Sarah es una adolescente en plena edad del pavo con un exceso de
imaginación. Sueña con reinos fantásticos en los que vivir mil aventuras, dónde
cualquier cosa es posible. Cuando su plan para la tarde se fastidia al tener
que hacer de canguro de su hermano pequeño, desea que el Rey de su mundo de
fantasía se lo lleve y así poder estar tranquila. Como hay que tener cuidado
con lo que se desea, a la bocazas de Sarah no le quedara otra que atravesar un
mágico Laberinto para llegar a la corte del Rey de los Goblins y recuperar a su
hermanito.
Dentro del
laberinto es quizás la película más famosa del marionetista Jim Henson. Además de ser el creador de Los Teleñecos y
colaborar durante años en Barrio Sésamo,
Henson fue ante todo un amante de los niños. Creaba para ellos mundos
imposibles con los que les invitaba a dejar volar su imaginación,
convirtiéndose en un ídolo para muchos de los que fueron niños en los ochenta.
La verdad es que Jim Henson molaba (mucho). Fue capaz de ser un gran educador para niños de todo el mundo, y
de hecho aún lo sigue siendo, porque su obra permanece entre nosotros. Sus marionetas hacen creer en la magia, con
un deje optimista que convierte al mundo en un sitio divertido y bueno para
vivir.
El derroche de
imaginación que despliega
en Dentro del laberinto se utiliza hábilmente para crear un
lugar mágico. El surrealista diseño, deudor de Alicia en el país de las
Maravillas, te transporta a un mundo nuevo en el que cada giro
guarda una nueva sorpresa en este peculiar laberinto. Nada (y todo) es lo que parece en la tierra
de los Goblins, sirviendo de sustento para una aventura que hará las delicias
de los más pequeños. Para el recuerdo quedan las discusiones con el
gusano, el descenso al pantano apestoso, el mítico puzzle de las puertas o la
hipnótica batalla final en el
infierno de Escher.
El protagonismo absoluto
recae en una bellísima y jovencísima Jennifer Conelly, que ya había turbado las fantasías de los
adolescentes en Érase
una vez en América. Aquí
cumple perfectamente con lo que debe ser una adolescente rebelde y
contestataria, sin por ello dejar de despertar los sueños efebófilos del
antagonista (y de gran parte del respetable). Me parece curiosa
como ha ido cambiando mi concepción de ella a medida que he ido creciendo.
Cuando era pequeño, recuerdo que me parecía una tirana mandona que merecía todo
lo malo que le ocurría, por tratar tan mal a su hermanito. Cuando crecí un poco
más, me pareció una persona muy cercana a las chicas que veía en mi día a día,
a la que me hubiera gustado conocer. Ahora ya mayor, me identifico con su
“sufrimiento” al tener que cuidar de un churumbel al que no tiene por qué
apreciar, especialmente en sus desvelos a la hora de arreglar los problemas
ocasionados por hablar demasiado. Cosas de madurar, dicen.
El universo es colorista e imaginativo, con el
toque artesanal de épocas en que el ordenador todavía estaba en pañales, pero
no peca de excesivo ni hortera. Los diferentes lugares que Sarah visita en sus
aventuras destacan si acaso por tener el toque exacto de surrealismo para
captar nuestra atención sin por ello resultar cargante. Pero, ¿dónde está ese
detalle que convierte la película en eterna?
EVIDENTEMENTE, EN ÉL. EL REY.
David Bowie (y su paquetón)
derrocha carisma y roba cada escena en la que aparece a base de una actuación
cargada de toneladas y toneladas de carisma. Es
imposible no fijarse en él y quedarse prendado del Rey Goblin. No hay más que
ver el éxito que tiene su presencia en cualquier reunión de cosplayers, incluso
treinta años después del estreno de la película. Para muestra, un botón.
Toda la carrera del recientemente desaparecido
artista es una de las mejores encarnaciones de carisma gratuito que no debéis
dejar de visitar en profundidad. Vale la pena.
Concluyendo, que es gerundio. Dentro del laberinto es una película hecha con mucho cariño
(como todo lo que hacía Henson) que tiene la magia suficiente para maravillar
al público infantil, al juvenil y al más maduro que todavía tenga capacidad de
soñar. Constituye una invitación para soñar y sumergirse en un
mundo fantástico y maravilloso. Y
luego está Bowie, claro. Bowie.
Nota: 10
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