En el año 2026, la humanidad sufre los efectos de una
inmensa sobrepoblación. La gente se hacina en las ciudades, pues la
contaminación y las guerras han convertido el mundo en un erial. La economía ha
colapsado y no hay apenas trabajo, por ello, los pobres deambulan de un lugar a
otro en busca de comida, que también escasea. La última esperanza de la
humanidad reside en el Soylent Green,
un alimento consistente en plancton prensado, que constituye el último recurso
abundante en el planeta. Cuando Thorn, el último policía íntegro de Los
Ángeles, investiga el asesinato de un pez gordo de la principal productora de
Soylent Green, descubrirá secretos de una malignidad que nunca pudo imaginar…
Con esta premisa tan sugerente empieza una de las
propuestas de ciencia-ficción más particulares de los años setenta. Después de
un planteamiento que recuerda a las mejores obras hard del género, la trama se convierte en una historia de
asesinatos y detectives, siguiendo todos los elementos de la novela negra.
Mediante las inquisiciones del Inspector Thorn, no sólo aprendemos cómo se ha
llegado a esta situación en la Tierra, sino que le acompañamos al descubrir las
cloacas de un gobierno que engaña a su población. Tal como ocurre en 1984 o Fahrenheit 451, un miembro destacado del sistema descubre que hay
algo que no funciona en la verdad que se presenta a los ojos de la gente y, de
la misma manera, se presenta la fútil lucha del individuo frente al poder
machacante de la sociedad.
Desde nuestro punto de vista, se hace curioso contemplar
la evolución de este mundo. El año en que se sitúa la historia es ya cercano,
pero no podemos olvidar que la película data de los años 70, por lo que hay que
tener en cuenta el punto de partida. Evidentemente, no existe ningún invento posterior
–ni se concibe Internet, ni los móviles ni… y los EEUU que se presentan son
obvios herederos de los represivos años posteriores a Mayo del 68, con una
policía muy expeditiva y unos antidisturbios de lo más salvaje. Cualquier fan
de la ciencia-ficción disfrutará a medida que reflexiona para comprender el
razonamiento que hay detrás de cada avance tecnológico o consecuencia social
que se presenta en pantalla.
Si bien en todo momento la trama más importante de la
película no deja de ser la búsqueda del asesino, de fondo circula un mensaje
conspiranoico, similar al que se presenta en Watchmen sobre el hecho de que la realidad que tenemos ante
nuestros ojos no es más que una gigantesca broma que ha sido creada por la
clase dirigente para mantener el pueblo bajo control. En este caso, se trata de
uno de los secretos más crueles y con más mala hostia que recuerdo, sin por
ello dejar de ser verosímil (de acuerdo a la sociedad que se nos presenta). El
final es de los que no se olvida, dejándote el culo tan torcido como el del
pobre Bruce Willis.
Un desenlace impactante que en España no tuvo apenas
efecto, pues se desvelaba en el propio cartel publicitario (que no voy a poner
aquí xD). Si es que los distribuidores a veces son de un…
El protagonista absoluto de la obra es un Charlton Heston
que, estoy seguro, no sabía muy bien de qué iba la cosa. En ningún momento
abandona una mueca de confusión e inseguridad que le viene muy bien al papel.
Tal como le pasaba al Chuache de Desafío
total, contrasta muy bien con su planta de macho alfa, convirtiendo a su
personaje en un héroe superado por la situación, pero con el carisma suficiente
para solucionar todo lo que se le presente.
Aunque la película es perfectamente disfrutable y la
conjunción de ciencia-ficción con cine negro está más que bien conseguida, el
espectador actual se encontrará probablemente con dos problemas bastante
importantes a la hora de entrar en la película:
El primero de ellos es su estética. Si los setenta son
horteras, la evolución futurista de los mismos da algo de grimilla. No hay un
solo personaje que vista con un mínimo de gusto y los pelos de unos y otras
tiran para atrás a toda velocidad. De la misma manera, los avances tecnológicos
pecan de una ingenuidad que se puede hacer risible desde nuestra óptica.
El segundo de los problemas es su parsimonioso ritmo. Se
nota que es una película rodada en los setenta, que se toma las cosas con
calma. No tiene ninguna prisa en desarrollar la trama y sus escenas de acción
son claramente hijas de su época. Aunque la historia no es que pida ponerse a
correr, fácilmente se hará lenta para los jóvenes paladares cinéfagos
acostumbrados a los fuegos artificiales y los ritmos vertiginosos de hoy en
día. Los primeros actores que me vendrían a la cabeza para protagonizarlo
serían Matt Damon o Mark Whalberg. Pero como soy consciente de que recordarían
demasiado a Jason Bourne, ¿por qué no
escoger a Chiwetel Ejiofor? Puede ser una idea inusual, pero le veo perfectamente
capacitado para el papel.
Soylent
Green es una gran película de
ciencia-ficción/intriga sobre un tema sorprendentemente actual. El paso del
tiempo ha provocado que haya quedado injustamente olvidada, pero es de lo más
reivindicable. Eso sí, hay que saber tragar con su particular estética.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 6.8
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