lunes, 8 de agosto de 2016

Una cara con ángel



Además de todas sus películas donde es una reina del carisma, la belleza y la actuación, Audrey Hepburn tiene este extraño musical en el que interpreta a una tímida librera que, sin comerlo ni beberlo, se ve lanzada al estrellato de la moda y al altar en menos de un fin de semana. Todo ello aderezado con un buen puñado de bailes y canciones característicos de la era dorada de Hollywood.


La verdad es que esperaba una comedia romántica más simple y no un musical. Simplemente, no estaba preparado para ello. Lo primero que entra por los ojos es su cuidado apartado visual, tanto la escenografía como el vestuario son realmente impresionantes (ventajas de tener a Givency en los diseños, que siempre añade un poco de clase). Ver como una reunión de trabajo en una agencia de modas se trasforma en una canción y un baile desnortado no tiene precio. Además, es de destacar lo bien que le queda cada trajecito a la musa de las musas. 

Cuando la acción se traslada París, la película se trasforma en una postal en movimiento. Cada escena y cada verso de cada canción constituye una invitación para que te pases por Paris este verano (su Montmartre, su Sena, Su Louvre, sus Campos Elíseos… Eso sí, hace gracia ver como caminan unos cuantos kilómetros en cada cambio de plano ^^). La verdad es que puede que no te guste la historia o no soportes la canción que toca en este momento (el solo de Fred Astaire es un peñazo), pero el esfuerzo que hay en la puesta en escena hace que casi perdones que no hay caramelo tras el envoltorio.

Y es que es verdad, la historia es casi nula: chica tímida, inteligente y feucha (como si la Hepburn pudiera estar fea, por favor), que se ve arrojada al mundo de la fama y la moda (que detesta), para encontrar allí el amor y una profesión de futuro, renegando de sus ínfulas intelectuales (porque de eso no se vive, y de ser guapa sí, y recuerda que los filósofos sólo quieren llevarte a la cama, mientras que los fotógrafos de modelos aman tu belleza interior). A eso le debemos sumar que los personajes son encarnaciones de pura veleidad, con cambios de carácter casi instantáneos para gloria de la canción de turno o de lo que proceda en cada momento, sin molestarse en buscar un mínimo de coherencia. El hecho de que la película destile conservadurismo por los cuatro cosatados tampoco ayuda, claro.

Lo que salva a la película es el extraordinario carisma de los dos protagonistas, unos auténticos monstruos que se comen la pantalla cada vez que aparecen, amén de la extraordinaria química que generan entre ambos, que casi te obliga a ver la película con una sonrisita de lo más tonta. No obstante, aunque la clase de Fred Astaire y Audrey Hepburn da para mucho, la película dura unos excesivos 130 minutos sin que el guión ni el exceso de canciones lo justifiquen. Estoy seguro de que se podría haber recortado alguna cancioncilla o unos minutos de diálogos sin sentido.

Realmente es difícil llegar a unas conclusiones porque la irregularidad de esta película es muy patente. Contar con un modista notable como Givency, una modelo de alta costura como Audrey (la mejor de las mejores) y una fotografía de París tan estupendamente aprovechada da para mucho. Los bailes y las coreografías son de antología, a pesar de que no haya ningún tema icónico con el que pasar a la historia. Pero luego la historia es mala, los personajes no tienen sentido y el ritmo es de lo más cansino. Si eres una persona que gusta de ver musicales probablemente vas a disfrutar. Si no, su excesiva duración y su poco sentido provocarán que se te haga pesado, a pesar de la (mucha) gracia que tienen sus protagonistas.

Nota: 4
Nota filmaffinity: 6.9

La gran factura técnica se tradujo en unas merecidas nominaciones a mejor fotografía, dirección artística y vestuario… además de a mejor guión original (no entiendo los motivos).

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