Ocho años después de embarrarse con las patéticas (ejem) aventuras de
Johnny English, nuestro querido Mr. Bean volvió a la carga con una segunda
parte. Totalmente innecesaria, sí. Pero una parodia de las películas de James
Bond nunca viene mal, especialmente cuando no se diferencian tanto del original
y sí se toman a sí mismas mucho menos en serio.
Después de unas misiones desastrosas, Johnny English, el agente secreto más
torpe al servicio de su majestad, se ha recluido con la intención de mejorar
como agente. Las circunstancias obligarán a que vuelva a la palestra –a pesar
de sus jefes- con el objetivo de proteger al embajador chino de unos asesinos.
Sin embargo, ¡nadie puede escapar de la torpeza de Johnny English!
La primera parte –años ha- era un extraño pastiche en el que Mr. Bean se
embarcaba en misiones de James Bond. Alternaba momentos serios –sorprendentemente
serios- con otros de descacharre, dando por resultado un engendro irregular que
ni se podía tomar en serio ni se podía tomar en broma.
Para su segunda reencarnación, los creadores se han alejado de una senda
continuista, provocando una completa reinterpretación del personaje y la
película. Ahora su director se halla plenamente consciente de tener entre manos
una parodia y no una película seria. La principal mejora está en el propio
personaje que se aleja de un un Mr. Bean o un Leslie NIelsen trasnochado.
Johnny English es ahora un personaje con carácter. Sigue siendo más tonto que
un zapato y se equivoca por completo cada vez que la situación le requiere
pensar, pero esto no le impide ser un estupendo agente secreto. Su toma de
decisiones reflexivas es catastróficas y su capacidad de interacción con los
demás es cuestionable, pero Johnny English es todo un as en la acción, capaz de
huir de toda la policía londinense en una persecución a bordo en una silla de
ruedas o perseguir implacablemente a un enemigo a lo largo de la costa de
Shanghai (dos escenas de incluso mérito compositivo).
No busca ser un Agárralo como puedas,
sino que se acerca al formalismo –ejem- de las películas de Terrence Hill y Bud
Spencer. Tal como Austin Powers hizo en su momento, se han buscado todos los
detalles más chistosos de las películas de James Bond, Ethan Hunt y Jason
Bourne y, en vez de añadir el horterismo de Mike Myers al cóctel, se ha
rellenado con toneladas de flema británica, en una suerte de reencarnación
extraña del Inspector Cluseau.
Todo el mérito del pastel se halla en un Rowan Atkinson que da otra buena
muestra de lo bien que se le da que nos riamos de sus chorradas. Consigue que
nos creamos a un personaje de lo más patético y mantiene con entereza los gags
corporales y gestuales que jalonan el metraje. El resto de secundarios no
ocupan de papeles meramente anecdóticos y, ahora sí, absolutamente paródicos.
De entre ellos destaca una Gillian Anderson con claras influencias denchianas
(Q) y un Dominic West que hace el papel de side-kick, generando una pareja de
acción con buena química. Extrañamente para tratarse de una propuesta tan
chorra como ésta, todos cumplen con el pequeño papel que les toca en suerte.
Evidentemente, la historia no es más que una sarta de tonterías que sembrar
de chistes, cuya calidad es irregular, pero consigue ser mucho menos calamitosa
de lo que uno podría esperar. La cantidad de absurdeces que se te arrojan es
notable, pero su apuesta por el humor físico (en el que Atkinson es un maestro)
consigue un puñado de gags desternillantes que nos retorcerán con agrado de la
risa.
Por otro lado, sorprende la calidad con que están resueltas las escenas de
acción, lo que ayuda a soportar sus ligeros bajones de ritmo y la peculiar
coherencia con que se forja su lógica. La calidad técnica con que está resuelto
el film es inesperadamente alta. Hay medios para pagar buenos exteriores
–adecuadamente aprovechados-, la puesta en escena es más que correcta y el
sonido entra con solidez cuando debe. No hay ningún rastro de virtuosismo, pero
tampoco vamos a pedirle aquello que no puede dar.
Johnny
English Returns no es ni mucho menos una gran película, pero sí es un producto
entretenido que, consciente de su reducida calidad que no intenta meterse en
más líos de los debidos. Irregular tanto en el ritmo como en el humor, guarda
un par de momentos impagables y no defraudará a ningún fan de esta leyenda viva
del humor inglés. Echar unas risas tontas sienta bien de vez en cuando, y esta
propuesta malilla pero llena de simpatía se presta perfectamente para ello,
incluso si no se es un gran fan de Rowan Atkinson. Mucho mejor que su
predecesora, sin duda.
Nota. 4
Nota
filmaffinity: 4.7
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