Avanzamos en los años
ochenta y, conforme pasa el tiempo, la sociedad de los Estados Unidos empieza a
aceptar revisiones más maduras sobre su mayor vergüenza de los últimos años: La
guerra de Vietnam. El éxito (más allà de su indudable calidad) de títulos como Apocalipsis Now (Coppola,
1979) o El Cazador (Cimini,
1978) muestran que al espectador le remuerde la conciencia y
siente necesidad de expiar sus fantasmas. A la espera que Kubrick añada su
particular aportación, Oliver Stone se sirve de su experiencia en el frente
para crear uno de sus mejores trabajos: Platoon.
La primera escena lo dice todo: la primera visión de un grupo de jóvenes
soldados recién aterrizado a la guerra de Vietnam es la de los cadávares de
compañeros combatientes metidos en bolsas negras.Y las que
quedan. Vietnam constituye la primera vez en que los ejércitos
estadounidenses se encuentran con la falta de un frente de batalla. La guerra
de guerrillas es continua, convirtiendo la vida del soldado en marchas
interminables por la jungla, lluvias inacabables y una tensión insoportable. El
combate se transforma en instantes de caos donde sólo queda saltar por los
aires o hacer que el enemigo salte por los aires. La frustración y las
privaciones atacan los nervios de los soldados, provocando estallidos de rabia
y barbarie.
En Platoon, Oliver Stone no tiene ningún interés
en contarnos como se toma tal colina, ni buscar una resistencia heroica en
un bunker a la espera de refuerzos, no. Sus miras se dirigen a retratar las
condiciones del día a día de los soldados desplazados. Un
infierno en el que es imposible razonar, dónde los violentos deben
refrenarse para convivir y los pacíficos deben sacar lo peor de sí mismos para
acabar con el enemigo. Todos sufren y deben aguantar su dolor e interiorizar el
sufrimiento.
Siguiendo las
desventuras de un recluta bisoño encarnado por un correcto Charlie Sheen,
seremos testigos de las luchas internas dentro de la cadena de mando (unos brutalérrimos Tom Berenguer y Willem
Dafoe) y de las rutinas de los soldados en una guerra en la
que si has de morir, es mejor que sea pronto, dónde todos cuentan uno
a uno los 365 días de condena de servicio antes de poder volver
a casa. Sheen no es el mejor soldado, ni el más valiente, ni el más bueno. Solo
más rico, y ya. El resto del batallón (Kevin Dillon, Forest Whitaker, Johnny
Depp, Francesco Quinn, John McGinley… un montón de caras conocidas) son
soldados como él. Con sus miedos, sus sueños, unas ganas horribles de salir del
agujero dónde se hallan y una humanidad prácticamente destruida. Cada uno de ellos vive su propia guerra
personal, con su conciencia, sus creencias y su deseo de escapar de
una muerte que acecha en cada sombra.
Aún con la
grandilocuencia gratuita que caracteriza a Stone, Platoon es un espectáculo bien hecho. Es épico, duro, formidable,
conmovedor y, sobretodo, vibrante. Lo que más me ha impresionado es
la realista ambientación con que se te sumerge en un territorio opresivo y
áspero a toda vida racional. Es realmente absorbente. Logra una atmósfera gris
y desoladora que desborda un poder de conmoción estupendo sin
recurrir a maniqueísmos ni sensiblerías. La música complementa cada escena con un dramatismo que se acopla en
perfecta simbiosis con las escenas bélicas y los interludios de crítica-reflexión.
Es inevitable compararla con sus compañeros de purgatorio. Y Platoon puede no tener los medios y la trascendencia shakesperiana de Apocalipsis
Now, puede no tener la fuerza intrínseca y el sentido del espectaculo de la Chaqueta Metálica (Kubrick,
1987), puede no tener la emotividad que acompaña a la fatalidad de El
Cazador, pero desborda realismo. Platoon es la
guerra, es el infierno, los mosquitos y la necedad de los conflictos. Es la
versión “fidedigna” de la contienda, un bofetón en la cara, admirable y genial, que
deja un regusto amargo, una sensación descorazonadora que duele y costriñe.
Sabes que es una buena película porque eso –entiendo- es lo que busca ser: el
horror de la guerra, la soledad en la batalla y el lodo extraño y espantoso que
constituye la condición humana.
Para concluir, un
pequeño inciso de una partitura conmovedora que me pone los pelos de punta:
Nota: 9
Nota
filmaffinity: 7.7
Publicado previamente en cinéfagos AQUI
Sé que no tengo perdón por no haber visto ninguna de las otras películas que mencionas, clásicos además, pero esta me pareció genial. Dura, dura, pero así era aquello, no? El adagio de Barber unido a esta peli produce escalofríos.
ResponderEliminarPues te toca ver alguna de esas. El cazador es la menos escabrosa si te tira para atrás la violencia.
EliminarY si, Vietnam fue una guerra muy bestia. Stone no exagera, simplemente rueda lo que vivió (aunque su tendencia ala grandilocuencia nunca le abandonará)