Martes con mi viejo profesor es el libro 2 de la
cesta de Navidad de 2013. En su momento me comprometí a leer todos los libros
que me vinieran en ella para su posterior liberación. De esta manera me auto-obligo
a leer libros que se salen de mis géneros favoritos y así puedo explorar
horizontes nuevos. He conseguido acercarme con placer a un puñado de buenas
lecturas en las que a buen seguro no me habría fijado sin esta “obligación”
(algún día haré un compendio de todo lo “cestil”). En este caso cojo este libro
con ciertos reparos, porque del resumen y el resto de frases de la
contraportada se desprende un aroma a libro de autoayuda que tira de espaldas.
Y mira que me gusta poco el género.
Título: Martes con mi
viejo profesor
Autor: Mitch Albom
Título original:
Tuesdays con Morrie (Morrie es el viejo profesor)
“Un libro sencillo e intenso que encierra profundas verdades.
Conversaciones entre Mitch y su antiguo profesor de la universidad todos los
martes. Una historia real para un libro de culto. El libro que ha cambiado la
vida a millones de personas.”
A pesar de mi
desconfianza inicial, me congratulo un poco al ver que el libro (delgadito y
manejable) presenta algo parecido a un argumento y una historia coherente. Aunque
no destaque por su complicación, es siempre un consuelo.
Por un lado, es una
historia enternecedora de un hombre que se reencuentra con un antiguo
mentor/profesor que afronta sus últimos días debido al mal de ELA (esclerosis
lateral amiotrófica). Por el otro, no hay más tela que cortar. Tan pronto se
produce el reencuentro en el que Morrie (el viejo profesor) decide transmitir a
Mitch (el periodista que escribe el libro) el testimonio de sus últimos días,
el relato se transforma en un compendio de aforismos enfocados a que recordemos
la importancia de aprovechar la vida que disponemos, querer a nuestros seres
queridos, no perdernos la grandeza de la vida por dejarnos llevar por el ansia
de riquezas, etc.
Se agradece, eso sí, que
el libro no insista en querer venderte un secreto, ni prometerte una manera de
salvar tu vida del vacío cósmico en que se halla ni nada por el estilo,
tratando al lector con cierto respeto. Tal como ocurría en Esperadme en el cielo, de Maruja Torres, se nota que es un libro
hecho desde el cariño. Albom parece tener una intención sincera de rendir
homenaje a un ser querido y así expiar el dolor que supone su pérdida. Incluso
habiéndose hecho de oro con Martes con mi
viejo profesor, éste no parece un libro vendemotos para saquear bolsillos,
sino un retrato sincero de un modo de vida (que podemos aceptar, o no). El
edulcorante y la falta de consistencia son palpables, pero no es un libro para
analizar en este sentido. Es fácil que alguien dolido por la pérdida de un ser
querido, que languidezca falto de amor, que haya perdido el rumbo de su vida o
que esté sufriendo ELA en su círculo cercano pueda encontrar consuelo emocional
con Martes y así reconciliarse con el
mundo. Si es el caso, es probable que puedan sentirse identificados con la
situación y el deterioro de Morrie, emocionándose con su triste final.
Dicho sea con todo el
respeto, no es un libro que me atraiga ni me resulte especialmente
trascendente. Se capta el cariño con que está escrito y se agradece el gesto de
aprecio, pero ya. Los personajes no son capaces de aportar más consistencia que
grandes dosis de buenas intenciones y algo de sentido común, articulándose como
un modo de volcar las ideas a defender. Morrie
es un viejo profesor retirado que ha vivido toda la vida de acuerdo con lo que
creía correcto, es realmente un gran tipo al que me gustaría haber conocido;
pero su influencia sobre Mitch, un
periodista estresado que sólo vive para comprar un nuevo Maseratti es un tanto
inconsistente, pasando éste de ser un inepto emocional a conectar totalmente
con su mentor en apenas una página. Por buscar una analogía, es como si en Cuento de Navidad, los fantasmas se dedicaran
a hablar con Scrooge y él cambiara de actitud al instante. Sin embargo, todos conocemos
las penurias que atraviesa el avaro prestamista antes de metamorfosear sus
principios, siendo lo que aporta trascendencia al eterno relato de Dickens. Un personaje debería
evolucionar a lo largo de sus vivencias, no cambiar bruscamente a partir de
recibir una clase magistral de una tarde.
Quizás es que le pido
más a los libros de lo que Martes con mi
viejo profesor es capaz de ofrecerme, pero no es un libro que vaya a rememorar
con los años. Reconozco que con la disposición mental adecuada puede
convertirse en un libro de cabecera, especialmente en el lector ávido de
dejarse emocionar por enseñanzas gratuitamente trascendentes y buenrollismo
gratuito, formando parte de una de las propuestas más sinceras que he visto
dentro del género sentimentaloide, pero no es lo mío. Por otro lado, te
despistas y lo has acabado. Acostumbrado a propuestas más densas, me he
deslizado por sus páginas en un suspiro, funcionando espléndidamente como un
descanso liviano y feliz en medio de los tocharros con los que suelo enfrentarme.
Nota: 3
Nota goodreads: 4.00/5
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs admirable la delicadeza con la que has escrito sobre él. Yo tengo pendiente Las cinco personas que encontrarás en el cielo, ganado en un juego de ladrillos lacrimógenos. Supongo que no te apetecerá que te lo pase después :D
ResponderEliminarNo, no hace falta. Muchas gracias ^^
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