En esas noches que apetece una peli pero no hay inspiración suelo acabar
rebuscando en el depósito de películas grabadas “para después” (para casi
nunca). En este caso acaba apareciendo esta antigualla que recordaba como
chorrada simpática donde salía el Clooney. La puse y no veáis la sorpresa al
ver que estaba dirigida por David O. Rusell. Se empieza a entender mejor como
se ha reunido tamaño compendio de excentricidades en una cosa parecida a un
argumento coherente.
El planteamiento es simple: Justo en los últimos días de la Guerra del
Golfo, unos soldados descubren la ubicación del tesoro secreto de Sadam
Hussein. Tentados por la codicia, decidirán desertar y lanzarse a su búsqueda
por un territorio supuestamente en paz pero donde la violencia se vive a flor
de piel. Los imprevistos los obligarán a replantearse sus ideales y tomar
decisiones que no hubieran esperado tener que realizar.
El planteamiento es simple, pero el desarrollo se complica cosa mala. Desde
un primer momento juega a ser gamberra (más pose que verdadero gamberrismo), mezclando
el esperpento con el drama ético, la denuncia política, la acción militar
patriotera y una posición anti-militarista. El poti-poti es de los gordos. Las
pretensiones de la propuesta son descomunales, mezclando agua con aceite sin
ayuda de una composición o un argumento que colabore para coagular. Se palpa la
pretensión de alardear. Es obvio que Rusell busca hacer ostentación de su
calidad y el resultado es sin duda irregular, pues escenas ciertamente
brillantes se suceden de otras que dan vergüenza ajena. Sí, hay talento en la
puesta en escena, pero no siempre se usa con tino.
Mientras la ves, vas notando que tiene sus cosas buenas, pero que hay algo que no
cuadra. No tienes tiempo de pararte a pensar sobre ello ya que el montaje es
exageradamente frenético. De aquí para allá con mil cosas pasando
continuamente, moviéndose de la comedia absurda a la tragedia sin tiempo para
respirar, incluso con unos cuantos gags de humor negrísimo en medio de un
tiroteo clásico. Sorprendente. También causa sorpresa la metamorfosis en el
tono y las motivaciones de los protagonistas: de pasar de ser unos cerdos
egoístas en busca de dinero fácil a no poder evitar verse implicados por los
abusos de los soldados de Sadam para con su pueblo (ante la pasividad total del
gobierno yanqui, claro está). La denuncia y el juego de empatías están muy bien
tirados, aunque el final excesivamente patriotero acabe estropeando un poco el
resultado. El problema es que han entrado demasiadas cosas en la batidora,
demasiados ingredientes que luchan por su parcela de gloria e incomodan al
espectador.
No obstante, el trabajo actoral es de primera –bueno, tampoco es que estén muy
exigidos-, con un grupito algo cabroncete que transmite mucha química y que,
seguro, se lo han pasado en grande rodando este engendrillo. George Clooney,
Ice Cube, Mark Wahlberg… están disfrutando con su trabajo, lo que aporta mucha
frescura al conjunto y genera cierta complicidad, consiguiendo incluso que te
caigan bien un puñado de ladrones egoístas sin humanidad.
En resumen, Tres Reyes, tiene
cosas buenas, cosas muy buenas. Unas cuantas puyas llenas de agudeza se
complementan con un trabajo actoral muy fresco, al que hay que añadir una
puesta en escena muy personal y llamatica. Sin embargo, el conjunto se ve
lastrados por una clara indefinición de género que confunde tonos y provoca situaciones
mal resueltas. Rusell quiere meter demasiados aromas en la coctelera y todo
espectador encontrará algún ingrediente que le agrie la mezcla. Es un fastidio,
ya que la inspiración no da para paliar las discordancias entre tanta
grandilocuencia. No obstante, la química entre los actores y el esperpento
general dan para empezar el visionado con energía y provocan que luego, pasado
un tiempo, se recuerde con simpatía.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.0
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