Y
cuando todavía no nos habíamos recuperado de todos los follones que generó el
Batman de Ben Affleck y la Liga de la Justicia, va y se anuncia la enésima
reencarnación del encapuchado. Los ánimos no mejoraron mucho cuando además se
anunció que el actor escogido para ello iba a ser el “vampiro brillante” Robert
Pattinson. Pocas veces he visto una reacción tan visceralmente contraria a una
decisión de casting.
En fin, que había mucha gente con ganas de atizar a esta película, incluso antes de que saliera o siquiera se vieran algunas imágenes sobre ella. Su producción estuvo envuelta en críticas y ardían las redes ante cualquier noticia que se generara sobre el tema. Creo que más allá de Las Cazafantasmas y Cpt. Marvel, no recuerdo tanto odio ante un proyecto, así reciente.
Pero bueno, la película salió y mostró una nueva versión de Bruce Wayne y Batman. Esta vez acercándose a un personaje novato, que hace poco ha empezado a “trabajar” y todavía no se ha ganado la reputación y la confianza de los demás. Para la mayoría de gente, es “un loco” que hace locuras, tan delincuente como los criminales que dice querer capturar. El detonante del film es la aparición de un súper-terrorista llamado Enigma que parece tener algo personal contra Batman, trayendo de cabeza a nuestro héroe, a la policía y a la Mafia de Gotham.
Y hay mucha tela que cortar. Principalmente porque tenemos los referentes muy presentes y pesa mucho ante la gestión de las expectativas. Por un lado, el Batman de Affleck (una montaña de músculos hipertecnológica) estaba todavía en activo, sacando películas. Por el otro, todo el mundo tiene presente la gran actuación de Christian Bale en la reconstrucción del personaje que hace Nolan. Así que la presión que tenía el director Matt Reeves sobre qué facetas mostrar o en qué centrarse era morrocotuda, viéndose ante (casi) la obligación de hacer una buena película o lo iba a pasar mal. Las decisiones se toman y, en vez de alejarse radicalmente de anteriores encarnaciones o tomar la vía kitsch. Reeves decide tirar por la vía de en medio y, utilizando un par de los cómics más reputados del murciélago, hace un machembrado muy raro para adaptar su estética y mitología. Tenemos a un Batman menos heroico y más detectivesco, se nota, se hace hincapié en que todavía está verde en algunas cosas, mostrando que hay un buen camino que recorrer. Volvemos a vivir una Gotham que respira como un personaje más, despidiendo una atmósfera decadente en la que nos creemos que cualquier delito es posible y la vida importa poco, como si de una Ciudad del Pecado se tratara. Si bien no tiene la ampulosidad de Nolan o el barroquismo de Schumacher, el trabajo visual es notable a la hora de mostrar una ciudad repleta de siniestra riqueza.
La acción se presenta inesperadamente desnuda de artificio. Se siente dura y desagradable sin necesidad de acrobacias extrañas ni cámaras desenfocadas. Más allá de algunos tortazos mortales al aterrizar (que apenas le producen magulladuras), las coreografías son variadas, con un puñado de escenas que seguro recordaremos unos cuentos años. Destacaría la persecución al Pingüino por la autopista, con un Batmovil que parece salido de Mad Max, la ingeniosa pelea en el pasillo a oscuras, sólo iluminada por los estallidos de las armas y, sobreotodo, la primera aparición en el metro, muy efectista en su mini-acercamiento al terror.
Una
de las sorpresas que yo (y casi todos) nos llevamos fue el estupendo trabajo de
Robert Pattinson a la hora de dar vida a Bruce Wayne. Quizás no es el mejor
Batman que hemos visto, SÍ es el mejor Wayne. No es habitual ver tan bien
reflejado al hombre torturado por sus demonios internos, tan ido que sólo
encuentra consuelo en ponerse la máscara para vengarse. A su alrededor, un
elenco de secundarios da el do de pecho a la hora de dar vida a todos los
antagonistas que conocemos del cómic. Catwoman (Zoe Kravitz), el Pingüino
(Colin Farrell), Carmine Falcone (John Turturro) y, sobretodo, un Enigma irreconocible
y con toneladas de mala leche (notabilísimo Paul Dano). Un poco más
desaprovechados veo a los adláteres del prota, pues ni Alfred (Andy Perkins) ni
el Comisario Gordon (Jeffrey Wright) realizan un trabajo tan memorable. A
grandes rasgos, el descomunal metraje permite espacio para que todos los
secundarios tengan profundidad, dejando margen para que cualquier actor con
ganas pueda lucirse y vaya si se quedan a gusto.
El
mayor problema – quizás – del film es que toca demasiados palos. Uno acaba fácilmente
confundido y no es fácil aclararse si estamos creando el mito, acabando con la
mafia, luchando contra supervillanos, viviendo una historia de amor y venganza
o si lo único que importa son los traumitas del protagonista. Esta dispersión
obliga al espectador a esforzarse por seguir el hilo, lo cual es divertido, pero
puede hacerse una tarea pesada al final de las tres horas. Lo mismo ocurre con
los acertijos y la torpeza de Batman para resolverlos. No sé si es que es un
novatillo o un atontao, pero se muestra especialmente obtuso a la hora de
encontrar una solución y siempre se los tienen que ir resolviendo, dando lugar
a algunas líneas de diálogo que son un poquito vergonzosas en algunos momentos.
Esto redunda con la desmesurada longitud del film. Reeves quiere que todo momento sea trascendente, grande y rotundo (bueno, tampoco llegamos a la grandilocuencia de Snyder, pero se queda a gusto). Está todo el rato “a tope”, incluso cuando está tomándose un café, durante tres horas. Al ver la película en el cine, salí realmente agotado, pues el metraje no respira, no descansa ni un momento. Quitando pausas al hablar y otras escenas de caminar ominosamente hacia el objetivo ahorraríamos treinta minutos, ganando mucho ritmo entre medias, seguro. Curiosamente, cuando la volvía a ver en casa (sí, a veces uno es un rato masoca) gracias a HBO, la tuve que partir en tres episodios (las noches después de cenar dan para lo que dan) y entró mucho (pero mucho) más fina. El tener un descanso entre días hacía que el gravitas se tragara mejor, resultando en una experiencia mucho más gratificante.
Además de no tomarse ninguna prisa por explicar la historia, otro problema es que la película tiene tres epílogos que llegan cuando ya estás agotado. Pero bueno, por lo menos cierran todo lo argumentalmente importante, dejando el camino abierto para una segunda parte (que se confirmó desde el segundo uno) y la posible aparición del Joker en un futuro. Después del guirigay que ha supuesto el cambio de poderes en Warner/DC, The Batman 2 fue casi la única película que sobrevivió a todos los ajustes – quizás por ir por libre desde un primer momento – aunque cambiando como veinte veces de argumento. Al final, parece que tendremos conjunción de este Batman con el Joker de Joachim Phoenix. A mí me hubiera gustado que tardaran alguna película más en juntarlos, pero comprado me tienen.
El
reinicio de Batman que nadie había pedido ha acabado siendo una sólida película
de súpers. Se ve lastrada por su pantagruélica longitud, lo que afecta al ritmo
y al poso. Sin embargo, el esfuerzo de todo el elenco, un guión mejor pensado
de lo que parece a primera vista y un director que sabe qué quiere hacer con su
producto hacen de su visión una experiencia muy aprovechable. Si han de ser
películas de súpers con esta enjundia, me da igual que no se busque un Universo
Compartido.
Nota:
8
Nota filmaffinity: 6.9
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