sábado, 6 de agosto de 2016

Warcraft: El origen



Con motivo del estreno de Warcraft, en esta plataforma hemos dedicado cierto tiempo a reflexionar sobre el sub-género que constituyen las adaptaciones de los videojuegos a la pantalla grande. Hemos emitido alguna reseña sobre el tema, e incluso un podcast dedicado. En ellos destacábamos que no se había visto ninguna película dentro de esta temática con un presupuesto tan abultado y cuyo primer tráiler no te instara a salir corriendo como si no hubiera un mañana. Supongo que ya toca que hablemos un poco de ella.

Cuando se anunció el proyecto, yo (y casi todos los frikis) imaginábamos que Duncan Jones adaptaría alguna de las historias transcurridas dentro de World of Warcraft. No sólo hay abundancia de material, sino que también sobra la consistencia para generar un argumento sólido, además del hecho de tratarse, sin duda, de la versión más famosa y exitosa del universo en que se sitúa. No podéis imaginar mi sorpresa cuando resulta que la base no se saca del WOW, sino del primer Warcraft, un pequeño juego de estrategia surgido allá por 1994, cuyo argumento ya había quedado en el olvido para la mayoría. Lo más curioso de la traslación de la historia es que ¡se sigue con bastante fidelidad!

El inicio de la historia se sitúa cuando el Azote ha conducido al mundo Orco hasta su destrucción. Este pueblo de guerreros se ve obligado a buscar otro mundo que habitar, llegando a Azeroth, que empiezan a conquistar a sangre y fuego. Los humanos, habitantes del planeta, no tendrán más remedio que enfrentarse a ellos en una guerra que dará lugar a héroes y villanos en un bando y en otro. Y con un argumento con tanta profundidad, se lanza un festival de efectos especiales y acción con el que entretenerse dos horitas.

Como jugón que se ha gastado un buen puñado de horas en los Warcraft I al III y unos cuantos meses (enteros) en el WOW, no os podéis imaginar cómo me sentí durante los primeros 15-20 minutos de película. Como un guiri que visita por primera vez Nueva York, estaba alucinando: ¡Mira, es Forjaz, ahí estaba mi posada! ¡Oh, el bosque de Elywmm! ¡Ese es el Portal Oscuro! ¡El vuelo en hipogrifo está clavadito! La verdad, no sé cuánto rato me habré pasado luchando en las estancias de la torre de Karazhan con Moroes, el mayordomo o con Curator, el golem en esa biblioteca que se recrea con todo lujo de detalles. Y si no, contemplar el final de Durotar, el liderazgo de Orgrimm o el nacimiento de Thrall…Creo que cualquiera que haya disfrutado y seguido la historia de este magnífico universo va a emocionarse al ver moverse tan bien a sus personajes favoritos en una traslación impecable.

Luego podríamos discutir que el profano no se va a enterar de nada de esto ni qué es lo que ocurre en la trama, puesto que la película no realiza ningún esfuerzo en explicarse. O sabes de qué va, o te va a costar un poquito ubicarte. Tampoco es que Duncan Jones pierda mucho tiempo en desarrollar a los personajes, incluyendo un par de cambios de comportamiento un poco extraños que no acaban de explicarse (¿tijeretazo de alguna escena?).

En cambio, las escenas de acción están bien desarrolladas, muy “terrenales” a pesar de las toneladas de CGi con que están realizadas. El castañazo que acaba de propinar un tío que mide 2’30 y pesa casi 200kg de puro músculo puede casi sentirse cuando se ve en la pantalla grande del cine. Impresiona a su manera. Después de todo, Duncan Jones demuestra que conoce el universo en el que se está metiendo y trabaja con respeto. No sólo es de destacar su esfuerzo al respetar (casi literalmente) toda la imaginería existente, sino también su sentido del ritmo –muy vivo, para evitar que puedas aburrirte o pensar- y un competente despliegue artístico para generar un entretenimiento la mar de vistoso, que permite pasar dos horas bien refrescantes sin ningún tipo de esfuerzo ni trascendencia.

Puede que a alguno no le guste el efecto que genera la captación de movimiento o una imaginería que puede ser extraña para sus costumbres, con proporciones extrañas y equipos desmesurados (hombreras descomunales y hachas que no respetan mucho las leyes de la física), pero hay que reconocer que casa a la perfección con la cartoonesca animación que siempre ha tenido el juego. Aún queda por pulir la paleta gestual de los actores (ni siquiera Spielberg y su Amigo Gigante acaban de resolverlo) y los movimientos son a veces demasiado forzados, pero no es algo de lo que se vaya a quejar un seguidor de la franquicia.

Si lo comparamos con el resto de películas de su género, es la mejor con diferencia. Pocas veces hemos encontrado una película que tanto jugones como profanos puedan ver y disfrutar sin ofenderse. En cuanto a las taquillas, Warcraft se ha estampado miserablemente en EEUU, lo que suele ser indicativo de cierre directo de franquicia. Sin embargo, su desmesurado éxito en el resto del mundo la ha situado en una recaudación cercana a los 500M (y 10º puesto en lo que va de año), cuadriplicando el presupuesto inicial y casi garantizando la producción de una secuela en un futuro próximo (que imagino que sería sobre las aventuras de Thrall y la unificación de la Horda, o no).  Asi pues, se confirma que si le pones ganas a una producción y no haces un engendro puedes conseguir éxitos con este tipo de películas. A falta de ver qué ocurre con Assassin’s Creed, ¿quizás estamos ante el Sam Raimi’s Spiderman de los videojuegos? ¿Se invadirán las pantallas de películas de jugones en cuanto se pase la fiebre de Marvel&Co?



Me mostraré totalmente de acuerdo en que podría estar mejor. Su guión no es nada del otro mundo y no proporciona más que un buen entretenimiento, pero tampoco proporciona menos que un buen entretenimiento, trata con respeto al espectador y sirve de punto de partida para desarrollar un universo la mar de amplio y fascinante. Si sois unos frikis y aún no la habéis visto, ¿a qué esperáis?

Nota: 6
Nota: 6.1
Publicado previamente en Cinéfagos AQUI

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