sábado, 14 de diciembre de 2019

Bohemian Rhapsody


Decididamente, este biopic ha hecho correr ríos de tinta y de saliva. De él he oído opiniones para todos los gustos, desde ponerla a parir a considerarla una obra maestra del cine. Algunos le reprochan que no sea más que un compendio de videoclips, otros desean más hincapié en la creación musical, hay quien la fustiga por contar demasiado, el de más allá reclama todo aquello que se han dejado en el tintero; Rami Malek da vida a un perfecto Freddy Mercury y al mismo tiempo es un incompetente con prótesis dentales, que si está muy edulcorado o es una película de viciosos…. Buf… Imposible hacerse una idea sin haber visto la película.

Una vez vista, ¿me gusta este Freddie? ¿Me gusta su Rhapsodia? Tomémoslo como lo que es, una ficción que a veces se apresura, pega saltitos donde le conviene, cuenta una historia, la aliña cuando le apetece, oculta algunos ángulos, pone otros en valor, rocía alguna verdad aquí y allá… Es todo el arte de contar historias: No pierdas al público en el camino, dale algo que le mantenga en tensión hasta el final, haz que sueñe y déjale un buen sabor de boca. Una apuesta ganada si se hace bien.

Quizás lo más difícil es lo que sí hace bien en Bohemian Rhapsody. Rami Malek compone a un Freddie Mercury emocionante, lleno de humor, a la vez que inseguro y frágil. La película nos sumerge en sus orígenes culturales, sociales y familiares antes de que se convierta en el icono inalcanzable. Una vida que empieza como un cuento de hadas: el inesperado ruiseñor, un patito feo destinado al sufrimiento que tiene la suerte (buscada con ganas) de convertirse en cisne. Ascenso al estrellato que no le impide sufrir problemas de racismo y homofobia, incapaz de aceptar sus diferencias por miedo al rechazo. Escuchamos los demonios interiores de Freddie, sus confianzas con los amigos, su necesidad de sentirse querido, pero sobre todo lo que vemos es su parte luminosa, su apabullante fuerza vital, su lado visionario, analítico. Disfrutamos conociendo a su séquito, los miembros de Queen en acción, sus relaciones simbióticas y sus peleas.

El guión hace elipsis extrañas, cambia la cronología de los eventos de manera gratuita, pero su efectividad da ganas de conocer más sobre el grupo. Si bien deja caer los temas escabrosos, se echa en falta un poco más de profundidad en ellos (sin tampoco caer en el voyeurismo tonto). Nos emociona ese trágico fin anticlimático de ese héroe muerto antes de hora, fallecido cuando el concepto del SIDA ni se había inventado. Este desenlace se transforma en victoria al decidir acabar la historia en el concierto del Live Aid, catártico para el grupo, que se acaba con esa canción que resume en pocas líneas una vida, que nos exhorta a no dejar caer los brazos y recitar a gritos: “We are the Champions, my Friends!”. Los quince minutos finales son una apoteosis que te pone a tope y te deja, a pesar de su desaparición, con un subidón que pide volver a repetir.

Tiene sus errores gordísimos, especialmente si conocemos un poco la historia de la banda, acaba donde no debe acabar un biopic y hace trampas al solitario, pero… mola. Es el problema de la música de Queen. No es que sea buena o mala, es que juega en otra liga, y eso ayuda a la hora de molar y dejar buen sabor de boca. Bohemian Rhapsody es como una película porno. Tienes algunos diálogos puestos entre las escenas que interesan para hilvanar algo coherente mientras flipamos con los videoclips que nos prepara. Con los mimbres de sus canciones, ¿cómo no va a funcionar?

Su música tiene tanta fuerza que se le perdona cualquier error. No cuenta la verdad, se salta la cronología (adelanta el We Will Rock you solo para poner la imagen icónica de Freddie antes, por ejemplo), hace cambios de plano muy raros y narrativamente flojea bastante. Sin embargo, está Freddie y la música de Queen. Das vida al mejor frontman de la historia y tienes iconos absolutos de la cultura atronando en pantalla, acabas poniendo COMPLETO el Live Aid como no se ha visto en ningún biopic y claro, funciona. ¡Cómo no!

Me sorprendió que, con todos sus defectos, estuviera nominada al Oscar a mejor película. Sí entendí mucho más las otras cuatro nominaciones, que sí se llevó: Mejor actor para Remi Malek (el propio Freddy) y mejor Montaje, Sonido y efectos sonoros (el Live Aid tan apoteósico).

En resumen, cuando tienes a Queen a tu servicio, te montas 130 minutos de grandes éxitos y tienes a Freddy reencarnado… cualquier error (que los hay, y gordos) se te perdona. La película mola y punto.



Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.3

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