miércoles, 3 de abril de 2019

Madagascar 3: De marcha por Europa


Y saltamos a otra película de animación de Movistar+. Hay veces que no te apetece pensar mucho que ver y su aplicación de cine saca de apurillos. Madagascar 3 fue de estas películas que me dio un señor perezote ir a ver en el cine. Ya la segunda entrega me pareció bastante floja, dándome la sensación de que estiraban el cicle de una primera parte fresca y divertida. Cuando se presentó esta tercera entrega y vi el planteamiento y el tráiler… Como que se pasaba bastante de rosca y no me molesté mucho en su existencia. Cosas tontas que hace el aburrimiento.

Así pues tenemos a Alex el león, Marty la cebra, Melman el jirafa y Gloria la hipopótamo que habían decidido quedarse a vivir en África al final de Madagascar 2. Después de unos años de inmenso aburrimiento, deciden que ya es hora de volver a Nueva York, por lo que emprenden un accidentado viaje que les lleva por media Europa. La aparición de una implacable policía francesa que busca cazar a Álex para ponerlo en su pared les obligará a enrolarse en un circo de animales. Entremedias, aprenderán sobre el poder de la amistad, la necesidad de divertirse en la vida y el esfuerzo necesario para cumplir con los sueños de cada uno.

A primera vista, puede parecer incluso un planteamiento convencional para una película destinada a los más pequeños. A la que le echéis un vistazo al tráiler comprobaréis que la cosa parece más bien urdida con una buena dosis de estupefacientes. Es una película que se pasa (y mucho) por el absurdo, perdiéndose cualquier tipo de sentido o lógica y desdibujando a unos personajes que no se parecen en nada a cualquier cosa que fueron previamente. Sin embargo, este mismo ambiente chorra le permite gozar de una insolencia gratuita que no tenía previamente, con lo que los chistes se deslizan sin complejos y ningún tipo de vergüenza. Se ríe, por tanto, gozosamente de sí misma tanto como de los tópicos de estas películas (que igualmente usa).

El detalle más valorable de Madagascar 3 estriba en su inesperada belleza. A diferencia de los agrestes (y desnudos) paisajes de la sabana, aquí tenemos paseos por Mónaco, Roma, Londres o los Alpes Suizos, retratados con mimo destacable. El diseño de todos los paisajes y los diferentes escenarios es realmente bonito, permitiendo disfrutar la vista incluso cuando la lógica o la gracia no nos llamen especialmente. A destacar las actuaciones del circo, puro descontrol lisérgico que vale la pena por sí mismas y constituyen lo mejor de la película con diferencia.

Y es que este estilo se hace necesario para soportar una historia que no guarda apenas sentido y unos irregulares chistes que no funcionan todo lo que deberían. El caso más flagrante es el de los pingüinos, que pasan de ser los secundarios que salvan la película a dar verdadera vergüenza ajena. Se agradece cuando los gags tiran hacia el slapstick facilón con la implacable policía, pues funcionan bastante mejor que cuando la película juega a ponerse ingeniosa o trascendente.


Esto se traduce también en una película que avanza a trompicones. Parece más bien que se tenían unos set-pieces pensados (y muy bonicos) y luego se ha buscado la manera de enlazarnos sin que explote un poco el engendro. Queda un poco así asá, con unos baches bien profundos que amenazan con echarte de la película. Por otro lado, hay que reconocer que tanta ida de olla le permite ser impredecible, ganando una frescura necesaria para que los mayores de 10 años puedan pasar la película.

Hay que reconocer que al final entretiene, que ya es. Puede que no valga gran cosa en su conjunto, pero algún que otro chiste funciona y luce realmente espectacular (lo mejor con diferencia). Permitirá a los más pequeños pasar 90 minutos bien entretenidos sin ser pesada para el adulto que deba supervisar la jornada.

Un último apunte, con tanta fumada, la única manera de superarlo es mandar al grupo al espacio o así…


Nota: 4
Nota filmaffinity: 5.9

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