Lejos quedan los días en que Blomkamp maravilló a todos
con Distrito 9. ¿Volvió a acercarse a esos niveles? NI por asomo. Apenas seis
años después de la película que le catapultó a la fama, los estudios le dieron
su última oportunidad de hacer las cosas “bien” con un presupuesto abultado y
nos dejó Chappie, un desesperado
intento de trascendencia.
En una ciudad cualquiera de Sudafrica, dónde el crimen ha
escapado a cualquier control, las autoridades han decidido crear un cuerpo de
policías robóticos. Odiados por todo el mundo, reprimen con puño de hierro allá por
donde pasan. Por estas cosas del destino, uno de estos robots acaba
desarrollando conciencia y, en vez de destruir, desea crear, ofreciéndose con
ingenuidad a un mundo hostil y despiadado.
Si la observamos con cierto (e inmerecido) cariño,
podremos apreciar una crítica hacia la anulación de la individualidad, la
tendencia de la sociedad en oprimirnos y convertirnos en parte de un engranaje,
alejándonos de la búsqueda de uno mismo. El uso del robot que lucha por
mantener su identidad incluso tiene su gracia, pero Chappie naufraga abismalmente en un guión que no mantiene la
coherencia de sus personajes, que cambian de carácter según la escena (esos
matones convertidos en entusiastas hermanitas de la caridad son…), cuyos
malvados son los malos porque… lo son (y punto), un guión que pretende tener
trascendencia y no consigue más que hartar. Se podría salvar, quizás, si al
menos pudiéramos traer a nuestros retoños para reírnos de los torpes devenires
del robot y los estúpidos chascarrillos de sus “padres”, pero luego la película
saca tanta casquería por los aires que eso se hace imposible. A la que rascas, no
encuentras más que acción, mucha acción, tiros por doquier, fuegos
artificiales, insultos, mucha sangre, personajes cutres y barriobajeros fuera
del sistema en eterna lucha contra los egocéntricos privilegiados.
Este vacío absoluto de guión contrasta con el trabajo de
un Blomkamp que demuestra saber cómo y dónde poner la cámara. La puesta en
escena es, al igual que su fotografía, desagradable y dificil de disfrutar,
pero se nota trabajada, en ningún momento casual. Por otro lado, por más que
los rotulistas de los tráilers sigan intentando vendérnoslo como autor
«visionario», el director de Distrito 9
solo tiene, en el mejor de los casos, una cierta habilidad para componer
imágenes impactantes, pero sus dotes como contador de historias son nulas. Los
planos de sus películas, aislados, pueden deslumbrar, pero a la hora de
articularlos entre sí Blomkamp se da de bruces contra la dura realidad de la
narrativa. Inconexa e incoherente con sus adjacentes, pero con clase a su
manera.
Asimismo, el prespuesto que maneja el director es más que
abultado (135M$), lo que da para tener unos efectos especiales de primera.
Todos los robots se generan mediante captación de movimientos y se mueven con
una naturalidad impropia de los personajes generados por ordenador. Asimismo,
la plétora de explosiones, tiroteos y peleas rivaliza con las producciones más
desmadradas de Hollywood, lo que se complemente con una Banda sonora que es
–con diferencia- lo mejor del film, con un Hans Zimmer que se autoplagia a sí
mismo de la mejor manera y consigue hacer pasar los tragos más indigestos del
metraje.
Un film protagonizado por un personaje no humano ya no es
algo nuevo ni nos pilla de sorpresa. Además, Chappie es hasta simpático en su
personalidad, cosa que no podemos compartir con Yo-Landi Visser y Ninja, los
componentes del grupo Die Antwoord, que son los personajes humanos con más
minutos del metraje. Con una propuesta estética cuestionable, saben llamar la
atención y, después de haberlos escuchado, no dudo de sus capacidades
musicales, pero hemos de reconocer que actuar no es lo suyo. Les han dado una
oportunidad y se nota que se esfuerzan… pero no. Si nos fijamos ya entre las
estrellas más consagradas, encontramos nombres interesantes como Dev Patel,
Sigourney Weaver o Hugh Jackman; pero su desempeño no puede sino considerarse
como ridículo. Han llegado, puesto la chequera, recitado sus frases y fuera,
caso especialmente sangrante el del forzudo australiano, con una actuación que
sobrepasa en mucho la vergüenza ajena, incluso dentro de su contexto.
Y es que la película falla por casi todas partes. Hay
buenos efectos especiales y alguna que otra escena interesante, pero el
pasotismo actoral se conjunta con un ritmo inexistente y un desarrollo confuso
(siendo amables). Sus dilatadas dos horas llegan a hacerse pesadas, pidiendo a
gritos unos buenos veinte o treinta minutos de recorte para llegar a ser
mínimamente digerible.
¿Qué ofrece Chappie, entonces, que no hayamos visto mil
veces? Una fotografía muy trabajada, pero feísta y desagradable, la peor
actuación de Hugh Jackman que recuerdo
(cosa que tiene su mérito), además de la enésima revisión del mito del monstruo
(robot) de Frankenstein, con un desarrollo confuso y un final no especialmente
inspirado (sin palabras). Como he leído por ahí, si no fuera porque se toma muy
en serio a sí misma, sería la parodia de la parodia de Robocop.
En fin, tras la irregular Elysium, ahora con Chappie
parece que toda la frescura que vimos en Distrito
9 ha ido menguando de manera inversamente proporcional al presupuesto de
sus producciones, además de transmitir una evidente sensación de estancamiento
en un recurrente y reiterativo discurso. Inferior a muchas propuestas similares
dentro del género, transmite por lugares comunes y apenas es capaz de
entretener durante sus dilatados 150 minutos. Por lo menos la música y los
efectos especiales son bastante buenos.
Nota: 2
Nota filmaffinity: 5.8
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