Pérez-Reverte tiende a ser un autor que leo con gusto, y si además me viene uno de sus libros en la Cesta’13 (#50), pues no le haremos un feo.
Título:
El tango de la Guardia Vieja
Autor:
Arturo Pérez-Reverte
“«Una pareja de jóvenes
apuestos, acuciados por pasiones urgentes como la vida, se mira a los ojos al
bailar un tango aún no escrito, en el salón silencioso y desierto de un
transatlántico que navega en la noche. Trazando sin saberlo, al moverse
abrazados, la rúbrica de un mundo irreal cuyas luces fatigadas empiezan a
apagarse para siempre.»
Un extraño desafío entre dos músicos, que lleva a uno de ellos a Buenos Aires
en 1928; un asunto de espionaje en la Riviera francesa durante la Guerra Civil
española; una inquietante partida de ajedrez en el Sorrento de los años
sesenta...
El
tango de la Guardia Vieja narra
con pulso admirable una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e
intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso
y fascinante, entre la luz crepuscular de una época que se extingue.”
Como siempre, uno nunca sabe qué esperar al abrir un libro de este autor. Toca todos los palos y tiende a hacerlo con talento. ¿Será de gánsteres? ¿Mucha historia? ¿Aventuras épicas? Aquí tenemos una historia de amor a la antigua usanza, con personajes que denotan cierto regusto añejo, de cómo se contaban las cosas en la era dorada de Hollywood, con el glamuroso lujo de los potentados del momento, ávidos de saborear el exotismo de los locales sórdidos y peligrosos. Incluso se percibe cierto regocijo en esta manera anacrónica de relatar y sentir, pues el propio narrador –el protagonista, que recuerda como fueron las cosas cuando era joven- comenta abundantes referencias a los relatos de Bogart de los años 40-50. Películas como El sueño eterno o Tener o no tener, se perciben como obvias influencias, tanto en el carácter de los personajes, la trascendencia de las pasiones o en las detalladas descripciones de los ambientes lujosos y las fiestas llenas de elegancia.
Como buen Bogart de época, tenemos al canalla Max Costa. Un dandy de los años 30, lleno de elegancia y savoir faire, seductor incansable y bailarín lleno de recursos, pero también gigoló, tomador y ladrón de guante blanco cuando la ocasión lo requiere. Es arrogante y orgulloso, capaz de escabullirse de cualquier situación a base de morro y palique. La influencia del cine negro y los vodeviles de la época es innegable, tanto en su carácter como en sus actos.
La
indudable belleza causa de todas las vicisitudes de la trama es Mecha Izunza.
Se aleja del tropo (tampoco mucho) de la mujer fatal, presentándote a una mujer
que se sabe florero en sus funciones, pero al mismo tiempo maneja una agenda
propia, ambiciosa en sus aspiraciones e implacable con sus decisiones, pero al
mismo tiempo enamorada y llena de pasión. Como debe ser en estos casos, es una
bailarina de primera, con una belleza exótica por la que los hombres se
derriten, lo que le permite hacer lo que sea necesario para vivir mejor.
Para completar el inevitable trío amoroso, tenemos al pervertido Armando de Troyes, un compositor de éxito de cartera abundante y un ego del tamaño de un portaaviones. Armado con la seguridad que otorga ser una celebridad, con el poderoso Don Dinero de su lado, hace y deshace a su antojo, con un par de secretos oscuros y detallitos enigmáticos que lo hacen más interesante. Se posiciona desde el segundo uno como el malvado de la historia, pero se hace curioso contemplar cómo, a medida que pasan las páginas, vas comprendiendo que, muy a su modo, es buena gente.
Los tres conforman un triángulo amoroso en el que todos se utilizan a todos. Se guardan aprecio, es patente que les importa el futuro de los demás, pero al mismo tiempo, no pueden evitar ser quienes son, comportándose egoístamente por su propio beneficio, sintiendo el dolor que causan, pero no pudiendo evitar las consecuencias de sus actos. No hay “buenos” en este libro, ni en el sentido de la moral ni en la virtud. Son personajes rotos, que lamentan sus errores, sin saber comportarse de otra manera que pisoteando a los que tienen la desgracia de pasar a su alrededor, con la consecuente tragedia que sucede a su paso. Quizás lo más sorprendente, son personajes tan humanamente falibles, que incluso se acaban haciendo simpáticos.
Como
suele ocurrir en las novelas de Reverte, se documenta profusamente sobre los
temas que ha de tratar, convirtiendo a veces el libro en un ensayo novelado
sobre el tema, antes que una historia en sí. En este caso está muy bien
equilibrado, justificando dentro de la trama todos los detalles que se nos
aportan, sin que dé la impresión de que Pérez-Reverte esté fardando de lo mucho
que se ha documentado.
Por
un lado, tenemos mucho espacio dedicado a la historia del tango, desde sus
orígenes a los porqués de la pasión que despierta y los sentimientos con los
que se vive. Cada charla sobre el tema está introducida con talento. No se
detiene la trama para “hacer una clase magistral al lector”, sino que su
explicación viene dada de manera orgánica, con fragmentos bien hilvanados, que
parecen estar para que los personajes aprendan todas las sutilezas del baile.
Se adapta el tono y los conocimientos a los que tendría alguien de la época,
dando a cada diálogo una verosimilitud inusual en estos casos.
Lo mismo ocurre cuando se describe el tenso ambiente de los torneos de ajedrez de Sorrento. Pérez-Reverte realiza un trabajo de orfebrería retratando cada detalle, tanto en las salas donde se juega como en las habitaciones donde (no) se descansa. Como alguien que se ha hallado en circunstancias similares, no puedo sino felicitar lo bien que se ha captado la atmósfera, con todos los posibles personajes que podrías encontrar representados con mimo y acierto. Se palpa la tensión en cada jugada, las reacciones de los espectadores son las reales y todo el teatro entre bambalinas recuerda mucho al que tendría cualquier jugador entre rondas.
Su
compleja arquitectura narrativa está llena de detalles y pinceladas de cada
época, con un tono marcadamente distintivo en cada momento temporal. Por ello,
se hace difícil leer este libro rápidamente. Las páginas no fluyen, sino que
requiere cierto esfuerzo mental por ver el progreso a lo largo de la historia.
No se llega a hacer pesado, pero -permítanme la licencia- es como bailar un
tango, tienes que empujar el texto, sintiendo su tensión a medida que se
desliza lentamente de una página a otra….
Tenemos
tres partes bien diferenciadas:
Primero
empezamos a principios de los años treinta, en un crucero de lujo que luego
conducirá a las peligrosas calles de Buenos Aires. Conocemos aquí a todos los
personajes, que disfrutan del riesgo de los amores prohibidos, jugándose quizás
más de lo que sería conveniente en cada baile. El tango, la decadencia y las
traiciones personales dominan esta parte, con especial incisión en los
pervertidos antros de la capital argentina, donde todo está permitido si uno
está dispuesto a poner en juego su vida.
La
segunda parte nos sitúa en Niza, a finales de la Guerra Civil española. Nuestro
protagonista se ve implicado en una trama de espías donde está en juego el
destino de la guerra. Como no puede ser de otra manera, Mecha está también implicada en el percal, lo que le añade un nuevo
punto de tensión a una pequeña historia muy intensa llena de intrigas,
traiciones y, sobretodo, la sensación de que el mundo que conocemos (que
nuestros personajes han conocido) llega a su fin.
Finalmente,
nos hallaremos en los años 60, bien entrada la guerra fría, enfrascados en un
torneo de ajedrez en el que, por azares de la vida se vuelven a reunir nuestros
enamorados personajes. Además de toda la intriga por el devenir del torneo, en
el que el honor de los dos mundos del momento se pone en juego, nuestros
personajes dudan entre darse una nueva oportunidad que quizás sea la
definitiva, reflexionando sobre el sacrificio personal, la nostalgia por lo que
fue y lo que pudo ser, mientras los pecados del pasado atrapan a cada uno de
los personajes.
A
lo largo de todas las páginas se desarrollan múltiples líneas argumentales, que
se entrelazan con fuerza, con el tiempo influyendo en las decisiones que se
toman, lo que comporta un desarrollo complejo, pero enhebrado con talento. El
propio autor da la imagen perfecta de ello, pues uno de sus personajes llega a
comparar la relación que se produce como una partida de ajedrez a distancia, en
la que ambos jugadores están continuamente adivinando el siguiente movimiento
de su contrincante y adelantándose a su reacción, con las consecuencias no tan
obvias de sus actos.
Tanto
cambio de ambiente provoca que sea difícil de incluir en un género. Está claro
que es una novela histórica, pero tenemos presencia muy clara de romance,
erotismo y thriller. Eso sí, siempre escrito con mimo, acción bien pensada y
algunos aciertos realmente inventivos (el tango sin música es asombroso). Claro
que al picotear en tantos géneros el conjunto no es del todo perfecto,
necesitando el esfuerzo del lector para juntar todas las piezas. No se trata de
un libro que leer distraídamente, sino que obliga a que pongas tu atención
(tampoco nos pasemos, ojo) en lo que estás leyendo.
Uno de los detalles que más me gusta es el tema de fondo –ya recurrente en el autor- de “la guardia vieja”, esos personajes orgullosamente anacrónicos, que mantienen el honor de unos tiempos que ya se fueron. Tercos como mulas, mantienen su “decencia” que quizás es incomprensible, mezclando cierta ternura con algo de caspa, como últimos representantes de cuando las cosas eran “de verdad”. Otro tema recurrente en el libro es las continuas reflexiones que los personajes van dejando caer sobre cómo nuestras decisiones influyen en nuestra vida, en nuestro carácter y las cosas que son, especialmente cuando los tiempos cambian y lo que fue, ya no es y no se sabe si será.
Como no puede ser de otra manera, el desenlace SPOILER juega con el afán del protagonista de ser el héroe de leyenda, ese ser trágico, incomprendido, que se impide a sí mismo encontrar una recompensa por sus denodados esfuerzos. Mecha le llega a decir que se permita ser feliz, aunque sea por unos pocos años, pero, ¡ay! Max se toma las circunstancias como una señal de que lo debe es sacrificarse teatralmente por su dama, como han hecho siempre los Bogart de todo el mundo. FIN SPOILER.
El tango de la guardia viaje
es un libro que uno puede leer sin que le importe un pito ninguno de los
personajes, apreciándolo como lo que es: un argumento complejo, majestuosamente
trasladado a negro sobre blanco. Su mezcla de géneros puede ser algo
desconcertante, pero contiene matices a apreciar y un aroma añejo que me ha
resultado encantador (aunque otros pueden encontrar desagradable). La novela
destila elegancia, repleta del estilo de Hollywood clásico y unos personajes de
otra época. Pérez-Reverte les dota de una profundidad inesperada, les mueve por
unas páginas llenas de descripciones vívidas y buen gusto al forjar cada frase.
Contiene todos los tropos (buenos y malos) del autor, convirtiéndose en una
propuesta MUY representativa de su estilo. Si éste es de tu agrado,
probablemente disfrutarás. Si no lo es, mejor no te acerques.
Nota:
8
Nota goodreads: 3.84
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