la obediencia debida, su agenda propia y la capacidad de discrepar sin causar problemas. El mejor de todos, un auténtico ladrón de escenas, es su asesor de prensa, Kasper Juul , interpretado por Pilou Asbaek, al que luego hemos visto como un vergonzoso Euron Greyjoy en Juego de Tronos. A diferencia de su jefa, Kasper es un ser completamente amoral dispuesto a todo para sacar adelante su trabajo y hacer que el pueblo considere a Birgitte Nyborg la presidenta ideal, enseñando los mejores ángulos, manejando los tiempos, maquillando los resultados o mintiendo flagrantemente, pero siempre de manera que no pueda salpicar a su jefa (que además se enfada cuando le pilla usando técnicas poco éticas).
El día a día en Borgen tampoco se explicaría sin los rivales políticos de Birgitte Nyborg, personajes a los que quizá llega a odiar, pero que tiene que soportar en su día a día, saludándolos con su mejor sonrisa y, buscando, con mayor o menos desesperación, puntos de apoyo con los que apuntalar su gobierno y poder mantener el poder una mañana más. Como buenos líderes de partido, tienen carisma de sobras para sacar adelante sus ideas (o no), saben dialogar cuando conviene (aspecto sorprendente respecto a la política que estamos acostumbrados) y pueden parecer bienintencionados, pero no dudan en lanzarse como chacales cuando huelen sangre. De entre todos, no puedo si no destacar la entrañable excentricidad del peligroso líder del partido de extrema derecha, Svend Åge Saltum, fantásticamente interpretado por el ya desaparecido Ole Thestrup.
Ahí es cuando la serie muestra todas sus armas,
destripando a la perfección todo el teatro que se produce entre bambalinas, con
la lucha de poder que se produce entre los partidos, los pactos extraños y los
entresijos que llevan a las decisiones más inesperadas. En ese sentido,
desborda un realismo y una credibilidad que contrasta con el espectáculo
gratuito de House of Cards y
el idealismo exacerbado de El Ala Oeste de la Casa
Blanca. Hay buenas decisiones, meteduras de pata, cesiones necesarias y
extraños compañeros de cama forzados por las circunstancias. Canelita pura
repleta de buenos diálogos en los que los personajes se permiten ser humanos,
tener fallos y olvidos, odios enconados y tragaderas para comerse sapos de
diferente tamaño. Se muestran con habilidad las dificultades de gobernar ante
la adversidad o el favor de la industria, la oposición y los medios de comunicación.
Son éstos los últimos a destacar dentro de la serie. Visitamos de manera habitual dos redacciones que viven su día a día a su manera. Por un lado, tenemos al canónico noticiero que vende seriedad e imparcialidad en sus programas, defendiendo un análisis político aséptico y constructivo. Como el director del programa y Nyborg son grandes amigos, siempre están prestos para echar un capote cuando hace falta, pero al mismo tiempo, los creadores de la serie son hábiles al reflejar que siguen siendo periodistas y que, si la historia vale la pena, no hay favores que valgan. Enfrente tenemos el panfleto que busca el escándalo continuo, siempre presto a manipular y escandalizar en pos de un gran titular y un aumento de las ventas. En un primer momento parece un siervo atento de la oposición, pero pronto veremos que no se casan con nadie y todo el motivo de escarnio si la ocasión lo requiere. Personajes bien construidos que muestran al periodista carroñero que todo profesional lleva dentro, por mucha pátina ética que quieran ponerle. Además, en muchos casos funcionan como semáforo de las opiniones del pueblo, sirviendo eficazmente para que nos enteremos del efecto que tienen las decisiones del Gobierno en el día a día del ciudadano.
Siempre desde estos tres sectores, la presidencia
con sus asesores, los rivales políticos y la prensa, tendremos un retrato poco
amable pero verosímil de las andanzas de un Gobierno, con todos los sinsabores
y las pocas alegrías que acarrean el ejercicio del poder.
Durante la primera temporada se narra el primer año de legislatura. Desde que Birgitte Nyborg consigue inesperadamente el poder, se nos narran la vital importancia de las primeras decisiones, las prebendas que acompañan a los primeros días de gracia (jé) y, sobretodo, los muros con los que chocas al intentar poner en práctica las políticas del partido. Se hace especial hincapié en los extraños equilibrios de poder dentro de las coaliciones, donde los tiras y aflojas convierten a tu mayor aliado (el partido con el que gobiernas) es también tu mayor enemigo (el que tiene más posibilidades de quitarte votos en las siguientes elecciones). Se comprende la inesperada utilidad de las patadas hacia arriba y la incómoda aleatoriedad con la que los marrones pueden aparecer y echar cualquier planificación al traste. En una de las mejores temporadas de las que cualquier serie gustaría alardear, encontramos un compendio de grandes argumentos, diálogos llenos de entrañable patetismo, unos personajes impecablemente escritos e interpretados y unas enseñanzas que todos deberían aprender. En serio, si os interesa la política, ésta temporada es imprescindible.
La segunda temporada da un salto hacia adelante, situándonos en el último año de presidencia. Durante este tiempo, como suele pasar, la vida sigue. Algunas caras han cambiado de sitio, actores nuevos se han mostrado en escena y otros se ven obligados a retirarse. Sin dejarse de lado el día a día de la política, la serie se centra más en el desgaste que el poder provoca en la vida de todos. Las familias de Nyborg, Juul y los demás se han covnertido en celebridades y sufren el acoso de periodistas y fans, soportando en sus carnes los inconvenientes que provoca el éxito personal de los demás. Se refleja especialmente el hastío que provoca la tensión continua, abandonada ya la ilusión del primer año, con muchos personajes que empiezan a tener otras prioridades. Desde el punto de vista político, uno de los temas principales es la decisión (o no) de Nyborg de presentarse a una reelección. Inicialmente prometió estar sólo un mandato, pero claro, a esto del poder se le coge gusto y pasa lo que pasa… Si la serie gozaba de una primera temporada de bandera, la segunda no es precisamente peor. Los temas se centran más en los aspectos éticos de la actividad antes que el día a día de la política, con un interesante desarrollo de personajes, especialmente de aquellos en los que la cámara (real) no suele fijarse. Me ha gustado especialmente la fluidez con la que se te muestra el paso del tiempo, dejándote caer lo mucho que ha ocurrido en los años que no se te enseñan, dando un destino lógico y verosímil a todos los personajes hasta el punto de partida de la temporada, un detalle que se aleja de muchas propuestas similares, que parecen “congelar” la vida de los personajes cuando hay un salto temporal de este estilo.
Finalmente, la tercera temporada nos avanza otros 6-8 años. En este momento, Nyborg y sus compañeros ya se han retirado de la política y se dedican a sus labores aquí y allá. En lo que debería ser una noche de inmensa celebración, Nyborg ve un mitin de su antiguo partido, en el que el candidato actual menosprecia con saña sus años en el gobierno. Esto la obliga a hacer balance a su vida, llegando a la conclusión de que estos advenedizos necesitan unas buenas clases de política y ella es la mejor candidata para ello (toma ego), por lo que decide volver al ruedo. Cuando se hace evidente que su retorno no va a ser bienvenido en un partido que ha cambiado de estilo, se viene muy arriba y crea un nuevo partido para tomar el poder. Así pues, entre comentarios despectivos, bufidos de incredulidad y arrebatos de fans no especialmente lúcidos, asistimos al proceso de la creación de un nuevo partido, las ilusiones por las posibilidades, el ímpetu de las nuevas empresas, las luchas por hacerse relevantes, junto con los primeros pisotones para marcar territorio y el saboteo de los partidos más establecidos cuando un nuevo jugador aparece en escena. Se trata sin duda de la temporada más floja de las tres, no tanto por lo que se cuenta ni por sus reflexiones sobre la política, sino por la pobreza de sus diálogos y el mejorable desarrollo del carácter de muchos personajes, que parecen simplemente aparecer en pantalla porque los conocíamos de antes sin que tengan nada nuevo que contar sobre ellos. Además, lo que antes era una serie muy coral con multitud de aspectos a reflejar, se simplifica en gran medida, centrándose casi únicamente en los avatares de Nyborg y su orgullo.
Así pues, tenemos 3 temporadas de 10 capítulos, cada uno de ellos entre los 50-55minutos, con poco relleno, especialmente importante como retrato de las miserias de la política, con los mamoneos y las puñaladas que vienen en consecuencia. Además, la asepsia con la que se muestra le diferencia de otras series bastante más rockanrolleras dentro del género, dando a veces la impresión de estar viendo un documental novelado antes que una serie. Los puñetazos de realidad que proporciona se hacen imprescindibles para comprender qué ocurre entre las bambalinas de los gobiernos y los extraños compañeros de cama que a veces ocurren.
Con una primera temporada imprescindible, una
segunda altamente recomendable y una tercera algo más irregular, se trata de
una serie que gustará a todos aquellos que disfrutan de un guión férreo, buenas
actuaciones y temas de debate tras cada capítulo. Aunque actualmente no está en
ninguna de las plataformas, sus DVDs son fáciles de conseguir en tiendas y
bibliotecas. Además, hace unos pocos días se ha anunciado una cuarta temporada
que se estrenará en Netflix, por lo que probablemente aparcerá pronto por allí.
No os la perdáis, es muy grande.
Nota: 10, 9
y 6
Nota filmaffinity: 8.0
No deja de sorprenderme el grado de exigencia que
mantiene el pueblo con los políticos de la serie, especialmente si los comparo
con el elenco de nuestros políticos actuales. ¡Si hasta el más corrupto de la
serie parecería alguien decente en nuestro país!
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