En uno de mis últimos días en Escocia, nos juntamos el
grupete de hispanos que habíamos empezado a clusterizar, con la idea de ver
unas películas de ciencia-ficción con unas cervecitas (o gintonics). Después de un rato de jijijajá y de media
hora dando vueltas por Netflix sin ponernos de acuerdo, lo único que habíamos
conseguido acordar es que tenía que ser una película “diferente”. Cuando
apareció ésta por el menú, recordé lo inusual que era ver una propuesta
surafricana que, además, había visto y sabía que no tenía nada que ver con lo
que estamos acostumbrados.
Quizás debí de haberme callado, porque ninguno de los
demás estaba preparado para la seca visceralidad de Distrito 9. Es una pekícula que descoloca, especialmente al inicio,
rodado como si fuera un falso documental en el que entra en un campo de
refugiados alienígenas. En efecto, los aliens no vienen a invadirnos ni a
maravillarnos. Son emigrantes que huyen de una guerra y no quieren otra cosa
que sobrevivir. Además, en vez de ir a EEUU o cualquier otro sitio más molón,
acaban en los suburbios de Johannesburgo. La película se sitúa en un momento de
crisis para el país, en los que se va necesitando que los aliens desalojen
porque molestan demasiado y claro, pasa lo que pasa… Superada la cortada de
rollo inicial (ay, esos dos que estaban más interesados en coquetear entre
ellos que en la película, se les pasarano las ganas en cero coma…), realmente
captó nuestra atención cosa mala.
¿Qué hay de molón o emocionante en esta suerte de
desventura? Si nos paramos a analizar su estructura, sigue con academicidad los
cánones de la ciencia-ficción, pero a su manera. Además, su estética es
decididamente feísta, incómoda incluso, contribuyendo a aumentar la sensación
de desazón que provoca. Tal como hemos visto posteriormente en las diferentes
obras de Blomkamp, la puesta en escena de este director surafricano es
impecable. De sus gustos y sus neuras podremos discutir más, pero este hombre
sabe muy bien lo que hace.
El director, un (por entonces) muy joven Blomkamp,
parecía llamado a cosas grandísimas. Pocos debuts cinematográficos con tanto
estilo vamos a encontrar. Anteriormente,
apenas teníamos un par de años como creador de efectos especiales en Stargate,
un anuncio muy chulo y conocido y ya. Con 29 años, le caen “de rebote” un
puñado de millones para hacer la película y ¡allévoy!.
Las circunstancias, obviamente, no son las más
habituales, como tampoco es usual la historia que da lugar a Distrito 9. El
responsable de todo el embrollo es Peter Jackson, que estaba buscando su nuevo
proyecto tras su personalísima King Kong.
En aquel momento estaba desarrollando la adaptación del videojuego Halo a la gran pantalla, y con el
proyecto ya bastante avanzado, tuvo problemas con Microsoft por los derechos de
imagen y se fastidió la cosa. Así pues, Jackson tenía pasta, un guión amedio
parir, un buen trabajo de imaginería y efectos especiales ya desarrollados y se
encuentra con que no puede acabar la película que quería y tiene que evitar que
el esfuerzo caiga en saco roto. Por su
parte, Blomkamp venía de coger cierta fama por el corto Alive in Joburg que, básicamente, es la premisa de partida de Distrito 9, la llegada de un grupo de
refugiados extraterrestres a la tierra. Los dos vieron la oportunidad de
aprovechar los talentos del otro y parece que la cosa salió bien.
Así pues, tenemos acceso sin reservas a los mejores
efectos especiales de la WETA Workshop, unguionista lleno de fantasía y buenas
ideas y un director competente con muchas pajas mentales y un estilo visual
novedoso y casi único. El resultado es una mezcla muy curiosa que empieza
siendo un documental hiperrealista (muy Blomkamp) que, a medida que avanza, se
va desmadrando hasta acabar en un despiporre salvaje (muy Jackson), todo ello
con aliens muy feotes realizando acciones complejas con toda verosimilitud.
Otro de los factores que hacen de Distrito 9 una buena película es que hace buen uso de los motivos
por los que la ciencia-ficción fue creada, utilizando a los aliens para denunciar
lo que ha sido el Appartheid en
Sudafrica y los estragos que ello ha tenido para la gente y la cohesión del
país. Si bien es un aspecto que ha repetido posteriormente en Chappie o
en Elysium, en ninguna de las
propuestas posteriores ha conseguido el efecto de una manera tan fluida. La
trama se desarrolla con acierto, transformando el mockumentary inicial en una
salvaje película de acción desmadrada
mientras mantiene la denuncia social en primera final con tanta gracia
que se le puede perdonar la fumada final (que es de bandera).
La confluencia de talento no evita que la película se
aleje de tener cualquier viso de comercialidad. Distrito 9 es diferente a casi cualquier otra cosa, pilló a todo el
mundo a contrapié y gozó de merecida
fama, pero el tema a tratar no es fácil, no tiene un héroe o un protagonista
decente al que aferrarse y la abundante casquería no es para todos los
estómagos, e incluso la podemos considerar como bastante desagradable. No se si
escogimos bien, pero no es una película para relajarse y disfrutar, ni por
asomo.
En este film encontramos una gran idea, un desarrollo
inusual, un planteamiento interesante, una imaginería bien lograda y el
presupuesto adecuado para llevarlo a cabo. Es fea y desagradable con ansia,
derrapando un poco en su desenlace, pero es extraño que confluyan positivamente
tantos factores positivos. Distrito 9
pilló a contrapié a todo el mundo, consiguiendo incluso ser nominada a Mejor película, guión adaptado, montaje y
efectos visuales (no se llevó nada en
un año bastante disperso).
Informáos primero si esta película es lo que queréis ver.
Si es así, disfrutadla, que vale la pena. Un consejo, dejad las palomitas a un
lado, la película os quitará el hambre desde que os sentéis en la butaca.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.8
Eso tendría que haber hecho yo, informarme... la fui a ver al cine cuando la estrenaron y flipé en colores. Si en la tele te ha parecido fea y desagradable, en pantalla grande es terrible. La primera media hora, tipo documental, cámara al hombro, me mareó de tal manera que tenía que apartar la vista de la pantalla a ratos para no echar la cena allí mismo.
ResponderEliminarEs verdad que es una peli diferente y que vale la pena verla, pero ostras, se pasa veinte pueblos en muchos aspectos.
Besos!
Jejeje, lo que tuvo que ser en el cine...
EliminarMt