A raíz del Código Hays, allá por los años treinta, la
tradición de los films de “género malvado” en Hollywood es la de utilizar el
cine de esparcimiento para subvertir la moral de las mentes bien pensantes.
Bajo su impronta de farsa sádica y grotesca, el cine de Tarantino es mucho más
incisivo de lo que parece, lo que se hace aún más evidente en su último film.
Tal como ha hecho Scorsese, en sus últimas realizaciones ha aprovechado para atacar los
fundamentos de la nación americana, remarcando (con estilo) la hipocresía de
sus valores, mostrando con detalle la violencia y la crueldad a través de las
que el país se ha construido, un país racista, sexista y brutal, donde todo
empieza con una oración y acaba con un ajusticiamiento, siempre bajo la mirada
venerable y bienintencionada de Abraham Lincoln.
Ésta no es una película de Tarantino como cualquier otra,
más bien es una película de Tarantino como todas las otras a la vez. Es una
síntesis particularmente sabrosa de lo que debe ser una película de la madurez
de un creador. Presenta un compendio de personajes digno de Pulp Fiction, pero encerrados como si
estuvieran en Reservoir Dogs, es
excesiva como Django desencadenado y
tiene un refinamiento estilístico que recuerda a Malditos Bastardos… incluso le permite a Samuel L. Jackson un
monólogo a la altura del Ezequiel 25.
Si el título original de The hateful eight evoca The magnificent seven, la pandilla de Los
Odiosos ocho no tienen la misma capacidad de redención que los siete
mercenarios comandado por Yul Brynner y Steve McQueen. La obertura del film,
amplia y lúgubre, magnifica la música de Morricone, las montañas cubiertas de
nieve inmaculada, donde se descubre, poco a poco, los contornos de un Cristo
crucificado, una blanca página fúnebre que nos prepara para esta historia
sanguinaria que empieza con la llegada de una diligencia y el título de un
primer capítulo que promete emociones: “Última parada antes de Red Rock”.
La diligencia tiene por pasajeros a John Ruth (Kurt
Rusell), un cazador de recomensas y a su cautiva Daisy Domergue (Jennifer Jason
Leigh). Conocido por sus inquebrantables principios, Ruth tiene intención de entregar
a su cautiva con vida para que sea colgada por la justicia (lo que dará lugar a
un puñado de buenos diálogos comparando las virtudes de un ahorcamiento formal
y una ejecución sumaria a tiros, más banal y mezquina, pero que ahorra las
molestias del transporte…). En su camino se cruza Marquis Warren (Samuel L.
Jackson), también cazador de primas y poseedor de una carta firmada por el
propio Abraham Lincoln. Chris Mannix (Walton Goggins), un renegado sudista y
próximo sheriff the Red Rock se unirá al grupo mientras que la ventisca, a lo
lejos, gana en intensidad. Es el momento de hacer escala en un pequeño refugio
de montaña. Curiosamente, la dueña no está en ella, y en su lugar se encuentran
cuatro extraños… Mientras que las penumbras y la nieve caen sobre nuestros ocho
malnacidos, no sabemos cuál (o cuáles) de ellos guarda cuentas pendientes con
los demás…
Todos los malnacidos que pueblan el refugio son feos, brutales
y desagradables, pero bueno, es Tarantino, qué esperabais. Para esta película
se ha rodeado de un puñado de grandes nombres que realizan un trabajo estupendo
y convierten al monstruo en un placer. Mención especial a Jennifer-Jason Leigh
que sobresale de un elenco de nombres que hacen de esta obra de teatro
magnificada un entretenimiento indudable. También querría destacar a Walton
Goggins, cuyo Sheriff estúpido pero inteligente sorprende por su complejidad.
Sobre los protagonsitas, Kurt Russell y Samuel L. Jackson, no creo que sea
necesario decir nada. Ya les conocemos y son la caña.
No hay ninguna duda de que no es por azar o capricho que
Tarantino haya confiado la confección de la banda sonora original a Ennio
Morricone, el compositor de Érase una vez,
y miles de westerns grabados en nuestros recuerdos. El último trabajo del creador es ciertamente
esplendoroso, sirviendo de excusa para reparar el daño causado y darle, por
fin, un Oscar por su trabajo al eterno Morricone.
Como sabemos, las películas de Tarantino son puro
onanismo y pedantería. Es un ombiliguista que hace lo que le sale del potorro y
no le importa nada lo que nadie piense. Es él quién debe quedar contento con su película, no el público. Evidentemente, esto da lugar a descontentos que no
siempre entienden o están de acuerdo con las decisiones que toma. No es algo
que le importe, claro, pero el cine vive del espectador y sus excentricidades
afectan a la respuesta del público. Por algo es un director que no deja a nadie
indiferente. En este caso, Los ocho odiosos contiene todo lo bueno
de Tarantino y yo me lo he pasado de coña con la película, pero también es desmedidamente violenta y a buen seguro los más débiles de estómago deberán apartar la mirada en
más de una ocasión. Además, encuentro que esta obra de teatro filmada (¿ya era
necesario tanto empecinamiento con la forma de grabar?) está alargada en exceso y
recortando un par de escenas y flashbacks (esa felación nevada gratuita…)
habría quedado una película más eficaz y fácil de digerir.
A pesar de su innegable violencia, la acción de Los ocho odiosos está muy restringida.
Tarantino se dedica a acumular tensión, dejar que la vena del cuello de los
personajes se hinche hasta reventar en estallidos de violencia sin par. Me
resulta curioso compararla con la acción de Wanted
(que acabo de ver). Ambas son odas al exceso sin sentido con mucho estilo,
pero se nota la maestría en la composición de escenas. Los Odiosos consiguen mucha más
efectividad con muchos menos fuegos artificiales. Qué diferencia. Qué bien pone
la cámara el maldito Tarantino…
Aun con sus excesos, Los
ocho odiosos constituye una sucesión de escenas bien tiradas que culminan
en un colofón de los que te dejan bien a gusto. Es verdad que Tarantino podría haber hecho un
esfuerzo para hacerla menos espesa, pero eso no me impide haberla disfrutado
con ganas. Este hombre siempre sabe como
divertirme y la película es decididamente suya. Si eres de su cuerda, te lo
pasarás en grande. Si no… mejor no te acerques (como siempre en este hombre).
Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.4
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