Mi idea era la de volver a pasar un buen rato en Casablanca, pero por estas
cosas que pasan, no recordaba por dónde la tenía. Necesitaba un detective. Por
una asociación de ideas algo extraña, acabé poniendo a Philip Marlowe y “El
sueño Eterno”.
Y he aquí una de las madres del género del cine negro. Philip Marlowe es
uno de los “inventores” de estas historias y Bogart le viene como anillo al
dedo a un personaje con una influencia descomunal en nuestra cultura. Este
sabueso curtido en mil batallas, seductor impenitente y prestigioso lanzador de
comentarios mordaces es encargado de investigar un extraño robo por un ricachón
de pasado turbio. Sin embargo, este eterno dandy de pantalones sobaqueros y
sombrero inclasificable sabe que hay algo más escondido. Nadie le ha ordenado
meter la nariz en según qué agujeros, pero la aparición de dos femmes fatales provocará que Marlowe no
pueda (ni quiera) evitar inmiscuirse…
Con esta película se produce un efecto similar al de entrar en Museo del
Prado del Cine o en la sala de filmografías del Louvre. Cada escena es una obra
de arte, una clase magistral de cómo componer una situación o situar la cámara.
Hawks es un maldito maestro. Además, por si esto fuera poco, sus actores
principales muestran un estado de gracia demencial. Pocas parejas recuerdo con
más química que este Bogart y esta Bacall. Inmensos.
Él es EL hombre, el detective. Un caballero ya anacrónico, cuya concepción
de lo correcto es difusa, tan a la vuelta de todo y desencantada de la vida que
no puede sino responder a cualquier urgencia con cinismo y mordacidad. Sin
embargo, no puede evitar romper su ética profesional cuando unos principios que
creía olvidados le asaltan y le urgen a hacer lo que se debe hacer.
Enfrente, la tentación y la sensualidad de una Lauren Bacall que despliega
perfidia y fatalidad con un encanto pocas veces igualado en la gran pantalla.
La Femme Fatale por la que los
hombres decentes pierden el sentido y el control de sus vidas. Más poderosa en
una mirada que toda la banda de delincuentes que pasean por esta destartalada
ciudad. Esta mujer tan maltratada por la vida que ha optado por hacer sufrir a
aquellos que tiene a su alrededor y que, incapaz de comprender el poder del
amor, no sabe sino destruir a los incautos a los que aprecia, lo que rompe aún
más su maltrecho corazón.
Uno de sus
defectos (si es que lo podemos considerar un defecto) reside en que su guión es
terriblemente exigente para el espectador. Estamos tan acostumbrados a
películas de obvios desenlaces y deducciones que nos los dan todo mascadito que
es fácil perderse en El Sueño eterno. No
hay ninguna concesión ni pensamiento en voz alta de los personajes. A partir de
balbuceos, preguntas veladas y acciones impulsivas debemos deducir las líneas
que faltan en las cadenas de razonamiento. Nuestra mente debe ir a mil por hora
para poder captar las sospechas y los dobles sentidos. Hawks es consciente de
ello y se vale del carisma de los personajes para sumergirte en una historia
confusa, que requiere más de un visionado para captar todos los matices y que se
permite, incluso, dejar algún asesinato sin aclarar, para desazón del
espectador (el libro también se queda así de a gusto). El desenlace supone una
brillante culminación de todo lo que hemos contemplado pero plantea el doble de
dudas de las que exigían respuesta mientras te atrapa en una espiral de humo
inteligente como pocas veces has sentido. Cada vez que pasas por sus diálogos
descubres un nuevo matiz que se te había escapado y que, ahora, más sabio, te
permite entender una reacción que parecía inexplicable…
La confusión
que desprende la enmarañada trama se refuerza con unos diálogos impagables, de
una genialidad pocas veces alcanzada, llenos de frases lapidarias y silencios
que dicen mucho más de lo que esconden. El primer visionado solo permite vislumbrar
la profundidad que transmiten los dos colosos principales, pero es a base de
insistir cuando podemos entender qué ocurre en todas aquellas partes de la
película que no se te enseña. Puede parecer que todas las escenas ya las hemos
visto. Y tendremos razón. Ya lo habremos hecho. Las hemos visto en Sin City, en Blacksad,
en Harry el Sucio,
en Sed de mal
o en Seven. El sueño
eterno es una puerta abierta a nuestro interior, cuya mística trascendió y
se convirtió en influencia para todo lo que estaba por venir. Está preparada,
desafiante, para todo aquel que quiera sumergirse en las sombras de la noche y
la distancia para contemplar un formidable espectáculo de imágenes, diálogos y
confusiones.
En resumen, El sueño eterno es un film diferente, lleno
de chispa y ritmo, que se basa en unas actuaciones de aúpa y un guión excelente
para darnos dos horas de pura intriga dirigidas por un maestro en la dirección
y la técnica. Su único pero pasa por seguir su complicadísima trama, que puede
llevar a la confusión al espectador no atento.
Es,
simplemente, EL cine negro. Todo lo que vino después en el género sale de aquí
(o casi).
Nota: 9
Nota
filmaffinity: 8.2
Me parece
curioso como Bogart, un taponcete de pantalones en los sobacos y un par de
dientes de menos tiene carisma de sobras para ser seductor incluso ahora. La
magia del cine…
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