sábado, 19 de marzo de 2016

El sueño eterno



Mi idea era la de volver a pasar un buen rato en Casablanca, pero por estas cosas que pasan, no recordaba por dónde la tenía. Necesitaba un detective. Por una asociación de ideas algo extraña, acabé poniendo a Philip Marlowe y “El sueño Eterno”.

Y he aquí una de las madres del género del cine negro. Philip Marlowe es uno de los “inventores” de estas historias y Bogart le viene como anillo al dedo a un personaje con una influencia descomunal en nuestra cultura. Este sabueso curtido en mil batallas, seductor impenitente y prestigioso lanzador de comentarios mordaces es encargado de investigar un extraño robo por un ricachón de pasado turbio. Sin embargo, este eterno dandy de pantalones sobaqueros y sombrero inclasificable sabe que hay algo más escondido. Nadie le ha ordenado meter la nariz en según qué agujeros, pero la aparición de dos femmes fatales provocará que Marlowe no pueda (ni quiera) evitar inmiscuirse…

Con esta película se produce un efecto similar al de entrar en Museo del Prado del Cine o en la sala de filmografías del Louvre. Cada escena es una obra de arte, una clase magistral de cómo componer una situación o situar la cámara. Hawks es un maldito maestro. Además, por si esto fuera poco, sus actores principales muestran un estado de gracia demencial. Pocas parejas recuerdo con más química que este Bogart y esta Bacall. Inmensos.
Él es EL hombre, el detective. Un caballero ya anacrónico, cuya concepción de lo correcto es difusa, tan a la vuelta de todo y desencantada de la vida que no puede sino responder a cualquier urgencia con cinismo y mordacidad. Sin embargo, no puede evitar romper su ética profesional cuando unos principios que creía olvidados le asaltan y le urgen a hacer lo que se debe hacer.

Enfrente, la tentación y la sensualidad de una Lauren Bacall que despliega perfidia y fatalidad con un encanto pocas veces igualado en la gran pantalla. La Femme Fatale por la que los hombres decentes pierden el sentido y el control de sus vidas. Más poderosa en una mirada que toda la banda de delincuentes que pasean por esta destartalada ciudad. Esta mujer tan maltratada por la vida que ha optado por hacer sufrir a aquellos que tiene a su alrededor y que, incapaz de comprender el poder del amor, no sabe sino destruir a los incautos a los que aprecia, lo que rompe aún más su maltrecho corazón. 


Uno de sus defectos (si es que lo podemos considerar un defecto) reside en que su guión es terriblemente exigente para el espectador. Estamos tan acostumbrados a películas de obvios desenlaces y deducciones que nos los dan todo mascadito que es fácil perderse en El Sueño eterno. No hay ninguna concesión ni pensamiento en voz alta de los personajes. A partir de balbuceos, preguntas veladas y acciones impulsivas debemos deducir las líneas que faltan en las cadenas de razonamiento. Nuestra mente debe ir a mil por hora para poder captar las sospechas y los dobles sentidos. Hawks es consciente de ello y se vale del carisma de los personajes para sumergirte en una historia confusa, que requiere más de un visionado para captar todos los matices y que se permite, incluso, dejar algún asesinato sin aclarar, para desazón del espectador (el libro también se queda así de a gusto). El desenlace supone una brillante culminación de todo lo que hemos contemplado pero plantea el doble de dudas de las que exigían respuesta mientras te atrapa en una espiral de humo inteligente como pocas veces has sentido. Cada vez que pasas por sus diálogos descubres un nuevo matiz que se te había escapado y que, ahora, más sabio, te permite entender una reacción que parecía inexplicable… 
  
La confusión que desprende la enmarañada trama se refuerza con unos diálogos impagables, de una genialidad pocas veces alcanzada, llenos de frases lapidarias y silencios que dicen mucho más de lo que esconden. El primer visionado solo permite vislumbrar la profundidad que transmiten los dos colosos principales, pero es a base de insistir cuando podemos entender qué ocurre en todas aquellas partes de la película que no se te enseña. Puede parecer que todas las escenas ya las hemos visto. Y tendremos razón. Ya lo habremos hecho. Las hemos visto en Sin City, en Blacksad, en Harry el Sucio, en Sed de mal o en Seven. El sueño eterno es una puerta abierta a nuestro interior, cuya mística trascendió y se convirtió en influencia para todo lo que estaba por venir. Está preparada, desafiante, para todo aquel que quiera sumergirse en las sombras de la noche y la distancia para contemplar un formidable espectáculo de imágenes, diálogos y confusiones.

En resumen, El sueño eterno es un film diferente, lleno de chispa y ritmo, que se basa en unas actuaciones de aúpa y un guión excelente para darnos dos horas de pura intriga dirigidas por un maestro en la dirección y la técnica. Su único pero pasa por seguir su complicadísima trama, que puede llevar a la confusión al espectador no atento. 

Es, simplemente, EL cine negro. Todo lo que vino después en el género sale de aquí (o casi).

Nota: 9
Nota filmaffinity: 8.2

Me parece curioso como Bogart, un taponcete de pantalones en los sobacos y un par de dientes de menos tiene carisma de sobras para ser seductor incluso ahora. La magia del cine…

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