Además de todas sus películas donde es una reina del
carisma, la belleza y la actuación, Audrey Hepburn tiene este extraño musical
en el que interpreta a una tímida librera que, sin comerlo ni beberlo, se ve
lanzada al estrellato de la moda y al altar en menos de un fin de semana. Todo
ello aderezado con un buen puñado de bailes y canciones característicos de la
era dorada de Hollywood.
La verdad es que esperaba una comedia romántica más
simple y no un musical. Simplemente, no estaba preparado para ello. Lo primero
que entra por los ojos es su cuidado apartado visual, tanto la escenografía
como el vestuario son realmente impresionantes (ventajas de tener a Givency en
los diseños, que siempre añade un poco de clase). Ver como una reunión de
trabajo en una agencia de modas se trasforma en una canción y un baile
desnortado no tiene precio. Además, es de destacar lo bien que le queda cada
trajecito a la musa de las musas.
Cuando la acción se traslada París, la película se trasforma
en una postal en movimiento. Cada escena y cada verso de cada canción constituye
una invitación para que te pases por Paris este verano (su Montmartre, su Sena,
Su Louvre, sus Campos Elíseos… Eso sí, hace gracia ver como caminan unos
cuantos kilómetros en cada cambio de plano ^^). La verdad es que puede que no
te guste la historia o no soportes la canción que toca en este momento (el solo
de Fred Astaire es un peñazo), pero el esfuerzo que hay en la puesta en escena
hace que casi perdones que no hay caramelo tras el envoltorio.
Y es que es verdad, la historia es casi nula: chica
tímida, inteligente y feucha (como si la Hepburn pudiera estar fea, por favor),
que se ve arrojada al mundo de la fama y la moda (que detesta), para encontrar
allí el amor y una profesión de futuro, renegando de sus ínfulas intelectuales
(porque de eso no se vive, y de ser guapa sí, y recuerda que los filósofos sólo
quieren llevarte a la cama, mientras que los fotógrafos de modelos aman tu
belleza interior). A eso le debemos sumar que los personajes son encarnaciones
de pura veleidad, con cambios de carácter casi instantáneos para gloria de la
canción de turno o de lo que proceda en cada momento, sin molestarse en buscar
un mínimo de coherencia. El hecho de que la película destile conservadurismo
por los cuatro cosatados tampoco ayuda, claro.
Lo que salva a la película es el extraordinario carisma
de los dos protagonistas, unos auténticos monstruos que se comen la pantalla
cada vez que aparecen, amén de la extraordinaria química que generan entre
ambos, que casi te obliga a ver la película con una sonrisita de lo más tonta.
No obstante, aunque la clase de Fred Astaire y Audrey Hepburn da para mucho, la
película dura unos excesivos 130 minutos sin que el guión ni el exceso de
canciones lo justifiquen. Estoy seguro de que se podría haber recortado alguna cancioncilla
o unos minutos de diálogos sin sentido.
Realmente es difícil llegar a unas conclusiones porque la
irregularidad de esta película es muy patente. Contar con un modista notable
como Givency, una modelo de alta costura como Audrey (la mejor de las mejores)
y una fotografía de París tan estupendamente aprovechada da para mucho. Los
bailes y las coreografías son de antología, a pesar de que no haya ningún tema
icónico con el que pasar a la historia. Pero luego la historia es mala, los
personajes no tienen sentido y el ritmo es de lo más cansino. Si eres una
persona que gusta de ver musicales probablemente vas a disfrutar. Si no, su
excesiva duración y su poco sentido provocarán que se te haga pesado, a pesar
de la (mucha) gracia que tienen sus protagonistas.
Nota: 4
Nota filmaffinity: 6.9
La gran factura técnica se tradujo en unas merecidas
nominaciones a mejor fotografía, dirección artística y vestuario… además de a
mejor guión original (no entiendo los motivos).
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