La
mayor locura de Wes Anderson que puedes ver en pantalla. A pesar de sus
excesivos retrasos de rodaje (COVID obliga), la expectación por ver La crónica francesa no decayó en ningún
momento. Después de todo, los films de Wes Anderson son de aquellos que se
pasan y repasan, puesto que se trata de uno de estos creadores para los que la
eficiencia y la concreción no son cualidades precisamente esenciales. Este film
no es la excepción a la regla, desbordando los márgenes de su escenario, que
sigue de un modo muy curioso la escaleta de la última edición de La crónica francesa, la revista ficticia
que acoge a los artículos y crónicas que componen los diversos episodios de la
película, dados vida por Frances McDormand, Bill Murray, Mathie Amalric, Léa
Seydoux, Benicio del Toro y Timothée Chalamet. Wes Anderson se rodea de lo más
granado del cine francés y estadounidense, retrata Angoulême de la manera más
bella y nos da esta película.
A
lo largo de los años, este Howitzer se ha rodeado de las mejores plumas de su
tiempo: Un turista obsesionado por los bajos fondos, una reportera incapaz de
ceñirse a los temas que se le confían, un eterno exiliado, gay y negro… Cada
una de estas figuras de periodistas son el autor y el actor de cada una de las
historias que dan cuerpo al último número de la Crónica Francesa, puesto que la
película se sitúa en 1975, en el momento de la muerte de Arthur Howitzer Jr.,
ya que sus últimas voluntades estipulan que su revista no le podrá sobrevivir.
Aun
respetando la representación estética que Wes Anderson ha formulado
obsesivamente de película en película, cada segmento obedece a su propia lógica
artística. Pasamos del blanco y negro al color, reconocemos el realismo poético
de los años 30, el estilo noir, algo de animación… Dentro del universo que
comprende cada historia, el cineasta encuentra el huevo para mostrar sus
emociones y sus ideas.
A primera vista, la crónica francesa es un film inabarcable y pesado. Es necesario – con pocas dudas – un buen puñado de revisiones para descubrir todos los secretos que nos ha dejado Anderson, ya sea en forma de juego de palabras, de cuadro secundario o de una inusual casita de Angoulême, siempre con el cariño que el director tiene por el periodismo disoluto y de este país de ensueño que algunos dicen que es Francia.
La crónica francesa
es Wes Anderson a la máxima expresión. Con todas sus particularidades llevadas
al exceso, encontramos un tratamiento visual de primerísimo nivel, al alcance
de muy pocos directores. Sin embargo, también es café para muy cafeteros, y no
hay pocos que no soportan el exceso de simetría de cada puesta en escena y las
actuaciones de cartón piedra que exige para su elenco. Aquí lleva al límite su
manía de supeditar cualquier lógica de guión a los excesos estéticos pudiéndose
hace terriblemente aburrido y pesado.
La película es un juego continuo de fotografía, texturas, iluminación, maquillaje, vestuario y hasta peluquería excepcional para contar unas historias tan simples que no tienen por qué generar el más mínimo interés. Se nota sin duda que todos los actores se lo pasan en grande rodando, como si fuera una película rodada en “Familia”, lo que ayuda a que sea algo más simpática. Sin embargo, su nulo interés argumental y su carácter excéntricamente episódico hacen que esta sucesión de pequeñas viñetas sea bastante difícil de soportar. No hay una verdadera estructura narrativa en esta historia, y el aburrimiento del espectador llega a ser máximo en algunos momentos, y el bello homenaje al periodismo no es suficiente para paliarlo
La crónica francesa es
un homenaje al periodismo en el que la forma está tan por encima del fondo que
se acaba perdiendo cualquier mensaje. Su propuesta estética es inigualable y
puede fascinar, pero para mí ha sido un poco “demasiado”. Mira que a mí me gusta
este director y todas sus neuras, pero aquí se le ha ido un poco de más.
Nota:
3
Nota
filmaffinity: 6.3
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