domingo, 21 de agosto de 2016

Rocky



Si hubieras dicho a alguien en 1974 que Stallone iba a ser una estrella de la acción, se te habría reido en la cara -eso sí sabía de su existencia, claro-. Había aparecido en un par de películas eróticas, contado con papeles secundarios en otras propuestas más serias (Bananas), pero, realmente, no era nadie. Un actor más con talento de los cientos que se pueden ver pululando por Los Ángeles, amargados al ver esfumarse sus sueños de grandeza, conformándose con trabajos pequeños, y en ocasiones, turbulentos. Pero como a Rocky, le surgió una oportunidad. Una gran oportunidad. No ganó. Pero vaya si triunfó.

Rocky se aventura tímidamente en la fantasía cuando el campeón del mundo de los pesos pesados (Carl Weathers) decide programar un combate de Año Nuevo con un absoluto desconocido – en la idea de demostrar que EEUU es aún la tierra de las oportunidades. Rocky es el escogido por la simple razón de que su apodo, el Potro Italiano, es chistoso y da pie a un contraste racial que seguro le reportará dinero. Una vez lanzado el desafío, Rocky es consciente de que se trata de la oportunidad de su vida y empieza su entrenamiento. El film se inspira entonces en las películas de boxeo típicas de los años cuarenta, haciendonos partícipes del duro entrenamiento que el dueño del gimnasio local (Burgess Meredith) impone a Rocky, siguiendo un ritual muy característico, levantándose a las cuatro, bebiendo seis huevos crudos y saliendo a correr por las calles de Filadelfia antes de la batalla final.

Lo que hace a esta película extraordinaria no es que intente sorprendernos con un argumento original, con giros y complicaciones; lo que quiere es que nos impliquemos con ella a un nivel elemental, casi primario. Va sobre el heroísmo, sobre reconocer tu potencial, sobre dar lo mejor de ti y atreverte a ir a por tu chica. Tópico y manido diremos, pero no lo es, en absoluto. No lo es porque realmente funciona; Rocky apunta a nuestras entrañas y nos involucra emocionalmente, consiguiendo hacernos partícipes de su suerte. Nos sorprendemos al darnos cuenta (después de haber visto tantas películas similares) de que esta vez sí nos importa.

 Es un logro que se debe reconocer. Casi todo hay que achacárselo al esfuerzo de Stallone, que escribió esta historia y mendigó por Hollywood durante años antes de poder financiarla. Una de las condiciones que más tiraba para atrás a las productoras fue su exigencia para protagonizar la película. Ahora mismo no puedo imaginar a otro actor en la época dándole tanto empaque a Rocky como él, pero en aquel momento, la proposición sobrepasaba la temeridad. Finalmente, encontró su oportunidad, lucho con todo lo que tenía y tuvo la pizca de suerte necesaria para salir adelante.

El momento más icónico de la película, cuando Stallone, entrenando, sube las escaleras del museo de arte de Filadelfia y lanza su puño a la ciudad, es de los que ponen a todo el público a vibrar y es, al mismo tiempo, un mensaje a toda la industria cinematográfica. Ahí está la gracia, pues Rocky no habla solo del boxeo, sino de la vida, de los combates que debemos realizar cada día. A pesar de ser una película sobre el deporte, es un drama inesperadamente realista, en el que nosotros, humildes luchadores que contemplamos con cierta melancolía nuestra vida y soñamos con lo que pudiera haber sido, nos identificamos con un Stallone al que notamos como cercano (nunca lo hubiéramos dicho), admirando las desventuras de este rudo personaje. Rocky es uno de nosotros, un personaje que rebosa talento y posibilidades pero que, desilusionado ante el panorama sombrío que le rodea, se cerraba puertas e imponía limitaciones, en vez de lanzarse ante lo que puede ser el fracaso, pero también el éxito.


El director del film (John Avildsen) se encarga de aportar una factura intimista, componiendo un retrato de perdedores muy alejado de otras propuestas más sentimentalistas o idealistas, con una puesta en escena bien medida que aprovecha los relativamente reducidos recursos para convertirse en inolvidable. Inolvidable también es su carismática banda sonora que casi todo el mundo es capaz de identificar o reconocer. La “Fanfare for Rocky” o “First Date” son temas característicos que nos meten en la piel de un héroe camino a la gloria, pero es el tema de Bill Conti “Gonna fly now” el que ha trascendido para convertirse en una canción mítica de la banda sonora de nuestras vidas.

Si es que nos ponemos a tope sólo con escuchar las primeras notas…


Este film es una propuesta por la que – al igual que el mismo Rocky- nadie daba un duro, pero que se convirtió en un éxito rotundo en todo el mundo. Quizás por la cercanía de sus personajes, por la naturalidad de su desenlace, por sus brillantes diálogos (seguro sacados de la vida real del propio Stallone), por su brillante interpretación de Stallone o por su prodigiosa banda sonora, pero es una película que todo cinéfilo debe ver y disfrutar en algún momento de su vida.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.0

PD: Su éxito de público se tradujo también en un gran éxito de crítica, quedando nominado a los Osars en casi todas las categorías (era un año muy flojo, la verdad) y llevándose tres de ellos (Película, director y montaje). Algunos dirán que le robó el título a Taxi Driver, pero yo disfruto mucho más con Rocky antes que con Travis Bickle.

Publicado previamente en Cinéfagos AQUI 

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