Cuando llegó La
Guerra del Infinito, todos pensamos que ya no se podía hacer nada más
grande dentro el cine-espectáculo de súpers. Endgame
nos dio otra dosis estupenda de diversión pura, pero entremedias se estrenó
esta película menor que me pasó completamente inadvertida, que venía a rellenar
qué era lo que habían estado haciendo los otros héroes durante el mega-pifostio
organizado por Thanos.
Pero bueno, más allá
de algún cameo o pequeña aparición secundaría, ¿dónde habíamos dejado a Ant-man? Pues
éste ya estaba disfrutando con su traje, alucinando con la revelación de que
Hope Pym también tiene un traje preparado para ella (la Avispa), mucho más
versátil que el de Scott Lang. La aparición de un nuevo malo maloso (Fantasma),
con poderes de cambio de fase, se mezcla con el ataque de una agencia secreta
que quiere apoderarse del secreto de las partículas Pym. Por si fuera poco,
Scott quiere recuperar la relación con su hija de la que no tiene custodia y,
encima, Henry Pym desvela que su mujer lleva veinte años perdida en algún punto
del espacio subatómico.
Esta segunda entrega
de Ant-Man es algo inusual dentro del MCU: Una secuela al uso. Marvel tiende a
hacer avanzar su Universo centrándose en un personaje concreto según le
interese (como puede ser El
Soldado de Invierno, Ragnarok o
la Civil
War), aquí mete a Ant-Man en un mini-status independiente en el que se
permite ignorar todo lo que sucede a su alrededor y, simplemente, continua la
historia de Ant-Man allí donde lo había dejado, como si Thanos y los Vengadores
no existieran (sin dejar de respetar las normas del MCU, que estas cosas se
cuidan).
En un ejercicio continuista, repite casi todo el elenco delante y detrás de las cámaras, con el mismo equipo técnico y de guionistas, en el que Pyton Reed repite en la dirección para ofrecer un “más de lo mismo, más grande, más largo y sin cortes”, como buena secuela. Es consciente de qué es lo que funcionó en su primera película (algo inusual) y lo ofrece potenciado en un viaje de diversión pura sin ninguna complicación innecesaria. En gran parte podríamos coger la reseña que escribí hace años para Ant-Man y valdría también para esta película.
Así pues, tenemos
una comedia de acción que bien podría firmar Jackie Chan, pero que tiene acceso
a los efectos especiales marca de la casa del MCU. Paul Rudd se siente
comodísimo dentro del personaje, lo que se nota en la naturalidad detrás de
cada plano, incluso con el montón de pantalla azul que tiene el film. Michael
Peña, por su parte, está más desatado que nunca, con todo lo bueno y lo malo de
su personaje. El resto de actores no se molestan tanto, pero tiran de carima
para sacar adelante a sus personajes con el automático puesto.
La historia peca de lo mismo (obvio) que su predecesora: no es más que una excusa para que tengamos un buen puñado de persecuciones bien ejecutadas, con un montón de chascarrillos más o menos afortunados. Entre ellos destaca el ingenio con el que se introducen todos los cambios de tamaño de objetos, visualmente impecables gracias a unos efectos especiales que realzan el cómico efecto de ser pequeñito y, al instante siguiente, ser enorme.
Los diálogos se
saben simpáticos, conscientes de la nula trascendencia de su argumento,
construyendo con solidez inesperada a unos personajes en medio de chascarrillos
que dejan una sonrisita tonta, además del chillón de golpetazos y tortas
deudoras del slapstick más clásico presentado con buen gusto.
Consciente de las limitaciones argumentales de la película, Reed compone un fresco sin ínfulas de grandeza, mucha cotidianeidad (en una de súpers), algo de entrañable simpatía y una de las pocas historias de amor funcionales del MCU (y uno de los pocos padrastros que no es malo por ser quién es).
Se puede ver (casi)
independientemente del resto del universo y echarte unas risas con sus
patochadas a la que casas con su sentido del humor. Es (y no quiere ser otra
cosa) que una memez muy entretenida con menos poso del normal de la franquicia,
sin otra función que darte 2h de risas y dejar al personaje a punto para el
Endgame. Un refresco tan disfrutable como olvidable que se agradece de vez en
cuando entre tanta épica desbocada.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.0
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