jueves, 22 de junio de 2023

Barton Fink

Aunque no lo parezca, llevo un tiempo en un fútil intento – como tantos proyectos completistas – de ponerme al día con las películas de los Coen y rematar todas sus propuestas que tengo pendientes por ahí. Hoy le llega el turno a Barton Fink.

Barton Fink es un ARTISTA. Después de asombrar a los teatros de Broadway con todas las cosas que tiene para mostrar en su desmesurado mundo interior, es contratado por los estudios del Viejo Hollywood para demostrar que no es un One-hit-wonder. Viaja allí con la idea de crear la gran obra maestra americana, pero se encuentra con un bloqueo de escritor que trata por todos medios de ocultar. Mientras tanto, intenta entender el funcionamiento de los disolutos estudios de cine y debe soportar las excentricidades de su vecino de habitación.

Lo primero a destacar es la perfecta elección de casting. John Turturro es ideal para representar al narcisista pedante intelectual que mira a todo el mundo por encima del hombre, además de mostrar su viaje a la locura a medida que las cosas no le acaben saliendo del todo bien. Por otro lado, un soberbio John Goodman encarna a un excesivamente optimista vendedor a domicilio con conceptos muy particulares sobre cómo arreglar el mundo, además de un par de secretos que contribuirán a poner a prueba los nervios (y mucho más) de nuestro alelado artista.

No puedo sino admirar el gusto de los Coen a la hora de retratar el patetismo, especialmente cuando éste se focaliza en lugares en los que no lo esperarías. Aquí tenemos como principal eje de la película un crudo retrato del funcionamiento del Hollywood de la época, en la que un puñado de empresarios ignorantes tenía en marcha una maquinaria que no comprendían pero que les hacía ganar un montón de dinero. Sin embargo, no es la única temática que se aborda. Aprovechando la historia de un escritor egoísta y cretino, repasa en forma de “ensayo” en qué consiste el proceso de creación y cómo ponerse (o no) ante un folio en blanco, además de explorar la manera de pensar de los protagonistas, que podemos asimilar a algún que otro autor conocido de la época.

Tamaña osadía argumental puede hacerse indigesta, pero como he comentado anteriormente, el protagonismo de Turturro y de Goodman hace que el proyecto gane enteros y sea de lo más absorbente. Curiosamente, no fue su trabajo el que reconoció la Academia, sino el de Michael Lermer (el histriónico productor de cine), que obtuvo una nominación a los Oscars a mejor actor secundario (perdió ante Jack Palance en Cowboys de Ciudad). Sin desmerecer su contribución, me habría acordado antes de los otros dos, oju.

Pero bueno, esta película de desarrollo delirante prueba que hay dos grandes cineastas al aparato. A lo largo del metraje abundan los planos imposibles, movimientos de cámara con intenciones muy poco honestas y, sobretodo, un trabajo enorme a la hora de ambientar la maligna humedad del hotel en que pasa gran parte del metraje. La atmósfera se vuelve opresiva, como si los personajes estuvieran encerrados en su propio infierno personal, que poco a poco se va volviendo más literal.

A esta película sólo le falta encontrar máquinas de escribir que se comen unas a otras, en un extraño acercamiento de los Coen al cine de David Lynch, provocando no sólo un ambiente enfermizo, sino también la constatación de que se hace imposible predecir qué sucederá a continuación. No obstante, también hay que reconocer que es densa, con muchas capas que es necesario desentrañar, requiriendo bastante esfuerzo del espectador para sacar adelante su visionado. Saltó a la fama (por si los Coen necesitaran entonces poca presentación) por arrasar en Cannes, llevándose todo lo gordo. Es la mierda que les tiende a gustar en el festival. Si ese es vuestro estilo, ya sabéis ;). También recibió nominaciones a los Oscar a dirección artística y mejor vestuario, lo que quizás me parece excesivo, perdiendo ambas ante la muy cuidada Bugsy.

Barton Fink es una propuesta muy osada, que toca muchas teclas con talento, aunque quizás me hace tragar más cosas de las que estoy dispuesto a digerir. A medio camino entre la comedia loquísima, el terror y el ensayo, su visionado es onírico, extraño, por momentos desagradable. Toda una experiencia para los sentidos que puede clavarse bien en las entrañas a la que te pille con la disposición adecuada. Exige quizás mucho del espectador, pero no es una película que deje a nadie indiferente.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 7.4 

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