Hace apenas unos meses que reseñé el primer libro de los Incas y ya tenemos su segunda parte por aquí. Ya es raro que me ocurra esto con las sagas. ¿Tardaremos mucho en ver su tercera parte?
Título: El Oro de Cuzco
Autor: Antoine B. Daniel
Título original: L’or de Cuzco
Traducción: Manuel Serrat Crespo
“La supervivencia de los hijos del Sol está cada vez más amenazada. Pero no son las armas de los conquistadores lo que está marcando el fin del Imperio inca, sino el oro. ¿Conseguirá Anamaya salvar su relación con Gabriel, el joven conquistador, en medio de esta profunda espiral de odio y violencia?”
Nos
situamos unos años tras el desenlace del anterior libro. Los Conquistadores
Españoles que culminaron la toma del poder con la caída de Atahualpa, ahora
dominan con cierta placidez gran parte del territorio inca, que se dedican a
saquear de manera no demasiado ordenada. La posibilidad de una rebelión armada
de los Incas rompe el precario status quo en que se vivía, provocando que los
Conquistadores vayan escalando progresivamente la violencia con la que se
imponen, arrebatando poco a poco cada elemento de autonomía que los Incas
puedan preservar.
Cualquiera
que conozca un poco la historia, sabrá que estos hechos culminan con la caída
de Cuzco (quizás de un modo no tan esperado), poniendo de manifiesto el dominio
absoluto de los Conquistadores, que ahora ya se sentirán legitimados para
llevar a cabo cualquier abuso que les venga en gana.
A modo de testigos de estos hechos, tendremos a los personajes que ya conocimos en el primer tomo.
Quien tiene más páginas de protagonismo es la joven Anamaya, ahora convertida en la sacerdotisa // princesa del pueblo, tiene un doble papel de preservar la cultura ancestral de los Incas mientras hace las veces de consejera del nuevo Emperador. Es consciente de que ambos bandos se ven cada vez más abocados a la violencia, poseídos por la sed de oro y la devoción para su Dios Verdadero. Con ahínco busca una paz que evite las muertes y el sufrimiento, pero sus peticiones se ven siempre ignoradas en este mundo que se aboca a la destrucción.
Su
contrapartida amorosa, Gabriel,
representa a aquel Conquistador que mantiene algo de dignidad, trata a los
incas con respeto, intentando salvar lo poco que queda. Desde un primer momento
vemos como se conmueve por la gente, por sus tierras y su cultura. A su manera
no siempre coherente, busca la concordia entre el Emperador y los Españoles,
como si fuera posible encontrar una manera en que ambas culturas se
complementen y favorezcan entre ellas. Evidentemente, la mayoría de sus
compatriotas no son tan nobles y su sed de riquezas y poder se impone al
sentido común.
La
historia de amor queda en segundo plano, ya que ambos personajes se utilizan
para que vayan de aquí para allá y sean testigos de los grandes hechos que
tienen lugar. Así, a lo largo de los años tienen pequeños escarceos amorosos
que se cierran con la promesa de verse más en un futuro que ninguno ve claro.
Y
es que teniendo a los Hermanos
Pizarro como
enemigos, poca ventura es posible. Francisco, Gonzalo y Juan. Uno indiferente
ante los abusos, satisfecho por el deber cumplido. Los otros dos, malnacidos
que disfrutan dejándose llevar por sus ansias de oro y poder, esclavizando a
los Incas, saqueando su imperio y eliminando sus dioses y prácticas paganas.
Sabedores de que Cuzco esconde los últimos tesoros de oro de los Incas, harán
todo lo posible por apoderarse de la ciudad y saquear cualquier cosa de valor
que quedara en ella.
Somos testigos de auténticas atrocidades, siempre para desesperación de un Fray Bartolomé de las Casas que no reconocí como personaje histórico (muy mal por mi parte) hasta que utilizan su nombre completo. Hasta entonces, es un fraile más amplio de miras que, como si de un Gandalf se tratara, intenta evitar las matanzas, congraciándose con ambos bandos en la medida de lo posible. Es quizás el único personaje capaz de razonar, pensando en lo que hace y no moviéndose a base de impulsos o de instinto, lo que le hace ganar enteros cada vez que aparece por ahí.
El oro de Cuzco se
queda a medio camino entre la novela de aventuras y la romántica, deudora
siempre de los elementos históricos que insiste en respetar. Repite en un tono
muy ligero que permite leer sin esfuerzo, disimulando un poquito las bastardadas
que llegan a ocurrir para que no afecten a corazones (o estómagos) sensibles.
Su inexistente trama lastra en gran medida el conjunto, pues no tiene un
argumento como tal, sino hechos que van ocurriendo, de acuerdo con la realidad
histórica. Así, los personajes se mueven según necesidades de guión, haciéndose
los tontos para que las cosas cuadren cuando conviene. No obstante, hay que
reconocer que se repeta la historicidad de los hechos, llegando a situaciones
inverosímiles pero que, curiosamente, están acreditadas.
Aunque el desarrollo de los personajes es un poco ya tal, sí sabe captar el toque melancólico que siempre imprega a las caídas. Sabemos que va a acabar sucediendo, la destrucción de un mundo para construir uno nuevo a partir de las ruinas del anterior, pero eso no impide nos duela ver todo lo que se pierde y nunca se recuperará.
Si
te gustó la primera parte, ésta está mejor equilibrada y tiene menos acrobacias
extrañas. Se decide más por las aventuras, ganando en cohesión y efectividad.
Quizás no sea la gran cosa, pero se lee con agrado.
Nota:
6
Nota goodreads: 3.68/5
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