Alien, el Xenomorfo. El monstruo fálico que habita
nuestras pesadillas, el ser más terrorífico que nuestra imaginación puede
generar, la criatura más mortífera que ha creado la evolución es el responsable
de llenar de miedos las pantallas de medio mundo desde su aparición a finales
de los setenta. Simplemente con recordar su nombre, nuestro subconsciente nos
recuerda lo pequeños que somos en la inmensidad cósmica, evocando miedos
insondables y seres más allá del espacio conocido.
Todo tiene origen en esta película de camioneros
espaciales claustrofóbicamente malsana, en la que los inocentes tripulantes de
un carguero son perseguidos por un ser extraño, desconocido y letal. Para un
espectador actual, resulta sorprendente la calma con la que se presenta la
situación. Scott se toma su tiempo para presentar a todos los personajes,
hacernos partícipes de su rutina cotidiana y aprendamos a distinguirlos y a
quererlos un poco. Ninguno de ellos es carne de slasher, sino compañeros que vemos cada a día en nuestro trabajo.
Después, un extraño parto (historia pura del cine) da lugar a un
ser bípedo de dientes afilados, piel pegajosa, una mala leche descomunal y una
inteligencia aún mayor. Sin embargo, tal como ocurre en Tiburón, el monstruo
apenas se muestra, es incognoscible y aberrante. Sabemos que está ahí.
Atisbamos algunas partes y contemplamos el resultado de sus acciones, las
carreras por el pasillo, los cadáveres destrozados o la sangre ácida que cae y
perfora los pisos… Pero no le vemos, no sabemos de qué es capaz y Scott puede
así acojonarnos y sorprendernos con cada nueva aparición del depredador
perfecto.
Sí, el Alien es un ser tan alejado de la humanidad que nos
desagrada en todo momento, pero no es sólo el bicho quién nos causa desazón. El
diseño de la nave está concebido para causar incomodidad. La suciedad y el
polvo de la nave se complementan con una atmósfera tensa y la amenaza latente
de una muerte salvaje e implacable. La influencia del diseño de Giger es tan
gigantesca que no podemos sino felicitar el admirable trabajo que realizó este
pervertido suizo y agradecer el buen uso que Scott hace del mismo. Las vidas de
mucha gente no habrían sido las mismas sin la capacidad que este universo
vibrante genera. Alien es una de las
obras capitales de la ciencia ficción en la pantalla grande por su irrepetible
capacidad para causarte incomodidad simplemente avivando tus propios miedos al
mismo tiempo que atrayéndote para explorar un mundo nuevo en el que alucinar
con las formas que lo pueblan y cómo estas nacen, se alimentan y matan. Todo el
género se ve sacudido por su influencia y se convierte en una obra de obligado
visionado para el que quiera profundizar y entender la ciencia ficción.
Y luego está Ripley. Después de años y años de princesas
desvalidas a las que salvar, por fin llega una mujer con iniciativa, luchadora
e intrépida. La interpretación de Sigourney Weaver sorprendió a todos y la
elevó al Olimpo de las Diosas cinematográficas.
Años tardaríamos en volver a ver una heroína que se las basta sola y que
combate hasta las últimas consecuencias en la pantalla grande. No es una mujer
imposible, no es un ideal. Simplemente, es Ripley, una teniente que hace lo que
debe hacerse cuando debe hacerse. Mola.
Ridley Scott
consigue lo más difícil en el cine: juntar imágenes impactantes, personajes
míticos y toneladas de tensión con las que mantenerte a tope durante dos horas
sin apenas recursos. La acción es constante pero sus estallidos se encuentran
perfectamente medidos y cronometrados. La película no tiene ningún punto muerto
y su entorno biotecnológico retro-futurista (toma ya) te atrapa y te lanza
hacia un horror del que es difícil salir sin haber sufrido. Queda poco por
decir que no se haya dicho ya sobre ella, salvo que se trata de una película de
obligado visionado para “disfrutar” de su tensión, intriga y claro, está, del
miedo… aunque en el espacio nadie pueda oír sus gritos.
Nota: 10
Nota filmaffinity: 8.0
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