viernes, 20 de julio de 2018

El recuerdo de Marnie


Como otras veces, creía que iba a ver otra película. No estoy seguro de porqué pero la tenía ubicada en otro lado. Luego al ver el logo de Ghibli ya vi que la El recuerdo de Marnie no era lo que creía. Pero bueno, el estudio es garantía de calidad, ¿no?

Además, de acuerdo con los créditos, detrás de las cámaras estaba Yonebayashi, uno de los jóvenes talentos del estudio, que ya dio lugar a la bellísima (e irregular) Arrietty en el mundo de los diminutos.

Y pasan los primeros cinco minutos y el corazón se me encoge un poquito. Vemos a una niña, Anna, que lo está pasando mal. Solitaria, refugiada en sus dibujos, repudiando casi cualquier contacto humano, suplicando hablar con alguien y al mismo tiempo aterrada ante la propia idea de hacerlo. Se odia a sí misma, odia al mundo, su desolación es absoluta, rechazando además cualquier tipo de consuelo. Ha llegado al punto en que rehúye cualquier atisbo de confianza, como si fuera anatema, o sólo fuera a acabar ahondando en una herida (sospechamos) que atesora como quizás, la única prueba de que sigue viva. Apenas se siente segura en ningún lugar fuera de su cuaderno, ese pequeño rincón del universo donde nadie le hará daño. A raíz del enésimo incidente en el instituto, sus padres (adoptivos) la envían con unos familiares lejanos, a un remoto pueblecito en el que podrá relajarse y, quizás, sanar un poco su alma. Una vez allí, en un lugar donde se siente todavía más extraña, conoce a una chica que se llama Marnie con la que, extrañamente, no se siente amenazada, convirtiéndose rápidamente en su mejor amiga. La turbadora Marnie destila tanta vida que la hechiza y la saca de ese mundo maldito en el que se había recluido, la embelesa y la deslumbra, condiciéndola a sentir emociones que creía haber olvidado, como la ilusión, la fe en la realidad y el amor. Pero… hay algo extraño en Marnie. ¿Es totalmente sincera con quien dice ser?

Hay que reconocer que Yonebayashi tiene un par de narices. Pocas películas para niños se atreven a mostrar el fantasma de la depresión, así de buenas a primeras. Entre nuestros tabús y la propia gravedad de la enfermedad, se requiere un talento de virtuoso para no caer en maniqueísmos que desdibujen la devastación que sufre Anne. En raras ocasiones se ha mostrado tan bien, con tanta delicadeza y sensibilidad como en esta película de animación japonesa. Más curioso todavía es que coincida en el tiempo con el también fabuloso proyecto de Pixar Del Revés, con el que comparte temática, virtuosismo y delicadeza.   


Sin embargo, mientras la joya de Pixar se centra en “fantasear” qué ocurre dentro de la mente de un niño deprimido, El recuerdo de Marnie se presta a confundirte entre la delgadísima línea entre realidad y fantasía. Tal como tiende a ocurrir en las mejores novelas del escritor británico, cada elemento es exactamente el que es y, al mismo tiempo, esconde un recóndito pasadizo a un mundo en el que nada es lo que dice ser. Esta exploración del “mundo a una vuelta de la esquina” se produce con una naturalidad que asusta, funcionando como un estupendo vehículo para que conozcamos a Anne y sus problemas.

Ya os podréis imaginar, entonces, que no se trata de la alegre y vivaz película de aventuras característica del estudio. Entre manos tenemos un drama intimista que paladear con calma en el que el sufrimiento se mezcla con la belleza, bien capaz de sacar lágrimas a una piedra a la que conectes con sus melancólicos personajes. Es por ello también que puede aburrir. A decir verdad, no “pasa nada” en toda la película, con el consiguiente resultado de que el intimismo se convierta en ñoñería para los espectadores menos sensibles. El parsimonioso ritmo, muy característico de las películas japonesas más contemplativas, no contribuye tampoco a captar la atención de un espectador poco voluntarioso. Asimismo, la película adolece del mismo “defecto” de Arriety, pues redunda un poco en sus ideas en las escenas que conducen al desenlace final del argumento.


Por otro lado, la historia de las dos chicas de desarrolla con toda su grandilocuencia, gozando de unos personajes bellamente descritos, con sus ansias, miedos y esperanzas, tan adorables a su modo que no puedes si no quererlo. Su relación deamor-amistad” conmueve cuando se ve y maravilla cuando se comprende todo lo que hay detrás. A pesar de su muy calmado ritmo, debo reconocer que me ha encantado. Ir atravesando, capa a capa, la pétrea coraza de Anne para descubrir su alma llena de honestidad y buenas intenciones es una experiencia ante la que es dificil permanecer impávido, especialmente tras desvelarse todos los secretos de Marnie.

Toda esta profundidad no impide que siga tratándose de una película infantil. Quizás no de las que poner a tu hijo para que no moleste, sino de las que ver con los más pequeños (8-10 años) y luego comentar. Incluso podrá servir de catalizador para expiar según qué temas. Es más, no lo dudo. Lo dicho todo un ejercicio de virtuosismo.


La animación muestra el mismo desmesurado mimo que encontrábamos en Arriety. Yonebayashi convierte la excursión por las emociones de Anne en pura poesía visual, pues cada fotograma deviene un pequeño cuadro en el que detenerse para poder admirar. El entorno rural en que se desarrolla la película ve revolucionado su hermoso bucolismo con elementos oníricos que juegan a mezclar la cotidianeidad con la maravilla, generando misterio sobre qué es real y qué es emoción.

Pocas películas mezclan el drama existencial con el realismo mágico más lleno de lirismo mientras realiza una profunda exploración emocional. Ideal para ver con tu pequeño y hacer un mini “cine-forum” a continuación, requiere quizás una exploración previa por parte del adulto, para conocer previamente que resortes pulsa y qué emociones puede hacer saltar. Esta obra llena de virtuosismo deja una sensación agridulce, principalmente por la melancolía del tema a tratar, pero no deja de ser una obra que fácilmente se clava en alma y te acompaña durante el resto de tu vida. Con talento de este calibre entre sus “jóvenes” autores, la continuidad del estudio Ghibli está fuera de toda duda (bueno, ya me entendéis). Sacad el pañuelo y no la dejéis pasar. No os arrepentiréis.

Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.1

Obviamente consiguió su correspondiente nominación al Oscar de animación. Sorprendería ver que no se lo llevó, pero es que coincidió con la exultante “Del Revés”, que a fin de cuentas, va de lo mismo, pero con un guión todavía más redondo (que ya es decir) y toneladas de imaginación buenrollera tan llena de entusiasmo que permitió que la obra de Pixar se llevará el premio gordo. Por cierto, coincidió también con “La oveja Shaun” y “Anomalisa”. Pedazo de año.

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