Creo que nadie a estas alturas se va a sorprender con Fincher. Ya le
conocemos. Sabemos que es un tramposo, un fullero, un director que elige muy
bien qué te enseña y qué te esconde y sabes que se va a dedicar a jugar contigo
para que te quedes con cara de tonto al final. Te pones a ver Perdida y sabes que
seguro hay trampa, que debes estar atento a cada pestañeo para ver dónde te la
va a colar y dónde estará el detallito que te dirá cuál es el truco que se
guardaba en la manga. En este caso, todos aquellos ávidos de trampitas no deben
sino sino prepararse para alucinar.
Empezamos un
nuevo día en la atribulada vida de Ben Affleck. Las cosas podían ir mejor pero
va tirando. Sin embargo, al volver a casa, su rutina se ve completamente
alterada: su mujer ha desaparecido. Él, un inocente y amante esposo llama a la
policía y empieza la búsqueda de su mujer. Pero claro, esto es Fincher y pronto
veremos que las cosas no son lo que parecen.
Ahí está la
gracia. Le conocemos y sabemos que nos la va a intentar colar, así que estamos
atentos para ver el truco. Pero él sabe que nosotros sabemos que nos la va a
intentar colar y nos hace caer en nuestras propias ansias de evitar ser
engañados. Y cuando, en un momento de inspiración pensamos: “ahí ya vuelve a
las suyas”, ya nos ha enchufado otra. Así nos hace pasar de la desconfianza al
asombro, luego a la rabia, a la compasión, a la sorpresa, a la indignación, a
la alucinación y un final que nos deja el culo bien roto. Y lo mejor de todo es
que lo hace a partir de un guión que mezcla el thriller más seco con el
melodrama de domingo tarde más tópico y que, a fin de cuentas, no acaba
conteniendo ningún tipo de trampa real. Todo el efecto se produce a partir de
nuestra desconfianza para con este director, nuestros prejuicios y la extraña
atmósfera que envuelve a unos sucesos
aparentemente cotidianos. Con ello, Fincher consigue que nos peguemos a la
pantalla y no nos movamos durante las (excesivas) dos horas y media que dura la
película.
Fincher sabe
muy bien qué enseñarte y qué esconderte, pero el tinglado no se sostiene sin el
gran trabajo de los dos actores principales, el alelado Ben Affleck y la estupenda
e inquietante Rosamund Pike. Él es, aparentemente, un tío normal. Un poco
tontaina, con pocas ambiciones más allá de vivir tranquilo, unas cuantas
manías, cierta desconfianza para con los demás… Lo normal. Quizás por ello es
tan fácil identificarnos con su situación. Su trabajo es más que destacable.
Sin embargo, es la estupendísima
Rosamund Pike –la mejor interpretación de su carrera- quien lleva el cotarro en una actuación de mil
caras, donde tan pronto es un enigma como una femme fatale, una dama desvalida,
una arpía despiadada o una esposa tierna y amante. Consigue sumergirnos hacia
lo peor del ser humano sin alejarse de ser aquella vecina amable a quién
saludamos todos los días. Un retrato completo de las taras, miedos y terrores
de nuestra sociedad urbanita.
Sin llegar a
enseñar nada sobrenatural o especialmente inquietante, todo el metraje desborda
frialdad y una falta de sentimientos brutal, lo que produce una sensación de
desasosiego que no te abandona en ningún momento. A medida que avanzan los
minutos, no puedes sino sorprenderte al contemplar cómo cada nueva escena te
cambia la concepción de todos los personajes. La empatía pasa verdaderos apuros
para comprender como un personaje que te caía tan bien hace cinco minutos es
capaz de actos tan desalmados para a continuación, ser merecedor de nuestra
compasión. La narración es deliberadamente confusa, jugando a esconderte datos
y poner tu cerebro a mil para intentar comprender que ocurre. Los pocos
momentos de respiro de su metraje te dejan pensando como un culebrón de domingo
tarde de antena 3 te está dejando sin
respiración (Tiene mejores actores, un mejor director, un chute de esteroides
monetarios…. Pero la historia es la misma que siempre hemos usado para la
siesta).
Lo más
gracioso de todo el percal es que Fincher no te engaña con un guión tramposo
(bueno, si, pero…), sino a partir de nuestra propia desconfianza. Nuestros
prejuicios nos lanzan a estar sobreexcitados e hiperreaccionar con cada acción
aparentemente inocua, que nosotros sospechamos artera y tramposa. Las migajas
que se dejan caer ante nosotros no sirven sino para ser engañados una y otra
vez. Es una de las diversiones de la película, ver como metemos la pata
continuamente mientras alucinamos con la mala leche que tiene el film en un
constante ir y venir de sospechas, flashes, apariencias, comentarios
tendenciosos y manipulaciones varias mientras se nos cuenta una muy emburullada
historia de ¿amor? entre una pareja de nuestro día a día. La gran cantidad de
engaños y perversiones, unido a su aroma de culebrón barato puede echar a
muchos de la película, pero el resto no separarán el culo del asiento en ningún
momento.
Tanto juego
con los prejuicios y saltarse las normas esperadas ha provocado reacciones muy curiosas.
Tan pronto era tachada de misógina como se ponía de ejemplo de película
feminista. Que si lo único que quiere la película es dejar mal a los hombres,
que si deja patente que todas las mujeres son unas arpías sacacuartos… No creo
que Fincher quiera explicar nada de esto. Lo que sí veo son toneladas de
cinismo, y mucha desesperanza y pesimismo ante la vida de un matrimonio. SPOILER Y es que el
comportamiento de ambos al final es justamente el de un matrimonio típico. La
pasión y el amor han desaparecido y ahora sólo queda la fuerza de la costumbre
y, quizás, cierto cariño o interés del que hay que sacar ánimos para colaborar
y sacar adelante un hogar. La pura realidad. La gracia es que se te plantea con
una deshumanización y una falta de empatía tan patente que no provoca sino
desapego y desilusión. En mi opinión, para Fincher, en esta película nadie es
inocente ni culpable. Simplemente somos todos unos hijos de puta. Estamos
jodidos, cuanta perversión. ^^ FIN DEL
SPOILER
Sí que veo
por parte de Fincher ánimos de meter el dedo en el ojo a otros aspectos de la
sociedad. Primero, una diatriba clara y contundente contra el papel de los
medios de comunicación, tan dispuestos a dejarse llevar por el morbo y la
lapidación gratuita que ni se les pasa por la cabeza buscar la verdad de la
historia. No les importa lo más mínimo. Quieren noticias y carnaza, que es lo
que vende. La segunda crítica es hacia las masas enfurecidas. Aquella gente tan
dispuesta a ofenderse por cuestiones que no les atañen, tan prestas a tragarse
aquellas noticias que les reafirman en sus creencias, que no piensan –aunque
quizás crean que sí-, que sólo reaccionan visceralmente, condenando a la
hoguera a los demás, firmes en sus convicciones de estar haciendo lo correcto
aunque no tengan ni idea de sobre que protestan o a quien critican (ni les
importa, pues lo que parecen necesitar es a alguien a quién lapidar).
Con Perdida
puedes acabar con la sensación de que te han tomado el pelo (y mucho). Es fácil
salir indignado de la película. A nadie le gusta que le tomen el pelo –y menos
si vas con la disposición a que no te lo tomen, jeje-. Te puedes enfadar con
unas situaciones, con otras… toca tantos palos que seguro alguna de ellas te
escuece en exceso y te hace saltar. Me parece que es una película que está
justamente concebida para ello. Es un film tremendamente efectivo, con una
atmósfera absorbente, un guión que rezuma mala idea y unos personajes muy bien
construidos. Afean el resultado su excesiva duración y su desbordante
acumulación de giros y sucesos insólitos que te pueden expulsar de la película
con demasiada facilidad. Además, en ningún momento puede quitarse el aura de
culebrón barato, por mucho que Fincher quiera darle sofisticación. No obstante,
es un thriller de los que te pegan literalmente a la pantalla 150 minutos -que
no es poco-. Que luego acabes con un cabreo considerable son otras cuestiones…
Habiendo
llegado a este punto de la crítica, ¿Cómo sabes que todo lo escrito
anteriormente realmente mi opinión? ¿Y si en realidad no me ha gustado la
película pero es lo que quiero creer de ella o lo que quiero que creas que creo
de ella? ¡Ay! (suspiro), este es el juego de Perdida.
Nota: 8
Nota
filmaffinity: 7.3
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